Introducción
VENDER NO TIENE NADA QUE VER CON ARGUMENTAR
Deja de darles a tus clientes argumentos
para comprar. Vender no tiene nada que ver con afirmar o argumentar porque eso
es imponerse. Para vender no tienes que esforzarte en cambiar la opinión de las
personas. Nadie cambia de opinión porque se lo diga un vendedor. Vender es
permitir que tu cliente tome su propia decisión. Si utilizas técnicas para
tratar de cambiar su percepción conseguirás levantar una barrera entre
vosotros.
Consigue que tu cliente tome una decisión libremente
En plena era de la información tu cliente tiene docenas de
ofertas como la tuya sobre su mesa de cientos de proveedores, y sin tener que
salir de su despacho. No necesita a un vendedor para que le informe de los
productos. Vender hoy significa ayudar a tu cliente a que decida lo mejor. Él
siempre elige libremente, no le fuerces. No te empeñes en que vea las cosas
como tú las ves.
Vender es en realidad una conversación bien
dirigida
Tu cliente quiere comprar, no que le vendan nada. Ayúdale a
que compre lo que él quiere. Es más fácil que le guíes para que tome una
decisión de su propia elección que empeñarte en cambiar su visión. Es más fácil
que refuerces lo que él valora, que aplicarle técnicas de venta para descubrir
dónde le duele.
Este libro se centra en la conversación cara a cara con tu cliente para que
fluya con naturalidad y en el carril de pensamiento adecuado. Mediante una
conversación sana acercaréis vuestros puntos de vista para que coincidan
plenamente. El uso de técnicas sin sentido os alejará.
Para conducir tu conversación de ventas te propongo seguir
el modelo FÁCIL. Este método estructura tu diálogo con tu cliente en cinco
pasos para que fluya en el carril de pensamiento correcto. Vamos a descubrir
cuáles son los comportamientos que te acercan a tu cliente para que ambos os
alineéis plenamente.
¿Qué convence a los
clientes?
Para que tu cliente opte por tu oferta,
contesta a la siguiente pregunta: ¿cuál de estas palabras tiene mayor poder
persuasivo?
Gratis
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Ninguna de ellas. A tu cliente le convence lo que él te
dice, no lo que tú le dices. Si comienzas tu monólogo de ventas sumergiéndole
en un mar de palabras con argumentos, afirmaciones y razones, le ahogarás. Los
vendedores ofrecemos muchos argumentos porque pensamos que como son argumentos
que nos convencen a nosotros también convencerán a nuestros clientes. Esta
lógica no funciona porque cada uno percibe su
realidad desde su propio punto de vista. Tu cliente compra por sus propias
razones, no por las tuyas.
Lo que más convence a tu cliente es aquello
que él mismo descubre
Y de esto trata este libro. Acompañar a tu cliente para que
descubra por sí mismo lo que tu producto puede hacer por él. Si tienes que
vender a tus clientes, convencer a tu jefe o a tu pareja, en conversaciones
cara a cara, te doy la bienvenida a este libro.
UNA HISTORIA DE ROSBIF
Todos los viernes la esposa cocinaba un
hermoso rosbif para su marido. Ella se lo presentaba de una manera singular,
quitaba la parte de la izquierda y la parte de la derecha al rosbif. Sólo le
servía el centro. Así todos los viernes, hasta que un día su marido se decidió
a preguntar:
Marido: «Cariño, ¿por qué quitas los dos lados del
rosbif cada vez que lo cocinas?»
Esposa: «Pues no lo sé. Es como mi madre lo hacía cuando yo era pequeña.»
Marido: «¿Y por qué no llamas a tu madre y le
preguntas?»
Esposa: «Mamá. Mi marido quiere saber por qué nos servías el rosbif sin
los dos lados.»
«Pues
no lo sé, hija, es así como lo hacía tu abuela cuando yo era pequeña. Como
Madre: la tengo a mi lado, le voy a
preguntar. Madre, la niña pregunta ¿por qué servía el rosbif sin los dos
lados?»
«Hija
mía, en esa época no habían hornos como los de ahora, teníamos hornillos, y
Abuela: para que la carne cupiera en mi
estrecho hornillo tenía que quitarle los trozos de los
lados.»
¿Cuántas historias de rosbif hay en tu manera de vender?
¿Cuántos comportamientos de venta repites una y otra sin cuestionarte su
eficacia? Un ejemplo de historia de rosbif es la conclusión a la que llegó el
profesor de la Universidad de California (UCLA), Albert Mehrabian. Dijo que el
mensaje se transmite un 55 por ciento a través del lenguaje corporal, un 38 por
ciento a través del tono de voz y sólo un 7 por cierto a través de las
palabras. Estos porcentajes fueron tan llamativos que algunos autores los usan
como enganche al inicio de sus charlas o en sus libros para atrapar a su
público. Pues bien, es el propio Mehrabian quien ha desmentido que esta regla
sea siempre aplicable. Ha aclarado que su investigación se limitaba a
situaciones muy específicas de comunicación y que no existe una medida
objetiva. Él mismo afirma que «es difícil concretar en una comunicación en
general qué porcentaje de significado es transmitido de manera verbal y no
verbal». Piénsalo bien, si el 55 por ciento de la comunicación con tu cliente
fueran sus gestos y el 38 por ciento su tono, ¡no entenderías el 93 por ciento
de su mensaje!
Cimienta tus comportamientos de venta en
hechos, no en opiniones
En el libro te descubriremos más comportamientos de venta
que son en realidad historias de rosbif, y que muchas veces usamos porque
creemos que son eficaces sólo porque todo el mundo lo hace.
Si no eres capaz de hacer una sola venta
bien, ¿cómo vas a vender más?
¿ES EL CLIENTE LO MÁS
IMPORTANTE?
Lo más importante no es el cliente, eres
tú, porque de ti depende que él se sienta importante. Tú, vendedor, eres una de
las personas más importantes de esta sociedad. Nada sucede hasta que vendes.
Gracias a personas como tú se mueve la rueda de la economía de este país. Sin
tus ventas toda nuestra economía se detendría por completo. Tus ventas generan
beneficios que permiten pagar impuestos. Gracias a los impuestos se construyen
hospitales, parques y colegios. Sigue vendiendo. Tú eres importante.
Las empresas necesitan vendedores entusiastas que amen su
profesión. Cuanto más te creas tu trabajo de vendedor, mejores resultados
obtendrás. Formarás parte de una élite que vive de la profesión más antigua del
mundo. Sí, es la más antigua del mundo. No te avergüences por ser vendedor.
Todas las empresas dependen de las ventas porque generan recursos para nuevas
inversiones y conseguir riqueza, puestos de trabajo y bienestar. Los vendedores
que venden son los profesionales que
más ganan en el mercado laboral. Son los más buscados por todas las
organizaciones.
Un vendedor que sabe vender nunca más vuelve a
preocuparse por el dinero
A un vendedor que sabe vender ya no le preocupan los
problemas que trae la falta de dinero. La población está tristemente
obsesionada con el dinero. Hacen cuentas todos los días para que no les falte
para su hipoteca, para los gastos del colegio o los imprevistos. Les consume
día a día su salud. Tienen miedo a carecer de dinero, miedo por su jubilación,
miedo por si les viene una enfermedad o una calamidad. Te valoran por la
cantidad de dinero que ganas, «¿cuánto ganas?», «¿cuánto te ha costado?»
Siempre obsesionados con el maldito dinero.
Termina
tu producto junto con tu cliente
Tu trabajo cobra importancia porque los vendedores ofrecen
productos sin terminar, que debes acabar en tu visita. Ocurre así porque no
vendes en realidad un producto, vendes la imagen que tu cliente se hace de tu
producto. Así que tienes que dotarlo de los beneficios que el cliente percibe y
quiere tener. Para descubrir esa imagen tienes a mano una buena conversación de
ventas que te permitirá obtener toda la información que tu cliente te ofrece.
Sólo cuando descubráis juntos las necesidades podréis completar ambos tu
producto.
LA CULTURA DEL ESFUERZO
¿Fuiste de pequeño alguna vez al circo a
ver al hombre más fuerte del mundo?
Sí, ese grandullón con bigote y traje de leopardo que en cada actuación hacía
un gran esfuerzo por levantar los 200 kilos anunciados en la publicidad del
circo. Cada día daba todo para levantar el peso. Yo, desde bien pequeño, me
preguntaba más de una vez ¿por qué no levantaba un poco menos de peso? Nadie lo
habría notado. Yo, si fuera él, levantaría en cada actuación algo menos para
que me fuera más fácil. Ese mínimo porcentaje no cambiaría en absoluto la
impresión causada en el público. Nadie se daría cuenta. ¿Y por qué él no lo
hace?, ¿por qué se empeña en llegar al límite de sus fuerzas en cada una de sus
actuaciones? Es verdad, que si un día levantara un poco menos de peso lo tendría
más fácil, y así no necesitaría esforzarse al máximo cada jornada de trabajo.
Su vida sería más llevadera. Pero unos días más tarde se vería obligado a
reducir el peso otro poco para no tener que esforzarse otra vez al máximo. A la
semana reduciría el peso de nuevo para no tener que dar el tope. Como muy
tarde, pasados unos meses tendría que buscarse otra profesión menos agotadora
porque nadie iría al circo a ver a un forzudo que levanta poco peso.
Sólo cuando el hombre más fuerte del mundo se marca como
meta levantar el ciento por ciento, logrará elevar por encima de sus hombros
los 200 kilos sin derrumbarse. La única manera que tiene de mantener un nivel
de rendimiento alto consiste en querer llegar al máximo. Así le ocurre al
hombre más fuerte del mundo, a la cantante del momento, al actor de moda o al
ciclista profesional. Se esfuerzan en darlo todo en cada actuación, escena o
carrera. ¿Por qué el tenista número uno lucha cada bola? ¿Por qué el cirujano
experto se esfuerza al máximo en cada operación? Por la física del agua, porque
a 99 grados sólo quema y a 100 grados hierve. El agua hirviendo produce vapor,
y el vapor mueve las turbinas de las gigantes hélices de un barco de gran
tonelaje. Y es un único grado. Un solo grado más que marca la diferencia, ¡toda
la diferencia! El caballo ganador en una carrera se lleva todo el mérito y el
mayor premio, el segundo no gana nada en comparación. Una diferencia muy grande
en ganancias y una distancia muy pequeña de una sola cabeza entre ellos.
Esforzarte hasta llegar al 99 por ciento no es suficiente.
El profesional sabe que tiene que dar siempre el ciento por ciento para
despegar en su carrera. Al igual que un cohete, que sólo despega si los motores
trabajan a toda potencia. Un piloto de un avión sabe que no es suficiente ir a
toda velocidad por la pista, necesita los motores a toda potencia si quiere
despegar. ¿Quieres despegar en el mundo de las ventas?
Es posible que te preguntes, «¿y de dónde saco yo esos
motores tan potentes para dar el ciento por ciento cada día?». Hay una fuente,
la pasión por tu trabajo. Es el fuego que quemará todas las ataduras que te
frenan para rendir al máximo, el que calentará el mercurio de tu autoestima y
potenciará tu energía más allá de tus límites. El fuego que fundirá las cadenas
que te atan a tu zona de confort. ¿Te gusta lo que haces?, ¿sientes verdadera
pasión por lograr tu objetivo? ¿Tienes un objetivo por el que valga la pena tu
esfuerzo?
Piensa en tu propio trabajo, ¿lo haces por obligación o por
entusiasmo? Porque solamente podrás darlo todo si trabajas con verdadero
entusiasmo en lo que haces y si te sientes orgulloso de tu trabajo. Según el
reciente informe de la consultoría Gallup Inc., The State of the American Workplace 2008-2012, sólo el 29 por
ciento de los empleados trabaja con verdadero entusiasmo. El 71 por ciento
restante está desconectado, hace su trabajo de forma automatizada, sin pasión,
simplemente deja que pase su jornada laboral. De este porcentaje, el 15 por
ciento además socava la motivación y el trabajo de los demás. Si el empleado no
siente orgullo por lo que hace es imposible que exista una cultura del
esfuerzo, y eso afecta a los resultados económicos de todas las empresas.
Si el 71 por ciento de los empleados está
desmotivado con su trabajo, ¿cómo van a conseguir entusiasmar a sus clientes?
En las observaciones en nuestros talleres de Dirección de
Personas, desde1994 hasta 2013, hemos descubierto que de 1.964 participantes
involucrados en las simulaciones de jefe, el 75 por ciento impone siempre su
propio criterio a sus colaboradores. Ante un problema, estos jefes traen
siempre su solución al colaborador o le dan una pista. Es decir, no le permiten
participar en el proceso. Le dicen al colaborador: «me parece que la solución
es A. ¿Tú qué piensas?» Y el colaborador, que no tiene un pelo de tonto, le
responde: «Qué buena idea jefe, yo también pienso que la A es la correcta.» Así
consiguen una nula participación y cero entusiasmo en el trabajo.
Sólo un 25 por ciento de los jefes se interesa por conocer
la propuesta de su colaborador, y le preguntan. Y de estos, sólo un 10 por
ciento renuncia a su propia solución para escuchar antes la propuesta de su
colaborador. Es decir, primero le piden al colaborador su propuesta y luego le
ayudan a desarrollarla. Así consiguen que se involucre porque trabaja en la
solución que ha propuesto con total compromiso y entusiasmo en el trabajo.
Los vendedores que venden son los que aprenden;
los que no venden, los que aleccionan
Si tienes un trabajo que desprecias y del que sólo valoras
la miserable transferencia a final de mes, nunca estarás entre los mejores. El
incentivo del dinero no funciona,[1] necesitas trabajar en lo que te apasiona.
Sólo si trabajas por verdadera pasión te vendrán todas tus fuerzas y
desarrollarás todo tu potencial muy por encima de tus propias sombras.
¿Y qué hacer cuando te sientas abatido? Porque muchas veces los vendedores nos sentimos derrotados y sin
confianza, y no hay manera de levantar el teléfono ni de visitar a nuevos
clientes. ¿Cómo hacer para sacar las fuerzas para una visita? Hay una solución.
Tus clientes. Ellos te protegen.
Cuando tengas un bajón y pierdas seguridad en ti mismo,
cuando ya no te queden fuerzas para seguir hacia adelante, prueba lo siguiente,
envía un correo a tus cinco mejores clientes con estas preguntas:
• «¿Por
qué me compraste a mí y no a la competencia?»
• «¿Qué
es lo que más valoraste de mi propuesta?»
• «¿Qué
más puedo hacer por ti?»
La respuesta de tus clientes es gasolina pura que
alimentará de nuevo todos tus motores para que des el ciento por ciento. Sus
palabras elevarán tu autoestima y te atreverás a llamar a nuevos clientes.
Cuanto más te hundas, más rápido subirás a la superficie de nuevo como si
fueras una boya. En la superficie te ven, debajo del agua no. Son siempre tus
clientes los que te ayudarán a salir a la superficie. Cuídalos.
¿TRABAJAS EN LO QUE
HAS DECIDIDO?
Un directivo impaciente está esperando
en la plaza de San Marcos de Venecia a que llegue el vaporetto. Como tarda, se
inquieta, se empieza a poner nervioso. No puede aguantar más y le pregunta a un
gondolero que estaba sin hacer nada, tomando el sol tranquilamente.
Directivo: «¿Puede llevarme, por favor?»
Gondolero: «Naturalmente.»
La góndola inicia su marcha y poco después el hombre de
negocios no puede evitar comentarle al gondolero:
«¿Sabe usted?, si se pusiera 50 metros
más a la derecha del pontón tendría más Directivo:
clientes.»
Gondolero: «¿Y para qué lo debería hacer?»
Directivo: «¡Hombre!, está claro, ganaría mucho más
dinero porque trabajaría más.» Gondolero: «¿Y
después que hago con ese dinero?»
«Pues podría comprar más góndolas y
montar su propia empresa. Obtendría Directivo:
beneficios y podría invertir.»
Gondolero: «¿Y en qué podría invertir?»
«En otros negocios que le harían ganar
mucho dinero y así podría estar tomando Directivo: el sol tranquilamente.»
«¿Y
para qué tengo que hacer todo eso?, porque, ni más ni menos, es
Gondolero: exactamente lo que estaba
haciendo antes de que usted viniera, ¡tomando el sol
tranquilamente!»
¿Haces realmente lo que has decidido hacer? ¿Trabajas en lo
que te gusta? ¿Te gusta la profesión de vendedor? ¿Trabajas por pasión o sólo
por obligación?
Vender es el trabajo duro mejor pagado, vender
es el trabajo fácil peor pagado
Que no te dediques a vender productos no quiere decir que
no necesites ilusionar a otros. Cuando presentas tu candidatura a un puesto
superior o cuando enamoras a tu pareja, te estás vendiendo. Cuando el director
financiero quiere conseguir que su jefe acepte su propuesta, también. Cuando un
jefe necesita la aprobación de un colaborador para la ejecución de un trabajo o
cuando quieres la aprobación de un vecino. Incluso hasta cuando yo mismo le
presenté a Alienta Editorial la propuesta de este libro, me estaba vendiendo.
Todos vendemos algo. La venta no es una actividad que esconda ningún misterio y
no está reservada para los grandes ases de la venta. Seas un vendedor o no lo
seas, vendes. Ya seas un cirujano, un pintor, un periodista, un escritor, un
compositor o un ingeniero, debes vender tu obra a la sociedad.
Vender es una profesión con futuro. Mira a tu alrededor, un
puente, una farola, un jardín, el cochecito de un niño, un bolso, unos zapatos,
hasta un libro. ¡Alguien lo ha vendido! Todas las ideas, todos los productos, todos
los servicios necesitan una persona que los venda. ¿Por qué no descubrir las
leyes de la influencia para que te faciliten tu trabajo?
Enhorabuena por mantener fresco tu espíritu
de aprendiz
ES CUESTIÓN DE MEDIDA, NO HAY RECETAS
Cada situación de venta es distinta,
cada cliente es diferente. Incluso el vendedor es distinto según la situación y
su estado de ánimo. Para un cliente un aspecto de tu producto puede ser un
bálsamo y para otros, un veneno. Debes adaptar los comportamientos de este
libro a tu caso concreto. Cualquier cirujano plástico conoce la técnica para
operar la nariz de su paciente. Ahora bien, conseguir que esa nariz se adapte
en perfecta armonía a la cara de ese paciente en concreto es un arte. Dos
cocineros que compran los mismos tomates, las mismas cebollas e idénticas
lechugas, en la misma tienda, del mismo mercado, el mismo día y a la misma
hora, obtienen resultados distintos en la elaboración de sus ensaladas. Y se
trata del mismo género. Al igual que el cirujano, la manera y la medida que
tiene el cocinero de preparar su ensalada importa.
Para un vendedor que se inicie en esta profesión, las
recetas son importantes. Seguro que el genio Pablo Picasso aprendió a pintar un
bodegón para después ser un artista mundial. Cuando dejas de usar las técnicas
que te encorsetan, empieza tu arte. La venta también es cuestión de medida, de
adaptarse a cada cliente concreto. Por eso hacen falta vendedores, porque las
páginas de internet no pueden hacer ese trabajo. A un cliente le molesta que le
tutees, y a otro no. A un cliente le molesta que le llames pronto, a otro le
molesta que le llames tarde.
Aunque este libro te ayude a mejorar tus ventas, no es el
objetivo. Incluso si te ayudara a aumentar tus ingresos. El objetivo es que
disfrutes con tu trabajo de vendedor y te ganes el respeto del cliente más
exigente. No es cuestión del vendedor, es cuestión de lo que piensa el cliente
sobre el vendedor. Cuanto más te valore y te admire, más a gusto te comprará.
Lo mismo ocurre con Picasso, cuanto más valoran los clientes sus cuadros, mayor
es su precio en el mercado. Y los compradores pagan por ellos encantados.
EN EL PRIMER CONTACTO TE CALIBRAS CON TU
CLIENTE
¿Por qué se alegrará tu cliente de
conocerte? Gánate la fama de ser un vendedor que anima a sus clientes. Prepara
aquello que sea útil para él, que le guste verte. No vayas a marearle, ni a
someterle a una prueba. No le hagas perder su tiempo. ¿Qué es lo que más te
gusta de tu cliente? ¿Por qué te alegras tú también de verle? ¿Qué es lo más interesante
que has leído sobre él? ¿Se morirá por contestar a tus preguntas? ¿Son
preguntas que despiertan emociones? ¿Querrá decirte todo lo que le arde en la
lengua?
1. ¿Cómo cautivar desde el principio la atención de tu
cliente? Formúlale preguntas gratificantes, que quiera responder con agrado. Tu
objetivo en el primer contacto es posicionar las agujas de la conversación en
la dirección correcta. Si le visitas con cien argumentos preparados de
antemano, le aburrirás.
Prepara lo que tienes que conocer de él, no lo
que tienes que decirle a él
En el contacto inicial los dos os calibráis. Es el momento
en que se ven dos universos que no se había encontrado antes. ¿Se atraerán, se
rechazarán? Cuando dominas el primer contacto empiezas a dirigir la
conversación por el cauce de pensamiento correcto. ¿Cómo dominar la situación?
No hay nada que impresione más a tu cliente que un breve silencio inicial. Así
conseguirás hacerle sentir que eres merecedor de su respeto. Permanece callado
unos segundos iniciales para que tu cliente te valore. Es un comportamiento que
nos cuesta mucho a las personas parlanchinas. Si le hablas muy deprisa y con
palabras apresuradas y confusas, tu cliente perderá el interés en ti. Si actúas
de manera inofensiva e ingenua, también demostrarás tu inferioridad porque te
verá como un chihuahua que se tumba ante al enorme dogo. Si exhibes un aire de
sobrado, también crearás una atmósfera incómoda, que es justamente lo que
deseas evitar en este contacto inicial.
Un
vendedor que se muestra calmado y relajado tiene una influencia sugestiva muy
poderosa sobre su cliente porque le transmite seguridad. Los vendedores más
experimentados lo saben y tienen más éxito porque son más tranquilos. Producen
un efecto suavizante sobre sus clientes, que se sienten confiados al
escucharles porque ven a un profesional seguro de sí mismo y de sus productos.
Aquí tienes un ejemplo para ilustrar este punto. Imagina que le has preguntado
a tu médico: «¿Quedaré bien después de la operación?» Elige la respuesta que te
ofrezca más seguridad.
Médico «Sí, estoy totalmente seguro de que quedará bien. No hay duda.
Estoy
1: convencido.»
Médico
«Sí, quedará bien.» 2:
Si alguien te pregunta ¿cómo te llamas?, le contestas
directamente con tu nombre. No creo que le digas: «Estoy convencido totalmente
de que me llamo...» Las personas que están seguras no necesitan añadir ningún
tipo de muletilla ni explicaciones adicionales. Un vendedor que está seguro del
precio de su producto lo dice, punto. Un vendedor que no está seguro del precio
lo deja para el final y añade inmediatamente después muletillas como «es que
tiene mucha calidad», o «es que el precio está bastante ajustado», o «tenga en
cuenta que nosotros le damos un buen servicio». Esas explicaciones te debilitan
y transmiten inseguridad a tu cliente.
2. ¿Qué ocurre si empiezas mal la cita? Es verdad que nunca
tendrás una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión, y no
te preocupes si no la causas. No lo tienes todo perdido. Cuando se trata de
ventas que requieren varias visitas no hay una correspondencia directa clara
entre el primer contacto y el éxito de la venta. Es muy probable que tu cliente
se olvide de tu primera mala impresión si consigues realmente ayudarle en lo
que él desea. Abrir la venta y cerrarla ya no es lo más importante, la esencia
de la venta es descubrir lo que desea tu cliente. No puedes vender sin
comprender lo que él quiere.
LEYENDAS URBANAS
Para reforzar tu impresión inicial y
empezar bien la cita debes romper con unos mitos, unos comportamientos que
muchos vendedores repiten de manera automática, y que no son eficaces. Son
historias de rosbif.
1.
¿Quién
da la mano primero? Tu cliente. Sí, tu cliente, porque tiene más valor que
él te ofrezca la mano, que el hecho de que tú se la des. Si no te la da, no se
la ofrezcas. No pasa nada. Cuando le das la mano entras en su círculo de
intimidad. Si permaneces dentro le invades y le molestas. Si al cliente no le
gusta que le des la mano, y se la das, levantarás un obstáculo porque habrás
colocado una impresión negativa en su mente, sin siquiera haber empezado a
hablar. Si él quiere darte la mano, te la dará. No fuerces la situación.
¿Por qué hay compradoras que le dan la mano rápidamente al
vendedor nada más ver que se acerca? Porque quieren evitar que las besen porque
no les conocen de nada. Si permaneces atento, sabrás decidir qué hacer con cada
cliente en concreto.
De 1996 a 2013, hemos observado en aula 1.660 vendedores
procedentes de empresas distintas y de sectores tan diferentes como la
distribución, la industria o la banca. El 90 por ciento de los participantes le
dan la mano primero al cliente de manera automática, y sin pensar, en todas las
simulaciones de venta. Sólo un 10 por ciento espera a que sea el cliente quien
tome la iniciativa. Incluso cuando repetimos el ejercicio, los que han dado la
mano de forma automática en el ejercicio anterior, ¡la vuelven a dar! Ellos
mismos se sorprenden porque sus hábitos pueden sobre su voluntad. Y si el
cliente no le ofrece la mano, el vendedor se siente visiblemente desconcertado
porque no se lo espera. Pierde el enfoque.
2.
No
toques la mesa del cliente. Es su territorio. Sé prudente y utiliza el
sentido común. Hay vendedores que para caer bien se esfuerzan en transmitir un
comportamiento excesivamente cercano. Si te pasas de amable, caerás en el
comportamiento del camarero enrollado.
3.
La
sonrisa atrae. Si no sabes sonreír, por lo menos que se te note que estás
contento. Si no sabes estar contento, acude a un profesional para que te ayude.
Asistes a una fiesta en la que no conoces a nadie. Ves dos
grupos de personas. Los del primer grupo hablan con semblante muy serio, los
del segundo lo hacen alegremente y sonríen. ¿A cuál de los dos grupos te
diriges?
4.
¿Quién
se sienta primero? El cliente. Así le demuestras que eres digno de su
presencia y evitas ese momento en el que tú estás sentando, hablando, mientras
él permanece de pie. Si ves que él sigue de pie, haz un silencio. Verás con qué
velocidad se sienta. Si no se sienta, te levantas también.
El 85 por ciento de los participantes se sienta
automáticamente antes que el cliente. Sólo un 15 por ciento se queda de pie, a
la espera de que sea el cliente quien se siente primero. Cuando se mantienen de
pie, el cliente se sienta rápidamente.
5.
¿Quién
habla primero? Deja que sea el cliente el primero que inicie la
conversación. Le estimularás a
hablar si guardas un silencio inicial de tres segundos. Necesitas la
información de tu cliente para conocer su historia. Unas palabras impacientes
provocarán que el cliente se repliegue. Las únicas palabras que tienen que
salir de tu boca al principio de la conversación son tu saludo, identificar a
tu interlocutor e identificarte a ti mismo, después guardas silencio. Lo más
importante no es lo que tú tienes que decir, sino lo que él tiene que decirte.
Casi todos los vendedores rompemos esta regla general porque nos cuesta estar
callados al inicio. Salimos al ruedo a contar nuestra historia porque nos
incomoda el silencio, nos cuesta estar tres segundos iniciales en silencio. Es
paradójico porque de siempre tenemos la idea de que un vendedor debe ser una
persona dicharachera, abierta, extrovertida, comunicativa y parlanchina, y
ahora vemos lo contrario. Es con el silencio como se inspira confianza.
Huye de los superlativos y de la exageración, no aportan
nada. Tampoco te minimices con disculpas repetidas o con diminutivos como unos minutitos o en media horita. Igual que un pintor utiliza los pinceles y el
lienzo para crear una obra de arte, tú utilizas palabras para dibujar imágenes
en la mente de tu cliente que le emocionen. Así despertarás entusiasmo y deseo
hacia tus productos. En el momento que tu cliente comience a contestar a tus
preguntas termina el contacto inicial.
¿Qué hacer cuando el cliente te hace esperar mucho tiempo?
Lo primero, sé puntual. Es una señal de respeto a tu cliente. Aunque sea una
práctica habitual esperar hasta que te reciban, no lo aceptes. Demasiadas veces
los vendedores esperan aburridos incluso una hora hasta que sus clientes les
atienden.
Cliente: «Hola. Disculpa mi retraso, he tenido una mañana
muy ocupada. Estamos con los presupuestos y no me han dejado libre hasta
ahora.»
Vendedor: «No te preocupes por mí. Si en realidad no tengo
nada qué hacer en todo el día. Soy una mierdecilla de vendedor y mi tiempo no
vale nada.»
Si esperas una hora a tu cliente, ¿cómo te va a valorar si
tú no te valoras primero? ¿Cómo vas a liderar una conversación de ventas si tú
mismo no te has hecho respetar porque has estado una hora esperando? Te sugiero
lo siguiente. A los diez minutos de espera, te diriges a la recepción para
preguntar por el cliente de nuevo. A los quince minutos le dices a la persona
de recepción que te pase para hablar con él. Si tu cliente te dice en ese
momento que no puede atenderte todavía, le preguntas si tiene su agenda a mano
y le marcas otro día para tu visita. Si no puedes hablar con él porque está en
una reunión, le dejas a la persona de recepción tu tarjeta para que te llame.
Cuando tu cliente acuda a tu encuentro, verá que no estás esperándole por su
retraso. Rápidamente te llamará para darte explicaciones y excusarse. Así es
como te ganas su respeto. Si un día esperas media hora no te lo agradecerá, y no
es por maldad sino porque entenderá que es lo normal en tu caso. Al siguiente
día le esperarás una hora, al siguiente día, hora y media. ¿Dónde está el
límite?
Cambia tu comportamiento de venta, cambiarán
tus resultados
El 95 por ciento de los participantes en nuestros talleres
inicia la conversación antes que el cliente. Sólo un 5 por ciento espera a que
sea el cliente quien hable primero.
El 50 por ciento sigue hablando de su producto, incluso
cuando el cliente deja de prestarle atención.
El 94 por ciento tutea al cliente directamente nada más
conocerle. Es cultural, porque los participantes de países como Portugal,
Francia o América latina nunca tutean a los clientes en los ejercicios.
LA CABEZA DE TU CLIENTE FUNCIONA CON SUS
IMÁGENES
Dos pacientes compartían la misma
habitación del hospital. Uno tenía su cama al lado de la ventana, mientras que
el otro debía permanecer acostado boca abajo todo el tiempo. Cada tarde, el
enfermo de al lado de la ventana le relataba todo lo que veía por ella a su
compañero. Este se deleitaba con los relatos de las actividades y colores del
mundo exterior.
«La ventana da a un parque con un bello lago. Los patos y
cisnes se deslizan por el agua, mientras los niños juegan con sus barquitas de
juguete en la orilla del lago. Se ven dos enamorados que pasean cogidos de la
mano entre las flores multicolores y los árboles majestuosos. En la distancia,
se divisa una bella vista de la ciudad.» Mientras tanto su compañero, boca
abajo y con los ojos cerrados, imaginaba lo que le contaba. Una tarde le
describió un desfile que pasaba por delante del hospital, y aunque no se
escuchaba la música, lo pudo dibujar en su mente a través de los ojos de su
imaginación. Al día siguiente, su compañero no estaba. «¿Dónde está mi
compañero?», preguntó a la enfermera. «Lo siento, pero ha fallecido esta
noche.» Con tristeza, solicitó que le acercaran a la ventana para poder mirar
el mundo exterior por sí mismo. Le ayudaron a asomarse. Finalmente pudor ver a
través de la ventana, y descubrió que en realidad daba a la pared del edificio
contiguo, en un oscuro y pequeño callejón. Confundido le preguntó a la
enfermera: «¿Cómo pudo mi compañero describir tantas cosas maravillosas y con
tanto detalle, si la ventana da a una pared?» La enfermera le contestó: «Su
compañero de habitación era ciego y no podía ver ni siquiera la pared de
enfrente. Quizá lo hizo para animarle.» Los dos enfermos creaban sus propias
imágenes en su mente. No importaba si esas imágenes existían en el mundo real.
Como lo creían, existía para ellos.
Tanto la mente de tu cliente como la tuya funcionan también
con imágenes. Cuando quieres ir de vacaciones a una nueva ciudad, o cuando vas
a conocer a alguien, creas en tu cabeza una imagen del lugar o de la persona
que vas a ver por primera vez. Tu mente trabaja con las imágenes que tú le
proporcionas. Incluso ahora mismo que estás leyendo este libro es posible que
tu mente genere una imagen de mí. Imaginas cómo soy. Tu cliente hace lo mismo
antes del contacto inicial, no te conoce y se crea una imagen de ti. Esa
imagen, prejuicio, dictará su comportamiento al inicio de tu visita.
¿De dónde vienen esas imágenes? Tu cliente ve la realidad a
través de su experiencia, de sus éxitos, fracasos, educación, religión, que
forma con el tiempo un filtro que se va cargando de prejuicios. Su particular
filtro le ofrece una imagen de la realidad. Ve cualquier realidad, ya sea tu
producto o a ti mismo, a través de su propio filtro. Se crea su propia imagen de la realidad porque
no hay dos filtros iguales.
Aquí tienes un ejemplo de dos formas de ver la realidad,
según la vea un vendedor o el cliente. Si tardas en acabar una tarea, eres
lento; cuando es tu cliente quien tarda, es meticuloso. Cuando no haces una
tarea, eres perezoso; cuando es tu cliente quien no la hace, está ocupado.
Cuando cometes un error, eres un descuidado; cuando es tu cliente, es humano.
Cuando mantienes tu opinión, eres un cabezota; cuando es tu cliente, es firme.
Cuando valoras a tu cliente, eres adulador; cuando tu cliente contenta a su
propio cliente, es cooperativo. Si no contestas al teléfono, es que te estás escaqueando;
cuando es tu cliente quien no contesta, está en sus asuntos. Cuando mandas
bromas por email, es correo basura; cuando lo hace tu cliente, es humor.
¿Sabes por qué el mejor momento para visitar a un cliente
es inmediatamente después de haber vendido? Porque después de tener un éxito el
vendedor se ve ganador. Está tan seguro de sí mismo porque ha vendido que se
crea una imagen positiva de sí mismo. Se gusta más. Ese es el momento idóneo
para visitar a otro cliente porque aprovechará al máximo su potencial, le
saldrán las palabras correctas y los gestos. Todo irá tan suave como la crema
porque se sentirá seguro y confiado, y transmite solidez. Y sorprendentemente
nada ha cambiado porque el cliente sigue siendo el mismo, el producto es el
mismo, la competencia es la misma y la situación del mercado también es la
misma. Sólo hay una cosa que ha cambiado: el propio vendedor.
Cuando crees en ti, influyes en ti mismo, y así
es como influyes en tu cliente
¿Qué concepto tienes de ti mismo? Porque el concepto que
tengas de ti mismo es subjetivo, no existe en el mundo real. Lo has creado tú y
sólo existe en tu filtro. Como lo crees, te comportas de una manera coherente
con lo que piensas. Si crees que eres honesto, te comportarás como una persona
honesta. Tu manera de vestir, por ejemplo, es un reflejo de tu mundo interior.
Si vistes de una manera incoherente con la imagen que tienes te sentirás
incómodo. Como la mayoría de los vendedores creen que el precio es lo más
importante, se convierte en lo más importante.
Detrás
de cada comportamiento hay una creencia
Cuando
en los talleres de venta le ofrecemos a alguna de las participantes un
descuento especial
de, por ejemplo, un 10 por ciento en un par
de zapatos de mi tienda, se alegra al principio pero luego me dice: «Es que es
poco.» Entonces le ofrezco un 20 por ciento, y me dice: «Está bien, pero hazme
algo más.» Entonces le hago un 50 por ciento, y tampoco sirve de nada porque no
se fía. Al final, para poder acabar con el asunto se los regalo y me responde:
«A ver qué me estás regalando porque me estás engañando.» Es decir, hacer un
descuento es el camino más fácil para perder dinero. Tu cliente compra por
ilusión, compra la imagen que se hace de tu producto. Tu comportamiento puede
influir en esa imagen. Puedes hacer que suba el valor o baje, como has visto en
el ejemplo de los zapatos.
Imagina este otro ejemplo. Vas por la calle y oyes que dos
personas comentan entre ellas: «Mira que persona tan elegante.» ¿Cómo te
sientes? Sigues caminando y otras dos personas hacen un comentario parecido
sobre ti: «Mira que persona tan atractiva.» ¿Qué piensas? Pues es posible que
creas que eres una persona elegante y atractiva. Si te lo crees, actuarás en
consecuencia, y andarás y hablarás como si lo fueras, aunque no lo seas. Qué
más da que lo seas o no lo seas, si lo crees lo eres.
Tus
imágenes dictan tu comportamiento
Hay jóvenes que se ven con sobrepeso. Aunque realmente
están muy delgadas se ven gordas, y dejan de comer. De nada sirve que les digas
que están delgadas ni que vean su raquítico peso en la báscula porque lo que
dirige su comportamiento son las imágenes que ellas se crean de sí mismas en su
filtro. Su imagen es su realidad, aunque tú la veas de forma distinta.
Las imágenes que te creas en tu cabeza producen su efecto
físico en tu cuerpo. Conduces a 100 por hora por una carretera, cuando el
máximo de velocidad permitido es de 60. Ves que en el arcén hay un coche de
policía con un radar. ¿Qué sientes? Seguro que algo fuerte en el estómago. «¡Me
han pillado!» Tu cuerpo reacciona a tus imágenes. Vuelves a mirar ahora por el
retrovisor, y si te fijas bien te darás cuenta de que no era la policía sino un
vehículo parecido. ¿Cómo te sientes ahora? Aliviado, seguro. La molestia en el
estómago desaparece por arte de magia. Es decir, tu cuerpo ha reaccionado
físicamente a las imágenes que tú te has creado de la realidad. No importa si
en el mundo real la policía está o no, basta con que exista en tu filtro para
que se convierta en una realidad para ti. En tu conversación de venta, tu
cliente también ve la realidad a través de su propio filtro, y reacciona a las
imágenes que él se crea. Ojo con las imágenes que le dibujes en su cabeza
porque dirigirán su comportamiento.
La cosa se complica en una conversación de venta porque la
misma realidad, por ejemplo el precio de tu producto, es percibida a través del
filtro del cliente y del vendedor. Si las dos imágenes coinciden, no hay
problema. Pero ¿y si las imágenes son diferentes? Cuando las personas discuten
sobre política o sobre fútbol, ¿qué palabras se oyen en esa discusión? «Eso no
es así», «no tienes ni idea», «estás equivocado», «eso es un error»... Son afirmaciones
que rompen la comunicación y llevan a la espiral de ataque y defensa. Que haya
opiniones diferentes de una misma realidad no les hace adversarios. Una cebra,
¿es negra con franjas blancas, o blanca con franjas negras?, ¿qué equipo es
mejor, el Barça o el Real Madrid?
Un vendedor conversaba con su cliente más veterano sobre la
felicidad en el matrimonio, y le preguntó:
Vendedor: «Llevas casado cincuenta años con tu esposa.
¿Me puedes decir cuál es el secreto de tu matrimonio?»
Cliente:
«Pues hago todo lo que me pide mi mujer. Hace veinticinco años, por
ejemplo, me pidió que la llevara a China para las bodas de plata. Y eso hice.»
Vendedor: «¿Y para las de oro, qué vas a hacer?»
Cliente: «Pues creo que iré a China a
recogerla.»
Parece ser que, en esta historia, el cliente y el vendedor
tienen imágenes distintas de lo que es un matrimonio feliz, y sacan
conclusiones distintas. Al igual que en esta historia, cada uno de nosotros
vemos la realidad desde nuestro punto de vista. A partir de ahora, usa tu
conversación cara a cara con el
cliente para descubrir su imagen.
A partir de ahora considera los malentendidos como algo
normal. Es natural que tu cliente pueda tener una opinión distinta a la tuya
porque ve la realidad desde su filtro. Por eso es tan difícil llegar a un
acuerdo en las reuniones. Casi nunca se decide nada porque cada uno de los
asistentes ve la realidad desde su filtro. Si hay diez asistentes a una
reunión, habrá diez formas distintas de ver la misma realidad.
Los resultados que hemos obtenido de los cuestionarios que
les enviamos a los participantes que asisten a nuestros talleres de reuniones
nos indican que el 50 por ciento de las reuniones a las que les convocan son
una pérdida de tiempo. Estos datos también coinciden con los de la Annenberg
School of Communications y la Universidad de Minnesota. Aunque este libro no es
sobre reuniones, piensa que el objetivo de convocar una reunión es para
convertir una decisión en acción. No las uses como un medio más para tomar
decisiones ni para informar. Las decisiones las toman los líderes, no las
reuniones. La calidad de tus reuniones se mide por la cantidad de acciones que
se derivan de ella. ¿Cuántas acciones han derivado de tus últimas reuniones?
Porque si de la reunión no sale ninguna acción, simplemente era innecesaria.
¿QUÉ HACER CUANDO LAS
OPINIONES SON DISTINTAS?
En lugar de empujarle al otro
imponiéndote con tu forma de pensar, tira de él. Viajas a su filtro con una
buena pregunta. Este es el primer paso en cualquier comunicación. Aunque suene
obvio, es un comportamiento muy poco común en los adultos. Piensa por ejemplo
en el caso que mencionaba antes de los aficionados del Real Madrid y del Barça.
Es muy improbable cuando discuten que uno viaje al filtro del otro cuando es la
emoción la que manda en la conversación, y sobre todo, cuando de verdad crees
que es el otro el que está equivocado.
El 70 por ciento de los participantes arranca su monólogo
de venta haciendo una presentación de su empresa y de las ventajas y beneficios
de su producto, con independencia de lo que desea el cliente.
Solamente un 30 por ciento viaja al filtro del otro y
formula preguntas para obtener caudal. De este porcentaje, la mitad de las
preguntas son difíciles de contestar. Por ejemplo, le preguntan al cliente
«¿qué es lo que necesitas?». De los que preguntan, sólo un 10 por ciento vuelve
a investigar con una segunda pregunta sobre la respuesta expresada por el
cliente.
Viajar al filtro del otro es muy difícil
por estos dos obstáculos:
Obstáculo 1. Tus propias imágenes te impiden ver la imagen
del otro. Para ponerte en el filtro del otro debes olvidarte por un instante de
tu forma de ver a favor del punto de vista del otro. Esto supone renunciar a tu
experiencia, a tus éxitos, vivencias y creencias, para poder ver la imagen del
otro. Y eso es muy difícil. Por ejemplo, es improbable que una madre le
pregunte a la otra: «¿Por qué piensas que tu hijo es más guapo que el mío?»
Obstáculo 2. ¿Qué es lo primero que ves en
estas dos ilustraciones?
El segundo obstáculo que te dificulta viajar al filtro del
otro es tu tendencia natural a ver en primer lugar lo que está roto o lo que no
tiene. Es decir, lo negativo, el defecto. Ejemplo. Has preparado con mucho
empeño un informe para tu jefe, entras en su despacho, se lo muestras y, ¿qué
te dice? «Está muy bien, pero...» Hay jefes que son expertos en ver primero lo
que haces mal. Si te queda alguna duda, haz la prueba ahora mismo. La
ilustración siguiente son las notas que trae tu hijo del colegio. ¿Qué te
apetece decirle?
¿Saltas al ver el 3 en matemáticas? Te molesta y
reaccionas. Las demás notas no te causan ningún problema y no reaccionas. Si
profundizas en lo negativo y le preguntas a tu hijo: «¿Qué ha pasado en
matemáticas?», te contestará lo que contestan todos los niños: «Es que el
profesor me tiene manía.» Lo hace simplemente para salvar su prestigio. Según
las estimaciones de la National Science Foundation y del Laboratory of Neuro
Imaging de UCLA, de los 60.000 pensamientos que tenemos cada día, la mayoría
son negativos, repetitivos y del pasado. El 95 por ciento de lo que temes que
te ocurra, no te ocurre nunca.
Sufres más con lo que te imaginas, que con lo
que realmente te sucede
En tu conversación cara a cara con tu cliente dibújale en
su filtro imágenes positivas. Si le dices a tu cliente: «Tranquilo, que no vas
a perder el avión», se imaginará que lo pierde porque no se puede crear una
imagen no perdiendo el avión. Si dices «eso que no engorda», se crea la imagen
de gordura. «Tu hijo no va a sangrar», y se lo imagina sangrando. Si te digo
que no pienses en una manzana roja, piensas en una manzana roja. Como tu
cliente es muy fiel a las imágenes que él mismo se crea en su filtro, ayúdale a
que cree solamente las que son favorables.
