DEL PROYECTO COLECTIVO AL
AISLAMIENTO: LA DESAPARICIÓN DE LA NOCIÓN DE BARRIO
La gente ya no espera nada de la
villa.
(Dueña de casa, sector de alta segregación)
Introducción
Los estudios cualitativos realizados
en el marco del estudio "Barrios en crisis y barrios exitosos producidos por
la política de vivienda social en Chile: influencia de la segregación
residencial y lecciones de política" 1 muestran una característica común
en todos los conjuntos de vivienda analizados: al momento de llegar a vivir al
lugar, las familias poseen una visión optimista respecto de su futuro y de las
posibilidades que tendrán de integrarse con sus vecinos y con el resto de la
sociedad. Vienen cargadas de sueños, esperanzas, expectativas y proyectos, los
que están dispuestos a compartir y construir con los vecinos. El sueño cumplido
de la vivienda propia viene acompañado de la ilusión de un barrio por el que se
estaba dispuesto a trabajar colectivamente. En principio, las familias
comprenden las dificultades a las que se verán sometidas; entre ellas, las relacionadas
con la lejanía y el aislamiento de los asentamientos de la ciudad central.
Pero, tal como señalan Rodríguez y Sugranyes (2004), sienten que desde la casa
propia les será posible mejorar sus condiciones de integración social y urbana,
superar las dinámicas de exclusión a las que estaban expuestas e iniciar
procesos de movilidad social ascendente a la par que sus vecinos.
Esta visión optimista se plasma en
la realización de actividades comunitarias durante los primeros años de
convivencia en el barrio. Las celebraciones de las fiestas de la primavera o de
Navidad se suman a la con-
Estudio
dirigido por Francisco Sabatini, Guillermo Wormald, Gonzalo Cáceres y Rodrigo
Salcedo, como parte del Primer Concurso Nacional de Proyectos de Anillos de
Investigación en Ciencias Sociales (2006-2008), que se enmarca en el Programa
Bicentenario de Ciencia y Tecnología (PBCT), administrado por la Comisión
Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt, Chile) y
financiado a través de un Convenio de Préstamo suscrito entre el Gobierno de
Chile y el Banco Mundial.
73
formación de
organizaciones vecinales —en especial, Juntas de Vecinos— que implican el
desarrollo de lazos de confianza y reciprocidad. Los vecinos no solo se
conocen, sino que, además, se juntan y se organizan. Estos procesos de
conformación de capital social colectivo dan lugar a un proyecto común plasmado
en el barrio.
Se podría pensar
que estos procesos de asentamiento y de construcción comunitaria a través de
organizaciones sociales se consolidasen a lo largo de los años, apoyados por la
solidificación de las relaciones
interpersonales, la mejora de las condiciones materiales
de subsistencia y la sensación de eficacia frente a logros alcanzados en común.
Sin
embargo, lo que
observamos en la mayor parte de los casos estudiados es que, tras el entusiasmo
y el proceso de organización comunitaria inicial, comienzan a generarse la
desconfianza entre los vecinos y el debilitamiento de las relaciones. Al mismo
tiempo, se va empeorando la calidad de los espacios públicos barriales, tanto
por la incidencia de actividades ilícitas como por la sensación de incapacidad
de los propios vecinos para impedir que ello ocurra.
A raíz de lo anterior, subrayamos que
en muchos de los barrios analizados existe una suerte de destrucción del
proyecto común original. La realidad actual en los conjuntos de vivienda nos
muestra un radical aislamiento y desconfianza entre los vecinos. Más aún, en la
mayor parte de los casos, aquellos que quieren abandonar definitivamente el
barrio superan con creces a quienes desean seguir buscando la conformación de
una comunidad en el lugar en que residen. Esta desconfianza y aislamiento —que
en muchos casos implica el levantamiento de rejas y muros, la apropiación
privada de los espacios públicos barriales, la aparición de fenómenos de
estigmatización y un aumento del miedo al "otro"— lleva por lo
general no solo al decaimiento de la idea de comunidad en el barrio, sino
también a un importante deterioro físico de la infraestructura pública y
privada.
Es importante recalcar que estas condiciones de decadencia de
lo co-
lectivo no son situaciones instaladas desde siempre; en
todos los casos analizados fue posible constatar la visión optimista de los
residentes al momento de llegar, ligada al sueño de la vivienda propia. El
relato de los vecinos reconstruye la historicidad de un proceso que se ha dado
de forma progresiva.
En este trabajo nos proponemos
desentrañar los factores tras el debilitamiento del proyecto
comunitario original en los distintos barrios estudiados. Asimismo, nos
referimos a las claves que han permitido
74
..
la persistencia
de un proyecto común en dos de los casos estudiados. Sostenemos que el
debilitamiento del proyecto comunitario presenta problemas en tres niveles. En
primer lugar, a nivel individual, donde se observan dificultades para manejar
adecuadamente las relaciones con el otro; específicamente, para cultivar
relaciones de confianza entre los vecinos. Asociado a esto, en el nivel
colectivo se adviefie una incapacidad para controlar los espacios
públicos de los conjuntos y mantenerlos libres de la violencia presente en el
entorno. Por último, a una escala espacial mayor, se puede apreciar que los dos
problemas anteriores se
ven potenciados en aquellos conjuntos que se enfrentan
a un entorno adverso. Todo esto trae como consecuencia una serie de respuestas
individuales que tienden a aumentar el aislamiento, el temor hacia el otro y la fragmentación de los
espacios barriales.
Este deterioro del proyecto común
se ve amplificado en el caso de los conjuntos que enfrentan altos niveles de
segregación, tanto por la pobreza del equipamiento e infraestructura como por
los problemas sociales preexistentes en el entorno. Por el contrario, en
aquellos conjuntos de menor segregación, estos problemas se ven aliviados por
un entorno favorable y por el
importante apoyo municipal recibido. Entonces, mientras los conjuntos con bajo
nivel de segregación mantienen el trabajo colectivo y la organización de la
totalidad del barrio, en los otros conjuntos, especialmente los más segregados,
esa modalidad de convivencia se deteriora, llegándose a la fragmentación de los
vínculos sociales y del espacio del barrio. En ese proceso, los factores
determinantes de la existencia o ausencia de un proyecto colectivo barrial se
relacionan tanto con las capacidades, recursos y activos de las familias que
componen el grupo residente (Kaztman, 2002), como con las amenazas externas
existentes. Por tanto, la capacidad de los hogares para hacer frente a tales
amenazas resulta un factor relevante a la hora de concretar un proyecto
colectivo.
