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Reflexiones Marginales

 



Resentimiento terrorista

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INTRODUCCIÓN

 

El sujeto que se supone saquea y viola

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4.

Presto: Antinomias de la razón tolerante

¿Liberalismo o fundamentalismo? i Una plaga

 

El manto ensangrentado del tirano

 

       en las casas de ambos'                            

129

 

 

El círculo de tiza de Jerusalén       

142

 

 

La religión anónima del ateísmo                

155

 

5.

Molto adagio-Andante: La tolerancia como categoría ideológica

 

 

 

La culturización de la política         

169

 

 

La universalidad efectiva                                 

174

 

 

Acheronta movebo: las regiones infernales         

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Hay una vieja historia acerca de un trabajador sospe-

6. Allegro: Violencia divina

 

choso de robar en el trabajo: cada tarde, cuando aban-

        Benjamin y Hitchcock                                     

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dona la fábrica, los vigilantes inspeccionan cuidadosa-

      Violencia divina: lo que no es                        

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mente la carretilla que empuja, pero nunca encuentran

         Y finalmente, ilo que sí es!                       

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nada. Finalmente, se descubre el pastel: ilo que el trabajador está robando son las carretillas!

Epílogo: Adagio                              

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Si hay una tesis que englobe la serie de reflexiones so-

Bibliografía                            

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bre la violencia que siguen a esta introduccion, es que en

Indice analítico y de nombres           

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la realidad nos encontramos con una paradoja similar res-



pecto a la violencia. Tenemos muy presente que las constantes señales de violencia son actos de crimen y terror, disturbios civiles, conflictos internacionales. Pero deberíamos aprender a distanciarnos, apartarnos del señuelo fascinante de esta violencia «subjetiva», directamente visible, practicada por un agente que podemos identificar al instante. Necesitamos percibir los contornos del trasfondo que generan tales arrebatos. Distanciarnos nos permitirá identificar una violencia que sostenga nuestros esfuerzos para luchar contra ella y promover la tolerancia.


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Este es el punto de partida, quizá incluso el axioma, del presente libro: la violencia subjetiva es simplemente la parte más visible de u riunurato ue incluye también dos tipos objetivos de vio encia. En primer lugar, hay una violencia «simbólica» encarnada en el lenguaje y sus formas, la que Heidegger llama nuestra «casa del ser». Como veremos después, esta violencia no se da sólo en los obvios —y muy estudiados— casos de provocación y de relaciones de dominación social reproducidas en nuestras formas de discurso habituales: todavía hay una forma más primaria de violencia, que está relacionada con el lenguaje como tal, con su imposición de cierto universo de sentido. En segundo lugar, existe otra a la que llamo «sistémica», que son las consecuencias a menudo catastróficas del funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas económico y político.

La cuestión está en que las violencias subjetiva y objetiva no pueden percibirse desde el mismo punto de vista, pues la violencia subjetiva se experimenta como tal en contraste con un fondo de nivel cero de violencia. Se ve como una perturbación del estado de cosas «normal» y pacífico. Sin embargo, la violencia objetiva es precisamente la violencia inherente a este estado de cosas «normal». La violencia objetiva es invisible puesto que sostiene la normalidad de nivel cero contra lo que percibimos como subjetivamente violento. La violencia sistémica es por tanto algo como la famosa «materia oscura» de la física, la contraparte de una (en exceso) visible violencia subjetiva. Puede ser invisible, pero debe tomarse en cuenta si uno quiere aclarar lo que de otra manera parecen ser explosiones «irracionales» de violencia subjetiva.


Cuando los medios nos bombardean con las «crisis humanitarias» que parecen surgir constantemente a lo

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ancho del mundo, uno debería siempre tener en mente que una crisis concreta solo irrumpe en la visibilidad de los medios como resultado de una compleja conjunción de factores. Las consideraciones específicamente humanitarias por regla general desempeñan una función menos importante que las consideraciones culturales, ideológico-políticas y económicas. El tema de portada de la revista Time del 5 de junio de 2006, por ejemplo, era «La guerra más mortal del mundo», y ofrecía documentación detallada de cómo alrededor de 4 millones de personas murieron en la República Democrática del Congo como resultado de la violencia política a lo largo de la última década. No se produjeron las habituales protestas humanitarias, tan sólo un par de cartas de lectores, como si algún tipo de mecanismo de filtro impidiese a esta noticia producir un efecto mayor en nuestro espacio simbólico. Por ponerlo en términos más cínicos, Time escogió a la víctima erronea en la lucha por la hegemonía en el sufrimiento. Debería haberse atenido a la lista de sospechosos habituales: la situación de las mujeres musulmanas o las familias de víctimas del 11 de septiembre de 2001 y cómo éstas han sobrellevado sus pérdidas. El Congo ha resurgido hoy como un conradiano «corazón de las tinieblas». Nadie osa enfrentarse a él. La muerte de un niño palestino de Cisjordania, por no mencionar un israeli o un estadounidense, vale para los medios mil veces más que la muerte de un congoleño desconocido.

¿Necesitamos más pruebas de que el sentido humanitario de lo urgente y lo relevante está mediado, sin duda sobredeterminado, por consideraciones claramente políticas? Para responder a ello debemos distanciarnos y considerar la cuestion desde una posicion cli-

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ferente. Cuando los medios estadounidenses reprocharon a las poblaciones de países extranjeros no demostrar suficiente simpatía por las víctimas de los ataques del 11 de septiembre estuve tentado a responderles con las palabras que Robespierre dirigió a aquellos que se lamentaban por las víctimas inocentes del terror revolucionario: «Dejad de sacudir ante mi rostro el manto ensangrentado del tirano o creeré que deseáis encadenarme a Roma».1

