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Estado, reproduccion de capital y Lucha de clases

 


 

4. ESTADO, APARATO DE ESTADO Y PODER POLÍTICO

En esta exposición distinguiremos entre Estado y aparato de Estado y destacaremos dicha distinción para el estudio del poder político en las sociedades capitalistas.

ESTADO

Llamamos Estado a la condensación de relaciones sociales de poder, de dominio, y a las que conforman comunidad, imperantes en una sociedad.

Dichas relaciones sociales se extienden por toda la organización societal, pero presentan sin embargo niveles particulares de condensación e intensidad. Comentemos estas modalidades de relaciones sociales que conforman al Estado:

Relaciones de dominio y poder: en la sociedad existen múltiples relaciones y formas de poder, entre ellas: padre/hijo; hombre/ mujer; confesor/penitente; médico/paciente; profesor/alumnos, clases dominantes/clases dominadas.

Cuando hacemos referencia a las relaciones que definen al Estado, hablamos particularmente de las relacio



nes de poder y dominio presente entre clases sociales.

Desde esta perspectiva, señalamos que poder político es la capacidad de ciertas clases sociales de llevar a cabo sus intereses y

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proyectos, en desmedro o en contra de los intereses y proyectos de otras clases. O, dicho de otro modo, poder político es la capa-

cidad de ciertas clases sociales de organizar la vida en común de acuerdo con sus intereses y proyectos, relegando o rechazando los proyectos e intereses de otras clases.

Hablamos de Estado como condensación de esas relaciones y de ese poder político. El Estado es en este sentido, el centro del poder político. Sin embargo, esas relaciones de poder y dominio se extienden por todos los espacios de la vida social y podrían presentarse como una telaraña, con redes que se extienden hacia todos los ámbitos de la vida en común, emplazadas a su vez en los sujetos, lo que define sus acciones y operaciones.

En ese entramado de rayos y tejidos, al igual que en la telaraña, hay núcleos de mayor densidad y concentración. El Estado no es por tanto una simple red homogénea de poder en la sociedad. Presenta condensaciones de las relaciones de poder y dominio diferenciadas, lo que implica que no todo lo que afecte a los rayos y tejidos tiene las mismas consecuencias en términos de afectar las condensaciones del poder político y del Estado.

Este es quizás el errorfundamental de los planteamientos que convocan a ensanchar fisuras en cualquier actividad de la vida social, l lo que supone una suerte de homogeneidad de las relaciones y redes de poder y dominación que cubren y atraviesan la

organización societal.

Respecto al poder político, en tanto relación entre clases sociales, implica establecer una clara diferencia con las otras formas y relaciones de poder existentes en la vida societal. Esto no implica desconocer que las relaciones maestro/alumnos, padre/hijo, hombre/mujer, por ejemplo, no se vean reconfiguradas en una sociedad en la que imperan relaciones de clases. Pero ellas, en cuanto tales, no son relaciones clasistas, por lo que aun en la sociedad capitalista su transformación tiene un papel menos relevante en una lógica de ruptura del poder político y de la sociedad.

I Véase de Holloway [2011] , Agrietarelcapitalismo, Buenos Aires, Herramienta Ediciones.

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Relaciones que construyen comunidad

Es importante destacar que a pesar que hay explotación y dominio en la sociedad, el Estado es un elemento activo en la creación de comunidad. Esto implica entender la presencia y recreación de relaciones de comunidad desde el Estado, sin necesidad de abandonar las relaciones de poder y dominio de clases imperantes.

La vida en común está atravesada de relaciones marcadas por

costumbres sociales, valores morales y religiosos que van más allá de las prácticas de los miembros de la sociedad y que cohesionan la vida en sociedad.

Ese entramado de relaciones conforman un ethos social que rebasa las costumbres, normas y valores individuales. La idea central que subyace en ellas es que constituimos una comunidad.