Cabe notar que el debilitamiento de
los proyectos colectivos barriales
no implica necesariamente su
desaparición. De hecho, existen diversas
poblaciones emblemáticas de Santiago y de regiones en
los que la organización y participación de los vecinos siguen siendo
importantes. Más aún, en los proyectos estudiados donde encontramos más
debilitada la idea del "nosotros", subsisten también manifestaciones
colectivas que intentan mantenerse a pesar de la adversidad.
75
1. Metodología
Los resultados que exponemos a continuación
corresponden a datos cualitativos obtenidos a través
de entrevistas y grupos focales en ocho casos de conjuntos de vivienda
social con distinto nivel de segregación. Los conjuntos escogidos poseen
similares características en términos de antigüedad (alrededor de ocho años al
momento del trabajo de campo) , tipología y tamaño; es decir, son comparables
en su origen y trayectoria, pero no en su nivel de segregación.
Los conjuntos seleccionados fueron tres
ubicados en el Gran Santiago (uno de baja segregación, uno de segregación media
y uno altamente segregado); tres ubicados en el Gran Concepción (uno de baja
segregación, y dos altamente segregados), y dos conjuntos ubicados en la ciudad
de Talca (ambos de alta segregación en términos de homogeneidad socioeconómica,
pero uno de ellos cercano a nuevos proyectos de desarrollo inmobiliario y a un
centro comercial; y, en este sentido, en un contexto urbano en transformación).
En cada uno de los conjuntos del Gran
Santiago se realizó un ejercicio etnográfico: un investigador vivió durante dos
meses en el conjunto estudiado. Durante ese período, cada uno de los
investigadores realizó entrevistas abiertas —con y sin registro— y elaboró
notas de campo. A esto se agregaron tres grupos focales (hombres, mujeres y
jóvenes) con personas del entorno directo del conjunto habitacional en estudio.
Adicionalmente, se entrevistó en cada conjunto a cinco informantes clave:
funcionario(a) de la Dirección de Desarrollo Comunitario (Dideco) u oficina de
vivienda municipal, carabinero, médico o enfermera del consultorio local,
pastor evangélico y sacerdote católico local.
En cada uno de los conjuntos de Talca y
el Gran Concepción se reemplazó la etnografía por veinticuatro entrevistas a
residentes, manteniéndose los grupos focales y las entrevistas a informantes
clave.
El trabajo de terreno se realizó entre abril de 2007 y enero
de 2008.
76
SEGREGACIÓN
DE VIVIENDA SOCIAL• OCHO
2. Resultados
a) Factores tras el debilitamiento del proyecto colectivo de
barrio
Es posible identificar cinco experiencias que, en
suma, llevan al debilitamiento del proyecto colectivo de barrio: la falta de
privacidad y los rumores, el miedo, la vivencia del estigma, la pérdida de fe
en las iniciativas conjuntas y la cultura de la violencia.
Lafalta de privacidad
La falta de privacidad tiene relación con la mala
calidad, espacio reducido y falta de aislamiento acústico de las viviendas
(Ducci, 2000), lo que obliga a trasladar algunas actividades privadas al
espacio público, lo que dificulta mantener en el ámbito de lo privado, por
ejemplo, las discusiones familiares. Esta excesiva exposición ante el resto de
los vecinos lleva a que la gente adopte una posición más reservada. De esta
forma, si bien los vecinos pueden tener mucha información sobre otra persona,
se marca una diferencia no estableciendo relaciones de amistad y no dando
espacio a la conversación sobre las cosas que se han escuchado o conocido por
otros medios.
Es que es otra vida (...) vivir en
departamento es incómodo, porque somos cuatro personas. Otro estilo de vida
para las niñas; las niñas están estudiando, ya son señoritas, aquí es una
"población". Uno dice "villa", pero es una "población".
Mis niñas no tienen ninguna amistad de aquí, porque ellas tampoco (...) no es
mirar en menos, sino que ellas tienen otro (...) entonces es diferente, no es
porque uno quiera (...). (Dueña de casa, conjunto alta segregación)
La insatisfacción con la vivienda
se ve reforzada en aquellos casos en que los demás atributos de la misma, en
especial aquellos relacionados con su localización, son también evaluados como
negativos.
El miedo
En muchos de los casos estudiados, el miedo aparece
en el momento en que se llega al barrio, pues los nuevos conjuntos fueron
emplazados en sectores que ya tenían algún grado de deterioro y en cuyo espacio
público ya existían actividades delictuales. Así, al arribar a su nueva
vivienda, las familias se ven enfrentadas a un entorno hostil, que amenaza con
propagarse a los espacios públicos al interior del nuevo conjunto. En tal
situación, si durante el primer tiempo de residencia en los conjuntos se
77
utilizaban los espacios comunes interiores de estos sin
temor, el espacio circundante nunca fue usado con plena libertad, sino más bien
con restricciones. Estas limitaciones van aumentando en la medida en que parte
de las actividades delictuales ya no forman parte del entorno, sino del
conjunto mismo. En reacción, los vecinos comienzan a construir sus rutinas, usos y estrategias
de desplazamiento de acuerdo con los lugares y horarios que ellos estiman más
seguros; y, análogamente, seleccionan sus relaciones
interpersonales segun el mismo esquema. Estos mecanismos y estrategias han sido
descritos en algunas investigaciones recientes (Salcedo, 2010; Ganter, 2010).