En vez de enfrentarse a la violencia directamente, el presente libro presenta seis miradas de soslayo. Hay razones para mirar al sesgo el problema de la viólencia. Mi premisa subyacente es que hay algo inherentemente desconcertante en una confrontación directa con él: el horror sobrecogedor de los actos violentos y la empatía con las víctimas funcionan sin excepción como un senuelo que nos impide pensar. Un análisis conceptual desapasionado de la tipología de la violencia debe por definición ignorar su impacto traumático. Aun así hay un sentido en el que un análisis frío de la violencia de algún modo reproduce y participa de su horror. Además hace falta una distinción entre verdad (factual) y veracidad: lo que hace del testimonio de una mujer violada (o de cualquier otra descripción de un trauma) algo veraz es su incoherencia factual, su confusión, su informalidad. Si la víctima fuese capaz de describir su dolorosa y humillante experiencia de manera clara, con todos los datos situados en un orden consistente, su claridad nos haría sospechar de su veracidad. El problema aquí es parte de la solución: las deficiencias factuales del informe del su-

l. Maximilien Robespierre, Virtue and Terror, Londres, Verso, 2007, pág. 47.

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jeto traumatizado confirman la veracidad del testimonio, puesto que senalan que el contenido narrado «contamina» el modo de «informar acerca de él. Lo mismo vale, desde luego, para la llamada no fiabilidad de las descripciones verbales de los supervivientes del Holocausto: los testigos capaces de una narración clara de su terrible experiencia se descalificarían por de su claridad 2 El único acercamiento válido al tema que trata el presente libro será el que nos permita mantener una necesaria distancia de respeto con las víctimas.

La famosa frase de Adorno necesitaría pues una corrección: no es la poesía lo que es imposible después de Auschwitz, sino más bien la prosa.) La prosa realista fracasa donde tiene éxito la evocación poética de la insoportable atmósfera de un campo. Es decir, cuando Adorno declara que la poesía es imposible (o más bien bárbara) después de Auschwitz, esta imposibilidad es habilitadora: la poesía trata siempre, por

2.     El tardío libro de Primo Levi sobre los elementos químicos (The Periodic Table, Nueva York, 1984; trad. cast.: El sistema periódico, Barcelona, El Aleph, 2007) ha de leerse con el trasfondo de las dificultades —de la esencial imposibilidad— de narrar plenamente la propia condición, de contar la propia vida en una narración coherente: el trauma del Holocausto lo impedía. Así, para Levi el único modo de evitar el colapso de su universo simbólico era encontrar apoyo en algún real extrasimbólico: lo la clasificación de los elementos químicos (y, desde luego, en su versión de los elementos, la clasificación servía sólo como un marco vacío: cada elemento era explicado en funcion de sus asociaciones simbólicas).

3.     «Escribir poesía después de Auschwitz es aberrante» (Theodor W. Adorno, «Cultural Criticism and Society», en Neil Levi y Michael Rothberg [comps.], The Holocaust: Theoretical Readings,

New Brunswick, Rutgers University Press, 2003 , pág. 281

definición, «acerca» de algo que no puede ser nombrado de forma directa, sólo aludido. No debería temerse dar este paso más y remitirse al viejo dicho de que la música llega donde las palabras fallan. Debe haber alguna verdad en la consabida idea de que, en una especie de premonición histórica, la música de Schönberg articula las ansiedades y pesadillas de Auschwitz antes de la existencia de este campo como tal.

En sus memorias, Anna Ajmátova cuenta lo que le ocurrió cuando, en el apogeo de las purgas estalinistas, estaba haciendo cola en una larga fila ante la prisión de Leningrado para obtener noticias de Lev, su hijo arrestado:

En los espantosos años del terror yezhoviano me pasé diecisiete meses haciendo cola ante la prisión de Leningrado. Cierto día alguien me identificó entre la muchedumbre. Detrás de mí se hallaba una mujer con los labios azules de frío, que, evidentemente, antes nunca había oído que me llamaran por mi nombre. Entonces salió del letargo común y me preguntó en un susurro (allí todo el mundo susurraba):

—¿Puede describir esto?

Y le contesté:

—Puedo.

Una especie de sonrisa cruzó fugazmente por lo que alguna vez había sido su rostro.4

La cuestión clave, desde luego, es a qué tipo de descripción se alude aquí. Seguramente no a una descripción realista de la situación, sino a lo que Wallace Stevens llamaba «descripción deslocalizada» propia del

4. Citado según Elena Feinstein, Anna ofall the Russians, Nueva York, Knopf, 2005, pág. 170.

                                                                                                                             )                          15

arte. No se trata de una descripción que localiza su contenido en un espacio y tiempo historicos, sino de una descripción que crea, como trasfondo del fenómeno que describe, un espacio (virtual) propio inexistente, de modo que lo que aparece en él no es una apariencia sostenida por la profundidad de una realidad, sino una apariencia descontextualizada, una apariencia que coincide plenamente con el ser real. Citando de nuevo a Stevens: «Es lo que parece, y en tal parecer están todas las cosas». Esta descripción artística «no es un signo de algo que yace tuera de su forma», sino que más bien extrae de la confusa realidad su propia forma interior, del mismo modo que SchÖnberg «extrajo» la forma interior del terror totalitario. Evocó el modo en que este terror afecta a la subjetividad.

¿Este recurso a la descripción artistica supone que estamos en peligro de volver a una actitud contemplativa que de algún modo traiciona la urgencia de «hacer algo» en cuanto a los horrores descritos?

Pensemos en el falso sentido de urgencia que domina el discurso humanitario liberal-progresista sobre la violencia: en él la abstracción y la (pseudo)concreción gráfica coexisten en la representación de la escena de violencia —contra mujeres, negros, vagabundos, gays, etc.—: «En este país se viola a una mujer cada seis segundos» y «En el tiempo que te lleva leer este párrafo morirán de hambre diez niños» son dos ejemplos de ello. Precisamente hace un par de años la cadena comercial Starbucks instrumentalizo este tipo de pseudourgencia cuando, en la entrada de las tiendas, unos carteles

5. Alain Badiou, «Drawizng», Lacanian Ink, no 28, otoño de 2006, pág. 45.

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de agradecimiento al cliente señalaban que aproximadamente la mitad de los beneficios de la franquicia se destinaban a mejorar la salud de los niños de Guatemala, de donde procedía su café, de lo cual se infería que por cada taza que te bebías salvabas la vida de un niño.