El Estado capitalista condensa el imaginario de comunidad y opera como recreación de las relaciones de comunidad, de que formamos parte de un mismo barco, que nos dirigimos en una misma dirección, y que alcanzaremos metas comunes. De que las leyes y los proyectos imperantes no solo son buenos para algunos, sino que son buenos para toda la sociedad. Desde las relaciones de comunidad el Estado opera como la instancia principal que oculta y vela la violencia institucional reinante.

Las ideas de igualdad y libertad recreadas por el Estado capitalista cumplen un papel fundamental en el imaginario de comunidad. Cada cabeza es un voto, no es solo reconstituir la idea de igualdad. Es sobre todo recreación del imaginario de comunidad. Lo mismo acontece con la idea de hombres libres en el mercado que venden fuerza de trabajo.

En una sociedad fracturada desde sus cimientos por los procesos de explotación y dominio, la comunidad que puede constituirse no es sino una comunidad ilusoria, señala Marx.

Esta se muestra, por ejemplo, en los festejos masivos que se realizan por un triunfo de la selección de futbol, en el que se convive y actúa privilegiando la comunidad, para una vez pasado el suceso, regresar cada quien a su colonia, a su mundo, en donde

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predominan las relaciones sociales que determinan y separan a los individuos.

El Estado como entidad sobre la sociedad

El Estado es la condensación de relaciones de poder y dominio de clases que expresa intereses particulares, la de los agrupamientos humanos dominantes, pero que en tanto Estado muestra esos intereses y proyectos como propios de toda la sociedad.

Más aún, el Estado capitalista se erige no solo como árbitro, que dirime disputas y conflictos entre los miembros de la sociedad, lo que lo ubica de alguna manera en el centro de la sociedad. El Estado capitalista se presenta como instancia por encima de la sociedad, como protector abocado a la búsqueda del bien común.

¿Qué hace posible que el Estado aparezca como lo contrario de lo que es?

Lo primero que se debe señalar es que el Estado capitalista es el primer Estado que debe ocultar el dominio y la explotación en la sociedad. Ni el señor ni el esclavista tienen necesidad de ocultar esto. Lo ejercen de manera abierta y directa sobre vasallos,

siervos y esclavos.

Pero el capital no puede hacerlo. Sus promesas de conformar un mundo de hombres libres e iguales se lo impiden. Esto se expresa en las mediaciones imperantes en lo económico y en lo político, que impiden que la explotación y el dominio se dejen a la vista. Por el contrario, el capital se manifiesta ocultándose en tanto dominio y explotación.

La ruptura entre economía y política en el mundo del capital desempeña un papel destacado en este proceso, para "la necesaria presencia como no-económico de lo político para que lo económico se pueda presentar como lo no-político" [1] La constitución de cada dimensión como esfera autónoma y rotas las relaciones que las constituyen, el mercado en la economía, el Estado/contrato y la democracia/ciudadano en la política se convertirán en los territorios en donde impera la libertad en el mercado y la igualdad en la política?

Bajo esta forma, el capital rompe la unidad comÚn, pero al mismo tiempo la sutura, recreando al Estado como entidad para todos, como la autoridad que protege y propicia el bien común. De esta manera, el Estado aparece por encima de la sociedad y de las divisiones que la atraviesan.

El Estado es la única institución de la sociedad burguesa

que cuenta con la capacidad de lograr que los intereses de algunos se presenten como proyectos de toda la sociedad. Ni la Iglesia, ni los partidos políticos, ni ninguna otra institución tienen esa capacidad.

Por ello es tan relevante, y por ello tiene tanta importancia detentar el poder del Estado.

Los intereses sociales conformados como Estado se potencian con una fuerza que parece no tener parangón frente a los procesos de la vida social. Solo hay un proceso que se le equipara: las revoluciones sociales, en tanto portadoras de un poder de clases constituyente y, por tanto, de un nuevo Estado.

APARATO DE ESTADO

El aparato de Estado es la "cosificación", la expresión como 'cosas", de las relaciones sociales de poder y dominio, y de las relaciones que permiten la construcciÓn de comunidad.