En ciertos aspectos, sí [me gusta la villa], porque
pa' mí siempre ha estado el lado en el que vivo yo, y a ellos [los del sector
del frente] no los pesco; de hecho, si fuese eso de ahí [refiere al sector en
el que vive] la villa me encantaría, porque la gente que hay en ese lado me cae
bien y sé que no hay gente mala (...). En cuanto al lado del frente, siempre ha
habido ata'os, la gente cuando se viene a agarrar a balazos pa' acá no es por la
gente de acá, sino por la del frente; más por eso tomé la opción de querer irme
de acá. (Joven, conjunto alta segregación)
La vivencia del estigma
El ser estigmatizados y señalados desde fuera como un mal
sector o comuna (en el caso de los barrios en contexto de mayor segregación) o
como un mal barrio (en el caso de los conjuntos menos segregados) tiene también
efectos internos en la psicología individual y colectiva de los residentes
(Goffman, 1963).
En la medida en que los vecinos
reconocen que los problemas imputados al barrio (delincuencia, consumo de
drogas y otros) efectivamente forman parte de la realidad del lugar, tienden a
desplazar el estigma hacia una zona o un conjunto de personas delimitados. De
esta forma, al estigma externo se suma un estigma intrabarrial y,
consecuentemente, las personas con las que
parece razonable tener relación se reducen a aquellas que viven en la parte
"sana" o "buena" del barrio, o que se comportan según
dictaminan las normas socialmente aceptadas. Como consecuencia, el barrio deja
de ser una escala en que se puede aplicar la noción de "nosotros".
Le cambiaría [a esta villa] alguna gente que afea
aquí. Porque hay gente que cuida harto las cosas, como decía, hay gente decente
y gente ordinaria; sacaría la gente que no cuida las cosas y no sé (...) es que
es más la gente, la gente la que hace el lugar. La gente es la que Io
78
LA
...
va formando, entonces sería la
gente. Porque uno puede vivir en un departamento, pero hay departamentos súper
bonitos. La gente es Io que lo hace. Sacaría a esa gente que si se margina
sola, que se vaya a un lugar peor; si a las finales, si ellos se están tirando
pa' abajo, que tiren más pa' abajo y que se vayan pa' otro lado. (Joven,
conjunto
segregación media)
Pérdida defe en la acción colectiva
Las dificultades para conseguir logros y la percibida
falta de eficacia en las iniciativas conjuntas (Sampson, 2006) llevan al
desencanto por el trabajo común y a optar por soluciones individuales (o, visto
de otro modo, privadas). La dificultad para reunir fondos cuando muchas de las
familias simplemente no pueden aportar, sumada a la oposición de algunos vecinos
y a la mala relación entre ellos, generada por problemas de convivencia; la
falta de privacidad o la nula participación de un grupo, junto con la ausencia
del Municipio en términos de apoyo, son los factores que impulsan a buscar
soluciones individuales frente a los problemas. Una vez que se instalan las
soluciones individuales —como son los cierres alrededor del sector del block
correspondiente a la propia vivienda, en el caso de los primeros pisos—, las
soluciones colectivas no solo parecen menos atractivas o innecesarias, sino que
dejan de ser factibles como consecuencia de las acciones individuales. Así
queda demostrado en algunos casos estudiados.
Teníamos hartos sueños y
expectativas en la sñlla; por ser, esos proyectos para arreglar los
departamentos, uno pone una unidad de fomento y se arregla todo el entorno de
la villa, pero no toda la gente va a
pagarlo. Para hacer ese basurero
allá afuera había que pagar mil pesos y todavía hay gente que no paga. Uno no
saca nada con tener sueños para la villa si la gente no los acompaña. (Dueña de
casa, conjunto alta segregación)
La cultura de la violencia (cultura
del "choro")
La estrechez y la falta de privacidad de los espacios
privados generan múltiples problemas de convivencia cotidiana entre vecinos. En
contextos con una alta presencia de violencia en el entorno y donde Carabineros
no responde a los llamados de los vecinos, los conflictos se resuelven, en
parte importante, de manera violenta (sea esta verbal o física), forma a la que
se recurre ante la menor frustración (Jiménez, Hidalgo & Salcedo, 2010).
79
[Respecto
de los carabineros que vienen a la villa a hacer controles policiales] Recogen su parte y se
van. Los de la 52 [Comisaría] tienen mala fama por acá, porque vienen y no
hacen nada. Yo misma los he encarado cuando vienen para acá. (Presidenta de
Junta de Vecinos, conjunto segregación media)
En este sentido,
los vecinos perciben que impera una suerte de "ley del más fuerte",
donde aquellos que actúan con violencia pueden hacer, prácticamente, lo que
quieran. Al mismo tiempo, sienten que es necesario saber con quién se puede
intentar resolver un conflicto o reclamar y con quiénes no. Esto se refleja en
las conductas cotidianas, donde las personas deben asumir una cierta
"choreza" o una actitud desafiante para que no "pasen por encima
de ellas"
Para ella, pasar de una casa a un departamento es un
cambio grande, porque se encontraron con más escándalos, con música a todo dar;
para ella, la gente escucha música a un volumen excesivo solo por querer
mostrar que tienen un equipo más güeno que los otros, por querer pasar llevar a
otro. (Notas de campo tras conversación con una dueña de casa, conjunto alta
segregación)
b) Estrategias individualesfrente a la ausencia de lo
colectivo
Las dificultades para generar estrategias colectivas que
permitan enfrentar los problemas comunes llevan a que las familias desarrollen estrategias destinadas a
combatir de forma individual los riesgos que ven en el entorno y el estigma del
que son objeto por residir en el barrio. Estas estrategias pueden resumirse en
dos: el aislamiento respecto de los demás vecinos, y la privatización y fragmentación
del espacio del barrio.
El aislamiento respecto de los demás vecinos
Distintas investigaciones realizadas en
Chile han abordado las causas y consecuencias del aislamiento de los vecinos y
la privatización de la vida cotidiana (Salcedo, Rasse & Sabatini, 2009;
Salcedo, 2010). En los casos observados, el aislamiento queda firmemente
representado en la expreSión "aquí yo no me meto con nadie". Esta
expresión se manifiesta reiteradamente durante las conversaciones sostenidas
con los habitantes de los distintos conjuntos
estudiados. Pudimos apreciar que aquellos vecinos que no establecen vínculos
con el entorno son legitimados en su opción por otros vecinos, mientras que
aquellos que sí lo hacen son percibidos como personas que corren riesgos de ser
estigmatizados.