No es la realidad lo que te inquieta, es la
idea que te creas sobre ella
Una feliz pareja de sesenta años está cenando en un
restaurante de lujo, muy enamorados. De repente se les aparece una diminuta
hada madrina y les ofrece pedir un deseo como premio a su largo matrimonio. La
esposa le pide al hada dar la vuelta al mundo con su querido marido. «Si así lo
deseas —dijo el hada— ¡así será!» Y aparecen sobre la mesa dos billetes para
dar la vuelta al mundo. Llegó el turno del marido, quien dijo: «Cariño, sabes
que te quiero mucho, pero una oportunidad así sólo se da una vez en la vida, y
quiero aprovecharla. Quiero una esposa que tenga treinta años menos que yo.» Y
el hada, con cara de enfado, dijo: «Si así lo deseas, ¡así será!» Y convirtió
al marido en un hombre de noventa años de edad. ¡Eso no se lo esperaba el enamorado marido! La imagen que él tenía
era bien distinta a la realidad que le ha dado el hada. Lo que estresa a los
vendedores no son la cantidad de veces que tienen que reaccionar a realidades
distintas a como se las habían imaginado. No es el tiempo que trabajamos lo que
nos estresa. Un niño por ejemplo puede estar jugando a los videojuegos durante
horas, un pintor puede estar pintando sin parar, y no se estresan. Lo que
acelera al vendedor es que la realidad no coincida con la imagen, la
expectativa, que se había creado en su filtro. Tal como hemos visto en el
cuento del hada.
Controla tus imágenes, controlarás tu
comportamiento
VENDER SIN MANIPULAR
Un vendedor conduce a 200 por hora
porque llega tarde a una cita con un cliente importante y la policía le da el
alto.
Policía: |
«El permiso de conducir,
por favor.» |
Vendedor: |
«No lo tengo.» |
Policía: |
«Los papeles del vehículo.» |
Vendedor: |
«Es que el coche es
robado.» |
Policía: |
«Abra la guantera.» |
Vendedor: |
«Es que hay una pistola.» |
Policía: |
«¡Abra el maletero!» |
Vendedor: |
«Es que llevo tabaco de contrabando.» |
El policía no puede creer lo que escucha y llama alarmado a
su jefe que está en el coche patrulla. Este va directo hacia el vendedor y le
dice:
Jefe policía: |
«Permiso de conducir, por favor.» |
Vendedor: |
«Sí, claro. Aquí tiene.» |
Jefe policía: |
«Los papeles del coche.» |
Vendedor: |
«Aquí tiene.» |
Jefe policía: |
«¿Me deja ver su guantera?» |
Vendedor: |
«Sí, por supuesto.» |
Jefe policía: |
«¿Puede abrirme el
maletero?» |
Vendedor: |
«Sí, claro.» |
«No lo
entiendo. ¡Si mi compañero me ha dicho que no tenía el permiso de
Jefe policía: conducir, ni la
documentación, que llevaba una pistola y hasta tabaco de contrabando en el
maletero!»
«Sí, hombre. Y seguro que también le
habrá dicho que iba a 200 por hora, Vendedor:
¿no?»
No hace falta que tengas que mentir para venderle la moto al policía. Una mentira
te lleva a otra, y luego a otra. Te crecerá la nariz como a Pinocho porque cada
mentira se construirá sobre la anterior y no podrás dejar de hacerlo. Tu
carrera de ventas sólo la puedes construir sobre los fundamentos éticos de la
confianza, lealtad, honradez y honestidad.
Cliente 1:
«¿Cómo sabes que un vendedor miente?»
Cliente 2:
«Porque mueve los labios.»
Imagina por ejemplo que trabajas en una tienda de ropa y
una clienta habitual se está probando dos trajes. Te interesa que se lleve el
primero porque tu margen es mayor que el del segundo. Ella te comenta que el
primer traje no le sienta del todo bien porque le queda estrecho. Observas que
el segundo le queda impecable. Tu clienta te mira porque duda cuál elegir.
Ahora tienes un dilema porque si se lleva el segundo traje tu beneficio será
menor que si se lleva el primero. ¿Hacia dónde conducir la elección? Aunque el
segundo traje no tenga tanto margen incrementará la probabilidad de que tu
clienta vuelva a tu tienda la próxima vez que quiera un traje que se ajuste a
sus necesidades.
La manipulación está «out», la relación
personal está «in»
¿Se motiva o se manipula a comprar? No existe una frontera
clara entre manipular y motivar. Habrá veces que querrás motivar, y sin
desearlo, estarás manipulando. Si tienes un amigo con sobrepeso, y ves que con
su régimen no ha adelgazado ni un gramo, ¿qué le dices? Es posible que para no
herirle endulces tus palabras, ¿para manipularle o motivarle? Cuando le cuentas
a tus hijos que existen los Reyes Magos o el Ratón Pérez, ¿les estás
manipulando o motivando, o engañando?
Si usas técnicas para camelarte al cliente, o para cerrar
la venta, para salvar una objeción o para buscar lo que le duele al cliente, y
lo haces pensando solamente en tu propio beneficio, estarás más cerca de la
manipulación que de la motivación. Si cuando conversas con tu cliente piensas
siempre en un beneficio compartido, estarás más cerca de la motivación. Por
eso, la palabra exacta que deberíamos usar sería motipulación porque muchas veces queremos motivar al cliente y sin
querer le estamos manipulando, y viceversa.
Para reducir todo lo que puedas la manipulación, antes
debes explorar el filtro de tu cliente. Descubre qué es importante para él, qué
teme, qué le motiva, cuáles son sus prioridades. Para ello, debes poner a un
lado tus propias convicciones personales con el fin de comprender por qué el
cliente considera su criterio importante. Acompáñale, que sea él quien descubra
los beneficios por sí mismo. Te servirán como base para construir tu
conversación de venta. Cuando te comportas así no tendrás que esforzarte en convencer a tu cliente ni sentirás la
necesidad de ensalzar tu producto con el uso del autobombo. Será un
comportamiento sin presión porque no tendrás que afirmar nada ni dar argumentos
de ningún tipo porque dejarás que sea él quien encuentre por sí mismo, y exprese
con sus propias palabras todas las ventajas, a su juicio, que tiene tu oferta.
Producirás la misma sensación en tu cliente que la que experimenta con su
médico de cabecera porque te interesas por él. Estarás para ayudarle y con
buena intención. Reducirás tu ansiedad durante la conversación porque no te
verás obligado a hacer empalagosos y forzados cumplidos difíciles de creer que
sólo agradan a clientes vanidosos. Se vende sin manipular y sin engañar.
¿Cómo es posible que nos guste comprar y que al mismo
tiempo los vendedores nos hagan sentir incómodos? ¿Cómo puedes influir en tu
cliente sin manipularle? Deja que decida libremente. Él es quien siempre decide
comprar libremente. Le guías con una buena conversación hacia la mejor
decisión, de su libre elección. El cliente es el único propietario de su
decisión, no el vendedor.
A tu cliente le convencen
más las razones que él ha descubierto que las que le indican los demás
¿VENDER ES FÁCIL?
Vender es una buena conversación bien
dirigida. Para facilitarte esa conversación cara a cara con tu cliente tienes a
tu disposición un método de cinco letras que consta de cinco pasos, y que lo
vemos en cinco capítulos. Se llama FÁCIL. Este modelo te ayudará en cualquier
tipo de venta porque se centra en conducir la conversación para que fluya en la
dirección correcta.
•
Formulas
preguntas para obtener el máximo caudal de pensamientos de tu cliente.
•
Atrapas
cada pensamiento afirmativo del caudal de palabras de tu cliente.
•
Construyes
la conversación a partir de las respuestas afirmativas que te ha dado tu
cliente.
•
Invitas
a que él convierta su manifestación negativa en otra afirmativa.
•
Lanzas
a tu cliente hacia la siguiente casilla.
LAS CLAVES
•
Vender es en realidad una conversación bien
dirigida.
•
Deja de darles a tus clientes argumentos para
comprar.
•
A tu cliente le convence lo que él te dice, no
lo que tú le dices.
•
Lo que te convence a ti no convence siempre a tu
cliente.
•
Lo que convence a tu cliente es aquello que él
mismo descubre.
•
Cimienta tus comportamientos de venta en hechos,
no en opiniones.
•
Un vendedor debe terminar su producto junto con
su cliente.
•
Si estás desmotivado con tu trabajo, ¿cómo vas a
conseguir entusiasmar a tus clientes?
•
Prepara lo que tienes que conocer de tu cliente,
no lo que tienes que contarle.
•
Detrás de cada comportamiento hay una creencia.
•
Las creencias de tu cliente dictan su
comportamiento.
•
El primer paso en la comunicación con tu cliente
es viajar a su historia con preguntas.
1. FORMULA PREGUNTAS PARA OBTENER CAUDAL DE
PENSAMIENTOS DE TU CLIENTE
La experta
vendedora de una tienda de colchones se acercó a un cliente que estaba
examinando el escaparate donde estaban los más caros de la tienda:
«Veo que le interesa el colchón del
escaparate. Lo hemos recibido justamente Vendedora: hace una semana y está gustando
mucho por su acolchado acogedor que...»
«...disculpe, es que soy de la empresa
de limpieza de cristales. Me dijeron que Cliente:
viniera a preparar un presupuesto.»
¿Cómo es posible saber lo que quiere el cliente si no has
hablado con él? Además, es una descortesía acercarse a un cliente que entra por
la puerta de tu tienda y no saludarle.
El primer paso del método FÁCIL es que formules buenas
preguntas para obtener el máximo caudal
de palabras de tu cliente. Cuando dejas hablar a tu cliente le ayudas a
expresar lo que desea. El caudal son las palabras que ha expresado tu cliente.
Es un río de palabras que salen de su boca. Por ese caudal circulan unos
pensamientos que te interesan, y otros que no. Tu objetivo en este capítulo es
conseguir el máximo de caudal porque cuanta más agua tenga el río más
posibilidades tendrás de pescar el pensamiento que te interesa. Para pescar
usas las preguntas.
Formular
preguntas es mejor que dar instrucciones
CÓMO PREGUNTAR EN CUATRO PASOS
Paso
1. Pregunta en función de la respuesta que deseas obtener. Primero piensa
la respuesta que quieres que te conteste, después diseñas las preguntas que te
lleven a esa respuesta.
Díctale
a tu cliente la respuesta con preguntas
Una buena pregunta lleva en sí la semilla de la respuesta.
No te obsesiones por encontrar respuestas, obsesiónate por buscar buenas
preguntas. Las preguntas equivocadas dan pie a respuestas equivocadas, las
preguntas correctas conducen a contestaciones correctas. Úsalas para conducir
los pensamientos y las emociones de tu cliente hacia los canales de pensamiento
deseados, y tu cliente se verá impulsado a responderte dentro del canal que tú
hayas establecido.
Formular bien una pregunta es, en gran medida,
contestarla
Paso 2. Pregunta en
función del objetivo donde quieras llegar. Hace veinte años me contaron
cómo unos niños conseguían pescar a ciegas en un estanque. El estanque estaba
en el jardín del vecino y no lo podían ver porque había un muro muy alto. Allí
estaban los niños, habían echado el anzuelo con su cebo y esperaban a que
picaran los peces. Pero no picaban, y tampoco podían saber si el anzuelo había
caído dentro del estanque o en el césped del jardín. Probaron varias veces sin
éxito. Al rato, uno de los niños cogió del suelo unas piedrecitas para tirarlas
por encima del muro y poder escuchar si caían dentro del agua o fuera. Así es
como calibraban dónde estaba el estanque. Echaban una piedra, se movían un
poco; luego otra, y se desplazaban otro poco hasta que finalmente sonaba el
ruido de la piedra que golpeaba en el agua. Ahí estaba el estanque.
Vamos a inspirarnos en el comportamiento de esos niños,
prueba a lanzar las mismas piedrecitas a tus clientes. Son preguntas
inofensivas que le formulas al principio de la conversación para ver dónde caen
y cómo reacciona. En lugar de bombardearle con características, ventajas y
beneficios, le lanzas una pregunta inofensiva que sepa contestar. Si no sabes
dónde llegar, una pregunta no te ayudará.
Sólo cuando sepas dónde está el estanque podrás
lanzar buenas preguntas
Paso 3. Formula
preguntas que a tu cliente le agrade contestar. Que se trate de preguntas
que tu cliente conteste con gusto y así no se pondrá a la defensiva porque le
agradará contestarlas. ¿Qué preguntas te darán el máximo caudal? Todas aquellas
que se refieran a la persona más importante para tu cliente: él mismo. Si le
formulas las típicas, al estilo de «¿qué necesitas?», obtendrás una respuesta
imprecisa porque se trata de una pregunta difícil de contestar. Imagina que te
han presentado a una persona del sexo opuesto, y le preguntas de entrada «¿qué
le pides a un hombre/mujer?». Debes hacer preguntas menos profundas para que
faciliten el inicio de una charla.
Facilítale las respuestas a tu cliente con
buenas preguntas
Inspírate en tu médico de cabecera. Cuando estás enfermo,
su conversación te sirve de placebo. Parece que te cura sin recetarte nada
porque con sus preguntas te demuestra que se interesa por ti.
Observa cómo preguntan estos médicos.
Médico A: «Por favor, ¿puede quitarse la ropa?»
Médico B: «Necesito examinarle ahora, ¿puede por favor
quitarse la ropa?»
El médico B inspira confianza y obtiene más
respuestas positivas.
Paso 4. Motiva tus preguntas
El tenista bota la pelota antes de servir al contrario para
permitirle prepararse para restar. Señálale a tu interlocutor que le vas a
lanzar una pregunta para que no le pille desprevenido. Aquí tienes varias
situaciones de cómo motivar la pregunta. ¿Qué respuesta tiene más posibilidades
de conseguir un sí en las situaciones de abajo?
Situación 1.
Vendedor A: «¿Me da su tarjeta?»
Vendedor B: «Me gustaría tener su
tarjeta, ¿tiene una con usted?» Situación 2.
Vendedor A: «¿Puedo enviarte información sobre mis
servicios?»
Vendedor B: «Aquí tengo información sobre mis
servicios, ¿dónde te la envío?»
Con la opción B consigues una respuesta más afirmativa
porque empiezas la frase con una declaración de lo que deseas. Después con la
pregunta indicas lo que hay que hacer para cumplirlo. Así transmites más
confianza, evitas que el cliente piense que le estás rogando y, sobre todo, le
indicas un curso de acción.
Facilítale
el sí a tu cliente
LAS PREGUNTAS CORRECTAS
El gerente de unos grandes almacenes le
preguntó al joven vendedor que buscaba trabajo: «¿Tienes alguna experiencia en
ventas?»
Vendedor: «Soy bueno preguntando.»
Gerente: «Muy bien. Empiezas mañana.»
Después de su primer día de trabajo el
gerente le pregunta.
Gerente: «Bueno, dime, ¿a cuántos clientes les has
vendido hoy?» Vendedor: «A uno.»
«¿Sólo uno?, pero si la media de
ventas por vendedor en esta tienda es de 20 Gerente: clientes al día. ¿Cuánto
le vendiste a ese único cliente?»
Vendedor: «101.237 euros.»
Gerente: «¿101.237 euros? ¿Pero cómo es posible,
qué le has vendido?»
«Primero le vendí un anzuelo. Luego la
caja de lombrices. Después, le pregunté si tenía una caña de pescar. Luego le
sugerí que se quedara una barca de pesca. Le
Vendedor: pregunté cómo iba a remolcar
la barca, y le ofrecí un remolque. Luego me dijo que no creía que su utilitario
pudiera remolcarla y le acompañé al departamento de automóviles. Se llevó un
todoterreno.»
«Es decir, que viene un cliente a
comprar un anzuelo ¡y le vendes un barco y un Gerente: todoterreno!»
«Bueno, en realidad el cliente no vino
a comprar un anzuelo, sólo me preguntó Vendedor:
dónde estaba el cuarto de baño.»
Formular bien una pregunta es, en gran medida,
contestarla
Aquí tienes un ejemplo contrario, con respuestas
incorrectas porque los vendedores han formulado preguntas incorrectas.
Vendedor 1: «¿Le puedo ayudar en algo?»
Cliente 1: «No gracias, sólo estoy mirando.»
Vendedor 2: «¿Quién paga la plusvalía?» Cliente 2: «La plusvalía la pagas tú.»
Vendedor 3: «Entonces, ¿no le interesa?»
Cliente 3: «No, no me interesa»
Las preguntas incorrectas del tipo, «entonces, ¿no me puede
recibir?», te devolverán respuestas como «no, no puedo recibirle». Las
preguntas negativas te conducen directamente a respuestas negativas. Si
preguntas, «¿entonces no tiene tiempo para verme?», o «¿no dispone de
presupuesto?», o «¿no se lo queda?», merecen respuestas negativas inevitables
porque le conduces a una mala respuesta con una mala pregunta. ¿A qué da lugar
una pregunta equivocada? A una respuesta equivocada. No hay malas respuestas,
hay malas preguntas.
Vendedor: «¿No te llevas los zapatos de tacón
alto?»
Cliente: «No, no me los llevo. Gracias.»
Vendedor: «¿Seguro que no, entonces?»
Cliente: «Seguro que no.»
El modo en que formulas tus preguntas te ayudará a dirigir
la conversación en la dirección correcta. Cuando lo haces de forma correcta,
obtienes una contestación correcta porque transportas la semilla de la
respuesta y conduces a tu cliente hacia el canal de pensamiento que deseas. Con
una buena pregunta le ayudas a encontrar la respuesta correcta por sí mismo. Le
impulsas a responder en los términos que tú has establecido. Dosifica tus
preguntas, formula aquellas que te ofrezcan una respuesta rica en información.
El abuso de preguntas frenará a tu interlocutor porque se sentirá interrogado.
Cuando planteas buenas preguntas obtienes
buenas respuestas
Con las preguntas correctas iluminas pensamientos
correctos. Son como un faro en la oscuridad que te permite alumbrar aquel
pensamiento de tu cliente que te interesa en ese momento. Al igual que un
submarino va equipado con un periscopio y un avión con una radio, tú dispones
de las preguntas. Con ellas diriges la conversación y con las respuestas
obtienes información para saber si vas en el rumbo correcto.
A menudo buscas una solución, cuando una buena
pregunta puede resolver el problema
1. La diferencia
entre pregunta abierta y cerrada, hoy no tiene mucha relevancia. Lo
relevante ahora es obtener caudal, más que obsesionarte por si es abierta o
cerrada. En los estudios de la compañía especializada en ventas Huthwaite se
muestra que el 60 por ciento de las preguntas cerradas son contestadas por los
clientes con respuestas más elaboradas que un simple sí o no. Es decir, hay
preguntas cerradas en las que obtienes respuestas abiertas, y hay preguntas
abiertas en las que obtienes respuestas cerradas. Un 10 por ciento de las
preguntas abiertas reciben respuestas cerradas. Hay clientes que cuando les
formulas una pregunta cerrada se enrollan sin fin, y hay clientes que les haces
una pregunta abierta y te contestan con una respuesta mínima.
Situación 1. |
Pregunta abierta que te contestan de forma
cerrada. |
Vendedor: |
«¿Qué necesidades tienes?» |
Cliente: |
«Ninguna.» |
Situación 2. |
Pregunta cerrada que el cliente contesta
como una abierta. |
Vendedor: |
«¿Naciste en Alicante?» «Sí, nací en Alicante,
porque mi padre es de allí, aunque mi madre nació en La |
Cliente:
Coruña...»
Incluso hay veces que sin formular preguntas obtienes
caudal. Por ejemplo, cuando le dices al cliente «qué interesante» le animas a
seguir hablando sin necesidad de que le preguntes. O cuando le dices
«cuéntame», le induces a que te cuente la historia de su vida. Controlar tu
ratio de preguntas abiertas/cerradas es un simple medio, no un fin. Lo
relevante es que tus preguntas se refieran a asuntos que tengan que ver con tu
cliente, que le interesen y que sean importantes para él.
Tal como se desprende de la observación de 1.965
participantes en nuestros talleres de venta, el 80 por ciento de las preguntas
que formulan son cerradas. Se trata de un ejercicio en el que se les entrega
tres pistas para descubrir un acertijo y la posibilidad de formular preguntas
para descubrirlo, sólo un 20 por ciento de las preguntas son abiertas.
Los adultos formulamos muchas preguntas cerradas porque
sólo queremos que nos confirmen lo que ya sabemos: «¿A que tengo razón?», «¿A
que es verdad?», «¿Entiendes lo que te digo?», «¿A que estás de acuerdo
conmigo?» Si cuando preguntas sólo buscas la confirmación de lo que ya sabes,
¿cuándo vas a aprender? Los niños hacen muchas preguntas abiertas porque
siempre están en modo aprender. Los adultos hacemos preguntas cerradas porque
lo sabemos todo, parece que no hay nada nuevo ahí afuera. Aprende de los niños,
observa cómo contestan al teléfono.
Niño: |
«¿Quién es?» |
Adulto: |
«Soy Alejandro, ¿está tu
padre?» |
Niño: |
«Sí, ¿qué Alejandro?» |
Adulto: |
«Soy un compañero de la
oficina.» |
Niño: |
«Ah, ¿y para qué quieres hablar con mi padre?» |
Adulto: |
«Para un asunto de la
oficina.» |
Niño: |
«¿Y qué asunto es?» |
Los niños hacen muchas preguntas. ¿Y los adultos, cómo
contestamos al teléfono? No preguntamos, simplemente decimos «¡dígameee!»
2. Pregunta sobre lo
que te une al cliente, no sobre lo que te separa. Lo que más destruye casas
en Estados Unidos no son ni los grandes huracanes ni los impresionantes
tornados, son las termitas. Son palabras que te separan del otro. Aquí tienes
un ejemplo.
Esposa: «¡Nunca bajas la tapadera del inodoro!»
Marido: «Y tú siempre dejas el tapón de gel
abierto.»
Esposa: «Estoy harta de ver tus calzoncillos tirados por ahí de
cualquier manera.»
Marido: «Y tú que siempre dejas el bolso encima de la
silla, y no sé donde sentarme.
Son termitas que, día a día y sin darnos cuenta, van
debilitando los pilares de la relación de pareja. Hasta que llega un momento
que ya es tarde, y todo se termina. Un huracán y un tornado pasan, las termitas
se quedan todos los días. Cuando tu cliente está en desacuerdo, muchas veces
salta inevitablemente para expresártelo. Te dice «eso no es cierto» o «no me
escuchas». Ante estas termitas, lo natural es que reacciones porque te
molestan. Si reaccionas sobre ese desacuerdo,
te separarás de tu cliente. En lugar de reaccionar sobre el desacuerdo debes
reaccionar sobre lo que ambos estáis de acuerdo.
Aquí tienes un ejercicio con tres posibilidades, para que
elijas la reacción más adecuada. Así descubrirás por ti mismo cómo te puede
ayudar esta idea de «busca lo que te une al otro, no lo que te separa». Tu
cliente te dice: «Me gusta el diseño de tu producto, pero veo cosas que me
molestan.»
«Ni mucho menos quiero molestarle.
Sólo vengo a hacer mi trabajo lo mejor Vendedor 1: que puedo. Yo soy un
profesional y nunca digo nada que moleste a mis clientes.»
Vendedor 2: «¿Y qué es lo que ve que le molesta?»
«El diseño, ¿a qué se refiere cuando dice
que le gusta el diseño de mi Vendedor 3:
producto?»
El vendedor 3 plantea una pregunta en lugar de irritar al
cliente con largas explicaciones que suenan a excusas, tal como hace el
vendedor 1. Con la pregunta dirige la conversación y marca el camino. Pregunta
sobre lo que le une a su cliente, el diseño. Si no fuera importante para el
cliente, no lo mencionaría. Es un puente que le tiende el cliente para que pase
sobre él. ¿Qué necesidad hay debajo de ese comentario?
Detrás de un comentario afirmativo se esconde
una necesidad
Otro ejemplo. Tu cliente dice: «Ni locos aceptaremos la
entrega con esas condiciones. Es del todo impresentable y demuestra la cara que
tienes y la falta de interés que nos vengas ahora con esas fechas. ¡Imposible!»
Vendedor 1: «¡Alto ahí, que yo no te he faltado al
respeto en ningún momento!»
«¿Cómo que imposible?, ¿cómo que falta
de interés? Perdona pero los Vendedor 2: impresentables sois vosotros.»
«¿Y en qué condiciones aceptarías la
entrega para que fuera aceptada por Vendedor 3:
vosotros?»
La tendencia natural de los vendedores es reaccionar ante
los pensamientos que no coincide con su filtro. Si reaccionas, el cliente
también lo hará. No importa que seas comprador o vendedor, los dos reaccionáis
de forma automática en lugar de actuar. A ambos os molesta la respuesta del
otro y ponéis todo el énfasis de la conversación sobre lo que os separa.
Resultado, la brecha entre ambos se abre más todavía. Reaccionas porque te
ofende lo que dice el otro y eso causa el problema. Sin embargo, obvias lo que
te une porque no te molesta.
A
partir de ahora, destaca lo que te une al otro no lo que te separa. Haz énfasis
en lo que coincides con el otro, no busques el antagonismo. Cuando hables con
tu cliente destaca los puntos en los que ambos estáis de acuerdo. Si enfatizas
lo que te separa del otro, habrás levantado un obstáculo muy difícil de vencer
porque cuando tu interlocutor te dice «no», todo su orgullo le exige ser
consecuente consigo mismo. Debe atenerse a lo dicho para ser coherente. Haz que
la otra persona diga «sí» desde el principio.
3. Preguntas para dirigir la conversación
1. Preguntas
para ponerte en cuestión, no para tener razón.
Implica que por un momento renuncies a tu verdad para
descubrir la del cliente. Este comportamiento es muy difícil porque en la
práctica, aunque preguntamos, lo hacemos para confirmar lo que ya sabemos. Así
lo hacen muchos jefes con sus colaboradores: «¿A que tengo razón?» ¿Y qué
contestan sus colaboradores, que no son nada tontos?: «Claro, jefe. Tienes toda
la razón.» Cuando un niño no entiende algo, pregunta. Cuando un niño está
confundido, pregunta. Cuando un niño duda, pregunta. Copia el comportamiento de
los niños y pregunta más.
2. Preguntas
para tomar el control de la conversación.
Estás presentando tu producto delante de cien potenciales
clientes y uno de ellos, delante de todos, te dice: «Precisamente hay un
artículo que he leído esta mañana en el Financial
Times que desmiente lo que usted dice.» Lo primero, ¿por qué este cretino hace
un comentario así delante de todos?, ¿qué quiere demostrar? En lugar de entrar
al trapo de ese comentario negativo, que enfatizaría la discrepancia, tomas el
control y preguntas para conducir al otro hacia donde te interesa. Así se
entretendrá contestando a tus preguntas y evitas que profundice en la
discrepancia. Las preguntas te ayudan porque te ofrecen tiempo para que puedas
madurar tus respuestas. En el capítulo 4 explicamos los cuatro pasos para hacer
frente a una afirmación.
3. Con
tus preguntas marcas el camino.
Redirige la conversación porque tu cliente dispone de
demasiado tiempo para dejar volar su pensamiento mientras tú le estás
contestando o haciendo la demostración de tu producto. Como todos los clientes
se distraen con mucha facilidad debes enfocar la conversación con preguntas.
Cuando preguntas, tu cliente no puede pensar en otra cosa en
ese momento más que en la respuesta. Y es precisamente su respuesta lo que te
interesa conocer. Lo que diferencia a los buenos vendedores es que después de
presentar un beneficio al cliente le preguntan para entender lo que piensan.
Los inexpertos presentan todos los beneficios sin observar la reacción del
cliente, le sobrecargan hasta que el cliente dice «déjeme que lo piense».
4. «¿Qué quieres decir?»
Nunca des por sentado que has comprendido a tu cliente a la
primera. Siempre que haga un comentario afirmativo, pregúntale: «¿Qué quieres
decir?» Así colocarás las agujas de la conversación en la dirección afirmativa.
Si te encuentras perdido, pregunta: «¿Qué quieres decir?» Esta es una de las
grandes preguntas que te ayudarán a descubrir. Si te dice «es muy caro»,
pregúntale: «¿Qué quiere decir?» Si te dice «no puedo pagarlo», pregúntale:
«¿Qué quiere decir?» Si te dice «gracias, pero estoy contento con mi actual
proveedor», pregúntale: «¿Qué quiere decir?» Cada vez que le preguntas «¿qué
quiere decir?», le ayudas para que te dé más detalles y se explaye en su
pensamiento. Y ahí está el punto porque cada explicación que te ofrezca
aumentará las posibilidades de que te diga lo que necesitas saber para
encauzarle en el carril afirmativo.
La venta se construye con lo que tu cliente
dice, no con lo que tú dices
Imagina que existe un foco en el techo que se activa con la
voz. Si hablas de tu producto, de tu empresa o de ti mismo, el foco estará
sobre ti y tu cliente quedará a oscuras. Deja que se explaye para que sea él
quien quede bajo el foco. Permite que te hable de sus problemas, de sus
necesidades, deseos, beneficios, éxitos, insatisfacciones, alegrías, penas,
emociones.
PREGUNTAR ES MEJOR QUE AFIRMAR
Sólo puedes afirmar después de haber
mantenido una conversación con tu cliente. No antes. Aquí tienes dos opciones
para que tú mismo elijas. ¿Cuál de estos vendedores tiene más posibilidades
contigo?
Vendedor que afirma: «Educa a tus hijos.»
Vendedor que pregunta: «¿Cómo educar a tus hijos?»
Influir
y vender, no tiene nada que ver con afirmar
Es más eficaz que plantees las ideas en forma de pregunta,
que afirmarlas directamente. Cuando afirmas te arriesgas a ser juzgado. En
cambio, cuando preguntas consigues que el cliente busque soluciones y
respuestas. Cuando planteas buenas preguntas ayudas a tu cliente a que sea él
mismo quien descubra el pensamiento correcto. Si actúas así, no tendrás que
esforzarte en convencerle porque le estarás dando la oportunidad de reflexionar
y de decidir por sí mismo lo que le parece correcto. Te expresará claramente lo
que quiere, y tú te limitarás a escuchar con atención y a tomar notas de lo que
le interesa. Así es más fácil que ambos lleguéis a un acuerdo.
No inicies tu conversación afirmando «le voy a demostrar
que...», porque es un desafío. Despertarás su oposición y librará una batalla
contra ti antes de iniciar la conversación. Si vas a demostrar algo, ¡que no se
te note! Si quieres enseñar algo, hazlo sin aleccionar. En realidad un vendedor
no enseña nada, solamente ayuda a sus clientes a que encuentren la respuesta.
No te puedes ganar la confianza de tu
cliente si eres el único que habla
CONVERTIR CARACTERÍSTICAS EN BENEFICIOS NO ES
RELEVANTE
Desde hace varias generaciones los
vendedores utilizamos la técnica de convertir cada característica en un
beneficio para el cliente. Sabemos que lo que convence a los clientes no son
los detalles del producto, son los beneficios. Por ejemplo, la característica
de un zapato es la piel y el beneficio es que se adapta al pie. Un colchón
tiene muelles y el beneficio es la firmeza. Un hula hoop es un círculo perfecto
y te beneficia que sea divertido. Pues bien, no le apliques a tu cliente la
técnica de convertir la característica en beneficios. Es otra historia de
rosbif. A tu cliente sólo le convence que sea precisamente él quien descubra
ese beneficio y que te lo exprese.
Hace diez años, hicimos un ejercicio con un grupo de 40
vendedores que trabajaban en una empresa de Madrid. El objetivo era convertir
las características de cada uno de los productos en beneficios para el cliente.
No funcionó porque a ninguno se nos ocurrieron beneficios interesantes en ese
momento. Convertir características en beneficios no es tan evidente y fácil en
la práctica.
Los beneficios que venden son los que descubre
el cliente, no el vendedor
Tu cliente compra la imagen que él se hace de tu producto,
no la lista de beneficios que tú le cuentas. Tu labor consiste en, primero,
ayudarle a que encuentre él mismo los beneficios y, segundo, a que refuerce lo
que él ha descubierto.
El cliente valora más lo que él te pide que lo
que le das gratis
No regales beneficios, es mejor que él participe en ese
proceso. En el capítulo 4 veremos que un cliente nunca sacará objeciones cuando
ha sido él quien ha expresado cómo tu producto puede resolver su necesidad o
insatisfacción. Ocurre así porque tu cliente duda de lo que tú le dices, no de
lo que él te dice. Con demasiada frecuencia el vendedor suelta beneficios bien
preparados sin considerar el tipo de cliente que tiene delante y si esos
beneficios tienen interés para él. Si regalas beneficios que no te han pedido
corres el riesgo de generar objeciones.
ARGUMENTAR TE IMPIDE PREGUNTAR
Controla tu ratio preguntar/argumentar.
La mayoría de los vendedores lo olvidamos porque nuestro propio entusiasmo nos
empuja a argumentar. Cuando argumentas le estás diciendo al otro que das por
sentado que sabes lo que necesita. Presupones que tu producto se adapta a lo
que quiere el cliente. Si tu argumentación te ha llevado a un monólogo
descontrolado, para y pregunta. Después construyes tu conversación a partir de
las respuestas de tu cliente.
Chico: «¡Hola!»
Chica: «...»
«Soy abogado. Bueno, en realidad soy
el director del despacho. Tengo diez personas Chico:
que trabajan
para mí.» Chica: «...»
«Sé que estarás pensando que cómo es
posible que lo pueda hacer. No soy un Chico: superhombre, la
verdad, pero sí que tengo mucha capacidad de trabajo y mucha habilidad para
saber dirigir a mi gente, y sobre todo de negociar.»
Chica: «...»
«De hecho, cuando me compré mi último coche conseguí
negociarlo bastante bien. Es Chico: que estos coches deportivos tan caros no
los puede comprar cualquiera, ¿sabes?»
¿Qué posibilidades tiene este chico con la chica? ¿Estará
impresionada? ¿Querrá seguir conociendo a un enterado así? El chico sólo se
interesa por él. ¿Le interesa a la chica que él sea abogado, que él
sea el director, que él tenga
capacidad de trabajo, que él sea un
experto director de personas, que él
tenga un coche caro o que él sea un
experto negociador? Lo más seguro es que ella quiera buscar cualquier excusa
para salir corriendo de ahí cuanto antes.
Empieza
a preguntar y dejarás de argumentar
Pues exactamente esto es lo que muchos vendedores en su monólogo de ventas hacen con sus
clientes. Les ahogan en una cascada de palabras, les hablan sobre su producto,
sobre la historia de éxitos de su empresa, de su servicio posventa, de su
experiencia. Hablan de todo, menos de su cliente. Si el vendedor sólo piensa en
sí mismo, igual que hizo el abogado con la chica, el cliente buscará cualquier
excusa para poner fin a ese rollo. Una buena conversación es tu mejor recurso.
Una conversación sana genera confianza. Los clientes se abren a aquellas
personas que les caen bien. La manera para caer bien a un cliente es
interesarse por él. Escuchar sus éxitos, sus fracasos, sus intereses, su
familia, sus inhibiciones, sus motivaciones, sus preocupaciones, sus retos.
Deja que tu cliente hable de él, de lo que se sienta orgulloso.
Prepara lo que tienes que preguntar, no lo que tienes que decir
Crear confianza con tu cliente requiere algo más que un
monólogo florido, requiere que haya una verdadera conversación.
Aquí tienes otra vez la conversación del
chico. Juzga si ahora tendrá más oportunidades:
Chico: |
«¡Hola!, creo que luego hay
un coctel. ¿Sabes a qué hora empieza?» |
Chica: |
«A las 19.00, me lo ha
comentado la persona que organiza el evento.» |
Chico: |
«Entonces, ¿conoces a Ana?» |
Chica: |
«Sí, de la universidad.» |
Chico: |
«De la universidad, ¿qué
estudiaste?» |
Chica: |
«Derecho, me encantó.» |
Chico: |
«¿Te encantó...?» |
Chica: |
«Sí, porque desde pequeña disfrutaba con las películas de
abogados y los juicios.» |
Chico: |
«¡Qué interesante...!» |
«Sí, es
mi pasión. La verdad es que me esforcé mucho en el colegio para terminar
Chica:
cuanto antes porque pensaba solamente en ir a la universidad. Qué bonito es ver
como
los sueños se cumplen con esfuerzo...»
Olvídate
de tu propia historia e interésate por la historia de la chica. Olvídate de tus
argumentos. A la chica sólo le convence lo que ella te cuenta, no lo que tú le
cuentas. Le convencen sus argumentos, no los tuyos.
Si todo el mundo supiera iniciar sin
problema una conversación, todos seríamos unos excelentes vendedores
No aprenderás nada de tu cliente si sólo hablas tú. Cuando
dedicas tiempo a escuchar, descubrirás qué aspecto de tu producto valora más tu
interlocutor y es más adecuado para él. Para ello debes deshacerte de tus
argumentos iniciales y dedicarte a escuchar. Tu magnífica empresa, tus años de
experiencia, tus éxitos, tus buenos resultados, tu cara, tu cuerpo, no le
interesan al otro. Salvo que él te lo exprese claramente. Tu objetivo en la
visita es crear una relación con tu cliente con el propósito de ser útil.
Olvídate de tu obsesión por afirmar y argumentar. Vender es la consecuencia de
una verdadera conversación genuina que se inicia con preguntas.
¿Cuáles son las respuestas que quieres que te responda tu
cliente? Una vez que tengas claro lo que deseas que te responda, prepara las
preguntas que le conducirán hacia esas respuestas.
Puedes hasta preparar un cuestionario por escrito,
ordenado, con las cinco preguntas top
que vas a formular a tu cliente para obtener caudal. Piensa que tu cliente te
mide y valora por la calidad de tus preguntas. ¿Cuáles son las cinco preguntas
que tu cliente nunca ha escuchado de ningún vendedor? ¿Cuáles son las preguntas
que tus competidores no les han formulado nunca? Cuando planteas preguntas
sanas que tu cliente desea contestar, te respetará y valorará. Por las
preguntas que formulas el cliente te calibra. Que se trate de preguntas que le
enganchen, que le hagan pensar y hablar sobre él. Preguntas que revelen sus
emociones y los planes de tu cliente.
Si no tienes cinco preguntas por escrito,
simplemente no estás preparado
¿Qué has anotado durante la conversación? Porque si no has
anotado nada es que no has escuchado nada. Cuando tomas notas te aseguras que
has escuchado a tu cliente, porque en lugar de interpretar lo que él te dice te
ocupas en anotarlo con sus mismas palabras. Eso te obligará a clarificar lo que
te dice. Verificarás que has entendido lo que él te ha expresado. ¿Cómo crees
que se siente tu cliente cuando ve que anotas lo que él dice? ¿Cómo se siente
tu cliente cuando recapitulas lo que te ha dicho?
La fuerza de las preguntas correctas
Es casi imposible que tu cliente no
piense en una respuesta cuando le planteas una buena pregunta. Cuando
preguntas, enfocas a tu cliente para que busque en su subconsciente una
respuesta. Es muy difícil no pensar en una respuesta cuando te formulan una
buena pregunta. Si ahora te pregunto «¿en qué ciudad vives?», automáticamente
tu subconsciente se pone a trabajar para responder. Si te pregunto cómo te llamas,
es casi imposible que no pienses en tu nombre.
Aquí tienes un buen ejemplo. El abogado de la compañía de
seguros le preguntaba en el juicio a un obrero, que reclamaba una indemnización
porque tenía el brazo inmovilizado como consecuencia de un accidente laboral.
Abogado: «¿Puede dormir con el brazo en ese
estado?»
Obrero: «Pues no duermo bien, me duele al moverlo.»
Abogado: «¿Hasta dónde puede levantar el brazo?»
El obrero no pudo levantarlo por encima de
su cintura.
Abogado:
«Que quede claro que aun con el esfuerzo que usted ha hecho no ha podido
levantarlo por encima de su cintura. Gracias. No hay más preguntas. ¡Ah!, una
cosa más, y antes del accidente, ¿hasta dónde podía levantar el brazo?»
Y el obrero levantó el brazo muy por encima de su cabeza
para dejar clara la diferencia de hasta dónde podía levantarlo antes del
accidente.
Ejemplos de preguntas para obtener caudal
Las conversaciones deben ser diálogos
para conseguir hacer hablar a un cliente mudo. De ahí la importancia de
escuchar y acudir con la preguntas preparadas de antemano. Con tus preguntas
correctas estimulas y mantienes el diálogo con tu cliente. Hay veces que lo
intentas todo y no hay forma de obtener información de tu cliente. Es un río
seco de palabras. Aquí tienes un ejemplo. El cliente se está probando unos
zapatos y no dice nada, ni siquiera hace un gesto con la cara que nos indique
algo.
Vendedor: |
«¿Qué tal?, ¿qué le
parecen?» |
Cliente: |
«...» |
Vendedor: |
«¿Son cómodos?» |
Cliente: |
«...» |
Vendedor: |
«El negro va con todo...» |
Cliente: |
«...» «...muy bien. Pues pase por caja, por favor. Son 150 euros.
¿Se los envuelvo para |
Vendedor:
regalo?»
Ya verás como ahora empezará a hablar. Cuando te diriges a
la caja y le pides el dinero expresará su opinión. Y ese es el punto para
obtener caudal. Aunque en realidad hacemos lo contrario porque cuando vemos que
el cliente no dice nada pensamos que no le gusta lo que ve, que no son cómodos,
o que el color negro no le convence. Eso se llama actitud interior negativa.
Son imágenes negativas que dirigen nuestro comportamiento. ¿No debería ser al
revés? Porque si el cliente no dice nada es que no ve ninguna pega, todo está
bien. Por eso vas a la caja a cobrar los zapatos.
Aquí tienes algunos ejemplos indicativos de preguntas que
formulan vendedores de tienda que saben lo que hacen:
«¿Qué te apetece probarte?»
«Qué niño tan guapo, ¿dónde lo has
comprado?»
«¿Quieres que te guarde esas bolsas?
Parecen pesadas.»
«Déjame que te ayude con el cochecito del
niño. ¿Qué edad tiene?»
«Si me permite, le guardo el paraguas.
¡Nunca aciertan los del tiempo!»
«Enseguida estoy contigo, permíteme que
retire estas cajas.»
«¡Caray, que bronceada vienes! ¿Has estado
de viaje?»
«¡Cinco niños! ¿Son todos tuyos?»
«¡Qué bien se porta tu niño! ¿Ya va al
colegio?»
«Estamos cambiando la moqueta, ¿me ayuda
con la elección de estos colores?»
Sé espejo, no juez
Toda conversación con tu cliente debería
seguir esta evolución en el tiempo:
Pasado
| Presente | Futuro
Se trata de ayudar a tu cliente a que él mismo esboce lo
que hay en su filtro. No estás en ventas para juzgar a tus clientes, estás para
ser un espejo, no un juez. Abajo tienes algunos ejemplos de preguntas para que
tu cliente pueda reflejarse en ellas. Adáptalas a tu línea de negocio.
1. Pasado
¿Cómo lo habéis hecho hasta ahora?
¿Por qué lo habéis hecho así?
¿Cuál ha sido vuestra experiencia en ese
campo?
¿Qué ha sido lo más frustrante?
¿Con qué está particularmente satisfecho?
¿De qué se siente orgulloso?
¿Cómo afecta eso a su negocio?
¿Le ha provocado esa situación la pérdida
de algún cliente?
2. Presente
¿Cuál es la situación actual?
¿Con qué estás satisfecho?
¿Con qué no lo estás?
¿Qué es lo que más valora?
¿A qué atribuye usted especial importancia?
¿Qué es lo que más le emociona de su
gestión?
¿Cuánto dinero le cuesta mantener este
sistema de trabajo?
¿Qué es lo que más le gusta de este
vehículo?
3. Futuro
¿Qué le gustaría alcanzar?
¿Qué encuentra particularmente frustrante?
¿Cómo cree que debería ser la solución?
¿Qué objetivos se propone alcanzar?
¿Cómo piensa conseguirlos?
¿Qué solución tiene usted pensada?
EJERCICIO 1
Anota las cinco preguntas que
estimularán una conversación con tu cliente. Que sean preguntas que tengan que
ver con él, sobre lo que le estimula, sobre sus éxitos y frustraciones.
Preguntas que tu competencia nunca le haya formulado.
Si no tienes decididas como mínimo cinco
preguntas, no estás preparado para la visita.
1.
2.
3.
4.
5.
LAS CLAVES
• Pregunta,
es mejor que darle instrucciones.
• Díctale
a tu cliente las respuestas con tus preguntas.
• Pregunta
en función de la respuesta que deseas obtener.
• Prepara
lo que tienes que preguntar, no lo que tienes que decir.
• Pregunta
sobre lo que te une a tu cliente, no sobre lo que te separa.
• Debajo
de un comentario afirmativo de tu cliente se esconde una necesidad.
• Pregunta
para dirigir la conversación.
• La
venta se construye con lo que tu cliente te dice, no con lo que tú le dices.
• Vender
no tiene nada que ver con afirmar.
• Los
beneficios que venden son los que te expresa tu cliente.