Pero el aparato de Estado es "cosificación" del Estado. Por tanto, mientras no se modifiquen las relaciones sociales que llamamos Estado, el aparato de Estado actuará en el sentido de aquellas relaciones de poder y dominio.

 El tema lo hemos desarrollado en el capítulo "La ruptura entre economía y política en el mundo del capital", incluido en este libro.

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En tanto "cosas" el aparato presenta tres componentes centrales:

a)     Un conjunto de instituciones, articuladas y jerarquizadas. Pensemos en las instituciones de los tres poderes del Estado. En el Ejecutivo: presidencia, secretarías o ministerios, Fuerzas Armadas, policía, cárceles, Banco Central, etc. En el Poder Legislativo: Cámara de Senadores y Diputados, Parlamento. En el Poder Judicial, tribunales, Corte Suprema de Justicia, ministerios públicos.

b)     Un cuerpo de leyes: Constitución, reglamentos, etcétera.

c)     Personal del Estado con cargos jerarquizados.

En relación con el aparato de Estado es importante destacar una particularidad del capitalismo. En él la burguesía, la clase que detenta el poder, delega la administración del aparato de Estado en manos de sectores sociales provenientes de otras clases. Ello forma parte de los mecanismos para velar la dominación de clase e incide en la presencia del Estado como una instancia que se encuentra por encima de la sociedad.

Son excepcionales los casos en los que personajes provenientes directamente de la clase dominante ocupan posiciones en el aparato, como lo fue Berlusconi en Italia, Piñera en Chile o los Bush en Estados Unidos.

Por el hecho de ocupar los cargos más altos dentro de la administración del aparato de Estado importa destacar a esa franja de la sociedad, a la que denominamos clase reinante. Esta franja cumple con tareas de mando político, acotado, sin embargo, a las relaciones de poder y dominio imperantes en el Estado.

Mientras más elevado sea el cargo dentro del aparato de Estado y el sistema de dominio en general, mayores serán los compromisos que este reclama, conllevando los intereses de clase que prevalecen en el Estado. No estamos entonces frente a una administración con casilleros vacíos de connotación política.

La noción de clases reinantes permite hacer una distinción relevante, entre las clases sociales que detentan el poder político, y los sectores (clase reinante) que administran el aparato de Estado.

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En este hiato entre Estado y aparato de Estado es que radica la posibilidad teórica de que lleguen al aparato de Estado personajes de izquierda como Salvador Allende, Evo Morales o Hugo Chávez.

Y es ese hiato el que permite entender los dilemas a los que se enfrentan los gobiernos "progresistas", o que buscan el socialismo.

Tales gobiernos son enclaves en medio de un pantano institucional, leyes y modos de gestión de la política, que responden a otros intereses de clase.

Relaciones de mando/obediencia y legitimidad del mando

En el aparato de Estado operan relaciones de mando/obediencia: instituciones en las que unos mandan y otros obedecen.

¿Qué hace posible que un mandato determinado encuentre obediencia? se pregunta Weber.

Lo relevante del problema es que el poder no es solo coerción.

También se busca ejercer el poder con el acuerdo de los dominados. Pero estos asuntos no deben analizarse de manera dicotómica: esto o aquello. El ejercicio del poder por coerción no implica que no se busque o no exista consenso de los sectores dominados: Pinochet contó siempre con una base social que lo apoyaba. Hay población dominada en México que estaba de acuerdo con el regreso del PRI en las elecciones del 2012.Y no hablo de los pobres a los que se manipuló y compró para conseguir su voto.

En el ejercicio del poder por consenso también hay coerción. Se nos dice: usted puede elegir, pero dentro de este campo de juego, con estas reglas y sobre estas opciones, no otras. Nada que esté fuera de las opciones que le damos para elegir. De lo contrario se pone fuera de la ley. O su voto no sirve para nada. Violencia ins-

titucional operando. Un poder coercitivo operando. Weber distingue tres tipos de dominación:

• La dominación tradicional: se obedece al que manda por la fuerza de las tradiciones y las costumbres. Gobierno