80
SEGREGACIÓN DE LA VIVIENDA SOCIAL: OCHO ...
Esta propensión al aislamiento
tiene relación con que a gran parte del barrio y sus habitantes se les
atribuyen características y comportamientos negativos. En su expresión máxima,
las personas, efectivamente, declaran no relacionarse con
nadie. En otros casos declaran restringir sus relaciones a los vecinos del
mismo piso. Y, en los casos más favorables, las personas dicen relacionarse con
los vecinos de su block.
Es que la gente es distinta aquí
PO' (...) es como más (...) más (...) más PO', como más flaitecito (...). Yo, a
los que viven acá en el edificio como que los saludo y tengo un amigo que vive
acá al lado, y eso sería. No conozco a nadie más. De todos los años, no conozco
a nadie más. Porque no, no son como yo (...).
Son como más flaites ¿pa' qué?, ataos. Como que los mirái feo y ya, como que al
tiro te van a hacer algo. Mejor no los mirái. Salgo y ahí ya es otro mundo. Es
un amigo el que tengo, y sería. (Joven, conjunto segregación media)
Esta falta de
relación con el resto de los vecinos no implica, sin embargo, una total
indiferencia frente a ellos. Las personas muchas veces mantienen la cordialidad
a través del saludo con la mayor parte de sus vecinos, pero sin profundizar en
las relaciones, como una forma de evitar conflictos y apartarse de su entorno.
La privatización yfragmentación de los espacios del barrio
Al referirnos a la fragmentación del
espacio o privatización de los espa-
cios, estamos reseñando la
tendencia de los vecinos a cerrar los espacios contiguos a sus departamentos,
espacios que así pierden su calidad de públicos y se vuelven de uso privado
(Ducci, 2000; Dammert, 2004). Si bien muchas veces esto tiene como finalidad
lograr una ampliación de la vivienda —especialmente en los primeros pisos—,
también trae consi-
go un afán por controlar el espacio colindante. De
este modo, los cierres no solo constituyen ampliaciones en el primer piso, sino
que también implican rejas al pie de la escala de ingreso al block o a su
alrededor, rejas entre pisos e incluso rejas en los pasillos. Los residentes
que tienen ampliaciones también declaran que una de las motivaciones ha sido
evitar que se produzcan desmanes junto a sus ventanas. Todo ello termina por
generar la fragmentación del espacio público o comunitario en los conjuntos estudiados, los que
se pueblan de toda clase de rejas y muros.
A este otro de abajo se le ocurrió
(...) fue el primero en cercar cuatro metros sin pedirle permiso a nadie;
entonces fue a la Municipalidad y la Municipalidad le autorizó que ocupara todo
ese trecho lleno de arbustos y que, si usted los ve, se va a fijar que ese es
el patio trasero de
81
Capítulo III _ Del proyecto
colectivo al aislamiento...
la casa de él (...). Le quebró el negocio, se echó a
perder, mal atendío, pero ahí quedó con su (...), todos los metros afuera; y
así como él, tomó la señora de enfrente, tomó la
señora de acá y el chico de acá;
todos tienen ahí esas construcciones ahí. (Jefe de
hogar, conjunto alta segregación)
Estos dos procesos —aislamiento y
privatización de lo público— se manifiestan de forma mucho más
radical en los conjuntos más segregados. En cambio, en los dos casos de baja
segregación, dichos procesos prácticamente no aparecen. En estos últimos, la
violencia del entorno no se manifiesta tan fuertemente y los vecinos han
logrado establecer un conjunto de normas de convivencia y proyectos
comunitarios para mejorar el entorno. Es el caso del conjunto menos segregado
del Gran Santiago, donde ha influido la gran disponibilidad de fondos
concursables existentes en el Municipio. Finalmente, a pesar de las diferencias
con los demás vecinos y los problemas internos de convivencia, estos dos
conjuntos de baja segregación han podido generar organizaciones estables que
regulan dichos problemas a través del trabajo conjunto, lle-
gando incluso, en uno de los casos, a
la creación de un Comité de Administración que funciona en paralelo a la Junta
de Vecinos. El Comité tiene como función el cobro de gastos comunes para la
mantención de los espacios públicos del conjunto habitacional.
El Comité Administrativo tiene que
ver con lo que es la administración de los bienes o de los gastos comunes,
[mientras que] la Junta de Vecinos se va más a la parte social. (Administrador,
conjunto baja segregación)
Por el
contrario, en los casos de mayor segregación, el panorama es de gran deterioro social. En
uno de los casos ya no existe la Junta de Vecinos. En otro, se ha fragmentado y
existe solo una organización que reúne a una parte del conjunto. Por último, en
el caso más segregado del Gran Santiago, donde se
comenzó organizando incluso una fiesta de la primavera, hoy en día a nadie le
interesa participar en instancias
como la señalada, así como tampoco en las organizaciones
vecinales; más bien, el foco está puesto en los deseos de abandonar el
conjunto, idea que incluye a la presidenta de la Junta de Vecinos.
Yo el único anhelo que tengo es cerrar esta villa,
pero de ahí yo me despido. (Presidenta Junta de Vecinos, conjunto alta segregación)
82
.