• Tu
cliente valora más lo que él te pide que lo que le das gratis.
• Argumentar
te impide preguntar.
• Si
no tienes cinco preguntas escritas, no estás preparado.
• Formular
bien una pregunta es, en gran medida, contestarla.
• A
menudo buscas una solución, cuando una buena pregunta puede resolver el
problema.
2. ATRAPA CADA PENSAMIENTO AFIRMATIVO DEL CAUDAL
DE PALABRAS DE TU CLIENTE
Clienta: «¿Tiene zapatos del 36?»
Vendedor: «Lo siento señora, pero de la guerra ya no
nos queda nada.»
En el capítulo 1 hemos visto que preguntar es el primer paso en la conversación con tu cliente para
obtener caudal, en este capítulo veremos que el segundo paso es escuchar.
EL RÍO DE PALABRAS DE TU CLIENTE
En el primer capítulo hemos mencionado
por primera vez la metáfora del río de palabras. Hemos visto que el objetivo
era obtener el máximo caudal con las preguntas correctas. Esta metáfora del
caudal de agua te va a servir ahora para ilustrar la idea de la famosa escucha
activa, concepto del que se ha abusado en muchos manuales. Te explican al
detalle que para escuchar activamente tienes que asentir con la cabeza, mirar a
los ojos, mantener una postura cómoda y firme a la vez, dar la imagen de
seguridad, mirar también a varios puntos de la cara de tu cliente, al mismo
tiempo que haces un gesto con las manos que demuestre tu aplomo. ¡Eso es
teatro! ¿De verdad crees que hay que montar tanto show para escuchar a tu
cliente? Estás más pendiente de la posturita y de poner cara de faba que de
hacer lo que tienes que hacer, escuchar de verdad. Escuchar activamente es otra
historia de rosbif.
Hace unos años un fotógrafo profesional me hizo una sesión
de fotos. Me dijo: «No se ponga nervioso. Tranquilo. Sobre todo sea natural.»
Después me indicó: «Baje la barbilla y gire el tronco. Baje su hombro
izquierdo. Un poco más. Flexione la pierna derecha y mantenga la de atrás
relajada.
Gire ligeramente la cabeza hacia mí. Un
poco más. Muy bien. Aguante así. Ahora sonría con naturalidad, por favor.» ¡Tu
padre! ¿¡Crees que se puede sonreír con naturalidad en ese momento y con esa
posturita tan antinatural!?
La escucha activa, bien entendida, sirve para comprender lo
que tu cliente quiere y obtener información para encauzar la conversación en la
dirección adecuada. Tiene que ver con tu cliente, no contigo. Lo que vas a leer
a partir de ahora no se encuentra en ningún libro de ventas. De una vez por
todas vamos a dejar claro qué es eso de la escucha activa y por qué es tan
importante dominar su uso.
Lo primero, ¿qué tienes que escuchar activamente? Imagínate
que estás encima de un puente sobre el río muy caudaloso. Observa todo lo que
la corriente del río trae a su paso flotando sobre el agua. Es muy posible que,
si el río está contaminado, veas trozos de madera, latas, bolsas, botellas,
envases, hasta un neumático. Todo tipo de basura flotando. Ahora piensa en que
las palabras de tu cliente son como un río cuando te habla sobre tu producto,
tu oferta o tu empresa, o incluso sobre ti. De su boca sale un río de palabras
que puede arrastrar todo tipo de suciedad. Esos desechos son los comentarios
críticos, las objeciones, los juicios de valor, las comparaciones. Todo lo que
él te exprese que te pueda alejar de la venta.
La suciedad es lo primero que te llama la atención en el
río, por nuestra tendencia natural a ver en primer lugar lo que está mal. Si
sigues observando, con paciencia, y te fijas un poco más, verás que entre toda
esa suciedad se puede ver la cola de un pececillo. Sigue mirando, porque es muy
posible que veas más peces. Es ahí donde tienes que fijar tu atención, en los
peces. El resto, los desechos, tienes que dejarlos pasar de largo
tranquilamente para que la fuerza del río se lo lleve. Cada vez que veas un
pez, arrojas la caña para pescarlo. Esta es la verdadera escucha activa, pescar
lo positivo de las palabras de tu cliente. Pescas un pez, y a la cesta; otro
pez, y a la cesta.
Sabes que has escuchado cuando tu cesta está
llena de peces
Lo que te interesa ahora es conseguir el máximo caudal
posible porque cuanta más agua tenga el río, más suciedad arrastrará, y más
posibilidad tendrás también de ver más peces. El pez es lo que te interesa del
río porque es lo que te acerca a tu cliente. La porquería es lo que te aleja, y
lo debes dejar pasar porque son pensamientos de tu cliente que van en una
dirección que no os interesa ni al cliente ni a ti. Hay vendedores que tienden
a enfocarse en primer lugar en lo que está mal, y sólo ven la suciedad del río.
Hay también vendedores que piensan en sí mismos en primer lugar, en segundo
lugar y en tercer lugar, y cuando se asoman al río sólo ven su propio reflejo
en el agua que les impide ver los peces. Sólo se ven a ellos mismos porque sólo
se interesan por ello mismos.
Imagina por un momento que ahora estás dentro del río y la
corriente va arrastrando toda la suciedad hacia ti. Esquívala para que la
corriente haga su trabajo. No toques la suciedad, que sea la corriente la que
se la lleve. Tu misión ahora es olvidarte de los desechos y pescar los peces.
Ahora te dejo con un ejemplo de río de palabras de un
cliente para que te familiarices con lo de pescar algún pez.
Cliente:
«Su producto parece fiable, pero no me convence en absoluto ni el empaquetado
ni el servicio posventa. Yo no estoy aquí para perder el tiempo. Usted es
honesto,[2]
pero recibo cada día más de diez llamadas de charlatanes que me quieren colar
uno de sus productos. ¿De verdad piensa que su palabrería es suficiente para
convencerme? No me venga con historias que yo llevo en este negocio más de
quince años y ya he visto lo que tenía que ver...»
De nuestras observaciones se desprende que los vendedores
dejan pasar el 80 por ciento de los comentarios afirmativos que hace el cliente
durante la conversación de venta. Ocurre así porque son comentarios que, como
no molestan al vendedor y no le causan ningún problema, los dejan pasar
tranquilamente. Es paradójico porque los vendedores dejan que la corriente se
lleve precisamente lo que más les interesa, los peces.
Lo más llamativo es que los vendedores atrapan el 90 por
ciento de los comentarios negativos que hace el cliente. Es decir, la suciedad.
Ponen todo el énfasis en profundizar en lo que está mal, en lo que les aleja de
la venta.
Aparte de la metáfora de los ríos, también puedes imaginar
que las palabras de tu cliente son flechas que se dirigen hacia ti. Unas
flechas son positivas y otras negativas. Las positivas son aquellos comentarios
que ha expresado tu cliente sobre tu oferta que te benefician. Las negativas
son comentarios que te perjudican.
Atrapa las flechas positivas, son las que te
ayudan a vender
Atrapar las flechas positivas es escuchar al cliente, es
anotar todos los comentarios afirmativos. Así podrás volver más tarde sobre
ellos. Escuchar, atrapar afirmaciones positivas, es la clave porque tu cliente
compra la imagen que él se ha hecho de tu producto, no la imagen que tú tienes
en tu filtro de tu producto. La verdadera escucha activa te ayuda a descubrir y
comprender su imagen. No importa lo persuasivo que sea para ti toda tu lista
interminable de argumentos de venta si tu cliente ve las cosas de manera
distinta.
Alerta a todos los cables que te echa tu
cliente, tira de ellos para acercarte a él
ESCUCHA HASTA QUE CAIGA LA ÚLTIMA GOTA
Cuando tus abuelitas preparaban el café
esperaban a que cayera la última gota de café del colador. Esa última gota era
la que contenía la esencia, el mayor sabor a café. Con tu cliente copia el
comportamiento de tus abuelitas y escucha hasta que caiga esa última gota de
sus palabras. Es decir, cuanto tu cliente haya terminado de hablar, no
intervengas de inmediato, espera dos segundos en silencio para dejar caer esa
gota adicional que contiene la información que necesitas. La última gota es una
segunda respuesta de tu cliente que contiene más sabor que la primera. Además, con la última gota le das tiempo a tu
cliente para que ponga sus ideas en orden. Permites que saboree su taza de café
después de tomarla. Dos segundos son suficientes para asegurarte que ya ha
terminado.
Durante tus conversaciones de venta con tus clientes,
¿permites que terminen sus frases?, ¿les dejas expresar sus pensamientos sin
interrumpirles? Cuando dejas hablar sin interrumpir, y valoras lo que te dicen,
es muy común que tu cliente añada una matización o desarrolle su idea aún más
porque ve que hay un espacio de silencio que debe rellenar. Como observa que
estás atento a su historia, se sentirá importante, y ese es el punto de la
última gota, que tu cliente se sienta importante porque así se explayará en su
línea de pensamiento. Te ofrecerá más caudal. Después, elegirás de ese nuevo
caudal de palabras las que te acerquen a tu objetivo. Aquí tienes un ejemplo:
Cliente: «El motor hace mucho ruido...»
Vendedor: «...[última gota]»
Cliente: «...y supongo que este coche hace
ruido porque será potente, ¿no?»
Vendedor: «Sí, es por eso. Es un coche potente. ¿Por qué
valora la potencia?»
La última gota es ese argumento que tu
cliente está deseoso de contarte si le das la oportunidad de hacerlo
La última gota es aquello que el otro no tenía intención de
contarte al inicio de la conversación, pero que te lo cuenta encantado ahora
porque se siente escuchado. Te lo dice porque piensa que su punto no ha sido
entendido completamente, y lo matiza con un comentario adicional. Ve que hay
espacio y lo rellena con una segunda respuesta más elaborada y pensada. Esa
segunda respuesta es más precisa que la primera porque contiene más información
al estar más madurada. Los clientes matizan siempre su respuesta, si les dejas
el tiempo suficiente. Esa matización es la última gota.
Aquí tienes la misma conversación, sin y con última gota.
Elige la que te ayude más con tus clientes:
Conversación 1.
Cliente: «Nunca aceptaré su propuesta, de la manera en
la que...»
Vendedor: «¿Cómo que nunca? ¿Es un nunca
definitivo? Entonces, ¿es su última oferta?»
Conversación 2.
Cliente: «Nunca aceptaré su oferta, de la manera en
la que usted me la presenta.»
Vendedor: «Entiendo, ¿y de qué manera quiere que le
presente mi oferta?»
En la
siguiente ilustración se nos muestra cómo escuchan los japoneses. Uno termina
de hablar y el otro espera dos o tres segundos antes de decir algo para
asegurarse que su interlocutor ha acabado. Así se asegura que no interrumpe.
En esta segunda ilustración vemos cómo escuchan los
norteamericanos. Uno termina de hablar y el otro inicia su discurso
inmediatamente después. Aunque no se esperan dos segundos, evitan interrumpir
al otro.
¿Cómo escuchan los españoles? La
ilustración está clara.
Cuando hables por teléfono con tu cliente, también puedes
escuchar hasta que caiga la última gota. Funciona así. Cuando te despidas, si
esperas dos segundos escucharás que es él quien cuelga siempre el teléfono. Esa
es la señal de que ha terminado. Les has dejado tiempo para que caiga su última
gota. ¿Te ha ocurrido alguna vez que cuando vas a colgar te acuerdas de algo
que le tenías que decir al otro y no puedes porque ya ha colgado? ¿Y si a tu
cliente le ocurre lo mismo, es decir, te iba a comentar algo interesante y no
puede porque ya le has colgado?
EL ACUSE DE RECIBO
Lo usas para mostrarle que le has
escuchado. Es como si le dieras al cliente un papel firmado con un acuse de
recibo para avisarle que has recibido su mensaje, le has escuchado y entendido.
Lo puedes hacer atrapando alguna palabra de tu cliente para orientar después tu
respuesta. Incorporas esa palabra a tu respuesta. También puedes repetir una de
las palabras de tu cliente o reformular su pregunta, o afirmación, que ha
planteado. Clarificas lo que te ha dicho el cliente usando alguna de sus
palabras. Así le demuestras que te pones en su lugar y que ves las cosas de la
manera que él las ve.
Sólo puedes hacerlo si eres capaz de
recapitular lo que te ha dicho.
El profesor holandés Rick B. van Baaren,[3] de la
Universidad de Ámsterdam, hizo un experimento en el año 2002 con 60 comensales.
Cuando la misma camarera que tomaba nota de la comanda repetía lo que los
comensales deseaban comer, y lo hacía con sus mismas palabras, ganaba tres
veces más propinas que cuando simplemente anotaba el pedido sin dar ningún acuse
de recibo al cliente. Con el uso del acuse de recibo la camarera conseguía que
sus clientes se sintieran valorados. Al sentirse importantes dejaban mejores
propinas, y lo hacían encantados porque se sentían a gusto.
El acuse de recibo te ayuda a valorar al cliente y
contribuyes a crear un clima favorable. También te sirve para recuperar la
dirección de la conversación y para demostrarle que le has escuchado. Puedes
usar frases como «ahora le entiendo», «escucho lo que dice», «nunca lo había
visto desde ese punto». Reconocer el punto de vista de tu interlocutor no
equivale a estar de acuerdo con él, significa sencillamente que aceptas su
observación como un punto de vista tan válido como otros. Incluso si opinas de
forma distinta a tu cliente o no estás de acuerdo con él, también puedes usar
el acuse de recibo. Puedes decir frases como «sé a qué se refiere», «comprendo
lo que dice» o «me pongo en su lugar». Así le demuestras que le entiendes y que
le has escuchado, aunque no estés de acuerdo con él. El acuse de recibo no lo
usas para darle la razón a tu cliente, lo usas para demostrarle que le has
escuchado.
El acuse de recibo es muy útil porque te ayuda a evitar que
caigas en estos dos comportamientos automáticos, que todos los vendedores
repetimos maquinalmente cuando nos plantean una pregunta:
1. Contestar
rápidamente a las preguntas de tu cliente. Muy a menudo saltas de forma
automáticaa sus preguntas sin saber ni qué responderle.
2. Interrumpir
para contestar la pregunta, y no le dejas terminar de formularla. Reaccionas
porque supones que le has comprendido, quieres mostrarle que pillas la pregunta a la primera. A nadie
le gusta que le interrumpan.
Como regla general, siempre que tu interlocutor te pregunte
o haga una afirmación, le das un acuse de recibo. Más ejemplos: «sí, ya lo
veo», «te entiendo», «lo comprendo». O simplemente repites su pregunta, «lo que
usted me ha preguntado es...»; o afirmación, «usted dice que lo que le molesta
es que...»
Estas son las ventajas de usar el acuse de
recibo cuando tu cliente te pregunta:
1. Ganas
tiempo para reflexionar la mejor respuesta, para contestar a la pregunta de tu
cliente.Ese tiempo te permite ordenar tus ideas antes de contestar y evita que
sueltes las primeras palabras que vienen a tu boca.
2. Valoras
a tu cliente porque le dejas claro con tu comentario que has entendido
exactamente loque te ha dicho. Reducirás su ansiedad.
3. Tomas
el mando del diálogo porque te permitirá, después de darle el acuse de recibo,
formularle una pregunta para dirigir la conversación en la dirección correcta.
En esta ilustración puedes ver todo el proceso de escucha.
Primero tu cliente te formula una pregunta, dejas que la termine hasta la
última gota sin interrumpirle, le das un acuse de recibo, le contestas y
finalmente le planteas una segunda para dirigir tú la conversación por el cauce
correcto.
Paso 1. Escuchas
hasta que caiga la última gota de tu
cliente. De esta manera te aseguras que él ha finalizado, evitas interrumpirle
y suavizas la conversación para que no se atropelle. Ahora la última gota te
será de mucha utilidad porque te indicará si la conversación fluye por el
camino correcto. Sabrás en ese momento si hay alguna conexión entre lo que el
cliente quiere y lo que tú quieres.
Paso 2. Das un acuse de recibo. Atrapas de su pregunta
alguna palabra para que te sirva para incorporarla a tu respuesta. De esta
manera tu cliente comprobará que le has escuchado de verdad. Si tu cliente dice
la palabra «autonomía», repites «autonomía»; no quieras dártelas de enterado y
le digas «sí, se refiere a independencia». Lo tomará como que vas a la tuya y
que no le valoras.
También puedes repetir su pregunta. Es como cuando al
teléfono le dices al otro «te escucho», lo haces para indicarle que estás
atento. También puedes valorar la pregunta con expresiones positivas como «es
una pregunta acertada» o «me plantea una pregunta difícil», «delicada»,
«atrevida», «completa», «elaborada», con el fin de subrayarla.
Paso 3. Respondes. Responder las preguntas de
tu cliente es la mejor manera de valorarle. Si no le contestas, o cambias de
tema sin responderle, provocarás que tu cliente reaccione con frustración y
volverá sobre el asunto con más vehemencia. No contestar, o contestar a su
pregunta con otra pregunta, molesta. Será percibido por él como una oposición y
provocarás distanciamiento entre ambos.
Ahora bien, si él es libre de preguntarte lo que quiera, tú
eres libre de contestarle lo que tú quieras. Si no quieres, o no puedes,
contestar a la pregunta en ese momento, enfatiza la pregunta con un acuse de
recibo para valorar a tu cliente. Puedes incluso anotar la pregunta para volver
sobre ella. Así le descargas su
tensión por no haberle contestado. Después, cuando sea oportuno, vuelves sobre
la pregunta y le contestas.
Paso 4. Preguntas
para recuperar el mando de la conversación y dirigirla hacia la línea de
pensamiento que te interesa.
Estos cuatro pasos pueden parecer complicados, y sin
embargo los usamos de manera natural cuando charlamos con los amigos. Dejamos
de hacerlo delante de un cliente. Aquí tienes una conversación entre dos amigos
en la que se utilizan los cuatro pasos con normalidad y sin el uso de técnicas.
En este verdadero diálogo se utilizan con bastante naturalidad preguntas, la
última gota y el acuse de recibo en cada frase.
Amiga 1: «¡Me casé la semana pasada!»
«¡...La semana pasada! ¡No me puedo
creer que te hayas casado! [Acuse de Amiga 2:
recibo] ¿Con quién? [Pregunta para
dirigir]»
Amiga 1: «Con una persona que conocí en un viaje.»
Amiga 2: «¡...en un viaje! [Acuse de recibo] ¿Y cómo
se llama? [Pregunta para dirigir]»
Amiga 1: «Susana.»
«¡...Susana, qué bonito nombre! [Acuse
de recibo] ¿En qué viaje? ¿Cómo la Amiga 2:
conociste? ¡Cuéntame! [Preguntas para
dirigir]»
Ahora vamos a ver la misma situación, pero esta vez delante
de un cliente y no de un amigo. Observa que nos envaramos y perdemos el control
y la frescura.
Cliente:
«¡Me casé la semana pasada...!»
Vendedor: «Pues yo me casé hace diez años. Lo recuerdo
como si fuera ayer. La verdad es que el tiempo ha pasado volando. Espero que
lleguemos a las bodas de plata...»
Ahora te presentamos otra conversación de ventas en una
tienda en la que el vendedor estimula y profundiza una conversación con el
correcto uso de las preguntas y el acuse de recibo:
Clienta: «Busco un regalo para mi hijo.»
«Qué afortunado [acuse de recibo], ¿y
cuál es la ocasión especial? [Pregunta Vendedor:
para dirigir]»
Clienta: «Es que cumple dieciséis años.»
«Dieciséis años, quién los tuviera
[acuse de recibo]. ¿Cuándo lo celebra? Vendedor:
[Pregunta para dirigir]»
Clienta: «El martes que viene.»
«¡El martes que viene! [Acuse de
recibo] Pues hay que verlo cuanto antes. ¿Qué Vendedor: has visto que le pueda
gustar? [Pregunta para dirigir]»
Clienta: |
«Creo que estos zapatos del
escaparate.» |
Vendedor: |
«Sí, los que tienen la
hebilla. ¿Qué color crees que le gustará más?» |
Cliente: |
«Negro.» |
Vendedor: |
«¿Qué número calza tu
hijo?» |
Clienta: |
«¡44!» |
Vendedor: |
«Un 44... ¡Debe ser muy alto para su edad, con ese pie!
[Acuse de recibo]» |
Cliente: |
«Sí, es el más alto de su clase. Desde pequeño ya destacaba
por su altura.» |
Vendedor: |
«Aquí tienes el par. Por
cierto, ¿cómo se llama tu hijo?» |
Clienta: |
«Alejandro.» |
«Como
Alejandro Magno [Acuse de recibo]. ¿Qué te parece si también le llevas
Vendedor: esta cartera? Tiene varios
departamentos para que guarde sus cosas. ¿Te lo envuelvo en un mismo paquete o
la cartera por separado? [Pregunta para dirigir]» Clienta. «Por separado, por
favor.»
«Como quieras [acuse de recibo]. Aquí
tienes.»
Vendedor: «Bueno, y a la mamá de
Alejandro, ¿nadie le hace un regalo? ¿Qué has visto por
la tienda que te haya gustado?»
El 50 por ciento de los participantes en el papel de
vendedor en las simulaciones de nuestros talleres le ofrece un acuse de recibo
al cliente para demostrarle que le ha escuchado.
Hay clientes que se sirven muy bien de las preguntas porque
saben que así dirigen la conversación hacia donde les interesa. Observa en este
ejemplo que el cliente sólo plantea preguntas:
Cliente: |
«¿Qué ha pasado con el
pedido de ayer?» |
Vendedor: |
«Pues que llegó tarde.» |
Cliente: |
«¿A qué hora llegó?» |
Vendedor: |
«A las cuatro de la tarde.» |
Cliente: |
«¿Y a qué hora habíamos
quedado?» |
Vendedor: |
«A las diez.» |
Cliente: |
«¿Y qué piensas de esto?» |
Vendedor: |
«Pues que no es lo que
habíamos hablado.» |
Cliente: |
«¿Y qué vas a hacer?» |
Vendedor: |
«Hablar con la central para
darle una solución.» |
Cliente: |
«¿En qué solución habías
pensado?» |
Vendedor: |
«En hacerle un detallito
con el precio.» |
Cliente: |
«¿Un detallito?» |
Vendedor: |
«Bueno, algo más que un
detallito.» |
Cliente: |
«¿Sólo eso?» |
Vendedor: |
«Hombre, ya miraría yo por mi cuenta echarle una mano en
otra cosa.» |
Cliente: |
«¿Y cómo voy a saber que
esta vez cumplirás con tu palabra?» |
Vendedor: |
«Le doy mi palabra.» |
Aunque es un ejemplo que atemoriza al vendedor, nos sirve
para ilustrar la fuerza de la pregunta para dirigir una conversación. El
vendedor puede ahora escapar de ese interrogatorio si utiliza el acuse de
recibo correctamente. Así lo haría
un vendedor experimentado, usando el mismo caso anterior:
Cliente: «¿Qué ha pasado con el pedido de
ayer?»
«Pues que llegó tarde, y como no
quiero que vuelva a ocurrir, dígame, ¿cuándo es Vendedor:
su siguiente
pedido?» Cliente: «El martes.»
«El martes me encargaré personalmente
de que llegue a la hora, ¿a qué hora lo Vendedor:
necesita?»
Cliente: «A las 10.00 en punto.»
Vendedor: «A esa hora estará; ¿qué más puedo hacer por
usted?»
Cliente: «Pues nada más. Eso es todo.
Gracias.»
¿TE GUSTA QUE TE
INTERRUMPAN?
Gánate la fama por ser un vendedor que
suavizas a tus clientes porque les escuchas siempre sin interrumpir. Cuando
mantienes una conversación con un ritmo relajado, los clientes te lo agradecen
porque se tranquilizan. Con una interrupción consigues lo contrario. Levantas
barreras y tensionas al otro.
Lo que hace que interrumpas se resume en
estos dos puntos:
1. Interrumpes por
tu propio filtro. Mientras que tu cliente te habla, vas generando imágenes
en tu propio filtro. Esas imágenes te empujan a que te comportes de una
determinada manera. Aquí tienes dos situaciones:
Situación 1. Cuando tus imágenes son
iguales a las de tu cliente, ¡le interrumpes!:
Cliente: «Hace una semana estuve en Alicante y fuimos
a comer con un amig...»
«¡Alicante!,
qué casualidad. Justo hace una semana estuve allí. Es que mi
Vendedor: hermano vive allí y siempre que
voy me lleva a comprar zapatos en una tienda en la
plaza de Calvo Sotelo, que está cerca
del...»
Situación 2. Cuando tus imágenes son
distintas a las de tu cliente, ¡también le interrumpes! Te cuesta no
interrumpirle porque piensas que está equivocado. Le cortas porque tienes una
opinión distinta, ¡y necesitas en ese momento dejarlo claro! Quieres puntualizar.
Juzga por ti mismo con este ejemplo:
«Me gustó mucho conocer la
capital de Estados Unidos, Nueva York, por la Cliente: variedad de
nacionalidades que...»
«Disculpa que te interrumpa, pero es
que la capital de Estados Unidos no es Vendedor:
Nueva York, es Washington.»
¡Y qué más da en ese momento que la capital de Estados
Unidos sea Washington, Wyoming o Uagadugú! Cuando interrumpes a tu cliente le
estás molestando, le cortas su línea de pensamiento. Levantas barreras. Le
estresas. Le aleccionas. Le estás diciendo que se calle, que lo que tú tienes
que decir es lo importante, y además le das lecciones de geografía. Por cierto,
Uagadugú es la capital de Burkina Faso. Es que yo soy también un vendedor
enterado como el de arriba y me muero por dejar claro mis conocimientos de
geografía, y mi estupidez.
Recuerdo que estábamos comiendo en el restaurante de un
hotel en Valencia con los 12 participantes de un taller de ventas. Nada más
sentarnos, permanecimos los 12 callados, como hechizados por el silencio. Sin
movernos, sin tocar ni siquiera el pan. Afortunadamente uno de los comensales
rompió el hielo y mencionó de pasada que «el centro logístico de Mercadona de
Madrid tiene...». Rápidamente una de las participantes le interrumpió delante
de todos y le dijo: «Perdona, pero es que el centro logístico de Mercadona no
está en Madrid, está en Ciempozuelos. Disculpa que te lo diga, pero las cosas
están donde están. O decimos la dirección exacta o no la decimos.» Nos cuesta
no interrumpir.
2. Interrumpes porque
presupones lo que va a decir tu cliente. Le cortas porque quieres
adelantarte con tus palabras para demostrar que le captas a la primera. En
venta, es más rentable presuponer que no sabes, aunque sepas, y darle la
oportunidad a tu cliente de expresarse hasta el final, y sin interrumpir,
¡incluso cuando él esté equivocado! No le enseñes nada. Si le interrumpes
sentirá que le estás diciendo: «¡Cállate, que lo que yo tengo que decir es más
importante que lo que tú quieres decir!»
La influencia sugestiva de un vendedor que escucha calmado
y relajado, produce un efecto suavizante y de seguridad sobre sus clientes.
Estos se sienten confiados al escucharle porque ven a un vendedor seguro de sí
mismo. Escuchar sin interrumpir te va a costar porque te requiere un cierto
grado de intimidad, al interesarte por el otro.
¿Parece obvio no interrumpir? No lo es tanto porque en las
simulaciones de venta se desprende que el 99 por ciento de los vendedores
interrumpen a sus clientes durante la conversación de venta.
LAS DECISIONES DE TU CLIENTE LAS TOMA SU
SUBCONSCIENTE
La ilustración siguiente es la mente de
tu cliente. Igual que un iceberg, la parte visible es mucho más pequeña que la
sumergida bajo el agua. Esa parte que emerge, la llamamos consciente. Es la
parte del cliente que piensa y obra con conocimiento de lo que hace, la parte
que razona, organiza y elige. La de abajo, la escondida bajo la línea del mar,
la vamos a llamar en este libro subconsciente. Aquí el cliente no se da cuenta
de sus percepciones. Es el espíritu subjetivo, las emociones, lo recuerdos
olvidados, las costumbres, los temores, los deseos.
Vamos a descubrir por qué la influencia del subconsciente
de tu cliente en sus decisiones de compra es mayor que la influencia de su
parte consciente.
¿Has escuchado la supuesta historia de un antiguo estudio
sobre publicidad subliminal? El experimento del publicitario estadounidense
James Vicary inició una controversia sobre la veracidad y el uso de la
publicidad subliminal. Fue un ejercicio que se llevó a cabo en uno de los cines
Fort Lee de Nueva Jersey. Se proyectaban unos mensajes publicitarios con tanta
rapidez que los espectadores no eran conscientes. Durante seis semanas, más de
40.000 personas participaron sin saberlo en este experimento. Por medio de un
sistema que los hacía invisibles, se proyectaron concretamente dos mensajes
sobre unos productos que se podían adquirir en la cafetería del cine. Cuentan
que, como resultado, las ventas de esos productos aumentaron un 57 por ciento y
un 18 por ciento, respectivamente. A pesar de que los mensajes eran invisibles
para la parte consciente, habían llegado hasta el público gracias a la
capacidad del subconsciente de absorber esas impresiones. Algunos se han
aprovechado de este sensacionalismo de la publicidad subliminal para afirmar
que este tipo de imágenes influyen en la voluntad del individuo a la hora de
comprar un producto, una marca o despertar alguna sensación. Sea cierta esta
historia o no, muchos gobiernos han prohibido expresamente el uso de la
publicidad subliminal.
Es verdad que el ser humano no es capaz de percibir de
manera consciente todas las imágenes de una película, sin embargo el
subconsciente sí lo es. El subconsciente de tu cliente también lo absorbe todo. Si un vendedor cae mal, esa impresión
queda almacenada en su subconsciente como una impresión negativa. Una sonrisa,
un regalo, una palabra agradable o una desagradable, también. El subconsciente
no duerme jamás y lo anota todo. Este fenómeno de almacenar impresiones se
produce de manera involuntaria. Donde mires recibes esas impresiones positivas
o negativas. Un gato monísimo para unos, un bicho del demonio para otros; un
olor agradable para unos, un olor fuerte para otros; una música tranquila o un
ruido insoportable.
Hace unos meses hicimos un ejercicio con diez directivos en
uno de esos pasillos rodantes que hay en los aeropuertos. Caminamos desde un
pasillo rodante al siguiente, pero este segundo estaba averiado. Los diez
tuvimos la misma experiencia. Aunque nuestro consciente sabía que estaba
averiado, nuestro inconsciente pensaba que no y tuvimos la sensación, tanto al
entrar en el pasillo, al andar sobre él, como al salir, que estaba en marcha y
funcionaba. Nuestro subconsciente tuvo un mayor impacto en nuestro
comportamiento que nuestro consciente. El subconsciente de tu cliente
interviene sin parar en sus pensamientos y, como consecuencia, en su
comportamiento. Si la influencia del subconsciente no fuera tan decisiva, no
tendrías la necesidad de visitar a tus clientes. Te bastaría con enviar el
dossier de tu producto y esperar a que te llegaran los pedidos por email.
Tampoco existirían las tiendas, ni los escaparates, ni la publicidad, ¡ni los
vendedores! Así que tus clientes compran más por la recompensa emocional que
les provoca tu producto, que por razones lógicas. Aunque más tarde, quieran
justificar la compra con razones lógicas.
Pasa tú mismo la prueba siguiente, ¿qué
reloj de la tabla comprarías, el A o el B?
Cuando adquieres un reloj nuevo, ¿lo compras porque te agrada
o porque la rueda de balance y el tren de engranaje casan bien? El 95 por
ciento de las decisiones son emocionales, afirma Estanislao Bachrach, doctor en
biología molecular. Así se observa en cada resonancia magnética nuclear cuando
se hacen las pruebas. La emoción empuja a tu cliente a la acción, hace que
decida, es lo que le impulsa a comprar. Y le ocurre de forma inconsciente. Las
decisiones de compra de tu cliente las toma su subconsciente. Por cierto, la
marca A es un reloj Casio, la B es un reloj Cartier. ¿Cuál de los dos
prefieres?
Cuanto más actives la emoción, más desactivas
la razón
Según el estudio llevado a cabo en la Universidad de Texas
por Raj Raghunathan,[4]
las características de los productos son residuales en las decisiones de compra
de los clientes, sólo sirven como mera justificación después de la compra.
Según Raghunathan, primero nos guiamos por emociones y luego creamos
justificaciones que racionalicen nuestra decisión. «Parece ser que en nuestra
sociedad no se valora tomar decisiones emocionales. Queremos parecer
científicos y racionales, y creamos razones después de haber decidido para
justificar nuestra elección. Este proceso ocurre de forma inconsciente, no
somos conscientes de que estamos creando estas razones. Lo más interesante es
que las personas que afirman que sus emociones no interfieren en sus decisiones
de compra, y que se consideran ellos mismos racionales, son precisamente las
más propensas a caer en esta trampa», dice Raghunathan.
Si eres tan racionalmente listo, ¿por qué no
eres feliz?
Hace cinco años hicimos un ejercicio[5] con más de 400 directivos
de una empresa escandinava de electrónica de consumo en Dinamarca. Les
preguntamos a los participantes involucrados en el ejercicio que nos nombraran
la marca de agua que más les gustaba. Los italianos dijeron que la mejor era la
famosa agua San Pellegrino «por su pureza y por el verdadero sabor a montaña».
Para los franceses era el agua Evian porque «es fresca, con ciertos toques
salinos que recuerdan a la brisa marina y sobre todo porque acaricia la
garganta al pasar». Los españoles mencionaron dos marcas de agua, pero no se
pusieron de acuerdo en cuál de ellas elegir. Seguidamente, les presentamos
varios vasos llenos de agua con todas las marcas que habían mencionado, más un
vaso adicional de marca blanca. Debían catarlas a ciegas y después elegir la
que más les gustara. Los resultados sorprendieron a todos porque no
coincidieron con su opinión racional sobre el agua.
La mayor parte de las decisiones de tus clientes, al igual
que la de nuestros amigos franceses e italianos con la cata del agua, tiene
lugar en el plano subconsciente, sin que se den cuenta de ello. Son las
emociones las que activan su respuesta en una u otra dirección. El recuerdo
agradable que guarda un cliente sobre un producto le quedará interiorizado en
su subconsciente en forma de un punto positivo, que luego olvidará, pero que
subirá a la parte consciente cada vez que le hablen de ese producto. ¿No te ha
ocurrido por ejemplo con el olor de ciertos perfumes, con los aromas, con
ciertos sabores o con la música que te transportan al pasado?
O
emocionas a tus clientes, o esto no es lo tuyo
¿Cómo reaccionarías si tu coche recién estrenado tuviera un
milimétrico rasguño en la chapa? ¿Te quitaría la ilusión de todo el coche? Ese
rasguño, desde un punto de vista exclusivamente racional representa el 0,01 por
ciento del coche, y sin embargo te molesta. Es posible que incluso ese
minúsculo problema haga que pierdas la ilusión por todo el coche, y que te
olvides de todo lo que está bien. Incluso cuando tus vecinos vean tu coche te
costará no contarles lo del rasguño. Te fijarás sólo en ese detalle y no en el
resto que está impecable.
¿Has visto alguna vez a esos amigos de toda la vida, que
todos los fines de semana salen a cenar, se intercambian favores y hacen viajes
juntos, y un día, por un incidente aislado e insignificante, se pone en jaque
su amistad? La relación de toda una vida se enfría por una tontería, hasta el
punto que dejan de hablarse. ¿No es sorprendente? Y en las reuniones de
vecinos, ¿a qué se concede más importancia en las discusiones, a los hechos o a
las emociones?
Ocurre así porque, al igual que dos icebergs chocan en alta
mar por la parte de abajo, con las personas sucede lo mismo porque chocan
también por la parte subconsciente. ¿No te ha ocurrido que alguien que te
acaban de presentar, te cae bien de repente? Parece que le conoces de toda la
vida. O por ejemplo un flechazo, que se produce también por la parte de abajo
del iceberg, o una discusión o un conflicto en la oficina.
1.
Siempre
influyes en tu cliente. Te pones una corbata para dar una buena impresión
en una cita, y te recibe tu cliente con pantalones vaqueros. Conscientemente
vas con la corbata para influir de forma positiva y, a lo mejor, estás
influyendo en él inconscientemente y de forma negativa.
Cuanto más asciendas en tu empresa, más debes controlar tu
propio ejemplo porque siempre influyes en los demás, en tus clientes y tus
colaboradores. Cuanto más alto sea tu puesto, se te ve menos y se te nota más.
2.
Tendemos
a generalizar. Como todos tendemos a generalizar, la primera impresión, sea
positiva o negativa, que caiga en la mente de tu cliente atraerá otros signos
positivos o negativos.
Por ejemplo, cuando empiezas a hojear un libro en la
librería y ves que te gusta lo que lees, ¿sigues leyendo un poco más para
confirmar que te gusta? Aunque no hayas leído todo el libro, como ves que los
dos o tres párrafos son interesantes, generalizas y piensas que va a ser
interesante la totalidad del libro.
Otro ejemplo. Como tu cliente le ha comentado a su
compañero algo positivo sobre ti, se centrará en buscar más elementos positivos
sobre ti para tener la razón y para ser coherente con el positivo que él mismo
ha encontrado y expresado. Ojo, porque también funciona al contrario. Si
encuentra algo negativo, se centrará en buscar más negativos para tener razón.
Entras en un restaurante que no conoces, y uno de los diez
camareros te atiende con mucha corrección y rapidez. ¿Qué les dirás a tus
conocidos de ese restaurante? Pues que el servicio es muy bueno, cuando en
realidad deberías decir que el servicio de uno de los diez camareros, ese día,
fue muy bueno. Basta una sola impresión para inclinar la balanza de un lado u
otro. Algunos supermercados marcan el precio de la leche, los huevos y el papel
higiénico casi sin margen comercial porque saben que los clientes tienden a
generalizar y piensan que el resto de los productos seguirán esa línea de
precio.
Cuando le gustas a tus clientes, buscan
excusas para decirte que sí
Tu cliente también tiende a generalizar. Antes de que hayas
abierto la boca, se habrá hecho una primera impresión de ti, guiado por tu
apariencia inicial, forma de andar, procedencia, primeros gestos y primeras
palabras. Si le das la mano y no le gusta, habrás puesto un negativo en su mente
sin quererlo. Si le tuteas, y no le gusta, otro negativo. Una impresión
positiva lleva a un positivo, una negativa a un negativo.
3. Conscientemente puedes influir en el
subconsciente de tu cliente. ¿Qué haces cuando tienes invitados en casa a
cenar? Seguro que mulles los cojines, quitas de en medio todos los trastos,
enciendes unas velas, preparas la mesa convenientemente, la música de fondo,
los niños con los abuelos. ¿Por qué haces todo eso? Porque deseas que tus amigos
se sientan cómodos en una atmósfera agradable. Haces un esfuerzo consciente
para influir en su subconsciente porque deseas que disfruten de una experiencia
inolvidable, de una vivencia de primera clase. Y lo haces, no con el fin de
manipular, sino para motivarles. Tu cliente es tu invitado a cenar, y si
consigues que se sienta cómodo y en una atmósfera agradable, te comprará más.
La publicidad persigue lo mismo, influir conscientemente en
el subconsciente de los potenciales clientes. Hasta la portada de este libro
persigue precisamente influir conscientemente en el subconsciente del potencial
lector para que lo compre.
EL DESEO DE PARECER
La compra de un coche, un bolso o un
traje te ayuda a afirmarte frente a los demás. Te sirve para que la gente reconozca
tu buen gusto o tu poder económico. Es tu deseo de parecer. Lo que quieres ser
a los ojos de los demás. Este deseo irracional es tan fuerte que es lo que te
empuja a comprar.
Los clientes buscan argumentos racionales para justificar
sus compras emocionales. Muchos compran productos que en realidad no necesitan,
pero que les ilusiona con mucha fuerza. Nadie necesita realmente un todoterreno
de alta gama, un reloj de moda o un televisor enorme, por ejemplo. Es el deseo
de parecer lo que crea esas necesidades que incitan a tu cliente a la acción de
compra. Ocurre así porque tu cliente no compra un producto, sino la ilusión, la
imagen, que él se hace de ese producto. No compra un deportivo por el motor o
porque los discos delanteros sean autoventilados. Nadie compra un par de
zapatos porque la piel sea de bovino o porque el piso de cuero esté cosido a
mano; o una chaqueta porque se trate de filamento de polipropileno o porque la
entretela sea de tejido no tejido. Tu cliente compra por ilusión, porque se emociona.
No podrás forzar su decisión si no activas su
emoción
Algunas de esas motivaciones de compra están a nivel
consciente y otras están muy sumergidas en la parte subconsciente, sin que sean
siempre conscientes de ellas. Esas motivaciones impulsarán con mucha fuerza a
tu cliente si las activas adecuadamente. Se llaman motivaciones profundas, que
muchas veces manifiesta verbalizándolo con
comentarios afirmativos. Estas manifestaciones afirmativas te ayudan porque
acercan a tu cliente a su ideal de persona, a lo que quiere ser o parecer. Por
más que le bombardees con características, ventajas o beneficios, nunca podrás
conseguir su decisión si no activas su emoción. Los únicos argumentos de venta
que puedes usar con tu cliente son los que él ha mencionado con sus comentarios
afirmativos.
Vender es incitarle a actuar siguiendo sus
propias motivaciones
TU CLIENTE QUIERE SER LA ESTRELLA DE SU PROPIA
PELÍCULA
Tu cliente desea ser más de lo que
realmente es. Quiere destacar por algo, distinguirse. Dale la oportunidad para
que se manifieste tal como le gustaría ser. Es un deseo que le costará poco
mantener en secreto y se morirá por contártelo, si le das la oportunidad y
permaneces atento durante la conversación. Te lo revelará con mucho gusto.
Espera atentamente a que él te comente su
verdad, es decir, la expresión de cualquier comentario afirmativo que te
conecte con él. Después hazle saber inmediatamente que valoras su comentario. Y
hazlo sin cortarte un pelo.
Por ejemplo, si tu cliente te comenta: «Me han ascendido a
director del grupo.» O te dice: «Precisamente llegué ayer de China.» ¿Crees que
si no valorara tanto ese acontecimiento lo mencionaría? ¿Qué desea demostrar?
¿Qué desea ser? ¿A quién se quiere parecer? Todos los clientes tienen un deseo
profundo de sentirse importantes en algún sentido, de demostrar algo.
En el ejemplo siguiente, ¿cuál de estas vendedoras es más
eficaz? Una clienta entra, con la piel muy bronceada y con una sonrisa
chispeante en una tienda de ropa. Le comenta a la vendedora: «Es que vengo de
Palma de Mallorca y quiero probarme ese vestido, a ver cómo me sienta.»
«Buena elección. Ese vestido del
escaparate sienta de maravilla y para esta Vendedora 1: época del año te viene
bien porque es muy fresquito...»
Vendedora
2: «¡Palma de Mallorca! Suena muy
interesante. ¿Has estado de vacaciones?»
La vendedora 1 se interesa solamente por ella misma, es
decir, sólo quiere vender su vestido «fresquito». La vendedora 2 se interesa
primero por la clienta, y después por su producto. Si sólo tienes en cuenta tu
producto, y no a tu clienta, no harás ninguna venta.
Primero
las personas, después tu producto
¿Por qué la señora ha mencionado que ha estado en Palma de
Mallorca, y no te ha dicho que su hijo toca el piano, que su hija canta muy
bien, o que ha reformado su casa recientemente? Porque lo que le emociona a la
señora en ese momento es su viaje. Es lo que ocupa su cabeza en ese momento. Tiene
en su mente el viaje bastante fresco y desea compartirlo con alguien. Le arde
tanto en la lengua que lo tiene que mencionar. Dale la oportunidad a tu clienta
para que te cuente lo que te desea contar, dale la oportunidad para que ella
sea lo que le gustaría ser.
Todos queremos destacar por algo, ser buenos en alguna
área. Ser más de lo que somos. Deseamos ser los mejores padres, maridos,
esposas, madres, trabajadores, empresarias, los más exitosos. La mejor manera
para despertar la confianza de tu cliente es permitirle hablar sobre lo que le
interesa y emociona. Lo que quiere la otra parte es lo más importante para él.
Permite que lo exprese. Tu cliente está más interesado en sí mismo, en sus
necesidades y en sus problemas, que en las características de tu magnífico
producto. Se interesa en primer lugar en él, en segundo lugar en él y en tercer
lugar en él. Tu cliente quiere ser la estrella de su propia película. ¡Deja que
brille!
Los actores han aprendido que cuando ayudan al compañero en
el escenario para que se luzca, mejora la escena. Haz tú lo mismo con tu
cliente, ¡que se luzca con sus comentarios! Para ello debes controlar tu ratio
de escuchar y hablar. Imagina que cuando estás con tu cliente hay un foco en el
techo, como el de los escenarios, y que se activa con la voz. Si hablas de lo
bueno que eres o de tu maravilloso producto, el foco estará iluminándote a ti,
y tu cliente quedará a oscuras fuera del foco. Si permaneces callado y dejas
que sea tu cliente quien te hable de sus éxitos, fracasos, alegrías y
experiencias, quedará él bajo el foco. Cuanto más tiempo esté el foco encima de
tu cliente más posibilidades tendrás de dejar que él se luzca y se explaye en
su pensamiento.