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de ancianos en algunas comunidades; a reyes o reinas que provienen de un linaje antiguo y definido como especial.  La dominación carismática: se obedece al que manda porque se le reconocen cualidades excepcionales: es un santo, hace milagros, su vida es ejemplar (Jesús). Es el más valiente, el más aguerrido, pone su vida en juego como testimonio de su verdad (el Che, Emiliano Zapata); es un líder, un estratega que nos llevó a la victoria y venciÓ (Churchill, De Gaulle, Fidel, Ho Chi Min, Mao Tse-tung). La dominación legal racional: se obedece porque quienes llegaron al mando del aparato de Estado y se constituyen en clase reinante, respetaron las reglas y las leyes para tal efecto. Un presidente, en las democracias modernas, cumple con los requisitos para ejercer el poder, gana las elecciones cumpliendo las leyes, etcétera.

Estos modos o tipos de dominación se mezclan históricamente y presentan combinaciones: Obama en sus inicios aparecía como un mandatario carismático y legal racional

La legitimidad es el reconocimiento por los que obedecen, de que el que manda tiene derecho a hacerlo. Cuando eso ocurre diremos que el mando es legítimo. Y diremos que es un mando legal, porque además respeta las leyes.

Dos PREGUNTAS CENTRALES EN EL ANÁLISIS POLÍTICO

En el análisis político existen dos preguntas centrales: la primera: ¿quién(es) detenta(n) el poder? La segunda: ¿cómo lo ejerce(n)? Veamos hacia dónde nos remite cada una de ellas.

¿ Quién(es) detenta(n) el poder?

En tanto las clases dominantes constituyen un conglomerado heterogéneo (clases, fracciones y sectores que explotan y dominan), esto quiere decir que existen de manera simultánea muchos

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proyectos económico/político/sociales en el seno de las clases dominantes.

No puede existir un único proyecto que resuelva de manera simultánea las necesidades diferenciadas de todos los capitales. El capitalismo es un sistema de competencia, de disputa, de muerte de capitales y de fortalecimiento de otros.

Por ello, las pregunta que debemos hacernos en el análisis concreto son: ¿el proyecto de qué capitales, o de qué clases, fracciones o sectores, es el que se pone en marcha y organiza la vida en común?

¿El proyecto de qué clase dominante, fracción o sector se hizo hegemÓnico?, ¿cuál se impuso en la lucha entre capitales como proyecto de Estado?

El hecho de imponerse como proyecto de Estado le permite dejar de ser simplemente el proyecto de algunos agrupamientos humanos, para poder presentarse como el proyecto de toda la sociedad.

Ello implica que los proyectos de algunos agrupamientos dominantes se realizan a medias. Y que los proyectos de otros pierden y pueden llevar a la liquidación social de esos sectores.

Lo que estamos resolviendo con esos interrogantes es cómo se constituye entonces el bloque en el poder: la forma particular como se articulan las diversas clases, fracciones y sectores dominantes en función de la fuerza que alcanzan para establecer sus proyectos, en situaciones históricas concretas.

Y dentro del bloque en el poder, qué clase, fracción o sector, o articulaciones entre estos, se constituye en la clase, fracción o sector que detenta la hegemonía, es decir, los proyectos de quiénes prevalecen por sobre los demás, los articulan, y le dan a la vida social la impronta que de esos proyectos devienen.

Todo esto pone a los politólogos frente a la necesidad de conocer y analizar la economía. Por supuesto, una economía política.

De manera más general, todo esto nos enfrenta a la unidad de la economía y la política, y a las barreras que establecen las formaciones académicas disciplinares para alcanzar la comprensión de la vida en sociedad.

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¿Cómo se ejerce el poder?

Esta pregunta nos remite a las formas de gobierno o formas de Estado. No es lo mismo que determinados proyectos se impongan en la sociedad por medio de elecciones y votos, a que se impongan mediante macanazos o bayonetas.

No es lo mismo que determinados proyectos avancen con parlamentos, libertad de prensa, derecho de reunión, o que se den bajo una dictadura que cierra parlamentos, sin libertad de prensa, sin derecho de reunión.