3. Discusión
El análisis expuesto evidencia una serie de fenómenos
sociales y espaciales que se producen al interior de los conjuntos de vivienda
social construidos en los últimos años. Si bien se trata de resultados
cualitativos de un estudio de casos, la gran cantidad de documentos analizados (más de doscientos, que
incluyen entrevistas, grupos focales y notas de campo), así como la alta
consistencia interna del cuerpo de datos y su consonancia con observaciones
aportadas por otros estudios, nos permiten al menos sugerir algunos ámbitos de
discusión: la afirmación identitaria; la inseguridad del entorno, que incide en
la capacidad de organización; y el abandono del Estado versus el apoyo del
gobierno local.
a) La afirmación identitaria
En términos generales, los conjuntos
de vivienda social presentan una diversidad socioeconómica y cultural en su
interior que es difícil de imaginar a primera vista, especialmente cuando se
sabe que en su origen las viviendas fueron asignadas a hogares con puntajes
similares en su ficha de clasificación
socioeconómica. Esta diversidad está relacionada con el progreso
económico del país en los últimos veinte años, en que se ha registrado un paso
de niveles de pobreza cercanos al 40 por ciento, a tasas en torno al 15 por
ciento. Este proceso, sumado a la radical masificación en la educación y en el
acceso a la vivienda propia, les ha permitido a estos hogares comenzar un
proceso sostenido de acumulación familiar (Salcedo, Rasse & Pardo, 2009).
El crecimiento
económico ha implicado, así, importantes procesos de movilidad social para una
parte importante de las familias que habitan
los conjuntos de
vivienda social estudiados, lo que no necesariamente implica que ellas hayan
salido de su situación de En ese
contexto, al interior de los conjuntos es posible
encontrar familias con un estilo de vida y acceso al consumo muy cercano al
gasto de la clase media y, al mismo tiempo, familias que por haber sufrido
shocks de salud o desempleo se han quedado rezagadas, más cercanas a su
situación socioeconómica de origen (aquella que tenían al momento de llegar a
vivir en el conjunto) (Salcedo & Rasse, 2012).
El grupo que se identifica más
cercano a la clase media en términos de patrones de consumo —tales como el
acceso a educación particular subvencionada o a salud pagada—, no puede, por
sus características de vulnerabilidad y las dificultades de acumulación
derivadas de ello, acceder a las ofertas habitacionales de clase
media que ofrece el mercado. Por ende,
83
tras siete u ocho
años habitando su vivienda social básica, continúa en ella, pero con un estilo
de vida distinto al original (acorde con sus expectativas de movilidad social),
compartiendo espacialmente con aquellos que no han podido hacer su mismo proceso
y con familias recién llegadas, en situación de pobreza, que en los últimos
años han adquirido su vivienda social del Estado en las cercanías de los
conjuntos estudiados.
Más allá de las
diferencias objetivas entre las familias, esta diversidad interna (que entra en
juego, además, con la identidad del sector en que se emplaza el conjunto
habitacional, y su diversidad u homogeneidad social) implica una constante
negociación identitaria. Según Sennett (1970), en procesos de rápida movilidad
ascendente, las personas y grupos sociales experimentan problemas respecto a la
conformación de una identidad propia y al reconocimiento de dicha identidad por
otros grupos sociales, lo que trae consigo que realicen enormes esfuerzos por
diferenciarse de su situación anterior y asimilarse al estrato social
inmediatamente más alto. En este contexto, es posible sostener que este grupo
vive en una permanente "adolescencia urbana" (Brain, Cubillos &
Sabatini, 2007), con aspiraciones de pertenencia a la clase media, pero sin ser
reconocidos ni legitimados en sus aspiraciones por los grupos de más altos
ingresos, que constantemente los descalifican (Salcedo, 2010), y tampoco por un
Estado que construye más y más viviendas sociales en los alrededores de su
habitar.
Lo anterior ha llevado a la existencia
de varios procesos de diferenciación simultáneos que se reflejan, además, en la
imposición de estigmas territoriales.
En los casos de segregación media —donde
existe proximidad física entre los conjuntos de vivienda social estudiados y
conjuntos de vivienda subsidiada de estratos medios bajos— se produce entre los
vecinos de clase media una búsqueda por diferenciarse de las familias de
vivienda social en proceso de movilidad social. En los casos de alta
segregación, los conjuntos habitacionales se ven afectados por los procesos de
estigmatización que les impone la ciudad (estigmas comunales, por ejemplo);
asimismo, al interior de cada conjunto, los vecinos que han experimentado
movilidad social buscan diferenciarse de aquellos que les recuerdan su condición de
origen (Brain, Cubillos & Sabatini, 2007; Salcedo, 2010).
En síntesis, es posible sostener que la aparición
de diferencias entre los pobladores —inicialmente solo económicas y
posteriormente
84
LA
.
identitarias—, contribuyen al debilitamiento del
"nosotros" comunitario a través de la creación de estigmas,
dificultando con ello la mantención de un proyecto barrial basado en las
carencias e intereses comunes. Esto interactúa, además, con los procesos de
diferenciación y estigmatización presentes en el sector o en la comuna.
En los casos de los conjuntos de
mayor segregación estudiados, logramos apreciar que algunos grupos sociales,
blocks, manzanas o sectores, sufren un doble proceso de estigmatización: son
estigmatizados tanto por la ciudad en general —o la comuna—, como por otros
sectores al interior del propio conjunto, lo que fragmenta el
"nosotros" y condiciona el tipo de relaciones sociales que se dan en
el espacio. En cierta medida, puede entenderse que esta
estigmatización interna es un mecanismo de defensa de los pobladores frente a
los estigmas externos de los que ellos mismos son víctima; así,
si el conjunto ha sido estigmatizado desde fuera no es porque todos
sean "malos", sino porque "la gente del otro block o del otro
sector" es "mala". Entonces, lo que se hace es desplazar el
estigma hacia otros pobladores respecto de los cuales se tiene una viSión
negativa. Esta es una visión generalmente adquirida por problemas de
convivencia cotidianos o en la medida en que sus costumbres y/o estilo de vida
se alejan de las expectativas de movilidad social que otras familias albergan,
o ambas razones a la vez.
Tanto en los
conjuntos de alta segregación como en aquellos situados en entornos de
segregación media, todos estos fenómenos tienen una doble función: defenderse
del estigma externo y asegurar la pureza de la propia identidad, así como
mantener un cierto control social sobre el territorio. Este control puede ser
puramente simbólico, al fijar las ex-
pectativas de comportamiento, o también práctico,
dando lugar a mapas mentales que permitan a las personas desarrollar sus
rutinas cotidianas lejos de espacios o personas que consideran conflictivas.