Quien controla la conversación de ventas es
quien escucha y no quien habla
A tu cliente le cautiva mucho que le reconozcan que es tal
como le gustaría ser. Le reconforta que aquel le confirme que es competente,
educado, exitoso, inteligente, decidido y valiente. Tal como le gusta parecer.
Haz la prueba contigo mismo, ¿a qué interlocutor prefieres, al que te valora o
al que nunca te demuestra nada de afecto? ¿Prefieres conversar con una persona
que está más ocupada en sus asuntos y que te interrumpe una y otra vez, o te
gusta conversar más con el que te escucha atentamente interesado en tus
palabras? ¿Qué vendedor tiene más posibilidad contigo, el que te contradice o
el que valora lo que dices? En definitiva, ¿cuál te estimula más?
Le compras más al vendedor que te caen bien,
que al que te cae mal
Cuanto más escuches a tu cliente, antes te revelará su
ideal personal y te contará todo aquello a lo que atribuye más importancia, las
metas que desea alcanzar, los retos que se plantea, lo que le emociona, lo que
le estimula y le gusta. Te hablará de aquello de lo que se siente más orgulloso
en su trabajo. Cuando le escuchas muestras tu inteligencia porque le estas
dando a tu cliente la oportunidad de que te proporcione esa información tan
interesante.
Antes de que tu cliente compre tu producto, te
tiene que comprar a ti
Los dos grandes motores que mueven a tu cliente son el
impulso sexual y el deseo de ser importante. El deseo de parecer es el deseo de
ser grande. Un deseo que se ve satisfecho muy rara vez (el de ser grande, se
entiende). Muy pocos vendedores ayudan a su cliente a que se sienta grande
porque no piensan en su cliente, piensan en ellos mismos. ¿Compras productos
que no necesitas para impresionar a personas que te caen mal?
Exactamente sólo un 10 por ciento de los vendedores
satisface ese deseo de ser importante, tal como se desprende de las
simulaciones de los talleres. Cuando en las simulaciones el cliente habla por
ejemplo de sus proyectos, o de su nueva fábrica, o de su familia, el vendedor
no le escucha porque está solamente centrado en vender su producto, a pesar del
cliente. El vendedor dirige la conversación hacia lo que le emociona a él
mismo, su propio producto, y no hacia lo que emociona al cliente.
Admirar a tu cliente, reconocerle, valorarlo o considerar
su opinión, no es hacerle la pelota. Cuando le haces la pelota le estás
adulando. Son cumplidos fingidos. ¡Eso jamás! La adulación es tan falsa que tu
cliente la notará nada más escuche como sale de tu boca. Adular es rebajarse. Puedes
perfectamente valorar lo que dice tu cliente, resaltar, enfatizar, incluso
elogiarle, y hasta felicitarle sin necesidad de rebajarte con falsos cumplidos.
«Me gusta mucho», «qué bien queda» o «qué buena idea» son frases que reconocen
a tu cliente de una manera natural. Sin embargo, si le dices «qué listo es
usted», «qué bien lo ha hecho» o «¡qué inteligente!», suena falso y es una
adulación.
¿A qué vendedor prefieres, al que te valora o al que se
queda callado sin decirte nada? El primero te da más ánimos y hace que trabajes
más a gusto. ¿Te queda alguna duda?, ¿sigues pensando que es hacer la pelota?
Si tienes un perrito en casa, ¿cómo te recibe todos los días? ¿Te gusta que te
reciba siempre moviendo la cola de alegría? Tu perro fiel te lo demuestra cada
día, todos los días, con un cariño desinteresado y verdadero. Es sincero. No te
hace la pelota. ¡Aprende de tu perro!, y conversa con tu cliente de una manera
sencilla y sin querer demostrar nada. Así no tendrás la necesidad de tener que trabajártelo porque notará la falta de
franqueza en tus palabras. Hasta tu perro se da cuenta cuando le hablas de
verdad, o simplemente le estás adulando.
¿Qué vendedor te agrada más, el que te entretiene o el que te aburre? ¿Cuál
tiene más posibilidad de permanecer más tiempo contigo en la visita?
La escucha también es muy útil cuando le haces un regalo a
tu pareja, por ejemplo. ¿En quién piensas cuando le compras el regalo, en tu
pareja o en ti? Para acertar con el regalo debes hacerlo según su imagen, no
según la tuya. Un regalo que le guste a tu pareja, no uno que te guste a ti. Si
le compras lo primero que encuentras, estás pensando en ti. ¿Cómo acertar en el
regalo? Escuchando. Seguro que durante todo el año más de diez veces te habrá
dicho lo que le gusta, le interesa, agrada, emociona, estimula o alegra.
Simplemente debes estar atento/a. Haz lo mismo con tu cliente, escucha el
regalo que él quiere.
¿CÓMO CAERLE BIEN A MI
CLIENTE?
Muchos vendedores que hacen grandes
esfuerzos porque quieren caer bien a sus clientes para animarles a que les
compren a ellos y no a la competencia me preguntan cómo hacerlo. No hay
truquitos para caer bien a los clientes.
No es cuestión de contarle el último chiste o el comentario
más gracioso del momento. Para que le caigas bien a tu cliente, antes te tiene
que caer bien a ti. Si te cae bien, te comportarás de manera coherente con la
imagen que te has hecho de él. Si simulas que te cae bien, no serás genuino.
Fingirás. Le dirás frases para caerle simpático, y tu cliente lo percibirá como
una adulación porque no es verdadero. Es fingido. Es un halago falso, tan falso
que el otro lo notará nada más salir de tu boca. Si no te cae bien tu cliente y haces como que te cae bien, se
notará. Tampoco serás sincero contigo mismo, no podrás vivir siempre en la
contradicción entre lo que quieres parecer y en lo que realmente eres.
Para caerle bien a tu cliente, ¡antes te
tiene que caer bien a ti!
Cuando a ti te cae bien tu cliente, te sientes a gusto.
Cuando te sientes a gusto, eres tú mismo y te comportas de una manera natural.
Cuando eres natural transmites seguridad al otro. Eres único. Una persona única
demuestra seguridad en todo lo que hace. Cuando te sientes seguro te salen los
gestos naturales y las palabras precisas. Cuando eres natural, caes bien al
otro porque ve a una persona genuina. Cómoda.
Sé
tú mismo, incluso con tus defectos
Cuando el cliente te percibe como una persona segura de sí
misma, caes bien. Caerle bien a tu cliente no depende de él, ¡depende de ti!
Para vender hoy, tienes que valorar a tu cliente. Sólo así puedes iniciar una
relación de confianza que sea genuina.
EJERCICIO 2
Durante tu conversación de ventas con tu
cliente, anota en un papel todos los pensamientos afirmativos que haya
expresado tu cliente.
Si no puedes pescar ningún pensamiento positivo porque no
hay caudal suficiente es que las preguntas que has formulado en el ejercicio 1
son un desastre. Revísalas y trabájalas más.
LAS CLAVES
•
Atrapa cada pensamiento afirmativo del caudal de
palabras.
•
Sabes que has escuchado si tu cesta está llena.
•
Anota cada pensamiento positivo para volver
sobre él.
•
Las compras de tu cliente las decide su
subconsciente.
•
Controla la conversación quien escucha, no quien
habla.
•
La última gota es ese argumento que tu cliente
está deseoso de contarte si le das la oportunidad de hacerlo.
•
Ayuda a tu cliente a ser lo que le gustaría
parecer.
•
La emoción activa la acción.
•
O emocionas a tus clientes, o esto no es lo
tuyo.
•
Tu cliente busca argumentos racionales para
justificar sus compras emocionales.
•
Tu cliente tiende a generalizar, un positivo le
lleva a otro.
•
Tu cliente quiere ser la estrella de su propia
película, deja que brille.
•
Valorar y admirar a tu cliente no es hacerle la
pelota.
•
Primero las personas, después tu producto.
•
Para caerle bien a tu cliente, antes te tiene
que caer bien a ti.
3. CONSTRUYES LA CONVERSACIÓN A PARTIR DE LAS
RESPUESTAS AFIRMATIVAS QUE TE HA DADO TU CLIENTE
ALARGA LAS AFIRMACIONES POSITIVAS DE TU CLIENTE
Con una pregunta alargas cada
pensamiento afirmativo que hayas pescado del caudal de palabras de tu cliente.
Cuando veas un pez entre toda la
suciedad del río, es decir, la expresión verbal por parte de tu cliente de un
comentario que te beneficia, lo repites, lo reconoces, lo valoras o lo
reconfirmas, y después le preguntas sobre ese pensamiento con el objetivo de
amplificarlo. Así consigues alargas lo positivo que anotaste de las palabras de
tu cliente. No dejes que pasen los peces como si nada, ¡ni mucho menos! El pez
es la verbalización de un pensamiento que precisamente tu cliente ha
descubierto. Valóralo por principio.
Así se hace:
Cliente: «Me gusta mucho la firmeza del
colchón.»
Vendedor: «¿La firmeza? Qué interesante. ¿Y por qué te
gusta la firmeza?»
En este diálogo el cliente expresa un pensamiento a favor
de tu producto, «la firmeza» del colchón. Como es un comentario muy positivo
para ti, de ninguna manera lo vas a dejar pasar, incluso aunque sepas por
activa y por pasiva que el colchón es firme, repites lo que te ha dicho. Es
más, aunque sepas las razones que hay detrás de la firmeza, le formulas una
pregunta para que sea precisamente tu cliente quien te explique las razones que
él ve. Olvídate de lo que tú pienses sobre la firmeza, y permite que sea tu
cliente quien alargue esa línea de pensamiento que os interesa a los dos.
Construyes tu camino a partir de las
respuestas de tu cliente
Hay vendedores sordos a los comentarios del cliente porque
están más interesados en la posturita de la escucha activa o en lo que a ellos
les parece el producto, que lo que le parece al cliente. Sólo están interesados
en verse reflejados sobre el agua del río. Es decir, sólo ven lo que hay en su
propio filtro. Lo vemos con el siguiente ejemplo, en el que el vendedor salta
para añadir un comentario en el momento que su cliente expresa la palabra
«firmeza», porque aparece en su propio filtro:
Cliente: «Me gusta mucho la firmeza del
colchón.»
«Por
eso lo hemos construido con muelles de acero. Su núcleo consiste en una
carcasa
compuesta por muelles fabricados con alambre de hierro de un espesor de
Vendedor: alrededor de dos milímetros.
Estos se fijan en la parte superior e inferior a una varilla de contorno de
acero. La carcasa se suele proteger mediante un manto de fibras a la que se
puede añadir una plancha de espuma de poliuretano. En sus esquinas se encajan
cantoneras de espuma para dotarle de mayor consistencia...»
En el siguiente ejemplo, como en el filtro del vendedor no
aparece la palabra «firmeza», sino que aparece «ecología», en lugar de seguir y
profundizar por la línea de pensamiento de la «firmeza», desvía al cliente
hacia la ecología, que es otra línea de pensamiento que no le interesa al
cliente y sólo le interesa al vendedor:
Cliente: «Me gusta la firmeza del cochón.»
Vendedor: «¿Y qué piensa de que sean ecológicos?»
¡Amplía
todas las emociones positivas de tu cliente!
1. Así puedes alargar lo positivo en tres pasos
Paso 1. Repites el
comentario positivo que ha realizado tu cliente para que no quede en el olvido.
Paso 2. Valoras el comentario. Admiras ese comentario,
incluso puedes hasta felicitar a tu cliente por haber llegado a esa conclusión.
Paso 3. Preguntas sobre el pensamiento afirmativo para que
sea el mismo cliente quien alargue esa línea de pensamiento. Así le dejas que
el solo siga por ese cauce y que enfatice lo que os une a los dos.
Cuando sigues estos tres pasos de esa manera, no tendrás
que esforzarte en convencer al cliente porque le estarás dando la oportunidad
de que sea él mismo quien te lo explique a ti con sus propias palabras. Le vas
a permitir que se explaye de forma clara y abierta en esa dirección. Tú
limítate a escucharle para valorarle y volver a pescar todos los nuevos
pensamientos afirmativos que él te mencione en su nuevo caudal. Cuando te
comportas así, es muy fácil que ambos os pongáis de acuerdo porque le acompañas
por su corriente de pensamiento.
Es
el cliente quien vende, no el vendedor
En la conversación siguiente el vendedor permite que el
cliente haga un comentario afirmativo sobre el colchón que piensa comprar. Es
decir, primero le deja que él descubra por sí mismo la característica que más
valora del colchón. Segundo, le pregunta sobre lo que el cliente ha descubierto
para estirar ese pensamiento positivo con el fin de que lo exprese con más
claridad. Así se consigue que sea el mismo cliente quien le dé más peso a lo
que os interesa. Logras que sea el cliente quien te lo venda, que es
precisamente lo que buscas.
Cliente: «Parece muy cómodo este colchón.»
Vendedor: «¿Sí? ¿En qué lo notas?»
Cliente: «En la firmeza del colchón.»
Vendedor: «¿Firmeza? ¿Qué quiere decir?»
«Pues que los típicos colchones
blandos me dan dolor de lumbares, y este que es Cliente:
firme me alivia.»
En las observaciones de las simulaciones de venta,
solamente un 10 por ciento clarifica los comentarios afirmativos del cliente. Y
de estos, sólo un 10 por ciento alarga el primer comentario afirmativo del
cliente con una pregunta o una afirmación. Un 5 por ciento alarga el segundo
comentario afirmativo de su cliente, y un 0 por ciento alarga el tercer
pensamiento afirmativo.
2. ¿Y si el cliente
no menciona nada positivo de tu oferta? Mientras haya caudal, aunque sólo
arrastre suciedad, nada está perdido. Si tu cliente expresa comentarios
negativos sobre tu oferta, o sobre ti mismo, no reacciones. Tienes que
permanecer atento, con tu caña de pescar preparada. Es decir, sigue escuchando
con paciencia y sin interrumpirle porque aumentarás tus posibilidades de salir
airoso ya que es muy probable que haga algún comentario afirmativo que te
interese, aunque lo haga de pasada.
Si no escuchas nada positivo, no te dejes coger por la
lógica trampa de reaccionar ante la suciedad. A ti lo que te interesa en este
momento es obtener más caudal porque el agua trae también peces. Cuanta más
agua lleve el río, más peces. Si no ves hermosas truchas en el río, y sólo ves
pececillos, no te quejes, péscalos. No los dejes pasar. Echas la caña
igualmente porque muchos pececillos te ayudan también a llenar tu cesta. Es
decir, anotas todos los comentarios afirmativos por insignificantes que parezcan.
Así tendrás más flexibilidad durante tu charla porque siempre podrás volver
sobre ellos si te interesa.
Ejemplo de cómo pescar peces pequeños
cuando el caudal lleva mucha suciedad.
«Mire, aunque su producto es práctico,
no crea que me voy a dejar embaucar por un vendedor como usted. Verá, llevo en
este negocio muchos años y estoy cansado de
Cliente:
ver vendedores que sólo se interesan
por llegar a su objetivo de venta. Que sepa que todos los días recibo en mi
oficina decenas de llamadas y correos de vendedores que
me ofrecen productos más baratos e
interesantes que el suyo.»
«Le agradezco su sinceridad. Y,
dígame, ¿a qué se refiere cuando dice que mi Vendedor:
producto es práctico?»
Si al primer comentario negativo que suelta tu cliente,
saltas, dirigirás la conversación por un cauce de pensamiento que no te
interesa. Darás lugar, casi sin duda, a que tu cliente saque pegas porque le
conduces por el carril equivocado. Aquí tienes un mal ejemplo:
«Mire, aunque su producto es práctico,
no crea que me voy a dejar embaucar por Cliente: un...»
Vendedor: «Perdone pero yo no soy un embaucador...»
Que sea tu cliente quien convierta sus
pequeños comentarios afirmativos en grandes comentarios afirmativos
El 75 por ciento de los vendedores que participan en
nuestras simulaciones reaccionan ante lo negativo y saltan, añaden algún un
comentario o hacen una matización en el momento que su cliente opina o habla
sobre el producto.
3. Cimienta lo que te ha unido al otro
Cuando anotas las afirmaciones positivas que ha expresado
tu cliente empiezas a sentar las bases de una buena conversación de ventas bien
dirigida porque enfocas el diálogo hacia una conversación que es estimulante
para tu cliente. Busca lo que te une al otro, lo que compartís, aquello que hay
en común, lo que coincide como verdadero para ambos.
Cada respuesta de tu cliente es una piedra que
te ayudará a cimentar tu camino empedrado
Una conversación bien dirigida es aquella en la que
resaltas todo lo que os une. Aquella en la que ensanchas la zona en la que
ambos estáis alineados. Aquella en la que reaccionas a las afirmaciones
positivas del cliente para reafirmarlo y para después cimentarlo. Para cimentar
sólidamente tu camino empedrado prueba a dar estos pasos:
Paso 1. Formula preguntas aclaratorias. Es más rentable
presuponer que no sabes que presuponer que sabes. Cuando tu cliente manifieste
un pensamiento afirmativo, no te las des de enterado para demostrar que le has
comprendido a la primera. Es mejor que peques de ignorante y le preguntes. Así
consigues que sea el mismo cliente quien te lo deje más claro todavía. Ejemplo:
Cliente: «Su producto me puede ayudar a reducir
costes.» Vendedor: «Reducir costes,
¿qué quiere decir?»
Paso 2. Puedes incluso decirle que no comprendes bien su
comentario, para que se anime a ofrecerte más detalles. Así consigues por un
lado que te repita su afirmación positiva, y por otro lado que te la exponga
con nuevas palabras. Es la manera para que le permitas que se reafirme más
todavía. Así consigues que su pensamiento afirmativo no quede en el olvido. Él
lo refuerza para que se acuerde más tarde, cuando sea oportuno.
Cliente: «Su producto me puede ayudar a
reducir costes.»
«No comprendo bien cuando dice que mi
producto le ayudará a reducir los Vendedor: costes...»
«Pues me refiero a que su producto me
permitirá obtener mejores resultados que Cliente:
el año pasado.»
Paso 3. Repites tú mismo el comentario afirmativo de tu
cliente. Así consigues remarcarlo y obtener un «sí» adicional. Ambos estaréis
poniendo énfasis en aquellos pensamientos en los que coincidís.
Cliente: «Su producto me puede ayudar a
reducir costes.»
Vendedor: «Me está diciendo que mi producto
le ayudará a reducir los costes, ¿es así?»
De esta manera subrayas lo que te une al otro, lo
ratificas, lo enfatizas, lo resaltas, para que tu cliente no lo olvide. Además,
cuando le preguntas «¿es así?», le incitas a que te dé otro «sí» y colocas otro
positivo en su parte consciente al conseguir que lo haya verbalizado.
Vende lo que le gusta a tu cliente, no lo que
te gusta a ti
Es muy llamativo que en nuestras simulaciones de venta,
sólo un 5 por ciento de los participantes cimienta los comentarios afirmativos.
¡El 95 por ciento deja pasar la oportunidad de obtener «síes» expresados por su
propio cliente!
LA TRAMPA DE ADELANTAR LA SOLUCIÓN
Un vecino de escalera muy fanfarrón insiste en demostrarle a
su vecino lo orgulloso que se siente a sus sesenta años de su potencia: «En el
primero no tengo ningún problema. En el segundo empiezo a notar las
pulsaciones. En el tercero, el corazón me va a cien por hora. En el cuarto me
tiemblan las piernas literalmente. Menos mal que vivo en un quinto.»
¡Ojo con las presuposiciones! La trampa de presuponer lo
que quiere tu cliente hace que te adelantes a sus manifestaciones y que bases
tu venta en algo incierto. Se reconoce que un vendedor cae en esta trampa
porque en lugar de preguntar, afirma: «¡Ah!, sí, ya sé lo que quiere.» Pregunta
siempre para cuestionar tus propias presuposiciones. Este es un comportamiento
poco común en la mayoría de los adultos. Seguro que tu jefe habrá dicho en
alguna reunión una palabra extraña o un acrónimo, y todos los asistentes
asentís con la cabeza como que sabéis de qué va la cosa, ¡y no tenéis ni idea
de lo que ha dicho! Pero prefieres no preguntar para no dar la imagen de que no
controlas. ¿Y los niños?, ¿qué hacen cuando no entienden algo? Preguntan. Copia
ese comportamiento cuando estés con un cliente.
Nunca
presupongas, siempre pregunta
Es muy natural, y también ineficaz, saltar para contarle a
tu cliente los beneficios de tu producto en el momento que presupones lo que le
gusta. En lugar de atajar, profundiza hasta llegar al átomo de lo que él
necesita. Antes de caer en la trampa de dar la solución prueba a dar estos
pasos:
Paso 1. Entender claramente lo que desea tu cliente para
poder ayudarle a encontrar la solución que a él le interesa.
Paso 2. Esperar hasta que los dos estéis de acuerdo en lo
que se necesita, sin que adelantes ninguna solución.
Paso 3. Puedes incluso dejar tus preguntas sin terminar,
así permites que tu cliente se acerque a ti. Por ejemplo, en lugar de
preguntarle: «¿Has podido ver la propuesta que te envié?», es mejor que actúes
de esta manera: «Te envié la propuesta y no sé si las has leído. ¿Has
podido...?»
Cuando te comportes así descubrirás con sorpresa que tu
cliente te contará cosas que ni te atreverías a preguntarle. Ocurre mucho
cuando en una tienda el vendedor pide los datos al cliente para rellenar la
ficha de cliente. Es mejor que le dejes la ficha al cliente y le digas: «Por
favor, rellene esta ficha con sus datos mientras que le envuelvo su compra.»
Los vendedores me cuentan que se sorprenden porque el cliente rellena más datos
de los que ellos mismos se atreverían a pedir.
IRRITANTES
Son todas aquellas afirmaciones que
haces para realzar tu oferta, o para hablar de lo bueno que eres, o de lo
maravillosa que es tu empresa. Esas afirmaciones son solamente autobombo.
1.
Aquí tienes algunas frases de autobombo. «Magnífico
apartamento, con extraordinarias vistas...», o «usted sabrá seguramente que una
compañía tan seria como la nuestra...», o «mi camión de segunda mano es incluso
mejor que uno nuevo...». «Estoy seguro al ciento por ciento que quedará
satisfecho con su compra»... El que está seguro no añade coletillas. «Estoy
convencido de que...», a tu cliente le importa un pito lo convencido que tú
estés. «Precisamente yo tengo ese producto en mi casa», que lo tengas en tu
casa le da exactamente igual a tu cliente porque se interesa sólo por él mismo,
no por ti.
2.
Las frases que irritan empiezan generalmente por
«pero» o «es que». En el libro Negociación
para Dummies (Para Dummies, 2013), hago mención del riesgo que corremos
todos de convertirnos en unos esquerosos
y en unos siperosos. Fue el
presidente de una de las empresas de alimentación más ejemplares de este país
quien me enseñó estas palabras. Ambas deberían estar en el diccionario.
Esqueroso (adj.) 1. Especialista en poner problemas a todo. 2.
Quien habitualmente inicia sus frases con «es que...». 3. Ser desagradable, que
no aporta soluciones a la organización y que suele provocar asco.
Siperoso (adj.) 1. Persona hábil y rápida en encontrar pegas y
defectos en los demás. 2. Enfermedad de las personas que se centran en lo que
está mal, en lo negativo y en el pasado. 3. Síntoma de los que inician su
argumento con la palabra «sí, pero...».
El 70 por ciento de los comentarios que hacen los
participantes sobre su producto son gratuitas, son autobombo. Ofrecen beneficios
a sus clientes que no les ha pedido.
El ciento por ciento de los vendedores
inicia su contraargumentación con la palabra «pero».
TIENES QUE LLEGAR AL ÁTOMO
Dos ancianos que no se conocen están
empujando aburridos sus carritos de la compra en el supermercado y sin querer
se chocan entre ellos.
«Disculpe. Es que estoy buscando a mi
esposa y no estaba prestando atención Anciano 1: adónde iba.»
«No se
preocupe, yo también estoy buscando a mi esposa. Y no hay forma verla.
Anciano 2:
Y ya me estoy poniendo de los nervios.»
Anciano 1: «Cálmese, que le ayudo a buscarla. ¿Qué aspecto
tiene su esposa?»
«Pues
tiene treinta años, es muy alta, con el pelo rubio y muy largo, ojos verdes
Anciano 2: y piernas muy largas. Lleva
una blusa transparente y unos pantalones ajustados muy cortos. ¿Y cómo es su
esposa?»
Anciano 1: «No se preocupe por mi esposa, que
yo prefiero encontrar a la suya.»
Del mismo modo que el anciano le explica al detalle al otro
anciano cómo es su esposa para poder encontrarla en el supermercado, el
vendedor debe conducir también a su cliente con preguntas para llegar al
detalle de su necesidad para comprenderla. Hay que llegar al átomo de su
necesidad, hasta lo que ya no es divisible.
Sólo cuando entiendas lo que tu cliente
necesita podrás añadir valor
Es decir, cuando tu cliente te responda a tus preguntas
iniciales y te muestre su problema, no te conformes. Clarifica y busca más
información. No te apresures en empezar a argumentar cómo tu producto puede
resolver su problema, aunque estés convencido de que tienes la solución que tu
cliente necesita. Si te lanzas precipitadamente con toda tu batería de
argumentos para demostrarle lo que tu producto puede hacer, ahogarás a tu
cliente, perderá interés y te sacará una objeción.
Situación 1.
Cliente: «Tengo que solucionar los problemas que
tengo con la entrega.»
«Claro.
Para eso debería probar nuestro nuevo proceso rápido de entrega que se
Vendedor: centra en lo que mi presidente
llama los seis pilares básicos del servicio cinco estrellas. El primero de los
pilares es...» Situación 2.
Cliente: «Tengo que solucionar los problemas que
tengo con la entrega.»
Vendedor: «¿Qué problemas?»
Cliente: «Estamos teniendo retrasos y algunos
clientes se han quejado.» Vendedor: «¿Cuáles
crees que son los motivos de esos retrasos?»
En la situación 1 el vendedor desperdicia la oportunidad de
escuchar y va directo a mostrar su solución, a la primera de cambio. En la
situación 2 el vendedor investiga en profundidad para llegar al átomo. Formula
preguntas para animar y ayudar a su cliente a clarificar el problema. Cuando su
cliente ha clarificado las causas concretas del problema, tampoco se apresura y
sigue investigando para que sea el propio cliente quien le descubra por qué
necesita su solución. Es el mismo cliente quien le acerca porque le habla de
los beneficios concretos que su producto tienen para él o para su empresa. Otro
ejemplo:
Cliente: «Tengo que solucionar mis problemas
de entrega.»
Vendedor: «¿Problemas de entrega?»
Cliente: «Sí, los retrasos. Mis clientes se
quejan.»
«¿Cuáles
crees que son los motivos de esos retrasos?» O: «¿Por qué te preocupa
Vendedor: que tus clientes se quejen de
los retrasos?» O también: «¿Qué consecuencia tiene
para tu empresa que los clientes se quejen
por los retrasos?»
En este diálogo que hemos visto, el vendedor investiga con
preguntas en busca de lo concreto. Anima al cliente a hablar para que sea el
mismo cliente quien descubra lo oculto y para que lo concrete.
«¿Por qué es importante para ti
resolver las quejas de tus clientes que provocan Vendedor:
los retrasos?»
De este modo, profundizas con tu cliente para que desvele
sus deseos subyacentes. Así es como le demuestras un interés genuino. La
herramienta para conseguirlo son las preguntas bien dirigidas para llegar al
átomo. En el ejemplo anterior, cuando contesta tu cliente, descubre, y luego
expresa, la insatisfacción que sus propios clientes sufren por los retrasos, y
las consecuencias perjudiciales que este hecho tiene para su empresa. Solamente
ahora que el vendedor comprende a su cliente puede establecer una relación más
profunda.
Cuanto más peso le dé tu cliente a lo que él te cuenta, más
le incitarás a la acción. Cuando ayudas a tu cliente a expresar clara y
extendidamente su deseo, aceleras su decisión.
Sólo cuando tu cliente agranda lo que quiere, le
demuestras que comprendes su punto de vista
¿CÓMO SABES SI HAS
VENDIDO?
Existe un termómetro que de una manera
sencilla te indica si has vendido, o si estás cerca de la venta. Es un
indicador que te señala en tiempo real si estás convenciendo a tu cliente en
ese mismo momento. Te ayuda a conocer si vas por el cauce de pensamiento
correcto.
Funciona de esta manera. Durante tu conversación, o después
de la visita, pregúntate ¿quién ha dado la razón a quién? Distingue si te ha
dado el cliente la razón a ti, o si se la has dado tú al cliente. Porque si es
el cliente quien te ha dado la razón, no has vendido. Te da la razón de forma
continuada para que termines de una vez por todas de hablar. No quiere
contradecirte para que no te aceleres con más explicaciones. Sin embargo,
cuando eres tú quien le das la razón a tu cliente, has vendido. O por lo menos
estás más cerca de la venta. Ocurre así porque cuando le das la razón, aparte
de demostrarle que le escuchas, le señalas que va por el camino correcto. Le
das la razón, no para adularle ni mucho menos, sino porque ¡es él mismo quien
ha llegado a la conclusión que os interesa a ambos! Lo haces para que vuelva a señalar
los pensamientos afirmativos que le interesan. Aquí tienes un ejemplo.
Cliente: «Parece muy cómodo este colchón.»
Vendedor: «Sí que es cómodo, ¿en qué lo notas?»
Cliente: «En la firmeza del colchón.»
Vendedor: «Es verdad, firmeza. ¿Y cómo es que valoras
tanto la firmeza?»
«Pues porque los típicos colchones
blandos me dan dolor de lumbares, y este que Cliente: es firme me alivia.»
Vendedor: «Claro, para que te alivie los lumbares.»
Aquí tienes otra conversación, en una tienda de zapatos,
entre una clienta y una vendedora que se está probando un par. Observa cómo la
vendedora le da la razón tres veces a la clienta:
Clienta: «¡Qué zapatos tan cómodos!»
Vendedora: «Sí, es cierto. Son muy cómodos.»
«Además, me los puedo poner tanto para
ir al trabajo como los fines de Clienta: semana.»
Vendedora: «Sí, eso es.»
Clienta: «Creo que me los quedo.»
Vendedora: «Buena decisión. Bien hecho.»
Como has visto en esta conversación, la vendedora permite que
sea la propia clienta quien descubra los aspectos positivos de los zapatos.
Después se limita a escuchar y darle la razón. Estos son los dos pasos:
Paso 1. La clienta ha descubierto por sí misma que los
zapatos son «cómodos», y que se los puede «poner tanto para ir a trabajar como
para los fines de semana», y también le dice que se los «lleva».
Paso 2. La vendedora no se corta en absoluto y le da la
razón tres veces en los tres aspectos que la clienta ha mencionado.
¿Cuántas veces le has dado la razón a tu
cliente durante tu visita?
Ahora tienes la misma situación, pero esta vez con una
vendedora enterada. El resultado que obtiene es muy distinto porque se comporta
de manera diferente:
Clienta: «¡Qué zapatos tan cómodos!»
Vendedora: «Sí, lo mejor es el tipo de piel. Una
maravilla.»
Clienta: «Me los puedo poner tanto para ir al
trabajo como los fines de semana.»
«Sí,
pero fíjate que esta piel es muy, muy suave. Te explico. Se trata de piel de
Vendedora: vaca, muy fina, que
transpira muy bien gracias a la porosidad conseguida en el proceso de
curtido...»
Clienta: «Ah, ya veo. No sé qué hacer.»
Vendedora: «Piénsatelo bien, que veo que dudas sobre el
tipo de piel.»
En esta situación la vendedora va a lo suyo, sólo le
importa lo que le interesa a ella, «la piel de vaca muy fina». Sólo ve lo que
es importante para sí misma. Además es sorda, no escucha lo que es importante
para su clienta. No valora los comentarios que le hace, y los deja pasar. Y
seguro que hasta le acompañará a la puerta para que se vaya a su casa a
pensárselo bien antes de decidirse a comprar los zapatos. Es decir, echa a la
clienta literalmente de la tienda. Si esa tienda vende, seguro que no es gracias
a esta vendedora, sino que es a pesar de ella. Muchas vendedoras tienen la
suerte de que les compran sus clientas.
Cuando
ves desde lejos a un vendedor y un comprador sentados a una mesa hablando,
¿cómo sabes quién vende y quién compra? Normalmente es el vendedor quien habla
todo el rato y gesticula, y el pobre cliente es el que asiente con su cabeza
porque no desea contradecir al vendedor para que no le cuente más rollos,
quiere que termine de hablar cuanto antes. A partir de ahora, debería ser al revés.
Que sea el comprador el que hable.
La venta se inicia con preguntas, y se construye escuchando
las respuestas y profundizando sobre las que son positivas. Vender es dejar que
tu cliente abra los regalos. En lugar de decirle a tu cliente lo que hay dentro
del regalo, es decir los beneficios de tu producto, le ayudas con tu buena
conversación a que sea él mismo quien descubra lo que hay dentro. Así se
sorprenderá y se emocionará. Y de eso se trata, de emocionar y de sorprender a
tus clientes. Recuerda que al cliente le motiva lo que él mismo descubre. Tu
cliente es el protagonista, deja que él saque el conejo de la chistera.
EJERCICIO 3
1.
Después de escuchar hasta la última gota, mira
tu hoja con los pensamientos afirmativos quehas pescado del caudal de tu
cliente, y formula alguna pregunta sobre alguno de esos pensamientos para que
tu cliente los alargue.
Ejemplos: «Ha mencionado que le permitirá agilizar los
procesos, ¿qué quiere decir?», o «¿En qué sentido se podrá beneficiar de esa
ventaja?», o «¿Y cómo que es tan importante para usted?», o
«No lo he entendido bien, ¿me lo podría
clarificar?»
2.
Después recapitulas y vuelves a preguntar sobre
la respuesta afirmativa que te acaba de dar tucliente. Es la manera de obtener
otro pensamiento afirmativo adicional. Así lo tienes encauzado por el carril
que te interesa.
LAS CLAVES
•
Con una pregunta alargas cada pensamiento
afirmativo que hayas pescado del caudal de palabras de tu cliente.
•
Clarifica por principio todas las afirmaciones
positivas de tu cliente.
•
Construyes tu camino a partir de las respuestas
de tu cliente.
•
Es tu cliente quien te vende a ti, no tú a él.
•
Evita la trampa de anticipar una solución, antes
tienes que llegar al átomo.
•
Cuando profundizas con tu cliente para que
desvele sus deseos subyacentes, le demuestrasinterés genuino.
•
Cuando dejas que tu cliente enfatice lo que
desea, le demuestras que entiendes lo que necesita.
•
Vende lo que le gusta a tu cliente, no lo que te
gusta a ti.
•
Para saber si has vendido, ¿quién ha dado la
razón a quién?
•
Vender es dejarle a tu cliente abrir los
regalos.
•
Los peces pequeños también cuentan, conviértelos
en hermosas truchas.
•
Es tu cliente quien convierte sus pequeños
comentarios afirmativos en grandes comentariosafirmativos.
•
Cimienta lo que te une a tu cliente.
•
Amplía todas las emociones positivas de tu
cliente.
4. INVITAS A TU CLIENTE A QUE SEA ÉL QUIEN
CONVIERTA SU MANIFESTACIÓN NEGATIVA EN OTRA AFIRMATIVA
Ya le has expuesto a tu cliente todas
las excelencias de tu producto. Le miras, y le preguntas: «¿Qué le parece?» Y
te contesta: «Está bien, pero...» «¡No, llegó la objeción! ¿Cómo es posible que
me ponga ahora una pega?», te preguntas. Y para no perder la venta reaccionas
rápidamente al «pero» de tu cliente con un «pero es que mi producto...», y le
pierdes.
Cuando le das varias razones preparadas a tu cliente
destrozas su observación. Primero, porque parece que te estás defendiendo;
segundo, porque no tienes en cuenta su opinión; y tercero, porque cuando
antepones un «pero» a tu respuesta le estás alertando de que le vas a
contradecir. A todos los clientes les gusta que se tengan en cuenta sus
opiniones y que sean bien recibidas.
Como regla general, valora siempre lo que diga tu
cliente, ya sea una objeción o un comentario afirmativo
Que no cunda el pánico con las objeciones porque tu cliente
no te ha dicho literalmente «no me interesa», en su lugar ha hecho algo
distinto, se ha molestado en pensar primero, y expresarte después ese
comentario. ¿No es posible que también te pueda estar diciendo que tu producto
le interesa y que necesita que le ayudes a convencerle?
Sobre el tratamiento de las objeciones se han inventado
muchas teorías con muy buena intención, para que nuestros comportamientos
parezcan lógicos. Desde frases como que «las objeciones son un tesoro», o «una
objeción es un regalo», hasta técnicas para tratarlas como si fueran un virus.
Yo soy vendedor, y si pudiera elegir, preferiría que los clientes no me
pusieran pegas. Ojalá no hubiera objeciones porque son una barrera entre ambos.
A ningún vendedor le gustan las barreras. No le pierdas el respeto a las
objeciones, pero tampoco las bendigas cuando aparezcan.
Empieza contigo mismo. ¿Cómo percibes la objeción desde tu
filtro? Porque si la consideras un freno para vender, se convertirá en un freno
para ti. Si tu percepción es negativa, tu comportamiento será también negativo.
Para positivar tu filtro, piensa que
lo bueno de una objeción es que, primero, te revela más información sobre tu
cliente; y segundo, te confirma que se puede tomar en serio tu propuesta.
UNA OBJECIÓN ES UN PENSAMIENTO MÁS DE TU
CLIENTE
Es una idea más que pasa por la cabeza
de tu cliente, entre las infinitas ideas que desfilan por su mente. Es
simplemente un pensamiento que se desvía de tu objetivo, que circula en una
dirección que no te interesa. Es del todo normal que le vengan a tu cliente
todo tipo de pensamientos, objeciones incluidas.
¿Qué importancia le da tu cliente a esa objeción? ¿Lo sabes
de verdad o es una suposición? Cuando tu cliente afirma que «tu producto es
caro», o «este modelo de coche consume mucha gasolina», es posible que
solamente quiera dejar claro que es consciente de la existencia de ese aspecto
de tu producto. Tal vez ya tenga su decisión de compra tomada desde hace tiempo
y necesita que le animes, o simplemente quiere dejarte claro un comentario. Es
muy posible que esa coletilla, que percibes en forma de objeción, sea
simplemente eso, una ocurrencia, un pensamiento fugaz en ese momento.
¿Sacan tus clientes las objeciones como excusas para que
les dejes en paz? ¿Por qué no quieren decirte directamente que no? Evita que
tus clientes pasen por ese mal trago de verse forzados a sacar una objeción.
¿No sería mejor prevenir la objeción en lugar de tratarla?
¿QUIERES REDUCIR EL
NÚMERO DE OBJECIONES?
Es fácil, haz menos afirmaciones. Una
objeción es una razón que se opone a una afirmación con el fin de refutarla. Es
una razón que tu cliente saca para rebatir una afirmación que tú has hecho. Así
que, cuantas menos afirmaciones hagas, menos objeciones sacará tu cliente.
Haz
menos afirmaciones, vendrán menos objeciones
Cuando afirmas estás imponiendo tu punto de vista y
provocas sin querer una reacción en tu cliente que te conducirá inevitablemente
a una discusión y no a una conversación fluida. Si avivas esa discusión el
cliente se reafirmará cada vez más en sus propias ideas y se cerrará en sus
convicciones y creencias. Si sacas una razón, tu cliente sacará otra; si sacas
una segunda, él sacará una tercera. Y así hasta que se rompa o se bloquee la
conversación porque entraréis dentro del imparable ciclo de ataque y defensa. Gana una discusión con tu cliente y
perderás la venta. En lugar de afirmar y usar argumentos, haz que fluya tu
conversación con las preguntas y las respuestas. Aviva las conversaciones, no
las discusiones.
Presenta tus argumentos en forma de preguntas,
evitarás que sean refutados
LOS VENDEDORES CREAN LAS OBJECIONES
¿Qué provoca que reacciones ante las
objeciones? En primer lugar, tu mente está muy alerta ante cualquier comentario
negativo de tu cliente, y en el momento que sale la objeción reaccionas porque
saltan tus alarmas. En ese instante sólo ves la objeción y te enfocas en ella
porque te molesta. En segundo lugar, estás tan identificado, tan apegado en tus
opiniones que en el momento que el cliente opina de forma distinta, saltas
porque no puedes aceptarlo. Pierdes la perspectiva y el dominio de tu propio
comportamiento.
Reacciona ante los comentarios afirmativos,
nunca ante las objeciones
Si sigues los dos pasos siguientes
reducirás el número de objeciones que tú mismo creas:
1. No ofrezcas nunca
beneficios que el cliente no te haya expresado. En las simulaciones de
venta que realizamos en nuestros talleres observamos que hay algunos vendedores
que obtienen el triple de objeciones que otros vendedores. Ocurre así porque
cargan a sus clientes con beneficios que no les han pedido. Así es como ellos
mismos las generan inconscientemente:
«Este coche dispone de un sistema de
puntos de anclaje para montar la silla de Vendedor:
sus niños de forma rápida y segura.»
Cliente: «Gracias, pero no me interesa.»
Vendedor: «Pues debería, porque la seguridad de los
niños es prioritaria.» Cliente: «Mis
hijos ya van a la universidad.»
Antes de sermonearle y regalarle características, ventajas
y beneficios que tu cliente no te ha pedido, debes investigar con preguntas lo
que quiere.
Tus clientes valoran lo que ellos te piden, no
lo que tú les regalas
En el ejemplo siguiente, un cliente quiere comprar un coche
nuevo. Verás que el vendedor, en lugar de afirmarle que «este coche es muy
rápido», lo plantea en forma de pregunta para evitar que el cliente se reafirme
en la objeción. Recuerda que quien afirma se arriesga a ser juzgado.
Vendedor: «¿Qué le parece que este coche sea
rápido?»
Cliente: «Yo lo que busco es sobre todo
comodidad y que el maletero sea grande.»
Si el vendedor insistiera en la rapidez del coche, el
cliente le sacaría una objeción. Es como una tarjeta amarilla al vendedor que
le señala que va por el camino equivocado. Es más rentable que el vendedor siga
por la corriente del cliente con preguntas. Así evita crear más objeciones y
hace que fluya la conversación hacia la idea de «comodidad y que el maletero
sea grande».
No le lleves la contraria a tu cliente,
síguele en su corriente
Paso 1. Pregunta para descubrir lo que tu cliente valora
más. Escucha su respuesta y si te interesa la clarificas.
Paso 2. Conduce la conversación junto con tu cliente hacia
aquellas características de tu producto que cubren lo que él valora. Que la
conversación gire sobre los beneficios que tu cliente te ha expresado, y no
sobre los que tú le has mencionado. Si le ofreces un beneficio que tu cliente
no te ha comentado, crearás una objeción.
La
mejor manera de tratarla, no crearla
El cliente levanta la barrera de la objeción como reacción
a tus palabras. Aquí tienes otro ejemplo:
Vendedor: «Mis carcasas para el móvil son ecológicas
porque no contienen PVC.»
Cliente: «Para mí eso de la ecología no es tan
importante.»
En el caso anterior el inexperto vendedor le habla con
torpeza de la «ecología» cuando el cliente no ha mencionado esa característica
en ningún momento. ¿A quién le interesa la ecología, al cliente o al vendedor?
Lo que le interesa a ese cliente, y que el vendedor no le ha dejado expresar,
son los colores de las carcasas, no que carezcan de PVC, ni la ecología. Si el
vendedor hubiera investigado y escuchado la importancia que su cliente da a los
colores de las carcasas, habría evitado esa objeción. Dirigir la conversación
por la ecología, en este caso, levantará barreras y surgirán las objeciones.
Encauzar la conversación por la parte de los colores hará que la conversación
fluya en la dirección correcta.
Es insólito que aún haya vendedores que generen ellos mismos
objeciones
2. No le des muchas
razones. Cuando llegabas de madrugada a tu casa en tu época de estudiante y
veías que tu madre te esperaba despierta, ¿le dabas muchas explicaciones para
justificar tu retraso?
«¡No te
lo vas a creer mamá! Resulta que se nos ha pinchado la rueda y cuando
Tú: hemos querido cambiarla no teníamos
gato para levantar el coche. Entonces nos dimos cuenta de que la otra rueda
también estaba pinchada y...» Madre: «Cuantas más explicaciones me das, menos
te creo.»
