Lo que nadie dice de la inversión extranjera en
México
Mientras la inversión
extranjera directa aumenta dramáticamente en todo el mundo, México conserva la
misma proporción que hace 35 años. ¿Por qué?
Si la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) es una meta del
gobierno mexicano desde hace años, hay que decir que NO ha logrado aumentar su posición de mercado
frente al resto del mundo.
Si bien los montos anuales de este
capital han crecido, en comparación con el periodo previo a 1994, a México le sigue
llegando un promedio de 2% anual del total de inversiones extranjeras en el
planeta. México, uno de los países más abiertos a la inversión y al comercio
internacional, nunca fue un gran atractor de capitales: los picos que ha
alcanzado en algunos años, como 1994, 2001, 2007 o 2013, apenas lo llevaron por
encima de 4% del total global, en gran parte debido a la adquisición de grandes
empresas mexicanas como es el caso de Banamex y de Grupo Modelo.
Este tipo de inversión extranjera es la
menos positiva, toda vez que los empleos y otros beneficios ya
fueron generados internamente; lo que se traslada de ahí en adelante al
exterior son las utilidades.
La apertura comercial indiscriminada
y la falta de una política industrial han hecho de México un país en donde, con
la excepción de contadas industrias, es más fácil enviar productos de
exportación que instalarse directamente. La única forma de remediar esta
situación es, entre otras cosas, arreglar al principal componente responsable
de la baja productividad del país: el gobierno y sus servicios.
No todo es tan bueno
La importancia de la IED ha crecido
globalmente, ya que las empresas, al establecerse en otro país, obtienen
importantes beneficios económicos, entre los cuales podemos mencionar mayores
ingresos por su tecnología, es decir, por sus procesos de fabricación,
equipos, software o métodos de administración; así como por
los conocimientos específicos del sector.
Estas ventajas les permiten
establecer alianzas estratégicas con
empresas locales para complementarse, con el fin de utilizar los canales de
comercialización ya existentes o, simplemente, expandir el mercado externo para
sus productos.
Para los países receptores, los
beneficios de la IED al desarrollo de su economía son numerosos: complementa
al ahorro interno, tiene un impacto favorable en la
balanza de pagos, crea nuevos activos, genera transferencia de tecnología,
incrementa la oferta de productos, crea una mayor competencia al aumentar la
eficiencia de las empresas, genera productos a precios competitivos,
contribuyendo a reducir la inflación; proporciona canales de distribución en el
país de origen del capital y, sin duda el más importante, crea empleos, lo que
tiene un efecto tangible en la generación de riqueza, así como en el incremento
del nivel del vida de la población.
Sin embargo, la IED también
tiene efectos negativos: limita el proceso nacional de
industrialización, en algunos casos contribuye a crear dos economías; los
sectores que se desarrollan lo hacen en función de la importancia o intereses
de la empresa o el generador de la IED; la adquisición de activos, en ciertas
ocasiones, elimina puestos de trabajo por la aplicación de tecnologías más
desarrolladas, la reestructuración de las firmas adquiridas y la reorientación
de sus actividades; en ocasiones, el monto pagado a los nacionales por la venta
de sus empresas se deposita en el extranjero y, finalmente, en el largo plazo
las ganancias de las empresas extranjeras normalmente se trasladan a su país de
origen, lo que significa que las ganancias no se quedan en el país receptor. Es
decir, también representa unasalida de divisas.
Poca
integración nacional
Los cinco objetivos de México al firmar el TLCAN en
1994 eran lograr una integración comercial y productiva con Canadá y EU;
aprovechar las ventajas comparativas de cada país en la producción compartida;
incrementar la competitividad en la producción de bienes y servicios en el
mercado regional y en el internacional; captar mayor volumen de inversión
extranjera directa y generar más y mejores empleos para elevar la calidad de
vida de la población.
Desgraciadamente, ninguno de los
objetivos propuestos se ha logrado, debido a que no hubo complemento alguno que permitiera a México aprovechar las
supuestas ventajas negociadas. En su lugar se adoptó un liberalismo
dogmático que tuvo como axioma “la mejor política industrial es la que no
existe”, adicional al hecho de que su política de comercio exterior ha estado
basada en una apertura indiscriminada de la economía, utilizando para ello
la firma compulsiva de tratados de libre comercio y
una desgravación arancelaria unilateral incoherente.
Esta incoherencia ha generado un enorme
debilitamiento de la planta productiva nacional, que ha tenido que trabajar con
costos muy superiores a los que trabajan sus competidores, pues nuestro país
mantiene un marco sistémico poco competitivo, que ha generado una competencia
desleal para los empresarios mexicanos, lo que se refleja en retrocesos en
todas nuestras variables económicas, especialmente en los últimos 13 años.
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