Los conjuntos ubicados en sectores
de baja segregación presentan un grado de estigmatización menor, y los estigmas
internos prácticamente no se perciben. Eso se condice con el hecho de estar
mucho más claras las diferencias con su entorno (conformado por viviendas de
mayor valor), y con que los procesos de movilidad social al interior del
conjunto están más generalizados; adicionalmente, en algunos ocurre que la
convivencia interna está normada. Por tanto, las distinciones no recaen sobre
grupos, sino sobre personas específicas que no comparten el estilo de vida
mayoritario.
85
b) Inseguridad del entorno y capacidad de organización
Uno de los factores que más afecta negativamente la
calidad de vida de los vecinos de los conjuntos donde realizamos el estudio es
la criminalidad e inseguridad ciudadana, que incide en su capacidad de
organizarse colectivamente. En todos los casos estudiados se encontró la misma
relación: a mayor inseguridad, menor es el deseo de los vecinos de construir un
proyecto barrial.
Ahora bien, la criminalidad e
inseguridad de los conjuntos estudiados no tienen su origen solo en la
delincuencia de carácter individual, sino también en la existencia de bandas o
pandillas que se relacionan, de forma directa o indirecta, con el consumo o
tráfico de drogas. En este sentido, se dan simultáneamente
dos fenómenos: el "domestiqueo" o robo por parte de personas del
mismo sector, y la toma o apropiación de algunos espacios por parte de
pandillas, ya sea para el tráfico o para el consumo de drogas.
La conformación
de estas pandillas requiere de la existencia de un cierto capital social básico
que permita la organización, fenómeno que ha sido descrito en el caso chileno
por distintos autores (Lunecke, 2008; Ganter, 2010). Este capital social
negativo se despliega en el territorio, apropiándose de ciertos espacios
públicos comunes, como plazas, par-
ques o esquinas, los que pasan a ser considerados como
"peligrosos" por el resto de los vecinos y evitados en sus rutinas
cotidianas.
Esta territorialización de la
inseguridad tiene distintos efectos; entre ellos, contribuye a:
la estigmatización de ciertos entornos del
conjunto; la restricción de la movilidad de los
habitantes del barrio;
la privatización de los
espacios circundantes a las viviendas para evitar su apropiación por parte de
actividades ilícitas; y
el acrecentamiento de las
desconfianzas entre vecinos: al ser personas del mismo conjunto quienes forman
parte de estas actividades delictuales, el resto comienza a evitarlos —lo que
ocurre también con sus familiares, amigos o conocidos— con el fin de evitar
conflictos.
Estos dos últimos elementos se ven
reforzados, además, por el "domestiqueo", que fomenta la desconfianza
y desencadena entre los vecinos un aumento de las medidas de seguridad en torno
a la vivienda.
86
...
Cabe mencionar que a las
actividades delictuales se suma, muchas veces, un contexto en el que la
violencia privada o vecinal se encuentra socialmente asumida por los vecinos,
cuando no legitimada. Más aún, algunos ilícitos aparecen como normales y cobran
legitimidad social frente a los niveles de carencias
materiales que presentan quienes los practican.
El miedo generalizado es, entonces,
el resultado de la violencia, las pandillas y el "domestiqueo", y se
suma a la falta de capacidades de la comunidad para hacer frente a estas
amenazas.
c) El abandono del Estado versus el apoyo del gobierno
local
Al recibir sus viviendas y llegar a los conjuntos, los
habitantes de los complejos estudiados reconocen la importancia del Estado, que
les permitió cumplir con el "sueño de la casa propia". Con todo, esto
se transforma con el correr del tiempo en decepción e incluso molestia
(Salcedo, 2010). Pronto aparece entre los pobladores la idea de que fueron
"abandonados" en un lugar que no poseía las mínimas condiciones
necesarias para un habitar digno y que, con posterioridad a la entrega de las
viviendas, el Estado se olvidó de ellos.
En los conjuntos con más problemas
y más segregados, el abandono por parte del Estado se inscribe en la carencia
de espacios públicos ade-
cuados o en la escasa seguridad y vigilancia policial.
En los conjuntos de segregación media se extraña una mayor presencia del Estado
que les ayude a controlar el espacio y les permita combatir las actividades de
tráfico de drogas, robos y violencia que ocurren en su interior. Claramente, la ausencia del Estado
afecta más a quienes se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad, o
a aquellos que más lo necesitan. Sin embargo, aun para aquellos en mejores
condiciones económicas, las carencias que dicha ausencia implica atentan contra
su progreso material, al evitar que sus viviendas —incluso arregladas— se
valoricen (Sabatini & Salcedo, 2011).
En los conjuntos de menor nivel de
segregación, la presencia del gobierno local es notoria, tanto en la
infraestructura y equipamiento circundante, como en la oferta programática
existente. En el caso menos segregado del Gran Santiago, el Municipio se
convierte en una importante fuente de sustento para el ascenso social de las
familias, reduciendo sus niveles de incertidumbre y apoyándolas en los momentos
de mayor vulnerabilidad.
87
4. Hacia una clasificación de los barrios observados
A partir de los tres puntos discutidos anteriormente, y
con base en los datos obtenidos, nos es posible
realizar una clasificación de los ocho conjuntos habitacionales estudiados, de
acuerdo con su capacidad de reconocerse y organizarse colectivamente.
a) La
destrucción del nosotros: individualismo yfragmentación del espacio en
conjuntos ubicados en sectores de alta segregación
En los cuatro barrios de mayor segregación estudiados,
encontramos que las personas evitan juntarse o hablar con la mayor parte de sus
vecinos, a excepción de unos pocos con los que mantienen lazos más estrechos,
por ser familiares o amigos. Los niños no juegan en las plazas, sino en las cajas de las
escaleras o en los espacios cerrados en torno a los departamentos de primer
piso. Las personas no salen a ciertas horas o no pasan por ciertos lugares,
para lo cual deben generar estrategias familiares ad hoc. Y quizá lo más
visible de todo lo anterior, es que muchos espacios públicos que rodean a los
blocks han sido individualmente apropiados por las familias que
habitan en los primeros pisos.