Hay un límite antiteórico fundamental a estas acotaciones de urgencia. No hay tiempo para reflexionar: debemos actuar ahora. A través de esta falsa sensación de urgencia, el millonario postindustrial que vive en su retirado mundo virtual no sólo no niega o ignora la cruel realidad, sino que se refiere a ella constantemente. Como lo expresó no hace mucho Bill Gates: «¿Qué importan los ordenadores cuando hay millones de personas que mueren innecesariamente de disentería?».

A esta falsa urgencia queremos oponer la maravillosa carta de Marx a Engels de 1870, cuando por unos momentos pareció que la revolución europea volvía a ser inminente. La carta de Marx expresa su pánico: ¿no pueden esperar un par de años los revolucionarios? Todavía no había acabado El capital.

Un análisis crítico de la actual constelación global —que no ofrece soluciones claras, ningún consejo «práctico» sobre qué hacer, y no señala luz alguna al final del túnel, pues uno es consciente de que esa luz podría pertenecer a un tren a punto de arrollarnos— que a menudo va seguido de un reproche: «¿Quieres decir que no deberíamos hacer nada? ¿Simplemente sentarnos y esperar?». Deberíamos tener el coraje de responder: «i Sí, exactamente eso!». Hay situaciones en que lo único verdaderamente «práctico» que cabe hacer es resistir la tentacion de implicarse y «esperar y ver» para hacer un análisis paciente y crítico. El compromiso parece ejercer su presión sobre nosotros desde todas partes. En un pasaje muy conocido de El existencialismo es un humanismo Sartre expuso el dilema de un joven francés forzado en 1942 a decidir entre cuidar de su madre, sola y enferma, o entrar en la Resistencia y luchar contra los alemanes; la conclusión de Sartre es, desde luego, que no hay una respuesta a priori a este dilema. El joven necesita tomar una decisión fundada sólo en su propia libertad insondable y asumir plenamente la responsabilidad correspondiente. 6 Una tercera vía, esta vez obscena, para salir del dilema podría haber sido aconsejar al joven que pidiera a su madre que se uniera a la Resistencia y decir a sus amigos de ésta que debía cuidar de su madre mientras buscaba un refugio para recluirse y estudiar...

Hay algo más que cinismo barato en este consejo. Recuerda a un viejo chiste soviético sobre Lenin. En tiempos del socialismo, el consejo de Lenin a los jóvenes, su respuesta sobre lo que deberían hacer, era «aprender, aprender y aprender». Esto se repitió infinitas veces e incluso fue pintado en los muros de las escuelas. El chiste dice: preguntaron a Marx, Engels y Lenin si preferían una esposa o una amante. Como era de esperar, Marx, más bien conservador en cuestiones privadas, respondió: «i Una esposa!», mientras que Engels, más bon vzvant, optó por la amante. Para sorpresa de todos, Lenin dijo:

—iMe gustaría tener ambas!

—¿Por qué? ¿Hay un lado oculto de joutsscur decadente tras su austera imagen revolucionaria?

6. Véase Jean-Paul Sartre, Existentlallsm and Humamsm, Londres, Methuen, 1974 (trad. cast.: El existencialismo es un humanismo, Barcelona, Edhasa, 2000).


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— No explicó—, así puedo decirle a mi mujer que voy a ver a mi amante, y a mi amante que tengo que estar con mi mujer...

—¿Y luego, qué hace?

—i Voy a un lugar solitario para aprender, aprender y aprender!

¿No es esto exactamente lo que hizo Lenin tras la catástrofe de 1914? Se escabulló a un lugar solitario de Suiza, donde «aprendió, aprendió y aprendió» leyendo La ciencia de la lógica de Hegel. Esto es lo que deberíamos hacer hoy cuando nos vemos abrumados por tantas imágenes y representaciones mediáticas de la violencia. Necesitamos «aprender, aprender y aprender» qué causa esta violencia.

CAPÍTULO 1

VIOLENCIA: SUBJETIVA Y OBJETIVA

En 1922 el gobierno soviético expulsó a los líderes intelectuales anticomunistas, desde filósofos hasta economistas e historiadores. Abandonaron Rusia camino de Alemania en un barco conocido como el Buquefilosofía. Antes de su expulsión, Nikolai Lossky, uno de los forzados al exilio, había disfrutado con su familia de la cómoda vida de la alta burguesía, contando con criados y niñeras. El

sencillamente no podía comprender quién querría destruir su modo de vida. ¿Qué habían hecho los Lossky y sus chicos? Sus hijos y los amigos de éstos, que habían heredado lo mejor que ofrecía Rusia, habían ayudado a mejorar el mundo con sus conversaciones sobre literatura, música y arte y con sus vidas discretas. ¿Qué había de malo en ello? I

1. Lesley Chamberlain, 'The Philosophy Steamer, Londres, Atlantic Books, 2006, págs 23-24. Para evitar cualquier mala in-