Hay vendedores que creen que si utilizan muchos argumentos,
y de mucho peso, les servirá para
convencer. Por eso le dan a su cliente muchas razones para que la balanza se
incline a su favor, ¡pero se inclina en su contra! Piénsalo, si ofrecer muchas
razones sirviera para convencer a tus clientes, este libro se centraría en
darte una lista con las cien razones de oro de mucho peso para convencer a tus clientes. No por dar más razones se
inclinará la cesta de la balanza a tu favor. ¿Por qué ocurre así? Porque la razón
que más convence a tu cliente es la suya, no las cien de oro tuyas.
Aquí tienes de nuevo la misma situación de antes. Verás que
se complica porque una vez que el vendedor ha creado la objeción, en lugar de
esquivarla, la refuerza y empeora la situación.
Vendedor: «Mis fundas para el móvil son ecológicas, no
contienen PVC.»
«Gracias, pero es que para mí eso de
la ecología no es importante. A mí me Cliente: interesan los colores...»
«¡Cómo
que no es importante la ecología! Es muy importante, piense en los
Vendedor: animales, en la naturaleza,
en el mundo que vamos a dejar a nuestras generaciones futuras...»
Cliente: «Lo siento, pero no me interesa.»
No por
darle más explicaciones a tu cliente percibirá que tienes más razón. En
realidad, cuantas más razones das, más se diluyen. Cada argumento que utilizas
es más débil que el anterior, se rebaja por sí mismo. Las razones débiles
diluyen las fuertes. Diluirás la poca razón que tengas y aumentarás el riesgo
de crear objeciones.
No
por dar más razones eres más persuasivo
Tus clientes compran la mayoría de las veces por una sola
razón, no por las cien razones que tenga tu producto. Todos tus clientes tienen
un botón caliente, una chispa que hace saltar su emoción para decidirse a
comprar. Tu objetivo es descubrir el botón que hace saltar esa chispa. Aquí
tienes un ejemplo que nos cuenta el autor canadiense Brian Tracy.
El vendedor esperaba a un matrimonio interesado en comprar
una de sus casas. Observó que la mujer se detuvo frente a la casa porque
descubrió algo que captó su atención, un bello cerezo florido en el jardín de
la entrada. «¡Oh cariño, mira que cerezo florido!», exclamó. «Había uno así en
la casa de mis padres. Siempre soñé en vivir en una casa que tuviera un
cerezo.»
Al entrar en el salón de la casa el marido dijo: «La madera
del suelo está bastante deteriorada, tendrá que cambiarla.» «Sí, es aconsejable
cambiarla», comentó el vendedor. Y añadió: «Y si mira por la ventana de este
salón verá claramente ese cerezo tan florido.» La mujer giró su cabeza, vio el
cerezo y sonrió. En la cocina el marido exclamó: «Qué viejos son los muebles de
esta cocina.» «Sí», dijo el vendedor. «Y si mira por la ventana también verá
desde aquí ese bello cerezo florido», respondió. Subieron al dormitorio
principal: «Hay que cambiar la moqueta de esta habitación.» «Sí, es cierto, y
cuando se asome por la ventana verá ese precioso cerezo florido.» La mujer
estaba tan ilusionada por el cerezo florido y sus recuerdos de niñez, que no
quiso ver nada más. La decisión de compra estaba tomada. El vendedor identificó
el punto de interés.
¿Y tú, sabes cuál es el cerezo florido que valoran tus
clientes? En cada uno de tus productos se esconde siempre un cerezo florido.
Por eso tus productos vienen sin terminar, te falta encontrar el cerezo florido
junto con tu cliente para acabarlo. A tu cliente no le interesan todas las
características que pueda tener tu producto, con una le basta. Es sólo una la
que le impulsa a comprar. ¿Qué hacen los mineros en el momento que encuentran
una veta? Profundizan en ella porque es un filón. Descubre ese filón y
profundiza en él. No sobrecargues a tus clientes con otros beneficios
adicionales.
No
le des tantas razones, crearás más objeciones
Para empezar a descubrir la razón de compra de tus futuros
clientes, puedes empezar con los actuales. ¿Qué es lo que les ha emocionado,
entusiasmado, conmovido a tus clientes actuales? Si hablas con alguno de ellos,
muy probablemente descubrirás que el 80 por ciento te habrá comprado por una
misma razón. Anótala, y en tu próxima visita asegúrate de que la dejarás caer
de pasada, que la mencionarás sin forzar para que tu cliente pueda saltar sobre
ella. La clienta del cerezo florido se olvidó de todas las características de
la casa, de la fachada, de los metros cuadrados, del tipo de pintura, del
acabado de la madera, de los muebles de la cocina, pero nunca olvidó lo que el
vendedor le hizo sentir.
Tus clientes olvidan lo que les dices, no lo
que les haces sentir
LAS OBJECIONES SE PREVIENEN
Neil Rackham,[6] autor británico experto en
psicología experimental, descubrió en un ejercicio con un grupo de vendedores
de una empresa del sur de Estados Unidos que es más útil prevenir las
objeciones que curarlas. En el experimento se partía de la presuposición de que
todos los vendedores se enfrentarían al mismo número de objeciones porque
vendían el mismo producto y a los mismos clientes. En la práctica real no fue
así porque, aunque todos trabajaban en la misma empresa, hubo diferencias en el
número de objeciones a las que cada uno se enfrentaba. Incluso hubo alguno que
tuvo que hacer frente a diez veces más objeciones que el resto de sus
compañeros. Ocurría así porque tal como vimos antes, ofrecían más ventajas y
beneficios a sus clientes que los vendedores que se enfrentaban a menos
objeciones.
La
solución para una objeción, su prevención
Los vendedores con más experiencia se enfrentaban a menos
objeciones que los principiantes porque ofrecían menos razones para comprar.
Así se quitaban de encima la mitad de las objeciones porque en lugar de
tratarlas, las prevenían. Cuando se trató la causa y no el síntoma, se
consiguió que el número medio de objeciones por vendedor se redujera
exactamente un 55 por ciento. Haz tú lo mismo. Trata la causa de la objeción,
mejor que el síntoma, y te quitarás la mitad de ellas. Cuantas más veces
resaltes las afirmaciones positivas de tu cliente, menos objeciones vendrán.
1.
¿Cuándo
es el mejor momento para tratarlas? Antes de que se produzcan. Cuando tu
cliente te expresa una objeción ya es tarde, porque como la ha verbalizado ha
colocado una impresión negativa en su mente consciente. Como consecuencia se
verá obligado a seguir buscando más negativos para comportarse coherentemente
con lo que ha expresado. Un negativo le lleva a otro negativo. No le facilites
que te exprese ninguna impresión negativa porque buscará más negativos en tu
producto para tener razón.
Nos ocurre a todos. Cuando entras en tu habitación del
hotel y ves una cucaracha muerta en el baño, tu mente rápidamente se pone
alerta por si hay más cucas. O cuando te presentan a alguien que de entrada no
te cae bien, tu mente se prepara para buscar más aspectos que no te gusten de
esa persona. También funciona en el sentido positivo. Si alguien, de entrada te
cae bien, es posible que pienses «qué simpática es esta persona», y entonces
buscarás más aspectos positivos para confirmar que efectivamente tienes razón.
Estás alerta a lo positivo. Qué casualidad que cuando una mujer está embarazada
vea por la calle muchas mujeres embarazadas. Pon una impresión positiva en la
mente de tu cliente y empezarás a encauzarle en la línea de pensamiento
correcto.
En un experimento del psicólogo estadounidense e israelí,
Daniel Kahneman,[7]
premio Nobel en 2002, en el que los participantes podían ganar o perder 50
dólares, concluyó que a las personas nos molesta más la pérdida de dinero que
la ganancia. En los estudios también se descubrió que los eventos negativos
tienen efectos más duraderos sobre las emociones que los acontecimientos
positivos. Incluso hasta creemos que las personas que hacen comentarios
negativos parecen que son más inteligentes y esto nos hace que le demos más
valor a sus comentarios. Si una persona se hace una mala primera impresión de
otra, lo recordará con más facilidad que si fuera una buena primera impresión.
Es más, incluso le será más difícil convertir esa impresión negativa en una
positiva. El impacto de lo negativo en el ser humano es mayor que el de lo
positivo.
2.
Adelántate
a las objeciones de tus clientes. ¿Cuáles son las objeciones más usuales
que te sacan tus clientes? Cuando las tengas anotadas, te preparas, y te
adelantas a ellas durante la visita antes de que tu cliente las exprese.
Te
adelantas a la objeción antes de que tome cuerpo
Imagina que vendes cursos de ventas y notas que muchos
clientes te sacan siempre la misma pega: «Como comprenderás, mi gente ya ha
recibido muchos cursos de ventas.» En este caso, te anticipas a su objeción
antes de que la verbalice. Le puedes decir con antelación que «este curso está
dirigido sobre todo a personas que tengan mucha formación en ventas. ¿Qué
formación ha recibido su equipo en ventas?». Así evitas que la objeción tome
cuerpo y la desmontas antes. Es como si la desactivaras.
Transforma
la objeción en una razón para comprar
TUS CLIENTES SE DISTRAEN CON BASTANTE FACILIDAD
Cuando tu cliente te saca varias
objeciones durante la conversación de ventas, ¿te las vuelve a repasar todas de
nuevo después, una a una, o se olvida de la mayoría de ellas? ¿Sabes por qué tu
cliente no entra de nuevo al trapo sobre todas las objeciones? Porque se
olvidan. Ocurre así porque lo que para tu cliente es importante en un momento
dado, luego, con el paso del tiempo, deja de serlo.
Imagina que estás esperando en la cola del cine y tienes
diez personas delante de ti. Es el día del estreno y no te quieres quedar sin
tu entrada. La cola va avanzando lentamente hasta que ya estás casi en la
taquilla. Sólo te queda una persona delante. Es un joven que lleva una gorra
roja, y que pide cinco entradas. Es tu turno: «Una entrada, por favor.» Y la
taquillera te contesta: «Agotadas. El chico de la gorra roja se ha llevado las
últimas cinco.» «¡Por culpa del de la gorra roja, que se ha llevado las cinco
últimas, me he quedado sin entrada!», lamentas, y no tienes en cuenta a las
otras nueve personas que estaban también delante esperando en la cola, y que
son igual de responsables de que no
tengas tu entrada. En tu mente sólo hay lugar para un solo pensamiento, el de
la gorra roja, y olvidas a los otros nueve. A tu cliente le ocurre exactamente
lo mismo cuando plantea varias objeciones, se olvida de la mayoría de ellas.
Y así lo hemos observado en las simulaciones con directivos
y vendedores en nuestros talleres. El participante en el papel de cliente saca
durante la conversación de ventas varias objeciones que el vendedor no escucha
en ese momento porque está más pendiente de sus
cosas, y, sin querer, las deja pasar. Pues bien, el cliente sólo vuelve
sobre el 30 por ciento de las objeciones que ha planteado antes. Se olvida del
70 por ciento de las objeciones que él mismo plantea.
Vamos a la deriva con los pensamientos. ¿Te ha ocurrido
alguna vez que cuando estás hablando con tus amigos pasáis de un tema a otro
sin ningún orden? Os distraéis con mucha facilidad, y una idea lleva a otra.
¿Sabes cómo resolver una discusión acalorada entre dos compañeros en una
reunión? Haciendo una pausa de diez minutos. Sólo eso basta para calmar la
tensión porque cuando vuelven a la reunión, el motivo de la discusión anterior
deja de ser importante, porque durante la pausa ha surgido otro asunto más
significativo en ese momento.
El 70 por ciento de las objeciones que
plantean los clientes se olvidan, sólo un 30 por ciento vuelve sobre ellas
Varios estudios de neuropsicología, entre ellos los de la
doctora Feggy Ostrosky-Shejet, concluyen que el cerebro nunca desconecta,
simplemente deja de atender en una cosa para poder fijarse en otra. Comúnmente
lo llamamos despiste. Tu cliente se despista con bastante facilidad. Los
psicólogos señalan que la mente vagabundea. Es decir, que mientras que tú le
hablas al cliente durante un buen rato, su mente piensa en otras tareas, como
lo que tiene que hacer luego, sus compromisos pendientes, el correo
electrónico, y al final te pregunta «¿qué decías?». Los estudios de la doctora
en psicología, la noruega May-Britt Moser, señalan que el cerebro funciona por
paquetes de recuerdos. Para que el cerebro pueda cambiar de un paquete de recuerdos
a otro, hasta ocho veces por segundo, tiene que hacerlo obligadamente de forma
alterna.
¿Te has olvidado alguna vez el móvil, las llaves o la
cartera? A todos nos pasa, incluso a tu mejor cliente. Si tu mejor cliente se
olvida de cosas tan importantes como la cartera o el móvil, ¿cómo no se va a
olvidar de algunas objeciones? Esta idea es utilizada tanto por los magos como
por los conferenciantes. Así, cuando cometen algún error, o se quedan en
blanco, siguen hacia delante como si nada hubiera pasado, y el público ni se da
cuenta. Y los que se dan cuenta, se olvidan.
Es muy normal que tu cliente se olvide de la
objeción si no le prestas más atención
TUS CLIENTES PIENSAN EN UNA SOLA DIRECCIÓN
Imagina esta situación. Estás
conduciendo y no te quitas de la cabeza un impagado de un cliente, entras en un
túnel y enciendes las luces de cruce porque está a oscuras. Cuando estás dentro
del túnel te viene a la cabeza las malas notas de tu hijo. Sales del túnel y un
vehículo que circula por el carril contrario te hace ráfagas porque te has
olvidado de apagar las luces de cruce. Esto te ocurre porque las notas de tu
hijo ocupan todo tu pensamiento en ese momento, y ya no hay espacio para la
idea de apagar las luces cuando has salido del túnel. Simplemente te has
olvidado. Cuando te avisan con las ráfagas, entra en tu mente la idea de
apagarlas y sale la idea de las notas de tu hijo. Mira si es poderoso este
concepto de que sólo puedes tener en la cabeza una sola idea en un momento
dado, que hasta es posible que en este momento ni te acuerdes del impagado de
antes de entrar en el túnel.
Por eso interrumpes a tu cliente durante la conversación de
ventas, porque cuando te dice algo, te viene a la cabeza una idea relacionada
con lo que te ha dicho, que ocupa toda tu mente, y necesitas contársela para
quitártela de encima porque si no lo haces se te olvida. Es un pensamiento que
te arde tanto en la lengua que necesitas expresarlo, e interrumpes. Si el
cliente sigue hablando y no te permite que le interrumpas, pasados unos minutos
es posible que ya ni te acuerdes de lo que le querías decir. Te olvidas porque
te viene una segunda idea, una tercera o una cuarta que saca a la primera y
ocupa su lugar.
Imagina ahora que conduces el autobús escolar que lleva a
los niños al colegio. En la primera parada suben cinco niños y dos niñas. En la
segunda parada suben tantos niños como niñas han subido en la primera parada, y
tantas niñas como niños subieron. En la tercera parada suben el doble de niñas
que subieron en la segunda parada y la mitad de niños que subieron en la
segunda parada. Finalmente, en la última parada antes de llegar a la escuela,
suben tantos niños como niñas hay en el autobús, y ninguna niña. Sin releer el
enunciado, estimado lector, eres capaz de decirme ¿cómo se llama el conductor
del autobús?
Afortunadamente, a tu cliente le ocurre lo mismo. Como se
distrae con bastante facilidad se olvida de la mayoría de las objeciones.
Solamente puede tener una sola idea en su cabeza en un momento dado, y luego no
recuerda todas las objeciones que te ha planteado. En un preciso instante, su
objeción ocupa toda su mente y por eso la expresa, luego le viene otra idea que
ocupa el lugar de la anterior y se olvida.
Tus clientes piensan en monocanal y en una
sola dirección
Conscientes de este hecho, se han puesto en marcha campañas
en muchos países para evitar que los conductores envíen mensajes de texto
mientras conducen porque no pueden hacer las dos cosas a la vez. Las
estadísticas de la National Safety Council del año 2013 en Estados Unidos lo
demuestran con los 1.600.000 accidentes, sólo en Estados Unidos, provocados por
enviar mensajes por el móvil al mismo tiempo que se conduce. El 25 por ciento
de los accidentes de automóvil en Estados Unidos son consecuencia del texting & driving. Es la conducción
inconsciente. A todos nos ha ocurrido alguna vez que hemos conducido en
automático durante unos segundos, sin ser conscientes de por dónde vamos. Es el
subconsciente el que en ese momento dirige nuestro comportamiento.
«Nuestro cerebro, tanto el de los hombres como el de las
mujeres, no puede hacer dos cosas a la vez. De ahí que los magos nos puedan
distraer para hacer sus trucos», asegura Susana MartínezConde, directora del
Barrow Neurological Institute de Phoenix en Arizona. Tu mente sólo puede
cambiar tu atención de una cosa a otra, no está diseñada para prestar atención
a dos cosas a la vez. Ni siquiera las mujeres. Por cierto, ¿sabes cómo te
puedes olvidar de un impagado?, con otro impagado. Y si te duele el brazo, ¿sabes
cuál es la mejor manera de quitarte ese dolor? Que alguien te dé un buen
pisotón en el dedo gordo del pie. En ese momento te dolerá tanto que te
olvidarás del dolor anterior. Y es que incluso hasta en el dolor pensamos en
una única dirección.
Haz la prueba ahora mismo. En la ilustración, para ver el
cubo del centro tienes que olvidarte de los cubos de los lados. Para ver los
cubos de los lados, tienes que desenfocar el del centro. Incluso tampoco podrás
ver nítidamente, al detalle, los cubos de los lados al mismo tiempo.
Harold Pashler,[8] profesor de psicología en la Universidad
de California en San Diego nos confirma que existe una severa dificultad para
hacer dos tareas al mismo tiempo, y hacerlas bien, porque se produce lo que él
llama un cuello de botella.
¿Qué utilidad tiene este hecho? Cuando tu cliente saque una
objeción, no reacciones de inmediato, no la trates en ese momento. Déjala
pasar, porque en ese instante es importante para él, pero luego, al rato, puede
dejar de serlo. Que se distraiga con otras ideas más interesantes. Creemos que
nuestro cliente es consciente de todo lo que sucede a su alrededor y por lo
general se pierde el 95 por ciento de lo que le ocurre.
En nuestras observaciones, cuando algún participante me
plantea una pregunta que no puedo contestar en ese momento, bien porque no sé
la respuesta o porque la debo contestar más adelante, le digo: «Contestaré a
esa pregunta el próximo día.» Pues bien, se da siempre este hecho. ¡Nunca
vuelve sobre ella al siguiente día!, porque ni se acuerda. Ocurre el 95 por
ciento de las veces, porque en el momento en que plantea la pregunta es
importante para él, pero al día siguiente deja de serlo. El participante se ha
distraído con otras cosas. Cuando
comparto con ellos esta realidad, se sorprenden y, con buen sentido del humor,
anotan la pregunta para que no se les olvide el próximo día.
LAS OBJECIONES NO SE CONTESTAN
Cuando tu cliente hace un comentario
como que «tu precio es muy caro», ¿piensas que lo hace para herirte o lo hace
para expresar su punto de vista en ese momento? ¿Qué es lo que está en juego
cuando saca la objeción, vuestra diferencia de opinión o el orgullo? Esa es la
causa de que reacciones a las objeciones. Tu ego.
1.
Si contestas a una objeción para debilitarla,
conseguirás reforzarla porque tu cliente se veráobligado a defenderla con
argumentos porque lo que está en cuestión es su orgullo.
2.
Si contestas a la objeción, tu cliente duda de
tu respuesta. Si logras que sea él quien laconteste, ¿crees que dudará de su
propia respuesta?
3.
Si contestas a la objeción para convencer al
cliente de que está equivocado, te pondrá otraobjeción. Si se la resuelves, te
planteará una segunda. El proceso os conducirá a ver si tú tienes más capacidad
en resolverlas o él en ponerlas. Tendrás que demostrarle continuamente que es
él precisamente quien estaba equivocado. A nadie le gusta que le insinúen que
está equivocado.
Los vendedores tenemos una tendencia natural a tomar muy en
serio todos los comentarios negativos del cliente y contestamos a esos comentarios con explicaciones, porque nos
molestan. Queremos dejarle claro que «el precio no es tan caro» y añadimos
argumentos para explicarnos. Es muy normal que por ejemplo los vendedores
contesten a la frase «tu precio es muy caro», diciendo «es caro porque tiene
calidad», o «depende con qué compare usted el precio», y demás comentarios
defensivos que no aportan valor a la conversación. Quieren reforzar su
argumento con muchas razones, y provocan lo contrario, lo debilitan.
Cuantas
más respuestas le des, más riesgo tendrás
Cuanto más contestes a una objeción con razones, más le
abrirás el ángulo de réplica. Le facilitas que te conteste por varios flancos.
Como dispondrá de más opciones, elegirá la más débil para su contraataque. No quieras reforzar tu
argumento con una respuesta porque cada nueva respuesta que le des será siempre
más débil que la anterior. Cuantas más razones das, mas diluyes tu verdad.
A partir de hoy, y como regla general, no respondas a las
afirmaciones, sólo se contestan las preguntas. Contestar a una afirmación es
una justificación. Y cuando te justificas, te debilitas.
Las objeciones no se responden, sólo se
responden las preguntas
Imagina que tienes una cita por la mañana con tu cliente
más importante. Llegas una hora tarde porque no te ha sonado el despertador, te
has encontrado problemas de tráfico por unas obras en la carretera y has tenido
que llevar a tu hijo al médico por la mañana. Nada más entrar en la oficina de
tu cliente, su secretaria te dice: «Mi jefe ha preguntado por usted tres veces.
Dice que suba a verle urgentemente.» ¿Cómo te sientes? Entras en su despacho y,
nada más verle, ¿qué le dices? Seguramente le pedirás disculpas, le contarás
que has llegado tarde por el tráfico, el despertador, las obras de la
carretera, que has tenido que llevar a tu hijo al médico. ¿Por qué le das
tantas explicaciones a tu cliente? Porque como te sientes mal por llegar una
hora tarde, tu filtro empieza a generar imágenes negativas y, en consecuencia,
tu comportamiento es negativo para ser coherente con la imagen que te has
creado. Esta reacción natural te perjudica porque te comportas como
consecuencia de las imágenes que tú mismo te creas. Controla tus imágenes, y
controlarás también tu comportamiento.
El 80 por ciento de los participantes responden a las
objeciones porque simplemente les molesta y quieren defender su orgullo.
Reaccionan e inician una discusión con su cliente.
Un 10 por ciento de los participantes actúa en lugar de
reaccionar para defender su ego. Le dicen «sí» a la objeción, es decir, aceptan
que su cliente pueda sacarla.
El resto de los participantes, un 10 por ciento,
simplemente no reacciona a la objeción, se quedan callados, paralizados, porque
no la esperaban y no saben qué decir.
1. Responder a una
objeción es una justificación. ¿Te ha pedido tu cliente que le des tantas
explicaciones? Si no te las ha pedido, ¿para qué se las das? Si contestas a una
pregunta que no te han formulado te estarás justificando. Parecerá que te
defiendes, que te atrincheras. Aquí tienes distintas situaciones donde el
vendedor contesta a las afirmaciones de su cliente.
Juzga por ti mismo si ves debilidad.
Situación 1.
Cliente: «El precio es muy caro.»
«No es tan caro si lo compara con la
calidad que obtiene. Si quiere calidad Vendedor: entonces el precio es la
consecuencia directa de esa calidad porque...» Situación 2.
Cliente: «Ha llegado tarde, eso dice poco de
usted.»
«Es que he tenido problemas con el
tráfico y esta zona es muy complicada para Vendedor: aparcar, y resulta que
como...» Situación 3.
Cliente: «Su producto es horroroso. No hay quien
lo compre.»
«Hombre, no es tan horroroso. Yo creo
que ese tipo de comentarios no nos llevan Vendedor: a ninguna parte...»
Situación 4.
Cliente: «El pedido me ha llegado tarde. Eso me
demuestra tu interés. Así os va.»
«No diga eso, que yo sí que tengo
interés. Además, no ha sido culpa mía, son los Vendedor: de la empresa de
transportes que no hacen bien lo que tienen que hacer.»
Cada explicación que le das te hace más pequeño delante de
tu cliente. Parece como que si tu silla bajara de altura y la del cliente
subiera. Te sientes inferior. Si le das una explicación que no te ha pedido,
provocarás que tu cliente reaccione con otra afirmación. Si le das otra
explicación, él vendrá con otra afirmación más rotunda que la anterior. Te
estás excusando.
Tus
justificaciones marcan tus límites
En este ejemplo, el cliente hace afirmaciones y el vendedor
contesta a cada una de ellas como si fueran preguntas. Parece que se está
defendiendo.
Cliente: «El pedido ha llegado tarde.»
«Sí, pero es que han sido los de la
empresa de transportes que no anotaron bien Vendedor:
la fecha.»
Cliente: «Alguien se la daría mal.»
«Pero si se la dimos bien. Además,
pusimos una atención especial al ser su Vendedor: pedido.»
Cliente: «Tanta atención especial que ha
llegado tarde.»
«Pero no ha llegado tarde por culpa
nuestra. Nosotros siempre cumplimos las Vendedor:
fechas de entrega.»
Cliente: «Ya veo que cumplen. Como esta vez.»
Vendedor: «Es que esta vez ha sido mala suerte...»
Te justificas cuando contestas a una pregunta
que no te han formulado
2. Mantén tu silla a
la misma altura de tu cliente. ¿Cómo puedes mantener una conversación con
tu cliente al mismo nivel? ¿Cómo se consigue un verdadero diálogo de venta
entre adultos? Con cada respuesta que das a cada afirmación de tu cliente
empeoras las cosas porque parece que te estás excusando de algo. Para no
justificarte, es decir, responder a una pregunta que no te han formulado,
puedes dar los cuatro pasos de la ilustración.
Paso
1. Ante una afirmación de tu cliente, le escuchas hasta que caiga su última
gota.
Paso
2. Das el acuse de recibo para demostrarle que le has escuchado y valoras
su aportación.
Paso
3. No contestas a la afirmación de tu cliente. Si lo haces, te estarás
justificando.
Paso 4.
Preguntas para dirigir tú esa conversación hacia los carriles de pensamiento
que te interesan.
En el capítulo 1 nos quedó pendiente resolver la incómoda
situación del cretino del Financial Times
que se las daba de importante delante del público para demostrar lo enterado
que era. En lugar de luchar y discutir con este personaje, usas los cuatro pasos
que has visto ahora. Te refresco la escena de capítulo 1. Estás presentando tu
producto delante de cien potenciales clientes y delante de todos te dice:
«Precisamente hay un artículo que he
leído esta mañana en el Financial Times,
Cliente: que desmiente lo que usted dice.»
¿En el Financial Times? Parece un artículo
interesante, me gustaría verlo [acuse
Vendedor: de recibo]. ¿Qué le parece
si después de la presentación lo vemos? ¿Sí? [Preguntas para tomar el mando]
¿Cuál es su nombre, por favor?»
Cliente: «Mi nombre es Cretino, pero todos mis amigos me
llaman Enterado.»
Vendedor: «Muchas gracias Enterado por su aportación
[acuse de recibo extra].»
Este individuo interviene delante de todos para destacar,
impulsado por su deseo de parecer. Así le da algún sentido a su miserable vida.
No quiere escuchar ninguna respuesta, sólo dejar claro su deseo de parecer
delante de todos. Dale esa oportunidad con el acuse de recibo.
No importan las razones por las que tu cliente te plantee
objeciones. Si lo hace por miedo a ceder a tu influencia, por mantener la
sensación de control, por falta de interés, por espíritu crítico, para
convencerse del todo o para marcarse un tanto delante de su jefe. No es
relevante porque cada cliente tiene sus propios motivos, y a veces les cuesta
expresarlos, y lo que es aún más llamativo, cuanta más confianza tengan los
clientes en ti, más les costará expresar sus verdaderas objeciones. Ocurre muy
a menudo con los amigos que nos cuentan batallas y nos dan varias razones para no
ir a cenar, por ejemplo, porque no desean decirnos realmente que están cansados
y no les apetece.
Nosotros: «Oye, ¿qué te parece si cenamos el
viernes?»
«¡Huy!, el viernes no podré porque
viene mi suegra. Además el viernes es un mal día porque es el inicio del fin de
semana y tengo que organizar la casa, y fíjate yo Amigo: solo no doy abasto.
Además el viernes se pondrá mi hija con fiebre seguro, y tendré que
atenderla...»
Alarga tu explicación y reducirás tu poder de
persuasión
¿Cuáles son las cinco objeciones más frecuentes que
plantean tus clientes? Anótalas para que no te sorprendan cuando salgan. De
esta forma hasta te alegrarás de que tu cliente saque una de ellas porque
estarás preparado, no para contestarla, sino para dirigir la conversación tal
como has visto antes.
TODO TIENE DOS CARAS
Todos los productos tienen su lado
positivo y su lado negativo. Por ejemplo, un Ferrari tiene mucha potencia,
aceleración, velocidad y estatus. Y también tiene su lado negativo, consume
mucha gasolina, el mantenimiento es caro, no puedes llevar un sofá ni a tus
suegros. Si ves la objeción como un problema, se convertirá en un problema para
ti, y comenzarás a defenderte y a moverte en la silla. Empezarás a
justificarte.
Toda objeción tiene su lado positivo, al igual que toda
moneda tiene dos caras. Es la dualidad que existe en el universo. El cielo y el
infierno, la izquierda y la derecha, los moros y cristianos. El lado oscuro y
el luminoso. Es el yin y el yang. El positivo y el negativo. Intenta todo lo
que puedas que tu cliente permanezca en la parte positiva de la moneda.
En el ejemplo del Ferrari, la potencia del deportivo es la
cara positiva de la moneda, el consumo es la cara negativa. Explora con las
preguntas correctas, y la escucha, la cara positiva. Muchos principiantes
desaprovechan la existencia de las dos caras de la misma moneda porque no lo
perciben como una oportunidad. Con sus comentarios hacen que su cliente caiga
en el reverso porque enfocan la conversación hacia ese lado negativo. Estos son
los comportamientos naturales que muchos vendedores ponen en práctica de forma
inconsciente:
1.
Dejan pasar flechas positivas. Es decir, no
escuchan las ideas afirmativas que ha mencionadosu cliente sobre su producto.
Se recrean poco tiempo en esos aspectos positivos.
2.
No alargan flechas positivas. Malgastan los
aspectos positivos que ha mencionado su cliente,en lugar de darles todo el peso
posible.
3.
Crean flechas negativas. ¡Qué ironía! El propio
vendedor formula preguntas, o hace afirmaciones, que despiertan ideas
antagónicas en la mente de su cliente. Después, no se conforman con hacer sólo
eso sino que además discuten con su cliente.
Así creas flechas negativas
1.
Con preguntas negativas. Por ejemplo, si
preguntas «¿hay algún problema?». Y, claro, el cliente aunque no vea ningún
problema, los buscará porque le has enfocado en ello.
2.
Con afirmaciones negativas. Por ejemplo, cuando
afirmas: «No te preocupes que no perderásdinero.» El filtro del cliente se pone
a trabajar y crea la imagen de estar perdiendo dinero.
3.
Con discusiones negativas. Cuando contradices a
tu cliente. Por ejemplo, si el cliente te dice: «Su producto no puede hacerlo.»
Y replicas: «¡Sí que lo puede hacer!» Entras en una discusión que consigue
alargar la afirmación negativa de tu cliente, y enfocas la conversación hacia
una dirección de pensamiento errónea. Olvidas la cara positiva de la moneda y
caes en el lado oscuro. Que tu cliente permanezca en la cara positiva más
tiempo.
4.
Con el abuso del «sí, pero...». El «pero»
levanta barreras y rechazo en tu cliente. El «pero»resta y despierta el antagonismo,
justo lo contrario que persigues. Es mejor que uses la palabra «y» en su lugar.
Elimina, de una vez por todas, la palabrita «pero» de tu vocabulario comercial,
¡y de cualquier tipo de conversación! Si en su lugar dices «y», tu capacidad de
comunicación aumentará.
Los anuncios publicitarios están infectados de siperosis porque se abusa del «pero».
En lugar de decir «y ahora más barato» o «y ahora en paquete familiar», dicen
«pero ahora más barato» o «pero ahora en paquete familiar». Ellos mismo ponen
«peros» a su propio producto.
Que tu cliente muestre la objeción por su otra
cara
Se trata de mostrarle que existe otra
cara en la moneda de esa misma realidad. Después de seguir los pasos de la
última gota y el acuse de recibo, le iluminas el lado positivo de la moneda con
una pregunta para que sea él quien busque con su respuesta la solución.
Cliente: «Oye, este producto pesa mucho.»
Vendedor: «Sí, es cierto, ¿y sabes cuáles son las
ventajas de ese peso?»
Así consigues implicarle en la solución. Que sea tu cliente
quien encuentre la solución a su objeción, mientras que tú te limitas a
ayudarle a hacerlo. Como la solución es suya, tomará su decisión de comprar sin
esfuerzo. Así es como consigues que se entusiasme con tu oferta. Cuando un
cliente se entusiasma, quiere comprar. Nada convence más a tu cliente que
aquello que él mismo descubre. Si consigues que tu cliente te responda algo
positivo, ¡sigue por esa línea de pensamiento!, no le dejes abandonado. Pesca
su respuesta y luego la estiras con una segunda pregunta. Ya lo tienes
encauzado en la línea de pensamiento que buscas.
Cliente: «Oye, este producto pesa mucho.»
Vendedor: «Sí, es cierto, ¿y sabes cuáles son las
ventajas de ese peso?»
Cliente: «Pues no sé... Supongo que si pesa es
que los materiales son de calidad.» Vendedor: «Es
por eso, ¿y para qué es importante la calidad para ti?»
«Porque estoy harto de comprar
productos baratos y malos, prefiero lo que es Cliente:
bueno.»
Cuando es tu cliente quien resuelve la objeción,
se compromete con su solución
¿Y si tu cliente te
expresa un pensamiento que va en una dirección que te perjudica?
Paso
1. Cambias el rumbo. Y lo vas a hacer sin presentarle ninguna oposición, y
sin necesidad de demostrar nada. Si has metido la pata y ya ha surgido la
objeción porque la has creado con torpeza, cambias el rumbo de la conversación,
o de lo contrario tu cliente pensará que le empiezas a poner pegas. A ningún
cliente le gusta que le saquen objeciones.
Si has creado la objeción, cambia el rumbo de
la conversación
Aquí tienes a un vendedor que sin querer ha generado una
objeción al hacer una afirmación. Observa cómo se da cuenta de su torpeza y
esquiva la objeción mediante una pregunta bien dirigida:
Vendedor: «Mis fundas para el móvil son ecológicas, no
contienen PVC.»
Cliente: «Gracias, pero es que para mí eso de la
ecología no es importante.»
Vendedor: «Lo comprendo, y ¿qué es lo importante para
usted en una carcasa para móvil?»
Piensa en el movimiento de la bola de un cañón cuando sale
disparada en un determinado sentido. Cambiar el sentido de la bola requiere
mucho esfuerzo porque te toca primero pararla y luego direccionarla. Es más
fácil que cambies la dirección de la bola y no su sentido. Igualmente,
contradecir a tu cliente te cuesta más que redirigir su pensamiento hacia la
dirección que te interesa. El uso del acuse de recibo te servirá para hacerlo.
Así funciona:
Cliente: «El diseño de este vehículo es
impresionante, pero consume mucha gasolina.»
«Sí que consume, y es impresionante.
¿A qué se refiere cuando dice Vendedor:
impresionante?»
Primero valoras lo que te dice, con el acuse de recibo. No
presentas oposición, aunque te mueras por saltar y reaccionar a sus palabras.
No discutes con tu cliente, aunque quieras hacerlo, sobre todo si realmente
piensas en este caso que el consumo de gasolina no es tan alto. Si saltas
dándole un argumento, él sacará otro para rebatir tu objeción.
Los vendedores se quejan de las objeciones
de los clientes, cuando son ellos quienes se las ponen a sus clientes
Cuando dices «sí» a las palabras de tu cliente, a la
existencia de la objeción, le estás indicando que le has escuchado. Le
demuestras que estás atento y que valoras lo que él te dice. Tenga o no tenga
razón. En realidad quién tenga la razón
no está en juego en este momento, es la relación con el cliente lo que está en
juego y la buena dirección de la conversación. Después, con la pregunta «¿a qué
se refiere cuando dice...?», le diriges por el carril de pensamiento correcto,
para que sea él mismo quien desarrolle ese pensamiento que os beneficia a
ambos. Es decir, le sigues la corriente por
su cauce de pensamiento porque se trata de corriente afirmativa.
La flecha horizontal de la ilustración es el cauce de
pensamiento de tu cliente. Tal como ves, esa corriente arrastra varios
pensamientos negativos, y sólo uno positivo. Como no te interesa seguir por esa
línea de pensamiento negativa, cambias el rumbo. Para eso usas el acuse de recibo
y una pregunta correcta sobre el único pensamiento positivo que haya mencionado
tu cliente. Después, vas construyendo un segundo cauce con las respuestas de tu
cliente para cambiar el rumbo.
Tu cliente tiene siempre la libertad de optar por
contestarte lo que él quiera. Como no podrás forzarle a que te dé la respuesta
que tú deseas, procura que elija contestarte dentro del carril que necesitas.
Tu cliente lo hará encantado porque le motiva más su propia respuesta que la
que tú le des. Ayúdale entonces a que te responda en la dirección positiva de
pensamiento, se sentirá importante porque habrá llegado por sí mismo a la
conclusión que te acerca a la venta.
Debes estar alerta siempre para fortalecer las respuestas
que estén dentro del carril de pensamiento correcto. Cuando te comportas así,
desarrollas una relación de confianza porque como la respuesta la ha
descubierto el cliente, cuando la resaltas le valoras; y porque construyes la
conversación a partir de sus respuestas. Es decir, tienes en cuenta su punto de
vista, no el tuyo.
Paso 2. Dejas pasar
todas las flechas negativas. Las flechas negativas son las críticas de tu
cliente, los juicios de valor negativos sobre tu producto, tu empresa o sobre
ti. Si la flecha es negativa, la esquivas y dejas que pase de largo. Si la
flecha es positiva, te mueves para que te impacte de lleno.
Esta idea de dejar pasar las flechas negativas me causa
problemas en los talleres de venta porque algunos de los participantes se echan
las manos a la cabeza porque les sorprende. Les parece indecente y hacen
comentarios como este: «Alto, alto, Alejandro, ¿cómo voy a hacer eso con mi
cliente? ¡Ni hablar! No creo que sea lo adecuado hacerse el loco y desoír algo
que te dice tu cliente.
Seguro que si dejo pasar el cometario que
ha dicho se va a molestar.»
¿Les parece extraño desoír un comentario negativo de su
cliente y, sin embargo, no les parece tan extraño cuando desoyen los
comentarios positivos que ha descubierto por sí mismo su cliente? Si tu
cliente, que quiere comprarte un colchón, te dice: «Veo que eres un buen
vendedor pero este colchón parece muy duro, aunque tenga muy buena pinta.»
¿Cómo reaccionas? Pues como todos los vendedores, te centras en lo que te
molesta de su comentario y no en lo que para él ha mencionado como positivo. Es
decir, sin darte cuenta dejas pasar dos comentarios positivos que tu cliente ha
expresado sobre tu producto y sobre ti mismo: «eres un buen vendedor» y «este
colchón tiene buena pinta». Lo obvias, te importan un pito, pasas. ¿Sabes por
qué? Porque no te molestan esos comentarios positivos, no te causan ningún
problema. Lo que te causa un problema es que te diga que «pero este colchón
parece muy duro». ¡Eso no lo puedes aceptar! No se pueden quedar la cosas así.
¡De ninguna manera! Algo tienes que
decirle. Inconscientemente enfatizas lo que te aleja del otro, «pero este
colchón parece muy duro», y no enfatizas lo que te une al otro. Haces lo
contrario, dejas pasar lo positivo y remarcas lo negativo.
Un vendedor enfatiza lo que le une al cliente,
no lo que le separa
¿Cuántas veces en tus conversaciones de venta tu cliente ha
realizado comentarios positivos sobre tu producto o sobre ti mismo y los has
dejado pasar como si nada? No dejes pasar ese comentario. Es decir, ¿desoír un
comentario positivo de tu cliente es honesto y desoír un comentario negativo es
deshonesto? ¡Eso es de principiantes! Si tu cliente te dice que «eres un buen
vendedor», ¡no permitas que ese comentario se pierda en la oscuridad!
¡Ilumínalo! ¡Dale todo el peso posible! Eso se le llama vender.
«Veo que eres un buen vendedor y
aunque el motor de este cochazo es muy Cliente: potente, consume mucha
gasolina.»
Vendedor: «Un buen vendedor, ¿qué quiere decir?»
«Pues hombre, que me animo a comprar
un producto cuando el vendedor me lo Cliente:
explica bien.
Me transmite seguridad.» Vendedor: «¿Seguridad...?»
«Sí, seguridad. Piense que me aterra
equivocarme cuando compro un coche Cliente: porque hay vendedores sin
escrúpulos. Prefiero comprarle el coche a usted.»
Le apartas de la dirección de pensamiento que
no interesa
En la ilustración siguiente, el
pensamiento negativo ocupa toda la parte consciente de tu cliente. Como no hay
espacio para más en su parte consciente, el pensamiento positivo queda apartado
y perdido en la oscuridad, en alguna parte del fondo de su subconsciente. Lo
que te interesa ahora es que sea el pensamiento negativo el que se pierda en la
oscuridad. Para eso, te sugiero que hagas lo siguiente. Usa una pregunta para
iluminar el pensamiento positivo. Cuando tu cliente contesta a esa pregunta,
verbaliza ese pensamiento, lo que provoca que emerja desde su subconsciente
hasta su consciente. Ocupará toda su parte consciente, y como no hay espacio para
más, empujará el negativo hacia el fondo del subconsciente para que se pierda
allí.
Ocurre así porque, tal como viste, tu cliente sólo puede
tener en su parte consciente un único pensamiento en un momento dado. Utilizas
la pregunta como si fuera un foco en la noche.
Deja
que la objeción se pierda en la oscuridad
A partir de hoy, cuando oigas una objeción, no sufras, no
reacciones, no tragues saliva, no apartes la mirada ni pongas cara de «me
cachis, ya ha salido otra vez esa objeción». Simplemente déjala que se quede en
la oscuridad, desoyéndola.
¿Parece obvio? Pues no lo es tanto porque tenemos una
tendencia natural a reaccionar a lo negativo y no a lo positivo. De hecho,
fieles a nuestra tendencia a enfocarnos en lo negativo, usamos más palabras
negativas que positivas. Así se demuestra en varios estudios que nos indican
que el 62 por ciento de las palabras que se usan cotidianamente son negativas y
un 32 por ciento positivas. Roy F. Baumeister,[9] profesor de psicología social en la
Universidad Estatal de Florida y coautor en el año 2001 del estudio Lo malo es más fuerte que lo bueno,
concluye que en las primeras impresiones, en las relaciones cercanas, en tu
memoria, e incluso en el concepto que tienes de ti mismo, existe un sesgo
negativo evidente.
El hecho de que tu cliente tenga una opinión diferente a la
tuya no os hace adversarios y no es negativo. En el ejemplo siguiente, el
vendedor y el cliente se enfocan tanto en lo que les separa que no dejan pasar
la objeción y en su lugar la cimientan:
Cliente:
«Este colchón tiene buena pinta, pero parece muy duro.»
Vendedor:
«No, no es duro. Es firme.»
Cliente:
«¿Cómo que no es duro? Es durísimo, compruébalo tú mismo. Mi vecino
tiene uno parecido y me lo advirtió antes de venir.»
En esta conversación el vendedor refuerza la objeción con
su torpe comentario. Se debe perder en la oscuridad si no entras al trapo y no
discutes. No le des más peso del que tiene. Si le contestas —«No, no es
duro...»— estarás consiguiendo tres cosas:
•
Poner toda la atención de la conversación en lo
que os separa, la dureza del colchón.
•
Poner en cuestión la opinión del cliente. A
ningún cliente le gusta que un vendedor le lleve lacontraria, ni que le
aleccionen.
•
Poner en cuestión el orgullo de tu cliente. En
el ejemplo, el cliente se ve obligado a defenderse y dice: «Mi vecino tiene uno
parecido y me lo ha advertido antes de venir.» Al herir su ego, o se defenderá
con uñas y dientes o perderá interés por ti.
No quieras ilustrar a tu cliente sobre la dureza o firmeza
de tu colchón. En realidad, ni tu cliente sabe la diferencia que hay entre
dureza y firmeza. Deja pasar la objeción y redirige el pensamiento de tu
cliente hacia lo que os une a los dos, no hacia lo que os separa.