En estos
conjuntos, el proyecto en común ha desaparecido, producto del miedo que generan
las altas tasas de criminalidad y violencia que se aprecian en el entorno, una
parte importante de ellas asociadas al consumo o venta de drogas. Los vecinos
se han convertido en víctimas de un entorno hostil que, al fomentar la
desconfianza entre vecinos y restringir la libertad de movimiento y uso de los
espacios comunes, genera también la preferencia por los espacios privados y el
aislamiento respecto de los demás vecinos. Esto trae como consecuencia el
priorizar soluciones y estrategias de corte individual, donde la familia no
solo mejora sus condiciones de seguridad en la medida de sus posibilidades,
sino que además evita lidiar con la incertidumbre proveniente de la
desconfianza respecto de los otros vecinos y de la escasez de recursos que
dificulta hacer predecible las fechas y plazos en que los proyectos colectivos
se llevarán a cabo. En este sentido, las estrategias individuales no son solo reactivas a la
desconfianza, sino que además generan una mayor sensación de control en quienes
optan por ellas. En términos espaciales, la consecuencia de este proceso es una
proliferación de rejas y las apropiaciones irregulares de espacios
originalmente comunes.
Asimismo, los estigmas con que se marca
a otros vecinos se hacen recurrentes, generándose un
discurso crítico frente al modo de vida o
88
...
acciones de diversos grupos sociales con los que se
comparte el territorio. Esto no es solo una herramienta de diferenciación
identitaria o de protección frente al estigma aplicado a ellos desde fuera,
sino que cumple también la función de un mapa para habitar en forma segura el
territorio, evitando zonas peligrosas o grupos conflictivos. En cualquier caso,
a pesar del estigma y el discurso crítico, los pobladores establecen
estrategias de supervivencia que muchas veces incluyen formas de relacionarse
con aquellos involucrados en actividades criminales, como las actitudes de
"choreza" —principalmente entre los jóvenes—, la naturalización de
algunas conductas delictuales —como el robo y venta de cable o de materiales de
construcción— o la simple tolerancia o indiferencia frente a las actividades
delictuales realizadas en el entorno.
La inseguridad y la multiplicación
de los estigmas llevan no solo al aislamiento físico y social frente a los
vecinos, sino que, además, al aislamiento frente a los habitantes de otras
zonas de la ciudad (familiares, amigos) que temen visitar estos
conjuntos, y a quienes a su vez se hace dificil visitar, tanto por la lejanía
como por las restricciones de horarios en que los habitantes consideran seguro
circular por los conjuntos.
b) La
vivencia del estigma: vulnerabilidad social y anhelos de movilidad social y
habitacional en conjuntos de segregación media
En los conjuntos de segregación media estudiados se ha
producido un importante nivel de progreso material para sus habitantes desde su
llegada al lugar, principalmente por la cercanía a una diversidad de
oportunidades. Sin embargo, este progreso no ha alcanzado a todos en forma
homogénea, aumentándose las diferencias entre los vecinos. Tampoco se ha
traducido en una disminución del estigma del barrio o de las actividades
ilícitas en su interior.
Así, en estos conjuntos el
proyecto común se ha ido desfigurando, tanto por la desaparición de un
"nosotros" identificable con una clase social o un conjunto de
necesidades comunes, como por la búsqueda de desmarcarse de los estigmas que
les son aplicados desde su entorno inmediato (vecinos de estratos medios-bajos
que preferirían no compartir su espacio con ellos y que, a su vez, buscan
desmarcarse de lo que ellos alguna vez fueron). Lo que prima en muchos de los
habitantes de estos conjuntos es el deseo de diferenciarse del resto de sus
vecinos, ya sea a través de aspectos materiales (bienes muebles o inmuebles) o
a través de distinciones simbólicas, especialmente relacionadas con estilos de
vida y criminalidad (Salcedo, 2010).
89
En este sentido, lo que se produce en
estos casos es una tensión entre, de un lado, las ventajas objetivas asociadas
a la localización y el progreso material que esto ha implicado para ellos; y
del otro, el sentirse objeto de estigma por parte de sus vecinos inmediatos,
quienes además representan sus expectativas de movilidad social. A esto se suma
la existencia efectiva de actividades ilícitas y violencia al interior de los
conjuntos, de las cuales intentan distanciarse a través de estigmas más
específicos.2 En la práctica, esto se traduce en que muchos de los
vecinos quisieran cambiarse a una de las viviendas de "la villa de al
lado".
Aun cuando el panorama descrito lleva a
que las familias comiencen a anidar proyectos individuales y aspiraciones de
clase media, la realidad es que su situación socioeconómica, si bien no es de
pobreza, ciertamente es de vulnerabilidad (Kaztman, 2002; Salcedo & Rasse,
2012). Esta vulnerabilidad hace que frente a cualquier imprevisto relacionado
con la salud o el empleo, las familias caigan nuevamente en situaciones de
pobreza que, en un contexto de ausencia de estrategias comunitarias, se vuelven
todavía más difíciles de superar. Esta situación es agravada por un Estado que,
tanto en el nivel central como en el local, al entender que estas familias han
dejado la pobreza (y al considerarlas privilegiadas y menos prioritarias por
haber obtenido una vivienda en un entorno favorable), deja de beneficiarlas
como sujeto de sus políticas públicas, y por ende, las abandona.
En resumen, hablamos aquí de familias con
fuertes procesos individuales y expectativas de movilidad social, que buscan
diferenciarse de quienes las rodean identificándose con el estilo de vida del
estrato social inmediatamente superior —que resulta ser muy próximo espacialmente—,
pero cargando con el estigma que estos últimos les aplican; y ello,
muchas veces, sin poseer la base material necesaria para
mantener un estilo de vida que prescinda por completo de las estrategias
colectivas.
c) La
localización como un activofamiliar: imagen, ventajas privadas y apoyo público
en conjuntos de baja segregación
Los dos casos de menor segregación ubicados en entornos
privilegiados en términos de disponibilidad de oportunidades —heterogeneidad
social del espacio y poder adquisitivo de los municipios— presentan una reali-
dad totalmente distinta; por lo
mismo, interesante de analizar.