Adagio ma non troppo e molto expressivo SOS Violencia

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Si bien Lossky era sin duda una persona sincera y benevolente, que se preocupaba por los pobres e intentaba civilizar a la sociedad rusa, tal actitud delata una acentuada insensibilidad hacia la violencia sistémica necesaria para hacer posible su confortable vida. Estamos hablando aquí de la violencia inherente al sistema: no sólo de violencia física directa, sino también de las más sutiles formas de coerción que imponen relaciones de dominación y explotación, incluyendo la amenaza de la violencia. Los Lossky y sus semejantes «no hicieron nada malo», no había ninguna maldad subjetiva en sus vidas, sólo el invisible trasfondo de la violencia sistémica. «Entonces, en este mundo casi proustiano irrumpió repentinamente el leninismo. El día en que nació Andrei Lossky, en mayo de 1917, la familia oyó a unos caballos desbocados que galopaban calle abajo por la avenida Ivanovskaya.»2 Tales intrusiones perturbadoras se multiplicaron. Una vez, en la escuela el hijo de Lossky fue brutalmente intimidado por un compañero de clase trabajadora, que le gritó: «tus días y los de tu familia han acabado». En su benevolente inocencia, los Lossky percibieron tales signos de la inminente catástrofe que parecían surgidos de la nada como senales de la presencia de un nuevo espíritu incomprensiblemente maligno. Lo que no comprendían era que bajo el ropaje de esca violencia subjetiva irracional estaban recibiendo en forma invertida el mismo mensaje que ellos habían enviado. Es en esta violencia que parece surgir «de la nada» en la que acaso encaje lo que Walter Ben-

terpretación he de aclarar que esta decisión de expulsar a los intelectuales antibolcheviques la encuentro totalmente justificada.

2.                  


Ibíd., pág. 22.

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jamin llamó en Hacia una crítica de la violencia «violencia pura, divina».3

La oposición a toda forma de violencia —desde la directa y física (asesinato en masa, terror) a la violencia ideológica (racismo, odio, discriminación sexual)— parece ser la principal preocupación de la actitud liberal tolerante que predomina hoy. Hay una llamada de socorro que apoya tal discurso y eclipsa los demás puntos de vista: todo lo demás puede y debe esperar. ¿No hay algo sospechoso, sin duda sintomático, en este enfoque único centrado en la violencia subjetiva (la violencia de los agentes sociales, de los individuos malvados, de los aparatos disciplinados de represión o de las multitudes fanáticas)? ¿No es un intento a la desesperada de distraer nuestra atención del auténtico problema, tapando otras formas de violencia y, por tanto, participando activamente en ellas? Según cuenta una conocida anécdota, un oficial alemán visitó a Picasso en su estudio de París durante la Segunda Guerra Mundial. Allí vio el Guernica y, sorprendido por el «caos» vanguardista del cuadro, preguntó a Picasso: «¿Esto lo ha hecho usted?». A lo que Picasso respondió: ustedes lo hicieron!». Hoy día muchos liberales, cuando se desatan explosiones de violencia como las que se han producido de un tiempo a esta parte en los suburbios de París, preguntan a los pocos izquierdistas que aun creen en una transformación social radical: «¿No fuisteis VOSOtros los que hicisteis esto? ¿Es esto lo que queréis?». Y deberíamos responder, como Picasso: «i No, vosotros lo

3.                   Walter Benjamin, «Critic of Violence», en Selected Writings, vol. 1, 1913-1926, Cambridge, MA, llarvard University Press, 1996 (trad. cast.: «Hacia una crítica de la violencia», en Obras completas, vol. l, Madrid, Ábada, 2007).


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habéis hecho! iEste es el verdadero resultado de vues- autoengendrado que continúa su rumbo ignorando cualtra política!». quier respeto por lo humano o por el ambiente es una Hay un viejo chiste sobre el marido que vuelve a casa abstracción ideológica, detrás de la cual hay personas después del trabajo pero algo más pronto de lo habitual reales y objetos naturales en cuyas capacidades producy encuentra a su mujer en la cama con otro hombre. La tivas y en cuyos recursos se basa la circulación del capimujer, sorprendida, exclama: «¿Por qué vuelves tan tal y de los que se nutre como un gigantesco parásito, El pronto?». el marido replica, furioso: «¿Qué haces en problema es que esta «abstracciÓn» no esta solo en la la cama con otro hombre?». A lo que la mujer responde: percepción errónea de nuestros «especuladores» finan«Yo he preguntado primero, no intentes escabullirte y cieros, sino que es «real» en el preciso sentido de detercambiar de tema» 4 Del mismo modo, respecto a la vio-minar la estructura de los procesos materiales sociales: lencia la tarea es precisamente cambiar de tema, despla-el destino de un estrato completo de la población, o inzarnos desde el SOS humanitario desesperado para aca-cluso de países enteros, puede ser determinado por la bar con la violencia hasta el análisis de otro SOS, el de ladanza especulativa «solipsista» del capital, que persicompleja interacción entre los tres modos de violencia:gue su meta del beneficio con total indiferencia sobre subjetiva, objetiva y simbólica. La lección es, pues, quecómo afectará dicho movimiento a la realidad social. debemos resistirnos a la fascinación de la violencia sub-Así que la clave de Marx no es principalmente reducir jetiva, de la violencia ejercida por los agentes sociales,esta segunda dimensión a la primera, es decir, demospor los individuos malvados, por los aparatos represivostrar que la enloquecida danza teológica de las mercany las multitudes fanáticas: la violencia subjetiva es, sim-cías surge de los antagonismos de la «vida real». El plemente, la más visible de las tres.asunto es más bien que no se puede tomar la primera (la realidad social de la producción material e interacción social) sin la segunda: es la danza metafísica autopropulsa-á)

Es preciso historiar a fondo la historia de la noción da del capital lo que hace funcionar el espectáculo, lo de violencia objetiva, que adoptó una nueva forma con  que proporciona la clave de los procesos y las catástroel capitalismo. Marx describió la enloquecida y autoes- fes de la vida real. Es ahí donde reside la violencia sistétimulante circulación del capital, cuyo rumbo solipsista  mica fundamental del capitalismo, mucho mas extraña de partenogénesis alcanza su apogeo en las especulacio-  que cualquier violencia directa socioideológica precanes metarreflexivas actuales acerca del futuro. Es dema- pitalista: esta violencia ya no es atribuible a los indivisiado simplista afirmar que el espectro de este monstruo duos concretos y a sus «malvadas» intenciones, sino que es puramente «objetiva», sistémica, anonima. Aquí 4. Cuando los palestinos responden a la exigencia israelí de se halla la diferencia lacaniana entre la «realidad» y lo que deberían detener sus ataques terroristas, con un «¿y Israel qué conhay «real»: la «realidad» es la realidad social de las personas de vuestra ocupación de Cisjordania?», ¿no responde

una versión del «no me cambies de tema»?          concretas implicadas en la interacción y en los procesos