Consigue
alinearte durante la conversación de venta en el carril de pensamiento que tu
cliente tiene sobre tu producto
NO PRETENDAS DEMOSTRARLE NADA
Es mucho más fácil tirar de tu cliente y
construir sobre sus ideas que tratar de oponerte a ellas. Es más interesante
que acompañes a tu cliente en su pensamiento afirmativo que oponerte a un
pensamiento negativo. Sin embargo, hay vendedores que prefieren dárselas
de importantes y buscan el antagonismo al inicio de su conversación, en lugar
de destacar lo que les une al otro. Son los folloneros.
Cliente:
«Esta mayonesa está muy rica.»
Vendedor:
«Es una mahonesa de primera
calidad.»
Utiliza tus palabras para acercarte a tu cliente y no para
separarte ni demostrarle nada. Si deseas venderle algo a un marinero deberás
hablar su idioma. Así, el barco no reduce carga, sino que aligera. No está
lleno o vacío, está cargado o descargado. Al barco se llega por la popa y no
por detrás.
Aprendiz: «Capitán, ¿puedo desembarcar por la
izquierda?»
Capitán: «Se dice por babor.»
Aprendiz: «Por babor Capitán, ¿puedo
desembarcar por la izquierda?»
Que tus palabras no le recuerden a tu cliente
la distancia que existe entre vosotros
El viento rola y el capitán empieza a dar las instrucciones
para gobernar el barco. «¡Arriad el foque!», ordena el capitán. «¡Arriad el
foque!», repite el segundo. «¡Orzad a estribor!», grita el capitán. «¡Orzad a
estribor!», repite el segundo. «¡Preparad el tangón de proa!», grita el
capitán. «¡El tangón!», repite el segundo. «¡Separad bien el puño de amura del spinnaker!». «¡Separad el puño..!»,
repite el segundo. «¡Preparados para virar!», grita el capitán. «¡Virad!»,
repite el segundo. El viento rola de nuevo y los marineros corren mareados de
un lado a otro de la cubierta. El segundo grita: «¡O encontramos pronto un
diccionario o nos vamos a pique!»
Tu objetivo no es demostrar todo lo que sabes, es usar tus
palabras para que tu cliente dibuje sus propias imágenes. ¿De qué te sirven las
mejores técnicas de venta si usas un lenguaje que le recuerda a tu cliente la
distancia que existe entre vosotros?
Utiliza las palabras para expresar, no para
impresionar
Aquí tienes un mal ejemplo de respuesta que algunos
vendedores daban a sus clientes para impresionar. Está sacada de un guión de
ventas real. Dime si entiendes algo.
«Esto es un sistema electrónico avanzado de entretenimiento
para el hogar, que incorpora un pie motorizado que se comanda con un único terminal
a distancia y con una pantalla de contraste polarizada de cristal templado que
absorbe el 99 por ciento de los brillos.» ¿Una tele?
COMPORTAMIENTOS ANTE LAS OBJECIONES
Si estás navegando y quieres llegar a un
determinado punto en el horizonte debes usas la fuerza del viento tal cual te
viene. Unas veces navegarás en zigzag y otras en línea recta. El capitán de un
barco sabe por experiencia que nunca debe luchar contra el viento, porque
siempre pierde. ¿Qué hacer con el viento? Depende del barco, del mar y del
capitán. Aquí tienes varios comportamientos para que elijas el que más se
adapta a tu situación concreta.
Reconoces la objeción de tu cliente
Una objeción debe ser reconocida
siempre. Así te pones en el lugar de tu cliente, y serás percibido como un
consejero. Reconocer la objeción es decir sí
a la objeción, es aceptar su punto de vista. La valoras como lo que es, una
opinión más entre las miles de opiniones que tienen los clientes sobre las
cosas en un momento dado. Un sí a la
existencia de una objeción hace que se debilite por sí misma. Cuando escuchas
la objeción hasta el final, sin interrumpir, poco a poco se irá debilitando,
hasta que deje de ser importante para el cliente.
Cliente: |
«Este coche hace mucho
ruido.» |
Vendedor: |
«Sí, cierto...» |
Cliente: |
«Parecerá que quiero llamar la atención...» |
Vendedor: |
«...» |
Cliente: |
«Si es ruidoso, será que es
muy potente.» |
Vendedor: |
«Sí, es verdad que es muy
potente.» |
En este caso, has escuchado la objeción por completo. Has
dicho «sí» a la existencia de las objeciones. Has evitado luchar con el cliente
porque no has contestado a su objeción con una afirmación.
Si contestas a la objeción entras en el ciclo ataque-defensa.
Haz la prueba, discute con un policía sobre una multa, y te pondrá otra;
discute con el árbitro porque te ha sacado una tarjeta amarilla, y te sacará
una roja. Ocurre así porque lo que está en juego no es la diferencia de
opinión, es el orgullo de cada uno.
Cuando permites que tu cliente verbalice lo que piensa se
queda más tranquilo. Cuando tu cliente te dice que «tu producto es caro», es
muy posible que simplemente esté expresando su punto de vista en ese momento.
Está dejando claro que él sabe que tu producto cuesta mucho dinero, y desea
manifestarlo para que lo sepas. Imagina que tu cliente está comprando un coche
rojo y te comenta: «Este coche es muy bonito.» ¿Reaccionarías a ese comentario?
No, porque no te molesta. Sin embargo, si te dice «este coche es muy feo», en
lugar de escuchar su opinión, reaccionas porque piensas que no es cierto, y que
no tiene razón. Te meterás en un buen lío. Si cuando tu cliente dice que es
caro, comienzas a justificar que tu producto no es caro y le sacas todas
aquellas razones que dejan claro que no es caro, estarás diciendo adiós a la
venta y hola a la espiral de ataque y defensa. En una lucha nunca se gana,
siempre se pierde.
Si para resolver la objeción haces un
descuento lograrás disminuir aún más el valor de tu producto
Alberto es repartidor en la cadena de supermercados más
admirable de este país. Todos los días sus clientes le hacen el mismo
comentario cada vez que les deja la compra en su casa. Ocurre de esta manera.
Alberto entra la compra. La deja sobre el mostrador de la cocina. Se despide
del cliente, y cuando sale por la puerta oye siempre la misma pregunta:
«Disculpa, ¿pero mi euro del carro?» «No es que los clientes sean roñosos —dice
Alberto— ni mucho menos, simplemente quieren dejar claro que se acuerdan del
euro que pusieron en el carro de la compra.» Por eso Alberto, siempre les
contesta de la misma manera: «Sí, el euro se lo he dejado pegado con celo en
una de las bolsas.»
Haz un silencio
Cuando tu cliente te saque una objeción,
«me harás un descuentito», haz un silencio. Si te mantienes callado mostrando
respeto será suficiente. El «descuentito» es una objeción de puro trámite, un
empujoncito más que te da tu cliente para ver qué pasa antes de su decisión
final.
Repites la objeción con las mismas palabras que ha usado tu cliente
Cliente: «Este producto pesa mucho.»
Vendedor: «Sí que es verdad, pesa mucho.»
Vuelve sobre los pensamientos afirmativos que te expresó tu cliente
Paso 1. Diriges el pensamiento del
cliente hacia los comentarios afirmativos, que son los que van en la dirección
que interesa. Lo haces con una pregunta correcta. Cuanto más tiempo le dejes
expresar sus deseos, más fácil será volver sobre ellos si luego surgen
objeciones. Esos motivos de compra que el cliente puso sobre la mesa son las
materias primas que utilizas para que fluya la conversación. Cuanto más te
enfoques sobre los aspectos que apoyan el sí, y cuanto más se los dejes
expresar al comprador, mayor será la posibilidad de resolver la objeción.
Cliente: «Sí, me gusta mucho que este coche
tenga un maletero grande.» Vendedor: «¿Por
qué valora que este coche tenga un maletero grande?»
«Porque viajamos los cuatro y siempre
he querido llevar las cuatro maletas. En Cliente:
este maletero caben de sobra.»
Aquí el cliente ha alargado aún más el positivo y se
encarrila él solo en la dirección de pensamiento afirmativo. Tú le ayudas con
la pregunta correcta.
Cliente: «Este colchón tiene buena pinta, pero
parece muy duro.» Vendedor: «Sí. ¿Y qué
quiere decir con que tiene buena pinta?»
«Pues que tiene un diseño muy moderno.
Es que mi casa es muy vanguardista y Cliente:
este colchón se adapta perfectamente al
estilo.»
Aquí tienes un ejemplo de cómo se comporta un vendedor
experimentado, frente a uno que es principiante:
Vendedor experimentado:
Cliente: «Este coche hace mucho ruido.
Supongo que será potente.»
«Sí, es muy potente. ¿Le gusta que sea
potente?» O: «Sí, es muy potente. ¿Qué Vendedor:
ventaja tiene para usted que sea potente?»
Vendedor principiante:
Cliente: «Este coche hace mucho ruido.
Supongo que será potente.»
«No
hace tanto ruido como usted dice. Permítame que le explique. Se trata de un
Vendedor: motor de ocho cilindros en uve
con cuatro mil centímetros cúbicos, que dispone de
un turbo...»
¿Quieres la solución? Que sea tu cliente quien
elimine la objeción
Paso 2. Señalas todos los síes de tu cliente. Como has
anotado todos los pensamientos afirmativos durante la conversación, que sea él
quien los vuelva a mencionar. Y lo haces con una pregunta correcta. Aquí tienes
un ejemplo.
Cliente: «Este coche hace mucho ruido.
Supongo que será potente.»
«Sí, es muy potente, tal como
usted dice. También me ha mencionado que le gustaba la capacidad del maletero
de este coche, ¿sí?» O: «También me comentó que Vendedor: le agradaba el
diseño, ¿cierto?» O: «También me dijo que quería que fuera de piel, ¿es así?»
De esta manera consigues que sea él quien te refresque los comentarios positivos que
él descubrió en su momento y que por eso manifestó. Después puedes incluso
preguntarle sobre lo positivo que él ha mencionado para que sea precisamente él
quien lo estire.
Otras veces el vendedor consigue, sin quererlo, que su
cliente le diga no. Si un cliente te dice no, te costará transformar esa
respuesta negativa en una afirmativa porque una vez dicho el no tu cliente se
aferrará a ese pensamiento para ser consecuente con lo que ha expresado. Es
mucho más favorable que empieces destacando aquello que tu cliente y tú creéis
como cierto. A partir de ahí, le acompañas por ese cauce para que él solo
encuentre la respuesta. Cuando tu cliente llega a la conclusión por sí mismo,
tendrá más fe en su descubrimiento y defenderá su idea como propia.
Cuantos más «noes» obtengas de tu
cliente, más te distanciarás. Cuantos más «síes» obtengas, más te acercarás
Obtener «síes» es una técnica muy sencilla, aunque muy poco
usada, porque basta que no estés de acuerdo con un 1 por ciento de lo que dice
tu cliente para que saltes y le digas: «No estoy de acuerdo.» Pones toda su
atención en ese 1 por ciento de discrepancia. A partir de hoy, hazlo al revés,
si tu cliente discrepa en un 99 por ciento, y solamente está de acuerdo contigo
en un miserable 1 por ciento, dile directamente: «Estoy de acuerdo contigo.» Y
te concentras en desarrollar ese 1 por ciento de acuerdo. ¿Recuerdas tu
reacción natural ante la carta rota, el coche que le faltaba la rueda y el tres
en matemáticas de la introducción del libro? A tus clientes les ocurre lo
mismo.
Es natural que destaques las diferencias de
opinión porque son las causantes del problema
Repites la objeción en forma de pregunta
En general, funciona de esta manera.
Repites la objeción para darle un acuse de recibo de que le has escuchado:
Cliente: «Lo quiero consultar con mi esposa.»
«Comprendo
que quiera consultarlo. ¿Es para estar más seguro, verdad?» O:
Vendedor:
«¿Es el color o la medida, lo que quiere
consultar?»
¿Y si después de dejar
pasar la objeción, prevenirla y no crearla, el cliente insiste?
Siempre habrá objeciones porque o tu
producto no puede cumplir todas las veces lo que tu cliente busca o porque el
de la competencia tiene una superioridad clara. Si después de todos los pasos
vistos tu cliente insiste con la objeción, te encuentras ante un problema serio
porque se trata de algo que le frena.
Paso 1. Reconoces tu debilidad. Así eres
franco con tu cliente. Ser honesto es un valor en alza. Paso 2. Le enfocas en
tus puntos fuertes.
Cliente: «¿Tienes ese modelo en color cuero?»
«Se ha
terminado en color cuero, nos queda el mismo en beige y en marrón.
Vendedor:
Pruébeselos y dígame qué le parecen.»
En este ejemplo, el vendedor reconoce primero con franqueza
su debilidad, porque no tiene el color que el cliente busca, y en segundo lugar
le ofrece el mismo modelo en otro color. Observa que después de darle un «no»,
le ofrece rápidamente un «sí» para que fluya el diálogo en esa dirección
afirmativa. Le indica el siguiente paso para ponérselo fácil. Un «no» a secas,
molestará al cliente. A nadie le gusta que le digan que no.
Después
de un no, añades un sí
Paso 3. Tapas la objeción. Tal como se hace en el mundo del
toreo, sacando los mansos para que se lleven al toro. La objeción es el toro
bravo, y los mansos salen para envolverlo. Tal como se ve en la ilustración de
abajo, el toro queda casi oculto por sus cabestros, que lo sacan de la plaza
sin más esfuerzo. Los cabestros son todos aquellos aspectos positivos de tu
oferta que te haya mencionado tu cliente durante la conversación de ventas, y
que tienes anotados en tu hoja. Es ahora cuando te servirán de ayuda.
Ejemplo. Cuando el cliente mencionó antes que «es un
cochazo» y que «es muy potente», usas las preguntas para que sea él quien saque
los cabestros.
«Me
dijo antes que era un “cochazo”. ¿A qué se refiere con esa palabra?». O:
Vendedor: «¿Por qué es importante para
usted que el coche sea muy potente?» O: «También me
comentó que le gustaba un maletero grande.
¿Cómo de grande?»
Paso 4. Dejas que tu cliente ponga todas las objeciones
sobre la mesa. Así evitas ir
tratando una objeción y luego otra, es mejor que animes a tu cliente a que las
ponga todas sobre la mesa para que puedas tratarlas conjuntamente.
Ejemplo. Quieres alquilar tu vivienda a un
inquilino.
Cliente: «Es que esta casa no tiene chimenea.»
«Es así. ¿Y qué más aspectos sobre la
casa quiere comentar?» O: «¿Hay algún Vendedor: comentario más?»
Cliente: «No, eso es todo.»
Vendedor: «Si tuviera chimenea la casa, ¿te seguiría
interesando?»
Hay objeciones que te impiden seguir con la venta porque
descansan sobre una base real que te impide tratarlas, y bloquean la venta.
¿Qué hacer? Sólo te queda decir «sí» a la existencia de esa objeción e
investigar con una pregunta para obtener más caudal del cliente.
En el ejemplo siguiente el vendedor contradice
al cliente y discute, se aleja de la venta.
Cliente: «Este deportivo consume mucha
gasolina.»
«No, no consume tanta gasolina.
Depende del tipo de conducción que usted haga; Vendedor:
si lo lleva a tope, entonces claro,
cualquier coche...»
Ahora tienes dos situaciones en las que la objeción impide
avanzar. Observa cómo el vendedor hace que fluya la conversación en cada caso,
en lugar de discutir. Elige la que consideres correcta.
Situación 1.
«No
utilizamos martillos de acero como el suyo porque hay gases explosivos.»
Cliente: O: «Trabajamos con
especificaciones de la casa matriz y no nos permiten utilizar otros productos.»
«Pues a
lo mejor deberían alejar los gases explosivos para evitar accidentes.» O:
Vendedor: «Sí, pero piense que su casa
matriz no conoce nuestros productos, debería hablar con alguien de su casa
matriz para explicarle que nuestros...» Situación 2.
«No
utilizamos martillos de acero como el suyo porque hay gases explosivos.»
Cliente: O: «Trabajamos con
especificaciones de la casa matriz y no nos permiten utilizar otros productos.»
«Entiendo lo de los gases. ¿Y qué
martillos utilizan entonces?» O: «¿Y qué Vendedor:
producto le indican las especificaciones de
su casa matriz?»
Objeciones prematuras
Hay casos en los que tu cliente te
plantea la objeción antes de que ni siquiera hayas descubierto lo que desea. No
podrás tratarla porque no habrás tenido tiempo para saber qué quiere. Para
avanzar con la venta en este caso debes aparcar momentáneamente la objeción. Es
decir, escuchas hasta la última gota, le das un acuse de recibo y diriges la
conversación hacia un aparcamiento con una pregunta correcta.
Cliente: «No tengo presupuesto.»
«...No tiene presupuesto. Para entrar
en el presupuesto me gustaría saber ¿cuál es Vendedor:
la razón de que desee un maletero grande?»
Clarifica, por principio, los pensamientos
afirmativos de tu cliente
Así reducirás el número de objeciones.
Aquí tienes dos situaciones, elige la que consideres que más te puede ayudar.
Situación 1.
Cliente: «Su producto no es novedoso, es
innovador.»
«Perdone, pero sí que es novedoso
porque hemos integrado en varios elementos Vendedor: nuevos como el nuevo
dispositivo para...» Situación 2.
Cliente: «Su producto no es novedoso, es
innovador.»
Vendedor: «Cierto. ¿Y qué quiere decir con
innovador?»
En la situación 1 el vendedor discute con su cliente porque
tiene una opinión distinta; después, quiere convencerle con razones de que su
producto sí que es novedoso. En el momento que el vendedor escucha la palabra
«innovador», salta y empieza a argumentar. En la situación 2, el vendedor tiene
que hacer un esfuerzo consciente por dejar su propia opinión a un lado para
interesarse en conocer más la opinión de su cliente. Le pregunta para
clarificar y comprender bien lo que su cliente piensa de la palabra
«innovador».
Dejas pasar las objeciones y te centras en buscar el cerezo
florido de tu cliente. Como para él es lo más importante, se olvidará de sus
objeciones. ¿Te imaginas que un árbitro entrara al trapo de cada uno de los
comentarios negativos de los aficionados durante el partido de fútbol? Los
aficionados, al final del partido cuando gana su equipo, se olvidan de los
comentarios negativos que le han hecho al árbitro porque en ese instante ya ha
dejado de ser importante.
Historias de rosbif para tratar objeciones
Hay autores que recomiendan contestar a
las objeciones de sus clientes y le recitan un texto preparado de antemano
cuando el cliente saca una objeción. Es como un resorte, y no lo recomiendo.
Ejemplo. Cuando el cliente dice «su producto es muy caro»,
recomiendan al vendedor que utilice esta técnica: «Contesta a la objeción con
un tono de voz bajo, como contando una historia y le recitas este texto: hace
mucho tiempo mi empresa tuvo que decidir entre bajar el precio y la calidad, o
invertir un poco más en calidad, aunque esto costara más al cliente. Se decidió
finalmente por la calidad. ¿Sabe por qué? Porque estamos seguros de que nuestros
clientes valoran la calidad y no tener que hacer una doble inversión después.
La mala calidad siempre sale cara. Y eso, tanto usted como yo lo sabemos
perfectamente. Por eso nuestra compañía apuesta por la calidad.»
¿A quién convence esa parrafada, al cliente o al vendedor?
¿Se merece el cliente aguantar este rollo por haber mencionado la palabrita
«caro»? ¿Por qué no le hace un favor el vendedor al cliente y le envía esa
epístola por email? Así se habrían ahorrado la visita. ¿Para qué estamos en
este negocio, para aburrir a los clientes o para estimularles? Esta técnica sin
sentido sólo sirve para que tu cliente busque cualquier excusa para salir de
ahí cuanto antes.
El uso de técnicas inútiles para tratar las objeciones
minusvalora a tus clientes. Son técnicas que se centran siempre en tratar la
objeción desde el punto de vista del vendedor, con independencia del cliente
que se tenga delante. Son listados con «respuestas estándar» escritas de
antemano ante las distintas objeciones que plantean los clientes. Se basan en
la idea de «si tu cliente te dice esto, tú le dices esto otro». No funcionan
porque tal como has leído al principio de este libro, no es cuestión de
recetas, es cuestión de medida. No puedes aplicar la misma receta a todos tus
clientes. No debes darle la misma respuesta estándar a cada cliente, sin tener
en cuenta quién es. Para aplicar este antídoto de las respuestas, ni siquiera
hace falta que tengas delante a tu cliente.
Aquí tienes más situaciones para que veas
que no ayudan esas técnicas:
Situación 1.
Cliente: «Este mueble es demasiado ligero, no parece
resistente.»
«Yo
pensé lo mismo que usted el primer día que lo vi y cambié de opinión
Vendedor: cuando noté lo que era capaz de
hacer y cuando supe que el cuerpo no era de madera aglomerada como los demás,
sino de cedro y por ello...» Situación 2.
Cliente: «No lo necesito ahora.»
«Eso es justo lo que pensaron mis
clientes cuando vieron mi producto por Vendedor: primera vez, pero con el
tiempo se dieron cuenta de que...» Situación 3.
Cliente: «Esta casa está lejos del mar.»
«A simple vista, eso es lo que parece,
pero si se fija bien, a su derecha está la autopista que le lleva a la playa.
Simplemente tiene que girar ahora a la derecha Vendedor: hasta llegar a la
avenida principal. Cuando pase tres semáforos gire a la izquierda justo después
de pasar una rotonda, dejando a la izquierda un supermercado...»
Cliente: «No se preocupe, era sólo un comentario.
A mí no me gusta vivir cerca del mar.»
El
inexperto intenta convencerme con sus argumentos, el vendedor experto lo consigue
con los
míos
EJERCICIO 4
Prepara una lista con las cinco
objeciones más comunes de tus clientes. Después diseña una pregunta para que
sea tu cliente quien convierta ese pensamiento en uno afirmativo. Cuando tu
cliente encuentre la solución a su objeción, se compromete en la solución con
su emoción.
1.
2.
3.
4.
5.
LAS CLAVES
• Con
menos afirmaciones, vienen menos objeciones.
• La
solución para una objeción es su prevención.
• La
mejor forma de tratarla es no crearla.
• Discute
sobre una objeción y perderás la venta.
• Presenta
tus argumentos en forma de pregunta y evitarás que sean refutados.
• El
camino más fácil para que crees una objeción es ofrecerle a tu cliente
beneficios que no teha pedido.
• Reacciona
ante los comentarios afirmativos, no ante las objeciones.
• Tu
cliente valora lo que él te pide, no lo que le regalas.
• No
le lleves la contraria a tu cliente, síguele en su corriente.
• Que
la conversación gire sobre los beneficios que él te ha expresado.
• No
por dar más razones eres más persuasivo.
• Cuando
das tantas razones, creas más objeciones.
• Los
clientes se olvidan de la mayoría de sus objeciones.
• Las
objeciones no se contestan, sólo se contestan preguntas.
• Te
justificas cuando contestas a una pregunta que no te han formulado.
• Consigue
alinearte en el carril de pensamiento de tu cliente y desaparecerán las
objeciones.
• Las
objeciones las crean los vendedores, no los compradores.
• Aviva
las conversaciones, no las discusiones.
• Cambia
el rumbo y encauza a tu cliente en el carril positivo.
• Deja
pasar las objeciones, no las enfatices.
• No
seas pesado y no regales beneficios que tu cliente no te haya expresado.
• Por
principio clarificas siempre los pensamientos afirmativos.
• Por
principio, desoyes los pensamientos negativos.
5. LANZAS A TU CLIENTE HACIA LA SIGUIENTE
CASILLA
¿HAY QUE CERRAR LA
VENTA?
Si la conversación con tu cliente ha
discurrido por el carril de pensamiento afirmativo, no te hará falta pedir un
cierre. Será tu cliente quien concluirá la venta porque habrá sido él
precisamente quien habrá descubierto cómo tu producto le puede ayudar.
No hay atajos en el cierre. No existe un comportamiento
mágico concreto que te sirva para cerrar cualquier venta de un golpe. El cierre
es la consecuencia de una buena conversación. No es el objetivo, es el premio a
una sana conversación de ventas. Como en los trucos de magia, el cierre es el
efecto final, la consecuencia natural de todo el proceso de elaboración del
truco. Es otro paso más, no el único, que cierra el juego de magia porque viene
en el momento ideal, es consecuencia de la buena ejecución de todo el ejercicio
de ilusionismo.
Para conseguir el compromiso de tu cliente y cerrar la
venta se utiliza mucho la técnica de la pregunta alternativa: «¿Se lo lleva en
blanco o en verde?» Esta pregunta funciona cuando se trata de decisiones de
compras pequeñas, no funciona tanto cuando son compras más importantes que
requieren un compromiso mayor. Cuando un joven está en un restaurante
cortejando a una chica, no tiene la misma trascendencia que le pregunte:
«¿Dónde quieres sentarte a cenar, en este sitio o en ese?», que preguntarle
después de la cena: «¿Dónde vamos a bailar, a tu casa o a la mía?» En el primer
caso, la decisión es más fácil porque no compromete a nada, en el segundo se
involucra en cuerpo y alma. Cuanto más grande sea el compromiso, más tacto.
Ejercer presión te aleja de su decisión. Ahora nos interesa distinguir si se
trata de una venta que requiere una visita o varias.
1. Venta de una
visita. Cuando se trate de productos concretos que requieren una sola
visita, como por ejemplo unos zapatos, ropa, joyería, los productos que se
venden en las tiendas, o incluso hasta la compra de una casa, hay que rematar
la venta. Si no la cierras, la pierdes porque lo que es importante para tu
cliente es ese momento de emoción, luego, con el paso del tiempo deja de serlo.
Si el cliente se marcha sin comprar, estarás perdido porque le vendrá a su
cabeza un problema o un asunto que atender y se enfocará en ese nuevo asunto.
Pasarás a ser el último de su lista, si es que no se olvida de ti para siempre.
Si sientes repelús para hacer un cierre, piensa entonces en
todo lo que ha tenido que hacer tu cliente hasta entrar en tu tienda. Se ha
levantado por la mañana, se ha duchado, arreglado y vestido. Ha ido al garaje y
se ha subido en su coche. Ha conducido a través del tráfico hacia tu tienda. Ha
encontrado aparcamiento, después de un rato dando vueltas. Y finalmente entra
en tu tienda. ¿Todo eso para no comprar? ¿A que van los clientes a las tiendas,
a marear? Van a comprar. Tu cliente está en el punto ideal porque se ha tomado
la molestia de pasar por todo ese proceso. Si en lugar de rematar la venta le
muestras la tienda como si se tratara de un museo, no deberías llamarte
vendedor. Por eso hay tantos clientes que compran, a pesar de los vendedores.
El cliente
entra en la tienda y el vendedor le recibe con mucha educación. Después de una
charla muy amable el vendedor le entrega su tarjeta y un catálogo, y le invita
a salir de la tienda acompañándole amablemente hasta la puerta. Y le dice con
una sonrisa: «Piénselo. Consúltelo con su pareja y venga otro día. Que de aquí
no nos vamos.» ¿Cómo? ¡Ha echado al cliente de la tienda, y se queda tan
fresco! Eso es un cierre, a la larga, pero no de la venta sino de la tienda.
Aquí tienes dos vendedores con comportamientos distintos a
la hora del cierre, para que elijas el más apropiado. El cliente dice: «Hola.
Mi hermano os compró una silla la semana pasada que me ha gustado mucho.»
Vendedor 1: «Me alegra que te haya gustado. ¿Cuántas
quieres llevarte?»
«Es que
estas sillas están gustando mucho porque son muy cómodas. Además,
Vendedor
2: vienen con un acolchado especial que no se apelmaza y lo puedes lavar sin
ningún
problema. Bueno, estúdialo en tu casa y
ya me dirás algo.»
Debes rematar la venta en tu tienda por varias
razones:
1. Porque
es lo más natural cuando se ha mantenido una conversación de ventas bien
dirigida.
2. Porque
has identificado correctamente lo que tu cliente desea y tu propuesta es la que
mejorse adapta al cliente.
3. Porque
el cliente casi siempre tendrá dudas a la hora de tomar la decisión de compra y
estose agrava aún más si el vendedor no está atento a las señales de avance que
le mandan.
4. Porque
la principal barrera para cerrar un operación es muchas veces el propio
vendedorque la levanta. Aquí tienes un ejemplo:
«Señora,
llevamos dos horas hablando de la lavadora. Le he explicado todo lo
Vendedor: que tiene que saber. Le he
demostrado al milímetro cómo funciona. Creo que ya es hora de que usted se
decida.»
«Y es lo
que quiero. Pero es que usted se ha empeñado en explicarme cada
Clienta: botoncito de la lavadora y en
demostrarme cada detalle de su funcionamiento. Y no era necesario, sé cómo
funciona porque mi hermana tiene una exactamente igual.»
Muchas empresas tienen tantas formas diferentes de cerrar
la venta, como de vendedores. No tienen un proceso estructurado por escrito y
común para cerrar la venta. Tienen protocolos de emergencia, de riesgos
laborales, de contingencia, y carecen de un proceso estandarizado para vender.
Un lenguaje común comprendido por todos.
2. Venta de varias
visitas. Aquí se cierra pasando a la siguiente casilla. Es como si tuvieras
dividido tu proceso de venta en varias casillas como en el Juego de la Oca, y
vas avanzando con pequeños compromisos. En este tipo de ventas en las que hay
varias visitas no pides el cierre. Lanzas a tu cliente hacia el siguiente paso
concreto, hacia la siguiente casilla. El siguiente compromiso, por ejemplo,
puede ser que lleves tu producto a su oficina para una demostración in situ, o
dejarle el producto a prueba durante un tiempo concreto, o que realice unas
comprobaciones técnicas, o planificar una siguiente visita a un jefe superior.
Poner presión en el comprador para que compre cuando se
trata de decisiones de compra complicadas no funciona porque se echan para
atrás. Si lo haces, el comprador se inhibirá y dilatarás el proceso. No abuses
en cerrar a tu cliente porque ningún
cliente quiere que le cierren. Nadie
quiere que le vendan nada, sólo que les ayuden a comprar. «Tú no me vas a
vender porque soy yo quien quiero comprar.» ¿Cómo reaccionarías si descubres
que el vendedor que tienes delante de ti te está aplicando técnicas de cierre o
cualquier truquito parecido? Cuando un comprador lo detecta, él es quien se
cierra y pierde la confianza en ti. Ponte en su lugar, ¿confiarías en una
persona que te esté aplicando técnicas para llevarte al huerto? El cierre es el
resultado natural de una buena conversación de ventas.
Cuando ha existido una conversación bien dirigida, la venta se cierra
por sí misma
Muchas veces basta con que se lo sugieras al cliente, sin
necesidad de aplicar claramente una técnica de cierre para presionarle. De
hecho, los vendedores que venden ya no piden el cierre, avanzan hacia la
siguiente casilla porque es el movimiento natural. Es el cliente quien quiere
seguir avanzando porque ambos, vendedor y comprador, están encarrilados en el
camino correcto. Piénsalo, cuando conociste a tu pareja seguro que no fuiste
tan torpe de hacerle un cierre. La
consecuencia de una buena relación de pareja, sana y en la que hay confianza,
es la que te lleva a un cierre. Una cosa lleva a la otra, y la otra a otra. Es
el desenlace natural porque las dos partes lo esperan y quieren, y lo haces sin
forzar.
¿CÓMO LANZAR A TU
CLIENTE HACIA EL SIGUIENTE PASO?
1.
Clarificas
para confirmar. Así enfatizas los asuntos que te ha mencionado tu cliente y
que te acercan a él.
«Mis directivos tienen que mejorar sus
habilidades para evitar los conflictos Cliente: internos.»
«Entonces, quieres que tus directores
mejoren sus habilidades para evitar Vendedor:
conflictos internos. ¿Es así?»
2.
Le
facilitas el siguiente paso. Tú te limitas a facilitarle el sí, y lo puedes
hacer con la oferta escrita y dándole opciones.
1. Oferta
escrita. Tu cliente debe ver tu oferta escrita como algo de su propia creación.
Así ledemuestras que has escuchado sus deseos y te acercarás más a su ídolo
personal. Tu oferta es un espejo de su motivación profunda, en el que tu
cliente debe verse reflejado. Usa las misma palabras de tu cliente para
recordarle que estáis alineados, no para abrir una brecha entre vosotros.
2. Dale
opciones. Así le facilitas que se construya la oferta él mismo. Cuando lo haces
así, élse construye su solución, que te lo agradecerá con un sí. No se lo
pongas difícil haciéndole un cierre al estilo «¿se lo queda?». Es como decirle
«lo tomas o lo dejas», y la mayoría lo deja. No le preguntas: «¿Me lo compras?»
Parece que le estés pidiendo permiso. Le formulas una pregunta que le lance hacia
la siguiente casilla. Es decir, le dictas la respuesta con una buena pregunta.
Le señalas la siguiente casilla para avanzar con la venta. Se lo das mascado para facilitarle ese paso. En
lugar de preguntarle —«Bueno, ¿y qué hacemos ahora?»— le indicas el siguiente
paso concreto. Aquí tienes una idea:
«Mis directivos tienen que mejorar sus
habilidades para evitar los conflictos Cliente:
internos.»
Vendedor: «Para eso debería conocer quién
vendría a la sesión de formación. ¿Cuándo me
puedes enviar la lista con los
participantes?»
En las ventas que no tienen tantos pasos, el siguiente paso es el cierre. Ejemplo:
«¿Te gustaría que te lo envolviera para regalo?» En ventas más grandes, avanzas
paso a paso junto con tu cliente para conseguir incrementar su compromiso. Cada
casilla os acerca más. Es más rentable ayudarle
a comprar que esforzarte en cerrar para vender. A partir de ahora, ni
siquiera deberías pensar en un cierre,
pues es todo lo contrario, es en realidad una apertura a una relación futura.
Ayuda a tu cliente a tomar una decisión que es buena para él
El cierre debería ser la fase menos importante del proceso
de venta porque como has conseguido que la conversación haya fluido por el
cauce de pensamiento correcto, tu cliente ya tendría que haberte dicho que se
lo lleva.
3.
Permanece
enfocado en el cierre. Evita verbalizar cualquiera de las ideas negativas
que se puedan generar en tu filtro en el momento del cierre. Es muy frecuente
que cuando ves que estás en la cima de la venta te vengan pensamientos
negativos al estilo de «espero que ahora no se eche atrás, con todo el tiempo
que hemos invertido». Esas ideas que llenan tu filtro, dictarán tu
comportamiento y te empujarán a decirle a tu cliente frases inadecuadas como
«no te preocupes», o «espero que no te dé problemas este producto» o «no creo
que haya retrasos en la entrega».
4.
Abstente
de preguntar sobre lo negativo. Si destacas con preguntas lo que está roto,
lo que le falta a tu producto o lo que no funciona, te alejarás. Si crees que está mal o que no funciona, es sólo tu visión personal.
Es tu punto de vista. Como lo creas así, te comportas coherentemente con esa
creencia que tú solo te has inventado. Perderás el control de tu ejemplo y
formularás preguntas como «¿algún problema?», o «¿algo va mal?». Si tienes
enemigos dentro, los verás fuera, y si lo verbalizas conseguirás alumbrar
pensamientos negativos en la mente de tu cliente que te alejarán de la venta.
Que tú veas problemas así, no indica que él lo vea así, ni que la realidad sea
así.
5.
Recapitula
lo positivo. Se trata de que colecciones todos los síes que haya expresado tu cliente. Los consigues con preguntas
sobre los elementos positivos que tu cliente ha visto de tu producto. Por
ejemplo, tu cliente te ha dicho que le gusta tu producto por estos tres
motivos: entrega en una semana, viene con una pieza de repuesto incluida y lo
presentas en cajas de diez unidades. Esas afirmaciones positivas han sido
verbalizadas por tu cliente y descubiertas por él. Estos son los síes que debes obtener de tu cliente. Se
trata de que vuelvas sobre ellos para que él se reafirme en sus
manifestaciones. Lo haces con preguntas o afirmaciones: «Entonces, me dijo que
lo quiere para esta semana...» «¿Me ha comentado que con esta pieza incluida?»
«¿En cajas de diez unidades?»
Cuando conectas de verdad con tu cliente, la
venta se cierra sola y te piden más
COMPORTAMIENTOS TÍPICOS DE CIERRE
Aquí tienes una lista con alguno de los
comportamientos concretos para avanzar en la venta. En internet existen cientos
de técnicas de cierre. No tengo ni idea de cuál de ellas podrá funcionar en tu
línea de negocio porque no lo conozco y no hay recetas. Te detallo varias
porque la gente siempre quiere un atajo para cerrar. A mí no me gustan los
atajos, y tampoco las técnicas de cierre. Elige la que más se adapte a tu caso
concreto, es cuestión de medida.
1.
Le
pides que firme imperativamente. «Firme aquí», y le das el bolígrafo. Te
callas hasta que el cliente haya firmado. Tu cliente te dice: «Dudo si llevarme
el de color verde.» Le replicas:
«Quédate el verde. ¿Te lo envuelvo para
regalo?»
2.
Propones
dos alternativas positivas. «¿Cuál de los dos se lleva?» «¿En efectivo o con
tarjeta?» «¿Se lo envuelvo o se lo lleva puesto?» Si tu oferta es mala, le
ofreces tu oferta mala, y otra peor. Así tú eres quien le da siempre la base de
comparación a tu cliente.
3.
Le
muestras la sanción. Que el cliente descubra que si no compra ahora perderá
una ventaja. «Se acaban esta semana.» «Van a subir de precio mañana.» «Los ocho
días de oro.» «Oferta hasta fin de existencias.»
4.
Sales
con algo concreto. Cuando sales de la visita con algo concreto bajo el
brazo, aunque sin la venta todavía. Por ejemplo, no tienes el pedido, pero le
ofreces a tu cliente visitar tu fábrica, las oficinas o la exposición. Le
ofreces por ejemplo visitar su casa y te llevas el producto para que lo vea
allí. Sugieres una compra de prueba: «Pruébelo durante quince días, y ya me
dirá.» Le pides una señal, como dinero a cuenta.
5.
Cierre
reflexivo. Para obtener un sí. Si el cliente te dice «estaría bien
disfrutarlo para el día de mi cumpleaños», le preguntas: «¿Quieres que te lo
enviemos el día de tu cumpleaños?» Así consigues que sea él quien exprese el
sí.
6.
Cierre
directo. Tu cliente te dice: «Me encantan esos zapatos.» Y le dices: «Buena
elección.
Acompáñame a la caja. Son 160 euros.»
8.
Cierre
condicional. Si tu cliente te pregunta: «¿Lo podría tener en casa la semana
que viene?» Le contestas: «Claro. Si hacemos el pedido ahora lo tendrías la
semana que viene en tu casa.
¿Qué día de la semana que viene te vendría
mejor?»
9.
Abres
una puerta. Se trata de una pregunta sobre el futuro. Abres un poco la
puerta, lo suficiente para asomarte a ver qué tiene en su cabeza. «¿Cuándo le
gustaría recibir el armario?» «¿Le interesaría también tener algún altavoz en
el jardín?» «¿Usaría también el ordenador su hijo?»
SÉ EMPÁTICO DURANTE EL CIERRE, NO SIMPÁTICO
Ser simpático no funciona en el mundo de
las ventas, sólo funciona ser empático. Aquí tienes una historia en la que se
descubre qué es la empatía.
Un hombre estaba tan harto de ir a trabajar todos los días,
mientras que su esposa se quedaba tranquilamente en casa, que le pidió a Dios
que cambiaran los papeles. «Dios, trabajo más de ocho horas en la oficina todos
los días mientras que mi esposa simplemente se queda en casa. Quiero que ella
sepa lo que es trabajar de verdad. Por favor, cambia nuestros papeles.» Y Dios,
en su infinita sabiduría, le concedió el deseo.
A la mañana siguiente, el hombre se despertó como mujer. Se
levantó el primero para preparar el desayuno de su marido, despertó a los tres
niños, les preparó también el desayuno, su ropa del colegio, la mochila y el
bocadillo. Después de arreglarse rápidamente, les llevó al colegio, y
seguidamente a hacer la compra en el supermercado. Pasó por el banco para sacar
dinero y pagar unas facturas. Después de cargar con la compra y colocarla en la
nevera, limpió la caja de arena del gato y bañó al perro. Para entonces ya era
mediodía, por lo que se apresuró a hacer las camas, lavar la ropa, pasar el
aspirador, quitar el polvo, barrer y fregar el suelo de la cocina. Después de
comer un bocadillo rápido, se apresuró para llegar al colegio a por los niños.
De camino a casa se puso a discutir con ellos. Una vez en casa, les preparó la
merienda e inmediatamente empezó a ayudarles con los deberes. A continuación,
planchó las camisas de su marido. Preparó la cena, limpió la cocina, puso el
lavavajillas, dobló la ropa, bañó a los niños, y les leyó un cuento en la cama.
Se encontraba agotada. Finalmente, llegó su marido del trabajo, y la agotó aún
más.
A la mañana siguiente, se arrodilló junto a su cama y le
rogó a Dios: «Señor, ¿en qué estaría yo pensando cuando te dije que cambiaras
nuestros papeles? Y yo que envidiaba a mi esposa porque pensaba que no hacía
nada en casa. ¡Cuánto trabaja! Por favor, que todo vuelva como estaba antes,
que no puedo con mi alma.» El Señor, en su infinita sabiduría, le contestó:
«Hijo mío, me alegro que hayas aprendido esta lección, pero no puedo cambiar
los papeles ahora mismo para que todo vuelva como antes. Tienes que permanece
así como mínimo nueve meses más. ¡Anoche te quedaste embarazada!» Gracias a
Dios, nuestro Señor, que un vendedor no tiene que pasar por este calvario para
ponerse en el lugar de su cliente. ¡Vender es más fácil!
Aquí tienes dos maneras de comportarse distintas, uno es un
vendedor simpático y el otro uno empático. Decide cuál crees que es el
comportamiento más eficaz.
«Es que
dudo si llevarme estas sandalias tan bonitas. Me quedan muy bien
Clienta: porque el tacón es muy alto y son muy cómodas, pero es que mi
marido está teniendo problemas en la oficina. Ya sabes, lo de la crisis. Y no
sé qué hacer.»
«No sabía que tu marido tenía problemas
en la oficina; es mejor que no te gastes más dinero porque en realidad no las
necesitas. Es un capricho. Yo, viendo como Simpático: están las cosas ahora
mismo no me las llevaría. Vete a tu casa con tu marido, cierra las ventanas,
lamentaos toda la tarde, y después..., suicidaos.»
«No te lo pienses. Llévate las
sandalias. Vete a casa. Cena con tu marido para Empático:
celebrarlo y le haces al amor toda la
noche, ¡sin quitártelas!»
No
puede vender «filtrado» por tus propias imágenes, la imagen que tú ves no es la
única verdad
AVANZA AÑADIENDO MÁS
Es mi preferida. Funciona de la
siguiente manera. Un cliente está pasando un verdadero tormento en la tienda de
electrodomésticos porque duda si comprar un televisor. Es su cuarta visita a la
tienda y lleva ya una hora. Está muy indeciso. Ante la duda, es muy probable
que decida una cosa, no decidir, y que se marche del comercio sin llevarse
nada. ¡Que no se marche! Un vendedor no puede permitir que un cliente salga de
su tienda con tan semejante frustración. Copia este comportamiento del vendedor
de abajo, verás cómo consigue que el cliente se lleve el televisor. Ya me dirás
qué tal te funciona.
Clienta: «Es que no sé si llevarme este
televisor.»
Vendedor: «Llévatelo con estos altavoces.»
Clienta: «Con los altavoces no, es mucho.
Prefiero llevarme sólo el televisor.» Vendedor: «Muy bien, como quieras.»
La ventaja de este comportamiento reside en que no molestas
al cliente porque no le fuerzas con la pregunta «¿se lo lleva?». Esta pregunta
le molesta porque si dice que «sí», parece que cede. Si dice que «no», también
le incomodas porque se verá obligado a justificar su respuesta negativa. En el
cierre añadiendo más, le invitas a que te diga que sí a tu producto y que no al
adicional. Le facilitas su elección.
1. ¿Cuándo te empiezan
a temblar las piernas?
Mi primera enseñanza como vendedor se inició hace
veinticinco años. Una modesta señora, con pinta de venir de alguna pequeña
localidad de alrededor, entró por la puerta de mi tienda y me ofreció una
enseñanza que quiero compartir contigo. Era esa época en que las clientas de
los pueblos vecinos venían a la ciudad
el fin de semana para disfrutar haciendo sus compras. Así fue la conversación.
«Por favor, quiero probarme esos zapatos», me indicó la
señora. Y me señaló precisamente el modelo más caro de la tienda. «¡Anda!, la
señora no se ha fijado en el dineral que cuestan», pensé. Incrédulo le saqué
los zapatos, se los probó y me dijo: «Me gustan. Me los llevo.» «¡Se los
lleva!», pensé. «¿Y cómo le digo ahora el precio? Cuando se entere de lo que
cuestan se va a llevar un susto de muerte.» Para no enfrentarme a la embarazosa
situación de cobrarle en la caja y escabullirme del momento, me vino la luz y
le dije: «Por favor, venga por aquí hacia la caja que ya le cobra mi hermano.