El que sea de una u otra manera depende del carácter de esos proyectos y de las condiciones de la lucha de clases, de los niveles de los enfrentamientos en la sociedad, etcétera.

Las formas de los gobiernos no es un asunto que se decide de manera arbitraria: hoy somos democráticos; mañana autoritarios. Una u otra decisiones son asuntos determinados por el carácter de los proyectos hegemónicos y el nivel de los enfrentamientos sociales.

Un mismo proyecto hegemónico puede llevarse a cabo bajo distintas formas de gobierno. Ejemplo de ello fueron los proyectos económicos centrales bajo la dictadura militar en Chile, los cuales prosiguieron luego de la salida de Pinochet, ahora con gobiernos civiles elegidos democráticamente y con fuerzas políticas contrarias a Pinochet.

¿Qué son las formas de gobierno o de Estado?

Para definir las formas de gobiernos es necesario indagar sobre una amplia serie de temas. Por ejemplo, preguntarse si existen los diversos poderes del Estado moderno (Ejecutivo, Legislativo, Judicial), si tienen autonomía, si existe equilibrio entre esos poderes, si se controlan unos a otros.

*     Si existen elecciones, padrones electorales confiables, respeto al voto.

*     Si existe Parlamento, partidos políticos, competencia real, oposiciones reales.

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Si existe un Poder Judicial autónomo, aplicación de la justicia, leyes impersonales.

*     El lugar y papel de las Fuerzas Armadas en el entramado estatal: si se encuentran en sus cuarteles o están en las calles, ¿haciendo qué? Si son deliberativas.

 ¿Existe libertad de expresión? , ¿medios de comunicación diversos? , ¿periódicos autónomos al Estado?, ¿radios y televisión autónomos?; ¿en manos de quiénes están esos medios?, ¿de grandes conglomerados multinacionales y nacionales?

¿Existe derecho de implementar marchas, a ocupar calles y plazas? ¿Operan restricciones?, ¿de qué tipo?

*     ¿Se permiten sindicatos independientes?, ¿existen sistemas corporativos vinculados directamente con el Estado? , ¿sistemas clientelares?

*     ¿Existe separación Iglesia-Estado? ¿Es una separación real y efectiva?, ¿interviene la Iglesia en las decisiones públicas? ¿de qué modo?

*     Organizaciones patronales. Peso en el aparato de Estado. Relaciones institucionales y no institucionales con la clase reinante, y con la clase política, esto es, con todos los que cumplen con funciones de representación.

EL ESTADO DEPENDIENTE

Existen por lo menos dos procesos de relevancia significativa que determinan ciertas tendencias y características del Estado en las sociedades dependientes.

El primero remite al tema de la soberanía. Siendo el sistema mundial capitalista una organización en la que imperan centros imperialistas y periferias dependientes, ello implica que el ejercicio de la soberanía es desigual en el seno de ese sistema. Desde esta perspectiva, los Estados dependientes son Estados subsoberanos o con soberanías restringidas.

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Esto no significa que el Estado dependiente sea un Estado al que le falta "algo" para ser con plenitud. El discurso liberal aso-

cia Estado con soberanía, de la misma manera que asocia Estado con decisiones de todos los ciudadanos. Pero todo ello forma parte de los discursos mistificadores de lo que es Estado. La condición subsoberana del Estado en la región no es más que la otra cara de la condición dependiente de la economía.

Esto implica que estas economías se encuentran supeditas en mucho de su accionar por las operaciones y decisiones de los centros imperialistas. Y en ese cuadro es que encuentran condiciones de vida y de reproducción las clases dominantes locales: supeditadas al capital imperialista y sus proyectos, lo que a su vez reproduce la dependencia y la subordinación.

Todo esto reclama que la construcción de un Estado soberano pase por una lucha antiimperialista, que no puede ser conducicla por las clases dominantes locales, por su asociación e imbricación con el capital imperialista, por lo que esa lucha tendrá además una connotación popular y anticapitalista, en tanto en el seno del capitalismo la condición subordinada y dependiente no encontrará salida.