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productivos, mientras que lo «real» es la lógica espectral, inexorable y «abstracta» del capital que determina 6) lo que ocurre en la realidad social. Este es un vacío que puede experimentarse cuando se visita un país donde reina el desorden, donde el deterioro ecológico y la miseria a que se ve expuesta su población están presentes en cada detalle. Sin embargo, los informes económicos sobre dicho país pueden decir lo contrario, su economía puede ser, y de hecho lo es en muchas ocasiones, «financieramente sana»: la realidad no es lo que importa; lo que importa es la situación del capital...

¿No es esto hoy más cierto que nunca? ¿No apuntan los fenómenos normalmente considerados propios del capitalismo virtual (el mercado de futuros y especulaciones financieras abstractas similares) hacia el reino de la «abstracción real» en su máxima pureza mucho más radicalmente que en tiempos de Marx? En pocas palabras, la forma más elevada de ideología no consiste en estar atrapados en lo espectral de la ideología, olvidando su fundamento en las personas reales y en sus relaciones, sino precisamente en pasar por alto lo real de esta espectralidad y pretender dirigirse directamente a las «personas reales con sus preocupaciones reales». Los visitantes de la Bolsa de Londres reciben un folleto gratuito que explica que el mercado de valores no tiene que ver con misteriosas fluctuaciones, sino con personas reales y con sus productos. Esto es realmente la ideología en su forma más pura.

La regla fundamental de Hegel es que el exceso «objetivo» (el reino de la universalidad abstracta que impone su ley mecánicamente y con completa indiferencia al sujeto capturado en su red) siempre se ve complementado por un exceso «subjetivo» (el ejercicio irre25

gular y arbitrario de los caprichos). Etienne Balibar proporciona un caso ejemplar de esta interdependencia y distingue dos modos opuestos pero complementarios de violencia excesiva: la violencia «ultraobjetiva» o sis-

témica, inherente a las condiciones sociales del capitalismo global y que implica la creación «automática» de individuos desechables y excluidos, desde los sin techo a los desempleados, y la violencia «ultrasubjetiva» de los nuevos y emergentes «fundamentalismos» éticos o religiosos, o ambos, en definitiva racistas.5

Nuestra ceguera ante los resultados de la violencia sistémica se percibe más claramente en los debates acerca de los crímenes comunistas. La responsabilidad que se deriva de ellos es sencilla de localizar; nos enfrentamos con el mal subjetivo, con sujetos que actuaron mal. Podemos incluso identificar las fuentes ideológicas de los crímenes: la ideología totalitaria, El manifiesto comunista, Rousseau e incluso Platón. Pero cuando se llama la atención sobre los millones de personas que murieron como resultado de la globalización capitalista, desde la tragedia de México en el siglo XVI hasta el holocausto del Congo Belga hace un siglo, en gran medida se rechaza la responsabilidad. Parece que todo hubiera ocurrido como resultado de un proceso «objetivo» que nadie planeó ni ejecutó y para el que no había ningún «manifiesto capitalista». (Quien mas cerca estuvo de escribirlo fue Ayn Rand.) 6 El hecho de que

5.     Véase Etienne Balibar, «La violence: idéalité et cruauté», en La cramte des masses: politique et philosophze avant et après Marx, París, Galilée, 1997.

6.     Y ahí reside también la limitación de los «comités éticos» que salen por todas partes para contrarrestar los peligros del desarrollo científico-tecnológico desatado: con toda su buena in-

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el rey de los belgas, Leopoldo II, que fue quien presidió el holocausto congoleño, fuese un gran filántropo bendecido por el papa no puede descartarse en tanto que mero caso de hipocresía ideológica y cinismo. Desde un punto de vista subjetivo bien pudo ser un filántropo sincero y que incluso intentara compensar las consecuencias catastróficas del enorme proyecto económico por él presi-O

que condujo a la despiadada expoliación, dida, de los recursos naturales del Congo. iEl propio Congo era un feudo personal suyo! La ironía final es, ademas, que la mayor parte de las ganancias producidas por este esfuerzo resultó beneficiosa para el pueblo belga, al que proporciono obras públicas, museos y otros provechos. En este sentido cabe decir que el rey Leopoldo II de Bélgica fue posiblemente el precursor de los «comunistas liberales» de hoy, incluyendo a...

Los HOMBRES BUENOS DE PORTO DAVOS

En la última década se ha presentado a Davos y Porto Alegre como las ciudades gemelas de la globalización. Davos, un exclusivo centro turístico suizo, es donde la élite global de empresarios, hombres de Estado y personalidades mediáticas se reÚnen bajo la protección de la policía en condiciones de estado de sitio y desde donde intentan convencernos a nosotros y a sí mismos de que la globalización es su mejor receta. Porto Alegre es la ciudad subtropical brasileña donde se reúne la contraélite del movimiento antiglobalización e intenta convencernos a nosotros y a sí mismos de que la globa-

tención, consideraciones éticas, etc., ignoran la violencia «sisté-

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lización capitalista no es nuestro destino, de que (como dice el eslogan oficial) «otro mundo es posible». Durante los últimos anos, Sin embargo, las reuniones de Porto Alegre parecen haber perdido de algún modo su ímpetu. Cada vez se habla menos de ellas. ¿Dónde están ahora las brillantes estrellas de Porto Alegre?