Javier, por favor, ¿le puedes cobrar a la señora?» Acto seguido huí a toda
velocidad de la zona de caja, aunque pude oír que mi hermano Javier le dijo:
«¿Qué le parece este bolso a juego?» ¡Le ofreció un bolso a juego! ¡El
insensato de mi hermano le ofreció un bolso a la señora que costaba el triple
que los zapatos! ¡Y se lo llevó también!
No sé si esa señora se puso alguna vez esos zapatos y el
bolso. Lo que sí recuerdo es la cara de satisfacción con la que salió de mi
tienda. Orgullosa, con sus dos bolsas. Mi hermano me dijo sonriendo:
«Alejandro, no estamos en la tienda para prejuzgar a las clientas, estamos para
ofrecerles los productos que tenemos expuestos.»
Los clientes comprar productos que no
necesitan, pero que desean con locura
Hay participantes a mis talleres que me preguntan si el
cliente se molestará si además de la compra principal, le añaden un producto
adicional. Hay tres reacciones posibles cuando ofreces un producto adicional:
1. Que
tu cliente compre solamente el producto principal.
2. Que
tu cliente compre el producto principal y el adicional.
3. Que
tu cliente te plantee una objeción.
Mario es abogado en Valencia y hace unos años se compró un
Porsche Cayenne turbo, con todos los extras. Una locura de de coche. En un
viaje a Sierra Nevada, Mario tuvo una experiencia que no se la deseo a nadie.
Observó que el propietario del Cayenne que estaba estacionado a su lado
presionó un botón y el maletero del coche se cerró eléctricamente. Es decir, el
Cayenne de Mario tenía todos los extras, volante calefactable, asientos
ventilados, paquete sport, estribos laterales, ¡pero no tenía el botoncito del
maletero! Eso no lo pudo tolerar, y se dirigió al concesionario para arengar al
vendedor. «¡Te dije que quería todos los extras! ¿Cómo que no tengo el maletero
eléctrico?», le soltó. El vendedor le dijo: «Disculpe, pero es que el precio
del coche se subía mucho.»
Tu trabajo es ayudar al cliente a tomar
una decisión de su libre elección, no estás para prejuzgar las decisiones que
ellos toman
Hace unos años se realizaron dos
experimentos:
1.
A un grupo de jóvenes voluntarios se les entregó unas tarjetas de
crédito sin límite. El objetivo era que compraran hasta que el vendedor dejara
de vender.
• 60
por ciento de los vendedores ofrecieron un segundo producto.
• 25
por ciento de los vendedores ofreció un tercer producto.
• 5
por ciento ofreció un cuarto producto.
2. Cien estudiantes fueron llevados a un centro comercial
con 100 dólares cada uno. Tenían la instrucción de comprar productos siempre
que el vendedor les ofreciera un producto adicional. Debían comprar todo lo que
les ofreciera el vendedor hasta agotar los 100 dólares. Todos los estudiantes
volvieron con dinero.
¿Y a ti? ¿Cuándo te empiezan a temblar las piernas? ¿A los
500 euros, a los 1.000 euros? ¿A los 100.000 euros? Como vendedor tienes dos
opciones: primera, lanzar a tu cliente a la siguiente casilla en ventas
grandes; segunda, rematar en ventas pequeñas y ofrecer un producto adicional.
Si no lo haces, deja de considerarte un vendedor. Ofrece, ofrece y ofrece hasta
que tu cliente deje de comprar. No estás en este negocio para prejuzgar cuál es
el comportamiento de tus clientes, estás para ayudarles a tomar una decisión de
su libre elección.
Para convertir en un hábito ofrecer un producto adicional,
y adaptarlo a tu estilo, tendrás que empezar con productos adicionales más
baratos hasta que, poco a poco, te sientas seguro en ofrecer artículos más
costosos. A medida que aumentes tu confianza comprenderás que los productos
adicionales no tienen que ser necesariamente menos costosos que el producto
principal. Cuando hayas desarrollado al máximo este comportamiento, querrás
ofrecer productos adicionales aunque no estén relacionados con la compra
inicial.
Hace siete años que decidí no hacer más trabajos de
bricolaje en casa. Se me soltó el rodapié de mi dormitorio y quise clavarlo a
la pared yo mismo. En mi ridícula caja de herramientas tenía todo tipo de cosas
inservibles como tuercas, tornillos, arandelas, tacos. De todo, menos clavos.
Así que caminé los dos kilómetros que separan mi casa de la ferretería y compré
unos clavos especiales para madera. Cuando llegué de vuelta a mi casa no pude
clavar ni uno de los clavos porque me faltaba otra cosa importante: el
martillo. ¡Me lo podía haber advertido el ferretero ¿no?!
¡Si tu cliente te pide clavos, ofrécele
siempre un martillo!
2. «Pues hay que pedirlo cuanto antes»
Esta es una respuesta automática que puedes dar siempre
cuando el cliente te mencione una fecha. Funciona de esta manera.
Situación 1. |
|
Clienta: |
«Es que quiero hacerle un regalo de cumpleaños a mi hijo.» |
Vendedor: |
«¿Cuándo es el cumpleaños?» |
Clienta: |
«Dentro de seis días» |
Vendedor: |
«¡Pues hay que pedirlo
cuanto antes!» |
Situación 2.
Clienta: |
«Es que quiero hacerle un regalo de cumpleaños a mi hijo.» |
Vendedor: |
«¿Cuándo es el cumpleaños?» |
Clienta: |
«Dentro de seis semanas.» |
Vendedor: Situación 3. |
«¡Pues hay que pedirlo cuanto antes.» |
Clienta: |
«Es que quiero hacerle un regalo de cumpleaños a mi hijo.» |
Vendedor: |
«¿Cuándo es el cumpleaños?» |
Cliente: |
«Dentro de seis meses.» |
Vendedor: |
«¡Pues hay que verlo cuanto
antes!» |
Da igual si el cumpleaños del hijo es dentro de seis días,
seis semanas o seis meses, contestas siempre lo mismo. Si tu cliente entra en
la tienda una semana antes del cumpleaños o un año antes, será por algo.
Hay vendedores que prefieren echar al
cliente de la tienda:
Clienta: «Es que quiero hacerle un regalo de
cumpleaños a mi hijo.»
Vendedor: «¿Cuándo es el
cumpleaños?» Cliente: «Dentro de un mes.»
«¡Un mes!, pero si aún faltan muchos
días. No tengas prisa, que hay tiempo. Ven Vendedor:
más adelante, ¡que de aquí no nos vamos!»
No existe una sola técnica válida para cerrar una venta. El
cierre de venta es una conclusión de todo el proceso, un desenlace.
Podemos estimar, y esto depende del tipo de producto, que
un 10 por ciento de los clientes compra porque tu producto coincide con lo que
desea, y sólo necesita que le ayudes para formalizar el pedido. Un 20 por
ciento no compraría jamás porque no coincide lo que le ofreces con sus
necesidades. Estos son los que me suelen deprimir. El punto está en conquistar
a la mayor parte del 70 por ciento restante, los indecisos. Estos son los que
les hacen ganar las campañas a los políticos.
LA TRAMPA DE LA COMPARACIÓN
¿Cuántas veces te has visto en la
situación de tener que comparar entre dos productos de tu mismo catálogo cuando
estás en pleno cierre? «Este coche, a diferencia del anterior modelo, no tiene
climatizador», o «este equipo de música suena bien, pero le falta...». Cada vez
que menoscabas uno de tus productos le estás dejando claro a tu cliente que
dispones de productos con pegas. Las comparaciones son subjetivas porque decir
que un determinado producto es mejor o peor que otro es sólo una opinión. Cada
producto tiene características y ventajas que lo definen, según la percepción
del comprador. No te dejes atrapar por la natural trampa de la comparación. Un
vendedor despierto es también aquel que evita hacer comparaciones con su
competencia. Hablar mal de los otros es innecesario, te rebaja como vendedor e
incomoda a tus clientes.
LA FUERZA DEL SILENCIO
El cliente está leyendo el contrato, y lo
hace en completo silencio. El vendedor le mira sin saber
qué decir. El cliente sigue leyendo. Coge
la pluma para firmar, y la vuelve a dejar sobre las mesa. Levanta la cabeza del
papel y mira con cara pensativa al vendedor, y lo hace en silencio. El vendedor
le mira. Sigue el silencio. Más silencio. El vendedor rompe, de una vez por
todas, ese silencio insoportable y le pregunta: «¿Algún problema?» Este
vendedor incomprensiblemente está iluminando pensamientos negativos en la mente
de su cliente. Su comportamiento es un espejo de su mundo interior. La imagen
que él tiene del silencio es negativa, y su comportamiento es negativo. Se
comporta coherentemente con las imágenes que se crea en su filtro.
El silencio muestra cuáles son los límites de
las personas
Vamos a profundizar un poco más en la fuerza del silencio.
Imagina que estás en el ascensor y entra un desconocido. Le saludas, y el
silencio hace su presencia. El silencio os acompaña en vuestro viaje. ¿Miras al
suelo? ¿Al techo?, ¿Cuentas los pisos? ¿Jugueteas con las llaves? ¿Con el
móvil? ¿Habláis del tiempo? Lo que sea, pero que pase rápidamente ese incómodo
silencio. ¿No te gusta estar tan cerca de esa persona? ¿Sientes que ha invadido
tu territorio? El silencio nos incomoda.
¿Te ha ocurrido alguna vez que estás cenando con tus amigos
y, de repente, nadie dice nada, todos os quedáis callados porque se hace el
silencio? No se oye nada. Todos permanecéis con los labios cerrados,
hechizados. Ninguno habla. Se nota la tensión. Es un silencio molesto que os
inquieta. Hasta que, gracias a Dios, uno hace un comentario que rompe el
hechizo del silencio. Estás agradecido al que ha roto ese silencio porque te
alivia.
El silencio es inquietante porque no sabes qué se esconde
detrás. Los vendedores se sienten impresionados por el vacío imponente que crea
el silencio. Es como un poder invisible que les incomoda. Es el miedo a la nada
que actúa sobre sus subconscientes y les impulsa a hablar.
Tu cliente compra en silencio, háblale en silencio. El
silencio es elocuencia. Empieza a acostumbrarte en tu casa o en tu coche,
aguanta diez minutos en silencio, sin la radio, sin la televisión. Es decir,
diez minutos en absoluto silencio. ¿Es un sonido insoportable? ¡Qué tormento!
Sin embargo, cuando te familiarizas con el silencio lo apreciarás y comenzarás
a saborearlo y a diferenciar entre los distintos tipos de silencio. Porque hay
tantos tipos de silencios como tipos de nieve. Si le preguntas a cualquier
persona cuantos tipos de nieve existen, te contestará que uno, la nieve blanca.
Un esquiador te contestará que hay nieve virgen, nieve artificial, nieve dura o
nieve hielo. Si le preguntas a un esquimal te contestará que hay 300 tipos de
nieve. Desde la nieve pisada, granulosa, primavera, costra, etc. Con el
silencio ocurre lo mismo: silencio resignado, el asustado, el inquietante, el
silencio pesado, el silencio glacial, el férreo, el provocador, el culpable, el
elocuente, el misterioso, el silencio curioso, el sepulcral, el silencio
arrogante, el silencio soberbio, el silencio ignorante, el silencio tímido. Es
curioso que un hombre necesite tres años para aprender a hablar y ¡cincuenta
años para aprender a callarse!
En la introducción del libro vimos cómo el silencio es muy
útil en el primer contacto con tu cliente, siempre que te muerdas la lengua
para reprimir las primeras palabras que vengan a tu boca. Ten paciencia y
espera a que hable primero tu cliente. Cuando, por ejemplo, te den el precio de
un presupuesto, haz un silencio, no contestes, no digas nada. Verás lo que
ocurre. Cuando estés a punto de cerrar un trato y el cliente te venga con una
pequeña pega de última hora, no digas nada. Sonríe y aguanta. Cuando pides a un
vendedor un «descuentito», hay veces que ni te contestan. Sólo te miran amablemente
y en silencio. Lo suficiente para entender que ahí no se hacen descuentos. Si
estás dirigiendo una reunión y todos hablan, quédate delante de ellos en
silencio. Poco a poco, se callarán, se mirarán, notarán un malestar porque los
demás también les estarán mirando y la atmósfera se sentirá pesada. Tu silencio
es suficiente para hacer que cese la conversación. Cuando hables en público,
haz un silencio inicial y conseguirás que se callen voluntariamente y presten
atención, sin necesidad de decirlo. Así es como hace un pianista al empezar o
un director de orquesta. Un silencio inicial.
Permanecer en silencio es la herramienta más importante
para influir en los demás. El silencio en una conversación es la llave que te
permite abrir el baúl de la información de tu cliente. ¿Se te ha dado alguna de
estas situaciones? Estás con otro vendedor de tu equipo en plena conversación
de ventas. Asombrado, observas cómo el otro vendedor contesta una pregunta que
tú le habías dirigido al cliente. Hay ponentes que cuando les nombran para
salir a hablar en público inician su presentación incluso antes de ponerse
delante de todos, o hacen un comentario con intención de ser gracioso para
ganarse al público, o para tranquilizarse él mismo. En verdad, el público ríe
para no tensionar más la situación. Pierden el interés en el presentador. Es
mejor que domines tu silencio inicial. No digas nada, simplemente te levantas y
caminas hacia el estrado en completo silencio. Miras a todos con respeto,
esperas dos segundos e inicias tu presentación con una pregunta. Si tu
presencia no es suficiente para que el público te respete, no lo conseguirás
pidiéndoles que se callen.
La
compra la hace tu cliente en silencio
El 30 por ciento de los participantes ofrecen rápidamente
un cierre en el mismo momento en que el cliente menciona algo que le gusta de
su producto. En lugar de profundizar por ese carril y llegar al átomo, atajan
directos a la casilla final y piden el cierre.
El 80 por ciento interrumpe el silencio del comprador
cuando está leyendo el contrato antes de firmarlo. No soportan el silencio y le
interrumpen con preguntas que despiertan pensamientos negativos: «¿Algún
problema?», o «¿Todo bien?»
¿CUÁL ES EL OBJETIVO
DE UN VENDEDOR?
Por favor, subraya cuál de estas
actividades es el objetivo último de un vendedor.
Vender | Vender bien | Cobrar | Satisfacer al
cliente Volver a vender | Que el cliente repita
Ninguna de ellas. Aunque todas son muy importantes, tu
objetivo último como vendedor es que tu cliente te recomiende activamente a
otros clientes. Es un fin noble porque no te conformas con que el cliente quede
satisfecho por comprar tu producto, ni te conformas con que repita, quieres que
sea él quien venda por ti.
Transforma
a tu cliente en tu fan y embajador
Cuándo decides ir a cenar a un nuevo restaurante, ¿lo haces
porque lo has encontrado en las páginas amarillas o porque alguien te lo ha
recomendado? La manera más poderosa de hacer publicidad de tus productos es la
recomendación sincera y activa de tus propios clientes satisfechos. Tus
actuales clientes satisfechos son tu mejor fuente de referencias activas,
porque cuando están emocionados, voluntariamente te recomiendan. Y no solamente
hablan bien de tu empresa, hablan especialmente bien de ti. Y es así porque
habrás conseguido con tus clientes el mismo efecto de las ondas en el lago
cuando lanzas una piedra. La piedra es un cliente que extiende el efecto de las
ondas a otros clientes.
¿Cuál es mi objetivo con este libro?, ¿que se venda bien?,
¿que te emociones?, ¿qué te satisfaga su lectura? Mi objetivo último es que lo
recomiendes. Y sólo lo harás si ha sido útil para ti. Sólo querrás comentarlo
en tu círculo de contactos si te ha ayudado. Sólo si tú te conviertes en un fan
de mi libro habré conseguido mi objetivo.
Las
referencias se ganan, no se piden
Cuando pides una recomendación de forma técnica a un
cliente, como un atajo sin más, le lloras y provocas que ambos os sintáis
incómodos. Antes de lanzarte a pedir una recomendación, responde a estas
preguntas: ¿Por qué se convertirá tu cliente en tu embajador? ¿Se sentirá
orgulloso de recomendarte? ¿Te has ganado su confianza para que hable bien de
ti? ¿Le has suministrado un servicio de cinco estrellas? Y sobre todo, ¿qué le
puedes dar a tu cliente? No pienses sólo en obtener la recomendación de tu
cliente, ¿qué le puedes ofrecer? ¿En qué más le puedes ayudar?
Tus clientes son majestuosos árboles que te
pueden dan frutos todo el año, ¡riégalos y abónalos!
De tus clientes actuales, ¿cuántos te han venido porque te
los han recomendado otros clientes? Tu éxito en ventas depende de la amplitud
de tu círculo de eficacia. Cuantas más numerosas sean las personas que entren,
más se ampliará tu círculo y mayor será tu radio de influencia. El mejor medio
para lograrlo es convertir a cada uno de tus clientes en tu fan activo. El
deseo de convertir a cada cliente en un fan activo es honesto, no lo ocultes,
forma parte de la base sincera de la venta. Tu cliente lo hace voluntariamente
porque confía en ti. ¿Te has ganado su confianza, y por iniciativa propia se
convertirá en tu colaborador para ayudarte? Cada cliente que hayas ayudado, ¿se
convertirá en un fan activo y actuará por su propia iniciativa? Cuanto más útil
seas para tus clientes, más se esforzarán para ampliar tu círculo de eficacia,
y más rápidamente ampliarás tu influencia.
Son referencias activas porque no se trata de una lista de
testimonios escritos de clientes satisfechos, se trata de verdaderos embajadores
activos. ¿Te admiran tus clientes?¿Se sienten orgullosos de colaborar contigo?
Porque solamente cuando tus clientes te respeten podrás animarte a pedirles
referencias de otros potenciales clientes.
Si está contento con nuestro servicio,
dígaselo a los demás; si no lo está, ¡díganoslo!
Aunque la recomendación activa nace del cliente, también
puedes incitarle a convertirse en una referencia activa. Para ello debes saltar
estos obstáculos:
1.
Tu propio filtro. Porque si cargas negativamente
tu filtro te surgirán ideas limitantes que teimpedirán pedir la recomendación.
Por ejemplo, cuando piensas «como se lo tome a mal», o «espero que no
perjudique mi relación con este cliente», o «va a parecer que le estoy
suplicando». Para positivar tu filtro, míralo desde este punto de vista: ¿qué
pensará tu cliente si no le pides referencias? ¿Pensará que vas sobrado? Cuando
le pides una referencia a tu cliente en el momento adecuado, pensará «este sí
que sabe lo que quiere», u «ojalá todos mis vendedores hicieran lo mismo».
Depende siempre de tu filtro. Imagina que ahora te doy una
lista de oro con los 200 clientes top que esperan tu llamada, y sólo te la
puedo dejar durante cinco horas. ¿Durante cuántas horas llamarías? No te
cortarías ni un pelo y llamarías durante las cinco horas disponibles porque tu
filtro está positivo.
2.
Elige el momento ideal para pedir la
recomendación. Es cuando tu cliente tiene su filtropositivo, cuando te expresa
que le ha gustado tu propuesta o cuando te manifiesta que está satisfecho con
tu producto. Es en ese momento emocional cuando él está deseoso de hablar
positivamente de su experiencia vivida. Puedes incluso ayudarle y guiarle para
que recuerde los puntos que le han gustado de ti, de tu empresa y de tu
producto.
3.
Pide la referencia. Y lo haces siempre
facilitándole la respuesta: «Me gustaría contactar con . ¿Tienes
confianza para llamarle y decirle que me conoces?» Le facilitas el sí, porque
sabes que él conoce a esa persona y se lo dejas mascado. Si por otro lado le
preguntas: «¿A quién crees que puede interesarle una presentación de mi
actividad?» Le facilitas menos el sí porque se lo dejas muy abierto y le
obligas demasiado a tener que pensar en alguien.
4.
Espera que te dé los nombres. Una vez formulada
la pregunta anterior, esperas con paciencia,y con el bolígrafo en mano, su
respuesta. El nombre sólo no es suficiente; si le pides información adicional
como el cargo exacto, dirección de la oficina o número de teléfono, te ayudarán
porque te ahorrarán tiempo. Incluso le puedes pedir que sea él quien le llame
en el mismo momento o que le envíe a ese cliente potencial un email sobre ti.
5.
Informa a tu cliente de los avances y de los
resultados que has conseguido con su referencia.
EL PRECIO, ¿Y SI PIDEN
UN DESCUENTO?
Si te piden un descuento, o una fecha de
entrega mejor, un empaquetado especial, una garantía adicional o un pago
aplazado, no lo veas como si fueran objeciones porque no lo son. En realidad
son los indicadores de que ha llegado el momento en el que debes dejar de
vender y empezar a negociar.
¿Por qué hay que negociar? Para evitar que cuando te pidan
un descuento empieces a defenderte con las cien razones por las que no puedes
hacerle un descuento: «Mi margen es muy pequeño», «tengo a mis colaboradores
dados de alta», «el precio es así porque tiene calidad», «me quitan la marca».
Más que razones, son rollos para tu cliente. Cuantas más razones le des, más
riesgo de empezar una discusión con tu cliente. Ocurre así porque cuando le
sacas una razón a tu cliente, él te sacará otra porque no es menos que tú. Es
un argumento circular que nunca termina.
Cuando regateas añades argumentos, cuando
negocias añades valor
Cuando discutes con tu cliente sobre el precio, estás
regateando, solamente te queda hacerle un descuento o no hacerlo. Si lo haces,
te pedirá más porque se sentirá engañado. ¿Recuerdas el descuento que ofrecía a
la participante de mis talleres por un par de zapatos? Mi comportamiento
provoca que suba su percepción de poder y en lugar de agradecérmelo, me pide
más. Ocurre así porque un descuento genera avaricia, no gratitud. No es que los
clientes tengan maldad, piden más porque elevan sus expectativas y exigencia al
percibir que tienen más poder, como consecuencia de tu comportamiento.
Para salir airoso de esta situación te recomiendo mis dos
libros sobre negociación que te ayudarán a negociar fácilmente. Sé que queda
mal recomendar mis propios libros, pero entiende que tengo dos hijos y hoy la
cosa está muy mala: Negociar es fácil, si
sabe cómo (Alienta, 2011) y Negociación
para Dummies.
Si regateas empobreces el acuerdo, cuando
negocias lo enriqueces
1. No dejes el precio para el final
La mayoría de los autores recomiendan decirle el precio al
cliente al final de la conversación. Es otra historia de rosbif, y una
recomendación ineficaz porque te quedarás sin variables para protegerlo. No lo
abandones para el final.
Ejemplo. Necesitas alquilar tu piso por 1.500 euros para
poder hacer frente los pagos de la hipoteca. No le dices el precio al inquilino
al inicio de tu conversación para que no te ponga pegas. El potencial inquilino
te plantea estas preguntas:
Inquilino: |
«¿Supongo que entregarás la
casa pintada?» |
Tú: |
«Sí, por supuesto.» |
Inquilino: |
«¿Y con una limpieza
general?» |
Tú: |
«Sí, claro.» |
Inquilino: |
«Puedo llevar a mi perro.» |
Tú: |
«Sí, me encantan los
animales.» |
Inquilino: |
«¿Hay algún problema si pago al final de mes la renta?» |
Tú: |
«En principio ninguno.» |
Inquilino: |
«¿Podrías alquilármela por
un año?» |
Tú: |
«Sí, un año es perfecto.» |
En este ejemplo, cada sí que le das a tu cliente es una
concesión. Al final llegas a un acuerdo sobre la pintura, la limpieza, el día
de pago, el perro y el año de alquiler. Una vez cerrados estos asuntos, tan
sólo te queda una cosa: cerrar el precio. Ahora dime, ¿cómo proteges tu precio
si ya has llegado a un acuerdo sobre el resto de variables? Sólo te quedará
para protegerlo añadir argumentos y quejarte, y eso no funciona.
Este comportamiento se repite siempre en todos los
talleres, tanto en el de venta como en el de negociación. Como los vendedores y
los compradores piensan que el precio es lo más importante, se convierte
siempre en lo más importante. En consecuencia, sólo se enfocan en el precio y
no ven el resto de variables del acuerdo. Como les agobia dar el precio se
esperan a darlo al final.
Aquí tienes un ejemplo real de un vendedor en una tienda de
electrodomésticos que sufre cuando le preguntan el precio:
Cliente: «¿Cuánto cuesta esa tele.»
«En
realidad es más que una tele. El sistema al que usted se refiere lleva
Vendedor: incorporado un reproductor
de vídeo digital y cuatro altavoces activos incorporados que le permiten
disfrutar de un auténtico televisor de alta fidelidad.»
Cliente: «¿Y cuánto cuesta?»
«Verá.
Es que le precio no es lo más importante cuando hablamos de calidad de
Vendedor: imagen. Observe cómo el sistema
lleva una pantalla de contraste de cristal templado que le permite una
protección máxima para sus hijos.» Cliente: «Sí, ¿y cuánto vale?»
«Bueno, son 5.000 eurillos de nada..., pero entienda que no se
lleva sólo una tele, Vendedor: se lleva mucho más. Piense en la garantía, en el
servicio posventa, en la calidad...»
Este vendedor no cree en su precio en absoluto y evita como
puede dárselo al cliente al inicio de la conversación. Se justifica. Le ofrece
muchas explicaciones que su cliente no le han pedido. ¿Cómo daría el precio un
vendedor de Ferrari?
Cliente: «¿Cuánto vale este Ferrari?»
Vendedor: «150.000 euros. ¿Qué le parece?»
Cuando un vendedor está seguro de su precio, no tiene la
necesidad de añadir muletillas para justificarlo, ni tampoco lo oculta, ni da
largas explicaciones para defenderse. Va directo al grano, lo dice sin más.
Después, pregunta. Si le das una larga explicación antes de dar tu precio,
simplemente te estarás justificando.
Tu
precio se refuerza cuando invitas a su respuesta
2. Vendes primero, negocia después
Si puedes vender tu producto a su precio, ¿para qué vas a
negociar? Si durante la conversación de venta tu cliente te dice que «estoy
interesado, pero quiero saber si las condiciones...», fantástico, porque es
entonces cuando dejas de vender y empiezas a negociar.
La mayoría de los vendedores confunden vender con negociar.
Piensan que están negociando cuando en realidad solamente están regateando.
Dicen «estamos negociando un acuerdo» cuando están simplemente defendiendo su
precio con muchos argumentos preparados de antemano, o con descuentos.
Un descuento es ceder, no es negociar. Es un atajo para
perder dinero. Funciona de esta manera. El cliente pone una objeción y el
vendedor baja el precio; el cliente saca otra objeción, y el vendedor baja de
nuevo el precio. Y así hasta que el cliente le hace pedazos. Si haces
concesiones durante el proceso de venta, antes de que empiece formalmente la
fase de negociación, perderás la oportunidad de intercambiar las concesiones
que has regalado en el proceso de venta.
Siempre tienes la opción de sembrar el precio en la mente
de tu cliente durante la conversación. Si dejas el precio para el final, como
un asunto aislado, no tendrás nada con qué protegerlo después. Sólo te quedará
hacer un descuento. Un descuento, sin más, es un insulto a tu cliente.
En el caso anterior del alquiler de la vivienda, el
vendedor ha realizado concesiones en cadena porque necesitaba alquilarla, y ha
abandonado el precio para el final, dejándolo sólo a su suerte. Si luego la
cosa se le complicara no tendrá nada con qué intercambiar. Y peor aún, hay
algunos vendedores que hacen algún descuento a su cliente, a cambio de que este
les devuelva el gesto con pedidos futuros, que nunca ocurren.
No
dejes el precio para el final. Como a los vendedores les preocupa el precio y
lo consideran
un asunto que puede ser conflictivo, lo
dejan para el final. Prefieren no entrar a discutir el precio para no
perjudicar el buen clima y la buena relación con el cliente. Los vendedores perciben siempre que tienen menos poder
que los compradores, y actúan en consecuencia.
Muy
pocas ventas se cierran sólo por precio
En los talleres de negociación observamos siempre que no
hay diferencia real de poder entre el que compra y el que vende. Ambos piensan
que es el otro el que tiene más poder, con independencia de que sean vendedores
o compradores. Comprobamos repetidamente que el poder es sólo una percepción.
Así, al inicio del taller los vendedores piensan que son los compradores
quienes tienen siempre más poder. Al final del taller, una vez que han vivido
los casos de negociación, todos coinciden que tener o no tener poder no está
relacionado con ser comprador o vendedor, es sólo una percepción personal. Es
como el viento, no lo veo pero lo siento. Si crees que tienes poder cuando
negocias, aunque no lo tengas, te comportarás como si lo tuvieras. Y a la
inversa.
Cuando entrego a los alumnos de los talleres los casos de
negociación para que los preparen, justo antes de que se sienten a negociar,
les pregunto: «Del 1 al 10, ¿cuánto poder crees que tienes?» Terminado el caso,
les vuelvo a preguntar: «Del 1 al 10, ¿cuál es ahora tu sensación de poder?» Y
las respuestas nunca coinciden porque la sensación de poder cambia con el
tiempo. Si al inicio de la negociación uno cree que tiene un poder de 4 sobre
10, cuando termina cree que tiene poder de 8 sobre 10, con independencia de que
sea el comprador o el vendedor. Ocurre así porque el vendedor quiere vender con
buenas condiciones y el comprador quiere comprar con buenas condiciones. Cada
uno ve lo que le presiona a él, no lo que le presiona al otro.
La percepción de poder también cambia durante la
negociación, según los movimientos del otro y la información que te desvele.
Esta información hace que aumente o disminuya tu expectativa. Es normal que
inicies la negociación pensando que tienes poco poder y acabes pensando que
tienes mucho. También hemos comprobado que el poder cambia según quien negocie.
Los resultados del mismo caso de negociación dependen de quién esté negociando,
no de la complejidad del caso, ni del poder que tenga cada uno de los papeles.
El éxito depende de la percepción personal de poder que tenga el negociador
durante la negociación. Hay negociadores que, con el mismo caso, obtienen
mejores resultados que otros porque creen tener más poder.
3. Un rango es mejor que un precio fijo
¿Cruzas los dedos después de darle a tu cliente el precio?
¿Aceptará tu precio o no lo aceptará? ¿Por qué cuando presentas tu oferta el
cliente decide muchas veces que «no», o simplemente no decide nada? Porque le incomoda
decidir. Por eso no decide nada, o simplemente dilata la decisión. Entonces,
ayúdale a que tome la decisión. Tiéndele un puente para que pase por él. No le
compliques la vida a tu cliente forzándole a decidir algo, no le gusta que le
digas «o este precio o nada».
Facilítale el sí, y lo haces con un rango, mejor que con un
precio fijo. Que sea tu cliente quien se construya su propio precio, guiado por
tus indicaciones. Por ejemplo, cuando te compras un coche, el precio es una
parte, hay algo más, faltan los extras. El cliente se construye su coche a su
gusto, con los extras que le ofrece el vendedor. Haz tú lo mismo. Le das tu
precio junto con todos los extras. Así
el cliente libremente se construirá su propio precio y evitarás colocarle
contra la pared al tener que decidir sí o no.
Si tu
cliente afirma «necesito un descuento», o «quiero que me lo suministres en una
semana», o
«los necesito en color verde», no te
alarmes porque, tal como hemos visto, no son objeciones. Son señales de que
quiere comprar. Ahora ya sabes lo que tu cliente necesita. Como tú tienes algo
que él quiere, dejas de vender y empiezas a negociar.
SHOWTIME!
¿Por qué los actores repiten la misma
representación, una y otra vez, y lo hacen con el mismo entusiasmo? El éxito de
un actor es el resultado de ofrecer en cada una de sus representaciones una
actuación de primera clase cada vez que sube al escenario. ¿Crees que le agrada
repetir la misma escena, de la misma obra, una y otra vez? Seguro que les
gustaría representar actuaciones distintas, y no por eso baja su calidad frente
al auditorio. Tus clientes tienen derecho a recibir tu mejor actuación cuando
converses con ellos. No importa cuántas veces hayas mostrado ese mismo producto
de siempre, tu conversación deberá ser igual de fresca y emocionante que la
primera vez, sea esta la número uno o la número cien.
Ofrece siempre una presentación tan fresca
como la del primer día
Tu cliente no necesita un automóvil o un reloj de alta
gama, pero desea con fuerza poseer esos artículos para expresar su alegría,
amor o entusiasmo. Para ilusionar a tu cliente haz que participe en la
demostración de tu producto. Déjale que eche un vistazo más de cerca a tu
producto, que lo toque, que lo pruebe, que lo sienta. Si se trata de un equipo
de música, por ejemplo, no le digas que tiene 200 vatios de potencia, es más
ilusionante que experimente la emoción del sonido, que toque los botones, que
trastee con el equipo. Cuando permites a tu cliente que participe en la
demostración y que la viva, desarrollará un compromiso emocional para comprar.
Demasiados vendedores se aburren porque presentan siempre el mismo producto,
una y otra vez. Ya no les emociona ni les sorprende su propio producto. Pierden
la frescura del primer día, se desvanece la gracia con el tiempo. ¡Ni hablar de
eso! ¡Presentas tu producto cada vez, como si fuera la primera vez! ¿Recuerdas
cuando saliste por primera vez con tu pareja a cenar? El tonteo inicial en una
relación es una experiencia emocionante que nos carga de vida. ¿Y qué pasa con
el paso del tiempo? Que la emoción se apaga. ¿Quién ha dicho que no se puede
mantener la llama viva todos los días, toda la vida? ¿Te suena cursi? Pues si
te suena cursi, aprende a ser cursi. Un vendedor disfruta de cada conversación
de ventas como el primer día, ¡sea la cien o la cien mil!
Los vendedores nos olvidamos de lo excitante que es para un
cliente un nuevo producto porque estamos acostumbrados a ver ese producto todos
los días. El cliente no tiene la culpa de que presentes el mismo producto todos
los días, se merece una presentación de ventas por tu parte de primera clase.
¿Cuántas veces cantó Frank Sinatra la canción My Way? No importa si la cantó cinco, mil o diez mil veces, porque
siempre la cantaba como el primer día. Eso es lo que diferencia un profesional
de un aprendiz. ¡Ese es el verdadero espíritu del Showtime!
Vender
es un estilo de vida, no es una profesión
¿Por qué no lo hacemos? Porque hemos perdido la frescura
del primer día. Volvamos al tonteo inicial con tu pareja. ¿Te acuerdas cuando
la/le viste por primera vez? Te arreglabas cada vez que salíais, te perfumabas,
te cuidabas para dar tu mejor imagen. Y con el paso de los años, ¿te has
descuidado?, ¿has perdido la frescura de los primeros días?, ¿te has
abandonado? ¡Que no le ocurra lo mismo a tu espíritu de vendedor! Al cliente le
importa un pito si estás en este sector un día o un siglo, o si tu salario y tu
horario son justos. Deja tus problemas fuera de la conversación y habla de lo
que quiere tu cliente, no de tus penas, frustraciones, pesadillas, problemas,
fracasos o dolor de muelas. Tu conversación de ventas debe ser tan fresca y
crujiente como el primer día. Y esa es la experiencia que debes compartir con
cada uno de tus clientes cada día, todos los días, ¡todos los años!
Si tienes una tienda, te sugiero que hagas una foto de la
fachada y del interior el primer día que la abras al público, después colocas
las fotos en la trastienda para que veas lo guapa
y arreglada que está. Así es como
debes mantenerla siempre. Al cliente no le interesa si la tienda lleva abierta
una semana o diez años, debe estar guapa y cuidada todos los días. Así
consigues que tu cliente pueda vivir una experiencia de primera clase. Así lo hacen todos los pilotos. Esperando en San
Sebastián, observé que el piloto que venía desde Madrid bajó del avión y se dio
un paseíto alrededor de la aeronave. Le pregunté para qué lo hacía y me dijo
que es una inspección previa a volar que se llama checkraid. Es decir, revisa elementos como el fuselaje, las ruedas
o que los motores no estén obstruidos. Es una inspección metódica que todos los
pilotos tienen que hacer en cada vuelo, sea el vuelo número uno o el cien. De
hecho entre los pilotos circula un dicho que dice: «Los pilotos experimentados
se preparan, los pilotos osados no». Y seguidamente dicen que «no hay pilotos
osados experimentados». «Es mejor tener ganas de subir a volar que no tener
ganas de bajar», precisamente por falta de preparación. Hay vendedores que se
preparan y vendedores que se lanzan en picado a la venta sin preparación.
Cuando están frente al cliente tienen ganas de terminar, no saben hacia dónde
dirigir la conversación. Se enredan. Caen en picado y se estrellan. Pierden la
venta.
Prepara tu avión antes de volar, evitarás
aterrizajes de emergencia
EJERCICIO 5
Prepara una lista escrita con al menos
cinco variables para darle un rango a tu cliente y facilitarle el sí.
1.
2.
3.
4.
5.
LAS CLAVES
• No
existe una receta que te sirva para un cierre, de un golpe.
• Cuando
ha existido una conversación bien dirigida, la venta se cierra por sí misma.
• Sabes
que has conectado cuando la venta se cierra sola.
• Sé
empático en el cierre, no simpático.
• Vende
según la imagen de tu cliente, no según tu imagen.
• Tus
clientes compran productos que no necesitan, pero que desean con locura.
• Estás
para ayudar a los clientes a tomar una decisión de su libre elección, no para
prejuzgarlas decisiones que ellos toman.
• Cierra
ofreciendo más.
• «Hay
que pedirlo cuanto antes.»
• La
compra la hace tu cliente en silencio.
• Las
recomendaciones se ganan, no se piden.
• Tu
cliente merece una presentación de ventas tan fresca y emocionante como la del
primerdía.
• Si
regateas empobreces el acuerdo, si negocias lo enriqueces.
• Protege
tu precio durante la conversación de ventas con variables, no lo dejes para el
final.
• Un
rango es mejor que un precio fijo.
LA VENTA EN ACCIÓN
CASO PRÁCTICO
El joven mecánico ha terminado de
cambiar la culata del motor del coche de un cirujano que estaba observando cómo
lo reparaba. El mecánico se dirigió hacia él y le dijo: «Mire todo lo que he
hecho. He sacado las válvulas, el árbol de levas y la junta de la culata. Lo he
reparado y lo he vuelto a instalar. Ahora su motor funciona perfectamente, como
nuevo. Y yo me pregunto, ¿por qué gano un salario tan miserable mientras que
usted gana un montón de dinero? ¿Pero si ambos hacemos prácticamente el mismo
trabajo?» El cirujano se inclinó hacia el joven mecánico con mucho respeto y le
dijo pausadamente al oído: «Trate de hacer todo eso que me comenta con el motor
en marcha.»
Vender con el motor en marcha, es decir, vender delante de
tu cliente y en el calor de una conversación de ventas es lo que marca toda la
diferencia. Hasta ahora has visto comportamientos de venta con el motor parado,
a partir de este momento tienes que hacerlo con el motor en marcha.
Ahora nos toca pasar de la idea, al
movimiento. Del concepto a la acción.
¿Te animas a que veamos una venta juntos? Vamos a ir paso a
paso para que distingas claramente los comportamientos de venta vistos en el
libro. ¿Preparado para la acción? ¡Arranca el motor!
¿Qué producto crees que tiene más
argumentos de venta, una silla o un ordenador? • Silla
• Ordenador
¿Cuál de los dos es más fácil vender?
Da igual la cantidad de argumentos que tenga tu producto
porque la compra depende de los argumentos que perciba el cliente, no de los
que tú percibas. Tu cliente compra por sus propios argumentos, no por los que
tenga tu producto. Los dos producto son igual de fáciles o complicados de
vender. Tu cliente compra la imagen que él se hace de tu producto, no la imagen
que tú te haces de tu producto.
Tu producto
Vas a vender clips de plástico, como el
de la ilustración. ¿Parece un producto fácil o difícil de vender?
• Únicos
en el mercado
• Plástico
sin PVC
• Ecológicos
• Reciclables
• Tres
tamaños distintos
• Diez
colores
• Más
baratos que los de metal
• Fabricados
en Alemania
• Certificado
calidad ISO 9001
Tu empresa
• Tu
empresa se llama STAR.
• Ha
ganado tres veces seguidas el premio a la empresa innovadora.
• Es
líder en Europa en la venta de clips de plástico.
• Destina
el 0,7 por ciento al tercer mundo.
• Toda
la maquinaria es alemana y de alta precisión.
Vender es una conversación bien dirigida. Vamos a dirigirla
con el modelo FÁCIL por los cauces de pensamiento que nos interesan.
F.Á.C.I.L.
Formulas preguntas para obtener el máximo caudal de pensamientos de tu cliente
¿Cómo iniciarías la conversación?
Si la has iniciado hablándole sobre tu empresa o sobre las
maravillas de tu producto, le estarás suministrando a tu cliente un somnífero
muy potente y te comportarás como la mayoría de los vendedores que no venden y
que sólo informan. Si le dices que «somos una empresa líder en venta de clips
en Europa, de hecho hemos ganado tres veces seguidas el premio a la empresa
innovadora y destinamos el 0,7 por ciento al...», perderá interés.
En lugar de ahogar a tu cliente en un mar de palabras sobre
tu empresa o las características y beneficios de tu producto, le preguntas. Es
decir, viajas a su filtro para interesarte por la imagen que él tiene del clip.
Así obtienes el caudal de pensamientos necesarios para empezar a construir la
conversación a partir de sus respuestas. Si además, tus preguntas tratan sobre
él, sobre lo que le preocupa o le emociona, estará encantado de explayarse en
la respuesta. Y eso es lo que te interesa en esta fase: «¿Qué le parece este
clip?», o «¿Qué es lo que más le gusta?»
Su
historia primero, la tuya después
Atrapas cada pensamiento afirmativo del caudal de palabras de tu
cliente
Vendedor: «¿Qué le parece este clip?»
Cliente: «Está bien. Me gusta, aunque odio comprar
este tipo de materiales.»
Anota cómo reaccionarías ante el diálogo
anterior.
Hay vendedores que no escuchan, y cuando el cliente dice
«está bien. Me gusta, aunque odio...», le interrumpen y le empiezan a hablar de
lo primero que se les ocurre sobre su producto: «Me alegro de que le guste.
Precisamente damos el 0,7 por ciento al tercer mundo y tenemos el premio a la
empresa innovadora. Y no sólo eso, los clips se pueden reciclar porque no
contienen PVC y son más baratos que los de metal.» Hazle un favor a tu cliente,
no le cuentes rollos. A tu cliente le convence lo que él te dice, no lo que tú
le dices. El resto son cuentos. Es decir, en este caso tu cliente sólo ha dicho
que «le gusta», no ha mencionado nada del 0,7 por ciento al tercer mundo ni lo
del PVC. Ahora, en esta fase, solamente tienes que atrapar los pensamientos
afirmativos que tu cliente exprese. Eso es lo que te acerca al cliente. En el
caso práctico: «Está bien. Me gusta.» Lo anotas porque construirás en la
siguiente fase la conversación a partir de esta respuesta.
Otros vendedores que no escuchan, entran a discutir con su
cliente y reaccionan a las palabras porque no pueden dominar su propio ejemplo.
Desvían a su cliente y le encauzan por un carril erróneo.
Vendedor: «¿Qué le parece este clip?»
Cliente: «Está bien. Me gusta, aunque odio comprar
este tipo de materiales.»
«¡Cómo
que odia comprar este tipo de materiales! No es para ponerse así
Vendedor: hombre, que no es para tanto.
Estos materiales son esenciales para que usted gestione
su empresa porque...»
Construyes la conversación a partir de las
respuestas afirmativas que te ha dado tu cliente
¿Qué haces ahora?
Aquí tienes el hilo conductor:
Vendedor: «¿Qué le parece este clip?»
Cliente: «Está bien. Me gusta, aunque odio
comprar este tipo de materiales.» Vendedor: «Me
alegro de que le guste y, ¿qué es lo que más le gusta?»
Paso 1. Aquí el vendedor le da un acuse de recibo porque
repite lo que el cliente le ha dicho, y con sus palabras: «Me alegro de que le
guste.»
El vendedor inexperto, sin embargo, le diría: «Me alegro de
que le agrade porque hemos invertido mucho tiempo y recursos en conseguir un
clip de esta calidad y tan único en el mercado. Piense que son mucho más
baratos que los de metal. Cuando vea estos clips tan bonitos no se arrepentirá
y le encantará.»
Paso 2. Después construyes tu conversación a partir de la
respuesta del cliente. Esta es la verdadera escucha activa. Es decir, que
vuelves a viajar al filtro del cliente para descubrir la razón que hay debajo
de su respuesta afirmativa, y lo haces con una pregunta: «¿Qué es lo que más le
gusta?» Y así atrapas la flecha positiva que te une. Cuando te comportas así,
consigues que la siguiente respuesta del cliente sea siempre positiva. Es una
conversación bien dirigida porque encauzas la conversación hacia las respuestas
positivas del cliente.