El segundo proceso en las sociedades dependientes con determinantes fincados en el Estado remite a la particularidad de la explotación en esas sociedades, sustentada en la superexplotación del trabajo; esto es, en la estructural y permanente violación del valor de la fuerza de trabajo o, dicho de otra forma, en la conversión de parte del fondo de consumo y de vida de los trabajadores en fondo de acumulación del capital.

Esto establece un piso particular para el desarrollo de las clases sociales y de sus luchas y enfrentamientos. De manera inmediata, implica el desarrollo de un capitalismo que exacerba los elementos de barbarie por sobre los civilizatorios, azuzando de manera permanente todos los resortes de la lucha de clases.

Implica por otro lado reducir el campo de las clases dominantes para establecer modalidades de dominio sustentadas en formas estables de consenso. Esto explica la fragilidad de la democracia en nuestra región, siempre amenazada por procesos

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que la desvirtúan y que impiden su enraizamiento y estabilidad, lo que alimenta a su vez la regular emergencia de tendencias autoritarias en la historia regional.

La superexplotación implica también la ruptura permanente de los lazos y tejido social, lo cual dificulta crear bases para sustentar imaginarios de comunidad, los que quedan suspendidos sobre condiciones frágiles y de fácil fractura. Ello da paso a tendencias desintegradoras, o bien al refugio en las formas comunitarias de los pueblos y culturas ancestrales de la región, como mecanismo de defensa y de convivencia.

Por último, y manteniendo consecuencias en todos los puntos recién señalados, la superexplotación es una modalidad de explotación que solo puede sostenerse sobre la existencia de una enorme sobrepoblación excedente, con enormes contingentes humanos desempleados, subempleados, y un elevado pauperismo. Los tormentos de la miseria de la sobrepoblación excedente inactiva se constituyen en la contracara de los tormentos de trabajo de la población proletaria ocupada y sometida a los regímenes de la superexplotación.

La multiplicación de esta población excedente en las áreas rurales, como también en las urbanas, la convierte en sujeto de luchas sociales y políticas relevantes en la región desde mediados del siglo xx en adelante. Con la marcha del patrón de reproducción exportador de especialización productiva, y la agudización de la superexplotación y el incremento del desempleo que reclama, su presencia social y política ha vuelto a ganar fuerza en la región, sea como obreros agrícolas y campesinos, ambos igualmente pauperizados, o despojados de tierras, o agredidos en sus tierras por el auge de la gran minería o el agronegocio; como trabajadores urbanos desempleados o con empleos muy precarizados, todos lanzados a la pobreza y a la miseria.

ESTADO Y SOCIEDAD CIVIL

Junto al Estado existen en la modernidad capitalista una serie de instituciones —familia, escuela, Iglesias, medios de comunicación— 79

que cumplen importantes tareas en materia de dominación, poder y construcciÓn de comunidad. Su particularidad estriba en que sin

ser instituciones de dominio ni poder de clases en cuanto tales, di-

chas instituciones operan como mecanismos del poder y del dominio de clases prevalecientes. Dado su desarrollo en la modernidad capitalista y considerando sus modos de operar, es que algunos autores las terminan integrando al Estado mismo y hablan así de 'aparatos ideológicos de Estado" o bien del Estado "ampliado'

Hay que considerar que de esta manera se pierde de vista sus particularidades y sus diferencias con el Estado, desintegrando la condensación particular de poder que constituye a este último, y por tanto oscureciendo y haciendo difusa la lucha por el poder político.*

En primera instancia, y para poner de manifiesto su diferencia con el Estado, cabría destacar que en el seno de estas instituciones es posible que emerjan posiciones que discrepen de manera radical con el poder y el dominio imperantes, sea en diarios, revistas, corrientes de pensamiento religioso, corrientes teóricas en el seno de las instituciones educativas, etc., asunto que no se puede presentar en el Estado mismo, a lo sumo en el aparato de Estado, pero solo en medio de una agudización de la lucha de clases.