Algunas, al menos, se trasladaron a Davos. Cada vez más, un grupo de empresarios, algunos de los cuales se refieren a SI mrsmos rronrcamente como «comunistas li berales», llevan la voz cantante en los encuentros de Davos: no aceptan ya la oposicron entre Davos (capitalismo global) y Porto Alegre (los nuevos movimientos sociales alternativos al capitalismo global), sino que afirman que se puede lograr un pastel capitalista global, esto es, prosperar como empresarios de éxito y además comer de él, esto es, aprobar las causas anticapitalistas de la responsabilidad social y la preocupación ecológica. Así pues, no hay necesidad de Porto Alegre, puesto que Davos puede convertirse por sí mismo en Porto Davos.

Los nuevos comunistas liberales son, desde luego, nuestros sospechosos habituales: Bill Gates y George Soros, los directores generales de Google, IBM, Intel, eBay, así como sus filósofos a sueldo, principalmente el periodista Thomas Friedman. Lo que hace a este grupo interesante es que su ideología se ha hecho indistinguible de la nueva generacion de radicales izquierdistas antiglobalización: el mismo Toni Negri, gurú de la izquierda posmoderna, elogia el capitalismo digital porque contiene in nuce todos los elementos del comunismo: basta con quitarle el envoltorio capitalista, y el objetivo revolucionario se ha alcanzado. Tanto la vieja derecha, con su ridícula creencia en el patriotismo de


mica», mucho más básica.

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29 miras estrechas, la autoridad y el orden, como la vieja con grandes corporaciones. Su dogma es una versión izquierda, con su capitalizada lucha contra el capital, nueva y posmoderna de la vieja mano invisible del merson conservadores, pues combaten en sus luchas de tea- cado de Adam Smith. En ella el mercado y la responsatro de sombras y siempre fuera de juego respecto a las bilidad social no se oponen, sino que se pueden reunir nuevas realidades. El significante de esta nueva reali- en aras del beneficio mutuo. Como afirma Thomas dad en la neolengua comunista liberal es «inteligente»: Friedman, uno de sus gurús, para hacer negocios nadie inteligente indica lo dinámico y nómada como opuesto ha de ser vil: la colaboración con y la participación de a la burocracia centralizada; el diálogo y la cooperación J los empleados, el diálogo con los clientes, el respeto por contra la autoridad jerárquica; la flexibilidad contra la el medioambiente y la transparencia en los negocios rutina; la cultura y el conocimiento frente a la produc- son hoy día las claves del éxito. En un perspicaz inforcion industrial antigua; la interacción espontánea y la me, Olivier Malnuit enumera los diez mandamientos de autopoiesis frente a la jerarquización rígida. los comunistas liberales:

Bill Gates es el icono de lo que ha denominado «ca-

pitalismo sin fricciones», una sociedad postindustrial 6)

1.

Ofrece gratuitamente cualquier cosa (libre ac-

en la que somos testigos del «fin del trabajo», en que el

 

 

ceso, sin copyrzght...) y cobra solamente los ser-

software está ganando frente al hardware y los jóvenes

 

 

vicios adicionales, lo que te hará aun más rico.

informales frente al empresario trajeado. En el cuartel

 

2.

Cambia el mundo, no te limites a vender cosas:

general de su empresa hay muy poca disciplina externa.

 

 

revolución global, un cambio en la sociedad

Los antiguos hackers que dominaron la escena trabajan

 

 

hará que todo sea mejor.

largas horas y disfrutan de refrescos gratuitos en am-

 

3.

Cuídate de compartir y sé consciente de la res-

bientes ecológicos. Una característica crucial de Gates

 

 

ponsabilidad social.

como icono es ser percibido como el ex hacker que tuvo

 

4.

Sé creativo: céntrate en el diseño, en las nuevas

éxito. Hay que dar al término «hacker» todas sus con-

 

 

ciencias y tecnologías.

notaciones subversivas, marginales y antisistema. Los

 

5.

Cuéntalo todo: no debe haber secretos. Aprue-

hackers quieren perturbar la fluidez del funcionamien-

 

 

ba y practica el culto a la transparencia, el libre

to de las grandes empresas burocráticas. En un nivel

 

 

flujo de información; toda la humanidad debe-

fantasmático, la noción subyacente es en este caso que

 

 

ría colaborar e interactuar.

Gates es un hooligan subversivo y marginal que se ha

 

6.

No malgastes tu tiempo: ten un horario fijo de

hecho con el poder y se ha disfrazado de respetable

 

 

nueve a cinco. Simplemente mantén comunica-

presidente.

 

 

ciones inteligentes, improvisadas, dinámicas y

Los comunistas liberales son grandes ejecutivos que

 

flexibles.

recuperan el espíritu de la protesta o, por decirlo en los

7. Vuelve al colegio y recíclate.

otros términos, geeks contraculturales que se han hecho

8. Actúa como una enzima: trabaja no sólo para el


 

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mercado, sino fomentando nuevas formas de colaboración social.

9.      Muere pobre: devuelve parte de tus ganancias a quienes la necesitan, puesto que tienes más de lo que podrás gastar.

10.   Apoya al Estado: practica la asociación entre empresas y Estado 7

Los comunistas liberales son pragmáticos. Odian el enfoque doctrinario. Para ellos no hay una única clase trabajadora explotada, hay sólo problemas concretos que deben resolverse: la hambruna de África, la condi- 6) ción de la mujer musulmana, la violencia religiosa fundamentalista. Cuando hay una crisis humanitaria en África —i y los comunistas liberales realmente aman las crisis humanitarias porque sacan lo mejor de sí mismos no hay motivo para recurrir a la añeja retórica antiimperialista. Más bien, simplemente todos deberíamos concentrarnos en lo que verdaderamente resuelve el problema: implicar a las personas, a los gobiernos y a las empresas en un esfuerzo común; comenzar a mover las cosas en vez de conformarse con la simple ayuda centralizada del Estado; enfocar la crisis de un modo creati- vo y no convencional, sin por ello colgarse etiquetas.