Vendedor: «Me alegro de que le guste y, ¿qué es lo que le
gusta?»
Cliente: «Me gusta la ligereza.»
¡Atención!, porque esta afirmación la ha hecho el cliente,
no el vendedor. Por eso tiene tanto valor para el cliente. Él solo ha llegado
por sí mismo a esa conclusión. Tú te limitas a estirar ese pensamiento positivo
con otra pregunta.
Le haces preguntas para que sea el cliente
quien te explique las ventajas de tu producto
El 90
por ciento de los vendedores desaprovecha esta oportunidad porque dirigen la
conversación hacia el carril de pensamiento que les interesa a ellos y no al
cliente. Sería algo así:
Cliente: «Me gusta la ligereza.»
«Sí, lo sé. Son muy ligeros. Verá, nos
hemos basado en la estructura ósea de las aves. Estos clips tienen aire
comprimido dentro, como si fueran los huesos de las Vendedor: alas de un
pájaro. Lo hemos conseguido gracias una maquinaria especial que inyecta presión...»
Este vendedor piensa en primer lugar, en segundo lugar y en
tercer lugar en él mismo, antes que en el cliente. Es más útil seguirle la
corriente al cliente por su cauce de respuestas afirmativas que desviarse de
esa línea de pensamiento. Tus preguntas deben construirse sobre cada una de las
respuestas afirmativas de tu cliente, para que sea él mismo quien con su
respuesta las estire. Así consigues que sea él quien le dé todo el peso
posible. Deja que sea tu cliente quien las cimiente.
Cliente: «Me gusta la ligereza.»
«La
ligereza, ¿qué quiere decir?» O: «¿Por qué es eso importante para usted? O:
Vendedor:
«¿Qué supone que sean ligeros para su
empresa?»
«Que
sean ligeros es muy importante para mí porque me ahorraría dinero al
Cliente: reducir el peso en los envíos por correo convencional. Los de
metal son más pesados que los de plástico y estropean muchas veces los sobres.»
Vendedor: «Ahora lo entiendo, ¿y cuánto dinero
piensa que le ahorraría la ligereza?»
La conversación de ventas la está dirigiendo el vendedor
con preguntas sobre el carril de pensamiento afirmativo y tiene en cuenta las
respuestas de su cliente.
Ahora la conversación de ventas continúa con una pregunta
del cliente. El vendedor está atento a las flechas positivas.
Cliente: «¿Cuántos colores tiene?» Vendedor: «Diez colores»
«¡Qué
me dice! De siempre he soñado con poder dividir la documentación de
Cliente: mis diez departamentos de mi empresa por
colores. He decidido que el clip blanco
sea para la dirección general...»
Invitas a que él convierta su manifestación
negativa en otra afirmativa
Durante la conversación de ventas es del
todo natural que tu cliente pueda mencionar algún aspecto que se desvíe del
carril positivo. Así continúa la conversación del ejemplo:
«Da
gusto trabajar con profesionales de la venta como usted. Déjeme un clip para
Cliente: que pueda comprobar su calidad.
Lo voy a colocar en este taco de folios para
comprobar que son lo suficientemente...
¡Anda!, ¡su clip se rompe!»
El
clip se ha roto en la manos de tu cliente, ¿qué haces ahora?, ¿qué le dices?
Anota tu respuesta.
Llegó la objeción. Lo natural es reaccionar rápidamente
para responder a esa objeción con afirmaciones, razones y argumentos.
¿Responder? Sí, porque nuestro filtro está negativo en ese momento y
necesitamos explicarnos para defender la venta. Aquí tienes un mal ejemplo:
Vendedor: «Usted lo ha partido.» O: «Ha sido mala suerte.»
O: «Ese sobre donde lo ha puesto es muy grueso.» O: «No ocurre con los otros
clips.»
Ante la objeción tienes dos opciones:
Opción 1. Obvias ese comentario. No le das más peso. No te
expliques, ¡no te han preguntado nada! Si tu cliente no te pregunta, no
respondes. Si respondes te justificas.
Opción 2. Dejas pasar la objeción para que se pierda en la
oscuridad. Para eso dices sí a la
objeción, le das un acuse de recibo al cliente para no llevarle la contraria, y
cambias el rumbo. Le colocas un nuevo pensamiento en su mente con una pregunta.
Así te quitas de encima el 70 por ciento de las objeciones.
Si resulta que este es uno de esos clientes que está en el
30 por ciento de los que vuelve sobre la objeción, le invitas a que convierta
ese comentario negativo en uno positivo. En este punto, estimado lector,
necesito pedirte ayuda. Hay exactamente dos razones por la cuales el clip de
plástico del ejemplo se rompe. Por favor, piensa cuáles pueden ser las dos
razones y las anotas. Tómate tu tiempo.
Razón1.
Razón 2.
Al anotarlas, o al pensarlas, ¿estás buscando en tu mente
las dos razones por la cuales se rompe el clip? ¡Ese es el punto!, porque estás
esforzándote en buscar un motivo positivo por el cual se rompe el clip. Estás
positivando tú mismo tu filtro para ver las ventajas de que se rompa el clip. Y
así es como debes actuar con tu cliente, que él solo convierta lo negativo en
positivo. Cuando el cliente descubre la solución se implica en la respuesta y
desea comprar. Después le preguntas sobre las razones de su respuesta y vuelves
a estirar de nuevo lo que es positivo para él.
«Sí, es
cierto. El clip se rompe. Hay dos razones por las que está diseñado para
Vendedor: que se rompa, ¿cuál cree usted
que son esas dos razones?»
Si en lugar de ayudarle a que él mismo convierta lo
negativo en positivo, contestas a la objeción, te estarás justificando. Si
contestas «es que se rompen porque así evita que se rompan las cuchillas de la
máquina trituradora de papel», o «se rompen para evitar que usted se lo pueda
clavar», o «se rompen antes de que se oxiden y manchen el papel como hacen los
de metal», tampoco funcionará porque por muy florida que sea tu respuesta, la
que convence al cliente es la respuesta que él te da, no la que tú le das.
Paso 3. Sacas los cabestros. Es decir, vuelves sobre todos
los síes que tu cliente te ha
expresado a lo largo de la conversación. Se trata de que el cliente exprese de
nuevo lo que valora de tu clip para que la objeción «se rompa», pase al
subconsciente.
Vendedor: «Sí, el clip se rompe. Es cierto. Dígame una
cosa, antes me ha mencionado que tenía un sueño. No le entiendo bien, ¿a qué se
refería?» O: «¿Por qué el color blanco para la dirección general?» O: «¿A qué
se refería cuando dijo que es un placer trabajar con profesionales como usted?»
«Hábleme de la ligereza, ¿qué supone para usted que sea ligero?»
Si no tomas notas es que no ha escuchado al
otro, te has escuchado a ti mismo
En la ilustración, la vendedora tiene su imagen particular
del clip. Ella valora que no contengan PVC, que sean ecológicos, reciclables,
etc. El cliente, valora la ligereza, el ahorro de costes, el color blanco, etc.
Vender consiste en renunciar a tu filtro y viajar al filtro del otro para
conocer con la escucha activa verdadera qué es lo que el cliente valora. Eso es
lo que más convence a un cliente. A través de una conversación bien dirigida le
implicas para que sea él mismo quien descubra lo que tu producto puede hacer
por su empresa o por él. A tu cliente le convence más lo que él mismo descubre
que lo que el vendedor le dice.
Después enfatizas lo que te une al otro, como vemos en esta
ilustración. Enfatiza lo que el otro ha mencionado que te une a él y obvias lo
que te separa. En este caso práctico a tu cliente le convence la ligereza, no
que los clips sean más baratos que los de metal.
Lanzas a tu cliente hacia el siguiente paso
concreto
¿Qué hacer en este momento? Anota, por
favor, tu respuesta
En este punto, lo natural es que clarifiques todos los síes que ha mencionado tu cliente
durante toda la conversación de ventas sobre el clip. Una vez que queda
expresado y recapitulado, le lanzas a la siguiente casilla. Aquí tienes mi
sugerencia:
«Entonces lo que más valora del clip es la ligereza y que
se ahorraría costes, ¿sí? También me ha dicho que quiere dividir la documentación
de sus diez departamentos en diez colores y que el blanco es para la dirección
general, ¿sí? Bien, también necesito saber cuándo los necesitaría tenerlos y si
desea que también vengan en color blanco.»
ANEXO
IT’S SHOWTIME!
Un cura de pueblo estaba muy preocupado
porque durante el sermón de la misa se le dormían los feligreses. Acudió al
obispo para que le ayudara.
Cura: «¿Qué puedo hacer? ¡Se me duermen mis feligreses durante mi sermón!»
Obispo: «Muy fácil. Ten siempre a tu monaguillo cerca con un buen
alfiler.»
Cura: «¿Para pinchar al público?»
Obispo: «No, ¡para pincharle a usted!»
Si eres un vendedor, te toca hablar en público. Gracias a
Dios, la especie de orador innato no existe, ni en libertad ni en cautividad,
se aprende a hablar en público con el adiestramiento adecuado. ¿Qué es lo
primero que hizo Craig Valentine, campeón del mundo de hablar en público en el
año 1999, nada más recibir su premio en Chicago? Compró un libro de hablar en
público en el mismo aeropuerto.
Cuando le hablas a tus clientes, ¿causas el
impacto y el efecto deseados?
Más de un participante me ha preguntado en los talleres:
«Oye, Alejandro, ¿de verdad tengo que hablar en público?» Sí, tienes que hablar
en público porque cuando sabes hablar en público sube tu autoestima, ganas
seguridad y confianza en ti mismo. Sólo puedes influir en tus clientes si has influido
antes en ti mismo. Si te crees seguro, lo transmites. Y eso es lo que más
valora un cliente de un vendedor. Los clientes admiran a las personas seguras,
sólidas, genuinas, únicas y humildes.
Cuanto mayor sea tu éxito profesional, mayor será tú necesidad
de causar el mejor impacto sobre tus oyentes y de conectar con ellos. El poder
de influir en los demás mediante la palabra es más importante que un diploma en
la mejor escuela de negocios, y no se enseña en las escuelas. Si hablar en
público es una herramienta útil para primeros ministros, senadores, reyes y
embajadores, ¿por qué los vendedores lo echan en el olvido? Vemos como muchos
vendedores con experiencia se quedan sin habla, se enredan y divagan cuando
hablan en público. Sufren cuando tienen que presentar sus ideas ante un grupo
de clientes, y no pueden producir el efecto deseado.
¿Y tú? Si tienes que tomar la palabra delante de tus
clientes, ¿podrás estar a la altura de las circunstancias? ¿Sabrás realizar una
presentación que cause el efecto que deseas?
No es lo
que dices, es lo que recuerdan
¿Qué hacer para causar conscientemente la impresión
correcta, en vez de causar inconscientemente la impresión incorrecta? ¿Cómo
conectar con tus clientes cuando haces una presentación de ventas? No basta con
hablar en público para transmitir información, hay que influir en ellos para
incitarles a la acción. Hoy no se habla en público, se hace un performance. No es sólo hablar y hablar,
se trata de hacer una representación que emocione e inspire a tu audiencia para
incitarles a la acción concreta. Con una actuación
consigues que vivan una experiencia de primera clase, así recordarán el
momento.
¿Por qué hay tantos cantantes que no tienen buena voz y sin
embargo venden discos? ¿Por qué hay oradores que se hacen gratos al auditorio y
sin embargo les falta las supuestas condiciones indispensables como el timbre
de voz, la vocalización necesaria, la modulación, los tiempos, los gestos o la
presencia para hablar en público? Estos oradores tienen éxito porque siguen la
regla de oro de la oratoria: sé tú mismo, incluso con tus defectos. Piénsalo
bien, nadie habla en público como tú lo haces. Eres único. Explota esa cualidad
que nadie puede copiar y que te identifica.
1. Pon tu corazón en tus charlas
En una conversación natural con tus
amigos empleas muchos elementos vocales y físicos para hablar en público.
Aumentas el volumen de tu voz, cambias el tono, hay inflexión, encoges los
hombros, mueves tus brazos, frunces el ceño, abres los ojos, sonríes. Te
muestras de forma natural, eres tú mismo. Todos estos elementos son la
consecuencia, no la causa. Es la influencia directa de tu estado emocional en
tu manera de presentarte a los demás. Por eso es tan importante para ti que el
contenido de tu presentación te entusiasme tanto que te mueras por compartirlo
con tus oyentes. Prepáralo de tal forma que te excite salir al estrado a
contarlo. Cuando te entusiasmas por contar lo que quieres contar, eres natural.
La mayoría perdemos la naturalidad en una presentación,
tendemos a meternos en un molde fijo. Nos sentimos menos dispuestos a utilizar
gestos y animación. Raramente elevamos o bajamos la voz. No queremos montar un show. Como consecuencia, perdemos la
frescura y espontaneidad de la auténtica conversación y dejamos de expresar
nuestras ideas con brío. Si quieres hacer un discurso vivo tienes que darle
ritmo, como en las películas. Para iniciarte puedes utilizar estos elementos en
tus discursos.
Tierra,
agua, aire, fuego
La tierra son aquellas frases que no pueden ponerse en
cuestión. Son los hechos, la norma o la ley, que no se pueden refutar porque no
es una opinión ni un sentimiento.
El agua es la evidencia. Lo que es claro como el agua en la
cabeza de todos. Lo que tu público ya conoce. El agua te permite darle un ritmo
fluido a tu conversación.
El aire lo usas para relajar a tu audiencia después de un
discurso tenso. Puedes contar una anécdota simpática, una historia personal con
humor para darle al público el aire que necesita para que pueda respirar.
El fuego es la pasión que te arrebata, el odio que
destroza, el entusiasmo que te hace delirar. El fuego de tus emociones quemará
todos los obstáculos de tu vergüenza. Todas las barreras serán calcinadas.
Hay vendedores que me piden reglas infalibles para hablar
en público. Quieren algo concreto que lo puedan coger con las manos y que lo
puedan ver. Los elementos de arriba les pueden ayudar, siempre que no eliminen
la verdadera naturalidad y espontaneidad. El auditorio debe sentir que hay un
mensaje que surge directamente de tu corazón y que se dirige al corazón de tus
oyentes. Pon siempre el corazón en tus charlas.
2. Historias de rosbif cuando se habla en público
1.
No te plantes delante de tu audiencia con el
mando a distancia en una mano y la pantallaencendida detrás de ti, tal como
hace el 90 por ciento de los que hablan en público. El mando lo dejas siempre
sobre la mesa, y sólo lo coges para cambiar de transparencia. Después lo
vuelves a dejar sobre la mesa. La pantalla siempre la debes tener en negro, y
sólo la enciendes cuando tenga sentido para mostrar una imagen, después la
dejas en negro. Si usas un rotulador, siempre sobre la mesa. Las manos siempre
libres, sin nada. Las usas para enfatizar tu mensaje, no para tenerlas ocupadas
con el mando, los rotuladores, el puntero, el bolígrafo, etc.
Tu audiencia sólo puede centrarse en una cosa en un momento
dado. O se enfocan en ti, en la pantalla, en tu producto o en el rotafolios. No
pueden ver todo al mismo tiempo. Explicas un punto, apagas la pantalla, y lo
ilustras. Usas el rotafolios y tiras de
la cadena para que esté siempre en blanco.
2.
No arranques con largas explicaciones,
disculpas, ni débiles excusas. Ve directo al grano, ala acción. No empieces
contando algo gracioso para caer bien. El humor se usa solamente cuando antes
has conectado con tu audiencia. La mayoría inicia su discurso con una anécdota
graciosa, no para ganarse al público sino para obtener de ellos una sonrisa
necia inicial que les ayude a calmar sus propios nervios e inseguridad.
3.
No empieces presentándote a ti mismo. Empieza
con lo que les interesa a ellos. Tú no eres elprotagonista, son ellos. Hablas
en público para conectar, para emocionarles, para incitarles a la acción
concreta, no para exhibirte. No les alecciones.
4.
Emociona siempre al público. Da igual si has
realizado la misma presentación de ventas cienveces, la haces como si fuera el
primer día. Conserva siempre fresco tu espíritu del Showtime!
3. Así conectas con tu audiencia
1.
Hablas a uno, miras a todos. Es como si estuvieras hablándole a una sola persona, en singular,
y sin embargo, te diriges con tu mirada a todo el grupo. Conectas más si dices,
por ejemplo, «estás en tu casa y viene tu hijo», que si dices «estáis en
vuestra casa y viene vuestro hijo». Es así porque «estáis en vuestra casa» no
existe, cada uno vive en su propia casa. «Vuestro hijo» tampoco existe, sólo tu
hijo. La idea es que cada uno imagina su propia casa y a su propio hijo.
«Sales de tu casa con tu coche», es mejor que «salís de
vuestra casa con vuestro coche». Así imaginarán su propia casa y su propio
coche, porque «vuestra casa» o «vuestro coche» no existen en la mente de tus
oyentes.
Este cambio tan simple lo hacen muy pocos oradores, te
ayudará a conectar con tu público. Si no lo haces así, no te perjudicará tu
presentación de ventas. Si lo haces te adelantarás porque conectarás antes.
2.
Añade diálogo. Muchos autores recomiendan contar una historia para hablar en
público. Está bien, y estoy de acuerdo, pero es mediocre. Si quieres movimiento,
frescura y acción en tus presentaciones debes añadir un diálogo a tus
historias, como en todas las películas. Ya no hablas solamente en público, ahora haces una representación de la
acción. Las historias con diálogo activan emociones en tus oyentes tales como
el deseo de compra. Días después de tu presentación de ventas tu cliente
olvidará todos los datos y especificaciones que le diste, pero recordará las
historias que le narraste y lo que les hiciste sentir y experimentar. Y lo
harán con total precisión.
3.
¿Te cae bien el público? Porque si no te gusta
tu audiencia tendrás que fingir, y lo notará. Quete caiga bien el público
primero a ti. Si no les quieres, no conectarás porque no eres genuino. Para
positivar tu filtro puedes recibirles o saludar a alguno de ellos, o mantener
una rápida conversación antes de tu presentación.
4.
No termines con el turno de preguntas y
respuestas. Es algo típico que al final de tu presentación de ventas des paso
al turno de preguntas. Después del turno de preguntas debes retomar la
presentación para dar el broche final con una invitación a la acción concreta.
5.
Acaba antes de la hora. Es algo poco común.
Termina con el tema, no con tu público. Si pormiedo a que te sobre tiempo metes
demasiada información, les agotas. Si terminas antes de la hora te lo
agradecerán con un aplauso.
6.
«¿Qué te has llevado?» Así dejas que tu
audiencia comente lo que más le ha causado efectowow. Verás que los comentarios irán surgiendo cada vez con más
ímpetu, tal como cuando las palomitas hacen pop
up. Cuando veas que van dejando de explotar, para tu presentación. Así
mantienes la energía de tu discurso y las ideas vivas en la mente de tu
público, y evitas que las palomitas se quemen.
7.
Si tú lo dices, tus clientes dudan; si lo dicen
ellos, es lo cierto. Formulas siempre preguntaspara que ellos descubran la
respuesta.
8.
Ordeña el momento. Cuando conectas con tu
público lo notas porque ves que ríen, que seemocionan, que preguntan, incluso
verás que alguno se atreverá a contar una anécdota. Ya has conectado, ¡vívelo
con ellos!, no saltes al siguiente punto del contenido de tu agenda. Sácale el
jugo al momento y disfruta con ellos.
Después de un comentario, dales tiempo para digerir la
idea, para imaginarla. Así es como conviertes tu presentación en un diálogo con
tu público.
4. Existe una fórmula mágica
Cada año los mejores oradores del mundo
compiten en el World Champion of Public Speaking. Unos 23.000 oradores de unos
11.000 clubs de 92 países han tenido la oportunidad de participar en este
exclusivo campeonato con una simple presentación de siete minutos. Darren
Lacroix, campeón de este concurso en el año 2001, invirtió diez años viendo
vídeos de las presentaciones de todos los ganadores. Revisó al detalle todas
las intervenciones de los números uno. Las veía una y otra vez, en busca de
aquello que les diferenciara, de ese aspecto que marcara la diferencia. A los
diez años encontró cuatro elementos que destacaban a los primeros oradores de
los segundos. Cuatro diferencias que eran comunes en los ganadores y que fueron
decisivas, pero nunca usaron los segundos.
¿Qué cuatro diferencias ayudaron a esos campeones? ¿Estás
interesado en conocerlas? ¿Estás ansioso por saber más? ¿He conseguido captar
favorablemente tu atención? ¿Crees que si iniciaras así tu presentación
conseguirías apoderarte de la atención de tus oyentes? ¿Quién es inmune a la
curiosidad? ¡Crear expectación es la fórmula mágica! Una fórmula a toda prueba
que despertará el interés de tu auditorio.
¿Cómo aplicar esta técnica? Calienta a tu auditorio,
empieza tu charla dando detalles de una historia, de un incidente que ilustre
de forma gráfica la idea fundamental que deseas transmitir. Los oyentes
comenzarán a crear sus propias imágenes de tu historia. A continuación expones
el asunto al que quieres llegar y que deseas comunicar. Has creado en tu
público el deseo de conocer tu idea. El oyente quedará atrapado emocionalmente
en tu historia y será al final cuando descubrirá cuál es el objetivo de tu
discurso. Esa historia que cuentas, ese ejemplo, es lo que prepara el camino
para la acción deseada.
Esta es
una fórmula adaptada a nuestro acelerado modo de vida. Un orador ya no se puede
permitir perder el tiempo en largas introducciones. A tu público no le
interesan los rollos ni las excusas, ni las justificaciones. ¡Quieren acción!
El oyente es una persona ocupada que quiere oír mensajes directos, claros y
enérgicos. Con el uso de su fórmula mágica captarás la atención y la centrarás
en el punto principal de tu mensaje.
5. Que suban a bordo
¿Qué método utilizan muchos oradores
para captar la atención de sus oyentes? Inician su presentación contando una
historia. Aunque es la respuesta correcta, el método hoy es de mediocres. Los
oradores expertos ya no hacen eso. En lugar de empezar a contar su historia,
antes implican a los oyentes para meterlos dentro de su historia.
Funciona de esta manera. Antes de contar su historia, los
expertos despiertan en el público curiosidad sobre la historia mediante el uso
de la fórmula mágica o permitiendo a sus oyentes colarse un poco a escondidas
en la historia para que todos se pregunten ¿cuál será esa historia? ¿Y cómo
hacen para conseguirlo? Con el método «¡suban a bordo!». Este método se divide
en tres pasos:
Paso 1. Despertar.
Formulas una pregunta para despertar el interés en tus oyentes. «¿Quién te
impide hablar en público con eficacia?» Así avivas el interés porque tu
audiencia siempre piensa en una misma cosa, ¡en ellos mismos!
Paso 2. Vacilar.
Una vez te hayan contestado, les vacilas. Así les puedes decir: «Todas esas
respuestas que me habéis dado son francamente muy buenas, y tienen además algo
en común, ¡que todas son incorrectas! Bueno, son correctas, y no es ninguna de
ellas. No es ninguna de las respuestas que estáis pensando.» Todos los oyentes se
preguntarán: «Si no es ninguna de ellas, ¿cuál será la respuesta entonces?»
¡Ese es el vacile! Por eso prestarán atención a tu historia, porque saben que
la respuesta está dentro de ella y querrán escucharla para descubrir la
respuesta.
Paso 3. Subir. Ya
has conseguido este paso porque los tienes a todos atentos y subidos a bordo de
tu historia.
Si por el contrario haces lo que muchos oradores aburridos
que dicen: «Les voy a contar una historia sobre...», algunos oyentes pensarán:
«A ver qué historia me cuenta este», y su mente empezará a divagar por falta de
interés.
Ahora les dejas que se cuelen un poco en tu historia, que
fisgoneen, y que participen. Luego querrán acompañarte en lo que vas a contar.
Es decir, antes de dar tu mensaje de ventas, cuentas una historia para
ilustrarlo, y antes de contar la historia, usas la fórmula mágica para
despertar la curiosidad de tu historia para que se suban a bordo.
Que tu audiencia viva una experiencia, en lugar de dar sólo una
conferencia
6. ¿Cómo conducir el
coloquio?
El éxito de tu discurso delante de tus
clientes depende de cómo manejes las intervenciones y las interrupciones de tus
oyentes. ¿Cómo puedes conducir el coloquio posterior y ponerlo al servicio de
tus intereses para conseguir producir el efecto deseado?
Situación 1. Me ofrezco a contestar preguntas y nadie me
pregunta nada. En ese caso, serás tú mismo quien comience a plantear alguna
pregunta, que también contestarás tú mismo. Funciona así: «En alguna ocasión me
han preguntado...», y luego respondes. Además, de esta forma estarás dándole
tiempo al auditorio para preparar sus propias preguntas.
Situación 2. Si preguntas, asegúrate de que tu cliente en
el auditorio conoce la respuesta. Así evitarás que pase por un mal trago
delante de todos y ponerlo en tu contra. Después de la contestación del
cliente, le valoras por el simple hecho de contestar a tu pregunta. Para
facilitarles la preparación de sus preguntas les puedes indicar que
posteriormente habrá un turno de preguntas. Así les das tiempo suficiente para
pensar las que consideren.
Situación 3. Algunas veces el coloquio comienza de una
manera más problemática porque alguno de los oyentes quiere dárselas de
importante delante de todos. Es el caso del enterado que vimos en el capítulo
1. «¿Por qué hacen estas preguntas?» «¿Es que me he olvidado de algún punto
clave?» «¿Es que me he expresado mal?» «¿Es que quiere información adicional?»
Nada de eso. Simplemente pregunta para dejar claro que es importante y para
demostrar quién es. Sólo así le da algún sentido a su existencia en la tierra.
Dale la oportunidad de su vida y permite que se luzca. Es decir, exactamente lo
contrario a lo que estarías tentado de hacer. ¿Cómo manejar estas
intervenciones tan incómodas? ¿Cómo reaccionar de manera inteligente a estas
preguntas hechas desde el cariño? No
importa lo que realmente pienses de ese enterado,
en lugar de discutir, le darás la oportunidad de lucirse delante de todos.
Ponlo de tu lado. Así es como conducirás realmente el coloquio. No te
justifiques con una respuesta enredada, es mejor que le des un acuse de recibo.
Reconoce su pregunta, admira su observación, considérala aguda e incluso de
gran aportación.
Situación 4. Después de contestar a la pregunta de un
oyente, puedes aprovechar para obtener un «sí»: «¿Le he contestado a su
pregunta?». O mejor: «¿He entendido bien su pregunta?» Así le dejas claro que
has dado la respuesta correcta, obtienes un sí adicional, y refuerzas tu
respuesta.
¡Tienes mucha suerte!
Un participante a mis talleres de venta
me dijo que sus vendedoras se quejaban frecuentemente. Le decían frases como:
«No tenemos toda la gama de productos», «el precio es muy caro», «no entran en
la tienda suficientes clientes». ¿Qué contestar a una vendedora que se queja
así?
«¡Tienes mucha suerte! Sí, porque si tuviéramos toda la
gama de productos que el cliente desea, al precio que el cliente quiere, y
entraran suficientes clientes en la tienda, entonces no harías falta.
Tanto tú como yo sobraríamos.»
La labor del vendedor en una tienda consiste en convertir
al cliente que va de compras en comprador. La razón por la que tenemos
vendedores es porque el producto no se vende solo y porque no siempre tenemos
exactamente lo que busca el cliente.
Necesitas vendedoras para vender lo que tienes en las estanterías. Para
contestar solamente a las preguntas de los clientes y enseñar el surtido de
productos no hacen falta vendedores, eso lo resuelve tu página web. Se
necesitan para estimular a cada cliente, y animarles a comprar de nuevo. Y tu
página en internet no es capaz de buscar soluciones a medida, puntos de
encuentro ni alternativas creativas que entusiasmen a tu cliente.
¿Sabes de verdad por
qué te compran tus clientes?
Si te consideras un vendedor con experiencia,
contesta a estas preguntas: ¿cuántas ventas has realizado porque descubriste lo
que realmente necesitaba tu cliente?, ¿cuáles son las razones por las que te
compraron tus clientes?, ¿por qué te han comprado a ti y no a tu competidor?
¿Lo sabes?
Asegúrate que conoces las motivaciones reales de compra de
tus clientes actuales, así podrás dirigir tu conversación hacia esas razones
cuando te reúnas con otros nuevos clientes. Aquí tienes una idea. Envía a tus
clientes un email como el de abajo para que te ayuden a descubrir las
verdaderas razones de compra.
«Estimado
Eres uno de mis clientes más valiosos, y quiero averiguar
cómo puedo atenderte mejor. Por favor, te agradezco que contestes a estas
preguntas.
1.¿Por
qué decidiste contratar mis servicios y no los de la competencia?
2.¿Qué
valor concreto crees que te brinda mi trabajo?
3.¿Qué
te gustaría que mejorara para el futuro?
4.¿Hay
algo en particular que te hayamos aportado y que no esperabas cuando empezamos
acolaborar?
Tus respuestas son estrictamente confidenciales, ni tu
nombre ni el de tu empresa se utilizarán con fines comerciales.
Muchas gracias. Tus respuestas me ayudan.»
Si realizas una encuesta a tus clientes satisfechos cada
año averiguarás el beneficio concreto que les está ofreciendo tu producto, qué
es lo que más valoran y qué les hizo decidirse por ti. Una vez hayas
descubierto cuál ha sido ese beneficio básico que buscan tus clientes, anótalo
y coméntalo en todas sus conversaciones de ventas con tus clientes potenciales.
Identifica también las pérdidas más significativas que tus clientes tendrían
por no usar el producto que vendes.
Crea con tus clientes tu propio círculo de oro. Ellos, que
están dentro de ese círculo, son los que te protegerán encantados si eres útil,
y te ayudarán a agrandarlo con las referencias de potenciales clientes. Esas
referencias te ayudarán a conseguir más citas.
¿Cómo conseguir que tus clientes te ofrezcan referencias?
Siémbralas. Dales tiempo para que hagan su digestión
mental. Para empezar, sólo siembra una idea en la mente de tu cliente. Los
clientes normalmente se resisten a las nuevas ideas, y sobre todo a las ideas
de los vendedores, incluso aún cuando puedan beneficiarles. Si le dejas tiempo
para poder pensar sobre esas nuevas ideas unos días, ocurre muchas veces que
las empiezan a aceptar. Los clientes necesitan varios días para asimilar nuevas
propuestas. Presenta tus nuevas ofertas de una manera relajada, dejándolo caer,
en lugar de comunicarlo con una afirmación o como dogma de fe. Presenta tus
deseos como simples ideas para dar la posibilidad de que se tengan en cuenta.
Permite que tus clientes consideren esas nuevas propuestas y piensen sobre
ellas durante un par de días.
Demasiados vendedores presentan sus propuestas como
instrucciones, y quieren que sean aprobadas de inmediato. Si le das tiempo a tu
cliente para que haga su digestión mental, permitirás que esa semilla germine
en su mente de manera natural. Si les das tiempo para que piense sobre ellas,
te sorprenderás de la cantidad de veces que vuelven validando tus ideas. Ahora
bien, si presentas tu idea al cliente para convencerle, conseguirás que se
dispare su resorte defensivo. Cuando la dejas caer conseguirás muchas más veces
que la considere y acepte porque su ego no se habrá visto dañado. Una persona
que está segura de su idea no necesita insistir mucho para convencer al otro.
Con comunicarla bien basta. Las ideas no se venden se comunican bien.
¿Qué te hace falta
para vender?
Creer que puedes vender. Sé que suena a
rollo psicológico porque no lo puedes ver. Creer, igual que el miedo o la
esperanza, te obliga a confiar en algo que no puedes ver. Vivir con miedo o con
esperanza es tu elección. Para que esté en tu mano, antes debe estar en tu
cabeza. Para empezar a creer necesitas encadenar varios éxitos. De lo
contrario, perderás el interés en esta profesión y te dedicarás a otra
actividad.
Creer es la fuerza interna que te moverá hacia la acción.
Podrás recibir entrenamiento en las mejores técnicas de venta, pero creer no se puede entrenar. Un
entrenamiento en ventas sólo es eficaz si genera esa creencia. Si sales de la
sesión creyendo que puedes, lograrás lo que te propongas. Si sales pensado lo
contrario, no habrá forma de hacerlo. Sólo cuando sales de un entrenamiento en
ventas con la determinación de tener éxito y la certeza de que lo conseguirás,
lo alcanzarás.
Hay muchos vendedores que ni creen, ni tampoco quieren.
Basta con que entres en cualquier tienda, verás que a los pocos segundos se
acercará un dependiente que te preguntará lo mismo de siempre: «¿Le puedo
ayudar en algo?» A lo que contestarás lo mismo de siempre: «No, gracias, sólo
estoy mirando.» Es sorprendente que muchos dependientes escuchen una y otra vez
esta misma respuesta de sus clientes durante años y no se cuestionen cómo
superarla. Si haces la misma pregunta, recibes la misma respuesta. Hay
dependientes que están tan hartos de que les contesten con un «no, gracias,
sólo estoy mirando», que para recibir un sí, le preguntan a su cliente: «¿A que
sólo estás mirando?» ¿A qué van estos vendedores a la tienda, a dormir? El
vendedor recibe la respuesta que se merece a la pregunta que ha formulado. Tal
como vimos en el capítulo 1, no existen malas respuestas, existen malas
preguntas. El porcentaje de clientas que realmente «sólo está mirando» es muy
bajo. Como regla general, ninguna clienta «sólo está mirando». Las frases, o las
preguntas, de apertura deben estimular una conversación. El cliente sólo
contestará si siente interés en contestarte. Las preguntas de apertura
simplonas, típicas, comunes, esperables y carentes de interés no incitan a la
conversación. Abrir la venta implica charlar
con el otro. Y eso es lo que distingue a los profesionales de los simples
dependientes. Por eso cuando ves que un vendedor se te acerca lentamente, ¿qué
haces? ¡Huyes! Es como si esos vendedores tuvieran un cartel luminoso sobre su
frente, que dice: «¡Atención, huya! Soy un vendedor.»
Si entablar una conversación con los clientes fuera
fácil, todo el mundo sería un excelente vendedor
Las empresas invierten miles de euros en buscar un buen
local, en diseñar una tienda atractiva, un buen logo, en conseguir proveedores,
en actividades promocionales, en el mantenimiento de la tienda, ¿y no invierten
en la formación de sus vendedores? Por lo menos, tú has invertido en este
libro.
Ser el mejor no es suficiente, también debes
ser único
Hazle un favor a tu cliente
Una mujer entra en la consulta de su
médico, y después de unos minutos sale corriendo y llorando de la consulta
hacia la enfermera de la recepción. La enfermera la tranquiliza como puede al
ver la cara de susto de la señora y le pregunta: «¿Qué le ha dicho el doctor?»
Al escuchar la respuesta de la paciente, la enfermera se dirige directa a la
consulta del doctor: «¿Cómo es posible que le haya dicho usted a la paciente
que está embarazada? ¡No ve que tiene setenta años, cuatro hijos y ocho
nietos!» El médico sonríe y le dice: «Lo sé, lo sé, ¿y a que ya se le ha ido el
ataque de hipo?»
Hazles un favor a tus clientes, no les llames para darles
malas noticias, ni les visites para llevarles problemas. Sólo le llamas cuando
todo esté bien.
Imagina que tu nuevo cliente te ha comprado por primera vez
y ya le has suministrado el primer pedido. Antes de llamarle para ver «¿qué tal
ha ido todo?», debes informarte si el producto llegó en hora, si la calidad es
la esperada y si se ha cumplido lo que le has vendido. ¿Sabes si tu cliente
está satisfecho porque has cumplido lo acordado? Cuando tengas la completa
seguridad de que todo ha ido bien, es entonces cuando le llamas para controlar.
Es decir, le contactas cuando sabes de antemano que todo ha ido correctamente.
Vendedor: «Hola. Llamo para interesarme. ¿Llegó el pedido
el día indicado?»
«Sí, llegó tal cual hablamos. Gracias
porque sabes que la fecha de entrega era Cliente: vital.»
«Por eso te llamo, para comprobar que
ha llegado en su fecha. Y el producto, Vendedor:
¿está en las condiciones que querías?»
«Sí, sí. Lo he comprobado
personalmente y es exactamente lo que me comentaste. Cliente:
Muchas gracias.»
Vendedor: «Pues eso es todo. ¿Qué más puedo hacer
por ti?»
Controla
cuando todo va bien
No le llames si desconoces cómo ha llegado el pedido porque
también demostrarás tu falta de interés. Si se ha servido el pedido más tarde
de lo acordado, no le llames para marearle y darle excusas. Sólo le llamas
cuando hayas encontrado la solución. Te anticipas y le llevas a tu cliente
soluciones, no problemas.
¿Dónde está escrito que controlar es buscar
los fallos?
Si tienes muchos clientes y no puedes llamar a todos,
empiezas con los que te den la mayor parte de tu facturación. Son los más
representativos y más importantes de tu negocio.
Aunque lo más normal es que el vendedor no llame para
controlar lo positivo sino que llama para controlar los problemas y sin
preparación. Es decir, en lugar de actuar reacciona a los problemas.
Vendedor: |
«¡Hola! ¿Cómo va todo?» |
Cliente: |
«Muy mal. ¿No te has
enterado? Me llegó, pero tarde el pedid...» |
Vendedor: |
«¿Pero cómo que tarde?
¿Seguro?» |
Cliente: |
«Segurísimo...» «¡Vaya por Dios, no me lo puedo creer! Otra vez los
incompetentes de la |
Vendedor:
oficina.»
Si careces de información de cómo y cuándo le ha llegado el
pedido a tu cliente, no le llames para descubrirlo. Investiga primero, y si hay
problemas te adelantas con la solución y le llamas para dársela. Si le llamas
cuando hay problemas, vivirás en un mundo de problemas y conseguirás amargar
aún más a tu cliente porque solamente hablaréis en término de fracaso y no de
éxito.
¿Estimulas
el éxito o diriges el fracaso?
Practica un solo comportamiento al mismo tiempo
Espero que después de leer este libro
salgas disparado para aplicar en tu entorno profesional con tus clientes muchos
de los comportamientos vistos. «¡Alejandro, voy a utilizar lo de alargar lo
positivo del cliente, lo de encauzarle por el carril afirmativo, lo de dejar
pasar las objeciones y lo de obtener caudal para ver peces y pescarlos, que sea
el cliente quien convierta lo negativo en lo positivo, lo de preguntar más y
afirmar menos, no contar ventajas ni beneficios que no me hayan pedido,
prevenir las objeciones...!» ¡Alto! ¡Alto ahí! Si tratas de hacer demasiadas
cosas a la vez, no harás ninguna.
¿Te ha ocurrido alguna vez que te vas a presentar a un
examen y te has quedado en blanco? ¿Te ha ocurrido que no te acuerdas de lo que
le ibas a decirle a tu cliente cuando estás al teléfono, y cuando cuelgas te
acuerdas, como por arte de magia? Antes del examen tienes tantas ideas en la
cabeza que no te puedes enfocar en ninguna. Cuando el profesor te formula una
pregunta, te centras en esa pregunta y te viene la respuesta. Cuando terminas
tu conversación al teléfono y vas a colgar te acuerdas porque dejas espacio
libre de ideas en tu cabeza, y rápidamente te entra la idea que buscabas. Antes
no te acordabas porque te lo impedía la idea anterior. Una sola cosa a la vez.
Charles Schwab, antiguo presidente de la productora de
acero estadounidense Bethlehem Steel, llamó un día a su despacho a un
consultor, llamado Lee, y le dijo: «Suminístreme los medios para gestionar mi
tiempo y le pagaré los honorarios que merezca.» Lee le presentó inmediatamente
una hoja y le dijo: «Anote en esta hoja las actividades más importantes que
tenga que realizar mañana y numérelas por orden decreciente de importancia.
Cuando llegue a su despacho, comience por la actividad primera en la lista y no
pase a la segunda hasta no haber terminado completamente la primera. Si esta
primera actividad le exige toda la jornada, ¡qué le vamos a hacer!
Cuando haya adquirido bien este hábito, intente
transmitirlo e inculcarlo a todos sus colaboradores y luego mándeme un cheque
cuyo importe corresponda al valor que usted estime que tiene ese consejo.»
Algunas semanas después, Lee recibió un cheque de 25.000 dólares, de la época,
con una amable nota de Charles Schwab en la que este le indicaba que sus sugerencias
habían sido las más provechosas de todas las que habían recibido hasta entonces
por parte de un consultor.
Tu vida es como un reloj de arena. Hay miles de granos de
arena en la parte de arriba del reloj que deben pasar lentamente por el
estrecho cuello. Ni tú ni yo podemos hacer nada para que estos granos de arena
fina se deslicen más deprisa. Cuando empiezas cada jornada de trabajo, tienes
cientos de cosas que hacer durante el día, hazlas a su debido ritmo, tal como
pasan los granos de arena por el estrecho cuello del reloj. Un grano de arena
cada vez, una tarea cada vez.
Comienza por escoger un solo comportamiento de este libro
para su puesta en práctica. No pases al siguiente comportamiento hasta que
estés seguro de que haces perfectamente el anterior. ¿Si no puedes hacer una
sola venta bien, cómo vas a hacer más ventas bien?
Agradecimientos
En agradecimiento por comprar y leer
este libro, me gustaría echarte una mano. Puedes enviar a mi dirección de email
[Alejandro@formacionejecutivos.com] cualquier comentario que desees hacerme.
Son bienvenidos. Te contestaré encantado.
Quiero dar las gracias a todos los participantes a mis
talleres de Negociación, Liderazgo, Hablar en Público y Venta, por vuestra
participación activa y buen sentido del humor.
Bibliografía
Alejandro Hernández imparte sus talleres
de Venta, Liderazgo y Negociación desde el año 1992 en las corporaciones
industriales, y empresas del sector financiero y de distribución más relevantes
de este país.
Si quieres información sobre los talleres o conferencias de
Alejandro, te puedes dirigir a Susana Benito en esta dirección de correo
electrónico: tp@formaciónejecutivos.com Estaremos encantados de recibir tu
correo y de contestarte.
Baaren van,
Rick B., Rob W. Holland, Kerry Kawakam y Ad van Knippenberg, Mimicry and Prosocial behavior,
Departamento de Psicología Social de la Universidad de Nijmegen, Nijmegen,
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veremos en la cumbre, Editorial Diana, 1975.
Notas
[1]. Edward Deci, profesor de psicología de la
Universidad de Rochester en Nueva York, en su libro Why we do what we do (Penguin, 1996), afirma que la mejor manera para motivar a las personas en el
trabajo, en casa o en los colegios consiste en apoyar su sentido de autonomía.
Consiste en explicar el objetivo al que se quiere llegar y la importancia de
esa tarea, y después dejar libertad para que se realice la tarea. Así se
estimulará el compromiso y el interés. Es más efectivo que el clásico uso del
palo y la zanahoria.
[2]. En el caso de este diálogo, puedes pescar los
siguientes pensamientos afirmativos: «su producto parece fiable», y «usted es
honesto». Esto es escucha activa. En el capítulo 3 veremos qué hacer después de
pescar.
[3]. Informe Mimicry
for money: Behavioral consequences of imitation. Rick B. van Baaren, Rob W.
Holland, Bregie Steenaert y Ad van Knippenberg, del Departamento de Psicología
Social de la Universidad de Nijmegen en Holanda. Febrero 2002.
[4]. Estudio del caso de las Dos Gallinas, llevado a
cabo en la Escuela de Negocios McCombs de la Universidad de Texas en Austin,
por Raj Raghunathan y Szu-Chi Huang. Nuestras decisiones están gobernadas casi
por completo por emociones. Los razonamientos y la lógica aparecen después de
haber decidido como meras justificaciones de la elección tomada.
[5]. Los participantes no eran personas entrenadas en la
cata del agua. Desde un punto de vista racional el agua es un líquido incoloro,
inodoro e insípido.
[6]. Rackham, Neil, SPIN
Selling, Gower publishing company limited, 1995 Purcellville, VA 20132 USA,
Capítulo 2, p. 129.
[7]. Tversky, Amos, y Daniel Kahneman, The Framing of Decisions and the Psychology
of Choice. American Association for the Advancement of Science.
[8]. Pashler, Harold, «Dual-Task Interference in Simple
Tasks: Data and Theory», Psychological
Bulletin by the American Psychological Association. Inc., vol. 116, n.° 2,
1994.
[9]. Roy F. Baumeister y Ellen Bratslavsky, Bad Is Stronger Than Good, Educational
Publishing Foundation, 2001.
Vender es fácil, si sabe
cómo
Alejandro Hernández
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Primera edición en libro
electrónico (epub): noviembre de 2013
ISBN: 978-84-15678-57-1
(epub)
Conversión a libro
electrónico: Víctor Igual
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