Esas instituciones que preferimos calificar como parte de la sociedad civil, conforman con el Estado un sistema de dominación, esto es, una densa red de relaciones que busca crear cuerpos y sujetos dóciles para el dominio y la explotación.

Al mismo tiempo, que los dominados terminen por interpretar el mundo según el punto de vista de los dominadores, IO que implica que los mecanismos de dominación sean internalizados.

SOBRE LA DEMOCRACIA

Existen como mínimo dos grandes concepciones de la democracia: una, la llamada democracia formal o procedimental, que pone

Véase sobre el terna los capítulos IX y X de Osorio [2004a].

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en su centro los elementos procedimentales: las elecciones, la competencia electoral, partidos, equidad en la competencia, prensa y medios de comunicación libres, registro de ciudadanos, recuento confiable de votos, etcétera.

No es ocioso señalar que esta idea de democracia es la que está más acorde con los proyectos del capital. Por ello se la califica también como democracia liberal. Reposa sobre una concepción del individuo/ciudadano, y tiene como sustrato el individualismo.

Esta democracia reconoce dos tipos de igualdad: ante la ley y de oportunidades. Así, señalará sin rubor que todos los individuos son iguales frente a la ley; y que todos los individuos tienen las mismas oportunidades.

Cuando se cumplen una serie de requisitos formales en los terrenos antes señalados, se dirá que esa sociedad es democrática. Y se irá más lejos. Se establecerán tablas con indicadores ponderados para definir "la calidad" de la democracia. Así, se podrá hablar de que hay democracias democráticas, medianarnente democráticas y no tan democráticas. Más allá de la confusión creada, lo relevante para estos estudios es que en cualquier caso lo que existe son formas de democracia.

Y sobre la etimología de la palabra democracia: demos = pueblo, cracia = gobierno. Aquí se puede distinguir democracia como gobierno del pueblo, como gobierno por el pueblo, y como gobierno para el pueblo.

La democracia liberal es definida como gobierno del pueblo y por el pueblo, al fin que la mayoría de los ciudadanos es pueblo, el que vota y decide. Además, los resultados de las elecciones son decisión del pueblo y las elecciones fueron organizadas y vigiladas por el pueblo.

Estos ejercicios los realizan politólogos encerrados en su disciplina, sin considerar lo que ocurre en otras esferas de la vida societal. Porque bastaría mirar lo que acontece en la economía en nuestros días, con la llamada flexibilidad laboral, con el pago de salarios de hambre, con contratos laborales de meses o de plano sin contratos, con jornadas interminables, sin prestaciones, ni seguridad social ni seguros médicos. Y con la generación de una masa

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enorme de desempleados y subempleados. En pocas palabras, de un reino en el que impera el despotismo del capital sin ataduras.

Si integramos esto con el hecho que hay elecciones, y todos los demás criterios de democracia: ¿se podría hablar en términos reales de que vivimos en democracia?

¿Se podría decir que los ciudadanos deciden?

Si no se puede decidir por lo menos sobre las condiciones básicas de la existencia social, ello quiere decir que tenemos modalidades de participación política en las que los ciudadanos no pueden decidir nada sustantivo sobre cómo se organiza la vida en común.

Quizás habría que preguntarnos entonces: esto que se llama democracia, ¿opera como democracia?, ¿y para quiénes?

Otra acepción habla de democracia sustantiva. Esta concepción reposa en una idea del hombre como animal social. Estamos llamados a vivir socialmente en colaboración y de acuerdo con otros hombres. A reconocernos entonces como parte de una comunidad, en la que se reconcilie el ser individual con la comunidad.

Esto reclama que el dolor no esté institucionalizado: que se ponga fin a la violencia sistémica, institucional. La igualdad social es entonces un componente central de esta democracia. No se riñe con los procedimientos. Pero los considera sólo en tanto no se contraponen a la igualdad social.

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[1] En la síntesis señalada por Avalos. Véase su escrito "La escisión de la vida política en la era del valor que se valoriza" , en Ávalos y Hirsch [2007], La política del capital, México, UAM-Xochimilco, p. 57.

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