Los comunistas liberales gustan de ejemplos como la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Comentan que la decisión de algunas grandes corporaciones internacionales de ignorar las reglas del apartheid en sus sucursales sudafricanas —aboliendo toda segregación,

7. Véase Olivier Malnuit, «Pourquoi les géants du business se prennent-ils pour Jésus?», Technikart, febrero de 2006, págs. 32-37.

                                                                SOS VIOLENCIA                                                       31

pagando a blancos y negros el mismo salario por el mismo trabajo y demás— fue tan importante como la lucha directamente política. ¿No es éste un caso ideal de la superposición entre lucha por la libertad política e intereses económicos? Aquellas mismas compañías pueden ahora prosperar en la Sudáfrica postapartheid.

Los comunistas liberales también aman las protestas estudiantiles que sacudieron Francia en mayo de 1968; i vaya una explosión de energía y creatividad juveniles! iCómo sacudieron los límites del rígido orden burocrático! iQué nuevo ímpetu dieron a la vida económica y social, una vez que las ilusiones políticas se desvanecieron! Después de todo, por entonces muchos de ellos eran jóvenes que protestaban y luchaban en las calles contra la policía. Si ahora han cambiado no es porque se resignen a la realidad, sino porque necesitan cambiar para poder transformar realmente el mundo, para revolucionar realmente nuestras vidas. ¿No había preguntado ya Marx qué son las agitaciones políticas en comparación con la invencion de la máquina de vapor? ¿No hizo esto más que todas las revoluciones por cambiar nuestras vidas? ¿Y no habría preguntado Marx hoy qué valen todas esas protestas contra el capitalismo global en comparación con la invención de Internet?

Por encima de todo, los comunistas liberales son auténticos ciudadanos del mundo. Son buenas personas que se preocupan por los fundamentalistas populistas y por las corporaciones irresponsables y codiciosas. Ven las «causas profundas» de los problemas de hoy día: por ejemplo, que el terror fundamentalista se nutre de la pobreza generalizada y la desesperación. Así que su objetivo no es ganar dinero, sino cambiar el mundo, aunque si ello les proporciona más dinero como consecuencia co-


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lateral, ¿qué hay de malo? Bill Gates es ya el más grande benefactor en la historia de la humanidad, ha hecho gala de su amor al prójimo con cientos de millones donados a la educación, la lucha contra el hambre y contra la malaria. La clave, desde luego, está en que para dar, antes tienes que tomar, o, como lo expresan algunos, crear. La justificación de los comunistas liberales es que para ayudar realmente a la gente has de tener los medios para hacerlo, y, como enseña la experiencia del sombrío fracaso de todos los enfoques centralizados y colectivistas, el modo más eficiente es la iniciativa privada. Así que si el Estado quiere regular sus negocios, gravarlos excesivamente, ¿es consciente de que está minando la consecución de su meta, esto es, hacer la vida mejor para la mayoría, ayudar a los necesitados?

Los comunistas liberales no quieren ser simplemente máquinas de generar beneficios, quieren que sus vidas tengan un significado más profundo. Están contra la religión a la vieja usanza pero a favor de la espiritualidad, de la meditación no confesional. i Todo el mundo sabe que el budismo se adelantó a las ciencias neurológicas, que el poder de la meditación puede ser medido científicamente! Su lema preferido es el de la responsabilidad social y la gratitud: son los primeros en admitir que la sociedad fue muy generosa con ellos al permitirles desplegar sus talentos y así amasar sus fortunas, por lo que es su deber devolver algo a la sociedad y ayudar a la gente. Después de todo, ¿cuál es la clave de su éxito sino ayudar a la gente? Es sólo esta preocupación lo que hace del éxito empresarial algo valioso...

Hemos de preguntarnos si hay realmente algo nuevo en todo esto. ¿No es ésta una actitud que siendo algo excepcional (aunque no tanto como podría parecer) en

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los días salvajes del capitalismo de los magnates industriales estadounidenses, se ha hecho ahora moneda corriente? El viejo Andrew Carnegie empleó un ejército privado para suprimir de forma brutal la fuerza de trabajo organizada en sus acerías y después dedicó gran parte de su riqueza a causas humanitarias, artísticas y educativas. Un hombre de acero que demostró tener un corazón de oro. Del mismo modo, los comunistas liberales de hoy dan con una mano lo que antes tomaron con la otra. Esto recuerda a un laxante de chocolate a la venta en Estados Unidos. Se publicita con la afirmación paradójica: «¿Tienes estreñimiento? i Come más de este chocolate !

En otras palabras, come aquello que causa estreñimiento para poder curarte de él.

Idéntica estructura —la cosa es en sí misma el remedio contra la amenaza que constituye— puede verse con claridad en el paisaje ideológico de hoy. Tómese por ejemplo la figura de George Soros, el magnate financiero y filántropo. Soros representa la explotación financiera y especulativa más despiadada combinada con una opuesta preocupación humanitaria por las consecuencias sociales catastróficas de una economía de mercado desbocada. Incluso su rutina está marcada por un contrapunto autoeliminador: la mitad de su tiempo de trabajo está dedicada a la especulación financiera, y la otra mitad a actividades humanitarias, como proporcionar financiación para actividades culturales y democráticas en países poscomunistas, escribir ensayos y libros que, en definitiva, combaten los efectos de su propia especu-

lación.