2 Este
fenómeno es discutido más extensamente como "microxenofobia" en el
capítulo 2 de este volumen (Sabatini, Salcedo, Gómez, Silva y Trebilcock,
"Microgeografías de la segregación: estigma, xenofobia y adolescencia
urbana").
90
En estos casos, las familias se
encuentran envueltas en proyectos individuales de movilidad social y, sin
embargo, mantienen organizaciones vecinales (tanto en el ámbito
del block como del conjunto completo) que les permiten controlar los
espacios comunes y tener ciertas normas de convivencia. Tanto individual como
colectivamente, buscan distanciarse de la identidad poblacional y asemejarse a
la idea de condominio, que resulta más acorde con su entorno. A esta imagen de
condominio se acercan a través del cuidado y mantención comunitaria de los
espacios públicos y, en el caso del Gran
Santiago, a través del cierre y la presencia de guardias de seguridad.
Las principales diferencias con
los casos anteriores —conjuntos de mayor segregación— son, por una parte, que
están emplazados en un entorno poco conflictivo, y
aislados de él a través de parques y calles, en un caso, y de un cierre con
reja y garita de seguridad en la puerta, en el otro. Por otra parte, estos
conjuntos son constantemente apoyados por políticas públicas implementadas
desde el Municipio.
En este caso, el "nosotros
barrial", conformado por el conjunto de residentes del conjunto, es
reemplazado por un nosotros simbólicamente mucho más atractivo: el nosotros
comunal, que les da el estatus de la pertenencia a una comuna conocida por sus
atributos positivos (centralidad en uno de los casos, riqueza en el otro)? Este
nosotros comunal no se constituye en un nosotros agobiante, basado en lazos
fuertes, sino
que, por el
contrario, deja espacios enormes para la individualidad y la diferencia. El
nosotros comunal no exige confianza, participación u organización; solo exige
atenerse a normas básicas de conducta —las hegemónicas de los sectores
acomodados— las que no son solo aceptadas, sino también internalizadas como
propias por los pobladores del conjunto (Sampson, 2006). Sin embargo, para
cumplir con estas normas básicas, se les hace necesario
mantener algún tipo de organización que permita, por una parte, solventar la
mantención de la estética de los conjuntos; y por otra, reforzar el
cumplimiento de las normas.
Los habitantes de estos conjuntos
valoran los privilegios que les entrega su localización (cercanía a comercio y
empleo, servicios municipales
3 Es
interesante señalar que, en general, en los conjuntos estudiados en el Cran
Santiago se observó una identificación mayor
con la comuna que con el propio barrio, pero por motivos distintos, según el tipo de barrio
de que se trate. En el caso del conjunto más segregado, como una vía de escape
al estigma del sector; en el caso del conjunto de segregación media, por una
conformidad con las oportunidades que la comuna les brinda; y en el caso del
conjunto de menor segregación, para
asociarse a los atributos positivos de la comuna. Esto pone en discusión
aquellas perspectivas que sitúan al barrio (y los lazos fuertes que en él Se
generan) como fuente principal de identidad colectiva en sectores populares.
91
Capítulo III _ Del proyecto
colectivo al aislamiento...
de mayor calidad, mayores posibilidades de obtener fondos
gracias a que los sectores de menores recursos son minoritarios en la comuna,
mejor equipamiento e infraestructura urbana). Saben, además, que la única
manera a su alcance de acceder a ellos es manteniéndose en su actual vivienda,
dado que no podrían solventar otra un poco mejor en su actual sector: no existe
oferta intermedia, siendo las demás viviendas de mucho mayor costo. En este
sentido, el proyecto colectivo se forma tanto por la búsqueda de "estar a
la altura" de los estándares de la comuna, como porque el proyecto de vida
de las familias no contempla cambios de residencia. Si bien esto limita las
posibilidades de movilidad social de las familias en términos habitacionales,
están conscientes de la importancia del atributo localización en su cartera de
activos.
Conclusiones
En suma, queda en evidencia que las características del
entorno, en especial su nivel de segregación residencial y la presencia de
violencia, tienen fuertes repercusiones en la capacidad que tienen los vecinos
de un conjunto habitacional para generar un proyecto compartido: en sectores
más segregados y en entornos más violentos, es usual que no existan proyectos
comunes y, más aún, que los vínculos entre vecinos (ya sean de amistad o
asociativos) sean prácticamente inexistentes, o estén muy dañados.
Adicionalmente, más allá de los
factores tras el debilitamiento de los proyectos barriales, queda en evidencia
que las consecuencias de renunciar a lo colectivo solo potencian los problemas
originales. La fragmentación de los espacios y el aislamiento social que
evidencian algunos de los conjuntos habitacionales estudiados no solo
contribuyen al deterioro de la calidad de vida de sus habitantes y dificultan
la intervención de política pública, sino que también empobrecen la cartera de
recursos de la familia al eliminar posibles redes vecinales o comunitarias.
Para muchas de estas familias, el acceso a la vivienda propia, en lugar de
ayudar a dejar atrás situaciones de exclusión social pasadas, significó simplemente una
residencia. Se dejaron así de lado todas las potencialidades que puede traer
consigo la casa propia: el acceso a una localización en la ciudad, la mejora de
la calidad de vida, el incremento en la seguridad y la disminución de la
incertidumbre.
Sin ánimo de imponer una visión
normativa sobre la existencia de proyectos colectivos al interior de los
barrios, las dificultades de los con-
92
LA
juntos habitacionales para construirse como una
unidad, ya sea esta organizacional, normativa o identitaria, solo logra reducir
las estrategias de los hogares a lo puramente individual o familiar,
obligándolos a enfrentarse, sin más recursos que los propios, a entornos que
les presentan cada vez mayores amenazas y dificultades.
93
Capítulo III
_ Del proyecto colectivo al aislamiento...
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