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Las dos caras de Bill Gates corresponden a las dos caras de Soros. El cruel hombre de negocios destruye o fagocita a sus competidores, persigue un monopolio virtual, emplea todos los trucos del mundo de los negocios para conseguir sus objetivos. Mientras tanto, el filántropo más grande de la historia de la humanidad pregunta: «¿Para que sirve tener ordenadores si la gente no tiene suficiente para comer y muere de disentería?». En la ética liberal-comunista, la despiadada persecución del beneficio se ve contrarrestada por la 6D caridad. Tal es la máscara humanitaria que oculta el rostro de la explotación económica. Cediendo a un chantaje del superyó de dimensiones gigantescas, los países desarrollados «ayudan» a los subdesarrollados con aportaciones humanitarias, créditos y demás, y de O este modo evitan la cuestión clave, es decir, su compliciclad y corresponsabilidad en la miserable situación de aquéllos 8

Relacionada con la noción de Georges Bataille de «economía general del gasto soberano», que se opone a la «economía reservada» del beneficio infinito capitalista, el filósofo posthumanista alemán Peter Sloterdijk delinea los contornos de la autoescisión del capitalismo, su inmanente autosuperación: el capitalismo culmina cuando «produce fuera de sí mismo su opuesto más radical —y el único provechoso—, totalmente diferente del que la izquierda clásica, atrapada en su miseria, fue

8.     El mismo argumento se aplica a la oposición entre el enfoque «inteligente» y el «no inteligente». Deslocalizar es la palabra clave aquí: por medio de la deslocalización exportas el (necesario) lado oscuro —trabajo disciplinado y jerarquizado, contaminación ambiental...— a los países del Tercer Mundo (o lugares invisibles del primer mundo). El sueño liberal-comunista es el de exportar la clase obrera a las fábricas, maquilas o talleres del Tercer Mundo.

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siquiera capaz de sonar». 9 La mención positiva de Andrew Carnegie muestra el modo: el gesto soberano autonegador de la infinita acumulación de riqueza es el gesto de gastar esa riqueza en cosas sin tener en cuenta su precio y ajenas a la circulación mercantil: el bien público, las artes y las ciencias, la salud, etc. Este concluyente gesto «soberano» permite al capitalista romper el círculo vicioso de la reproducción infinitamente ampliada, del ganar dinero para ganar más dinero. Cuando dona su riqueza acumulada al bien público, el capitalista se niega a sí mismo como mera personificación del capital y de su circulación reproductiva: su vida adquiere sentido. El objetivo ya no es la reproducción ampliada. Además el capitalista alcanza así el cambio de eros a thymos, de la lógica «erótica» perversa de la acumulación al reconocimiento y el prestigio públicos. Lo que esto significa es nada menos que elevar a figuras como Soros o Gates al nivel de personificaciones de la autonegación inherente al proceso capitalista en sí: su obra de caridad (sus inmensas donaciones al bienestar público) no es sólo una idiosincrasia personal. Sincera o hipócrita, es el punto de conclusión lógico de la circulación capitalista, necesario desde el punto de vista estrictamente económico, puesto que permite al sistema capitalista posponer su crisis. Restablece el equilibrio (redistribución de la riqueza entre los auténticos necesitados) sin caer en la trampa fatídica: la lógica destructiva del resentimiento y la forzada redistribución estatal de la riqueza sólo pueden acabar en miseria generalizada. Se evita también, podría anadirse, el otro modo de reestablecer cierto

9.     Peter Sloterdijk, Zorn und Zeit, Frankfurt, Suhrkamp, 2006, pág. 55.

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equilibrio y afirmar el thymos por medio del gasto soberano: esto es, la guerra.

Esta paradoja señala nuestra triste situación: el capitalismo de hoy no puede reproducirse por sí mismo, necesita la caridad extraeconómica para sostener el ciclo de reproducción social.

UNA ALDEA LIBERAL-COMUNISTA

El mérito de The Village, de M. Night Shyamalan, reside en cómo reproduce la esencia del modo de vida b liberal-comunista basado en el miedo. Quienes califican las películas de Shyamalan como lo peor del kitsch New Age se encontrarán con algunas sorpresas. El pueblo de la película, situado en Pensilvania, está aislado del resto del mundo y rodeado de bosques llenos de monstruos peligrosos conocidos por los aldeanos como «aquellos de los que no hablamos». La mayor parte de los habitantes del pueblo se contentan con vivir según el pacto que establecieron con aquellas criaturas: ellos no entran en el bosque y las criaturas no entran en el pueblo. El conflicto surge cuando el joven Lucius Hunt incita a los monstruos a abandonar el pueblo en busca de nuevas medicinas, por lo que el pacto se rompe. Lucius e Ivy Walker, la hija invidente del líder del pueblo, deciden casarse, lo que enfurece de celos al idiota de la aldea, que apuñala a Lucius casi hasta matarlo, dejándolo a merced de una infección que requiere medicinas del mundo exterior. El padre de Ivy le cuenta el secreto de la aldea: no hay monstruos, y en realidad no viven en 1897. Los ancianos de la aldea son parte de un grupo de terapia de apoyo del siglo xx que decidieron abandonar

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enteramente las comodidades de su tiempo. El padre de Walker había sido un hombre de negocios millonario, así que compraron tierras, las calificaron como «reserva protegida», las rodearon con una enorme valla y gran cantidad de guardias, sobornaron a funcionarios del gobierno para apartar las rutas aéreas de la comunidad y urdieron la historia de «aquellos de los que no hablamos» para asegurarse de que nadie la abandonase. Con la bendición de su padre, Ivy escapa al exterior, encuentra a un guardia de seguridad amistoso que le da algunos medicamentos y vuelve para salvar la vida de su prometido. Al final de la película los mayores de la aldea deciden continuar sus vidas recluidas: la muerte del idiota del pueblo puede presentarse a los no iniciados como prueba de que los monstruos existen, confirmando así el mito fundador de la comunidad. La lógica sacrificial se reafirma así como la condición de la comunidad, su lazo secreto.

No sorprende que la mayor parte de los críticos rechazaran la película como un pésimo caso de refugio ideológico: «Es fácil comprender por qué le atrae situar la película en un período en que la gente proclamaba sus emociones con frases intensas y sentidas o por qué le gusta construir una aldea que es impenetrable desde el mundo exterior. No hace películas, hace escondites». 10 En la película late de modo subyacente el deseo de recrear un universo cerrado de autenticidad en que la inocencia está resguardada de la fuerza corrosiva de la modernidad: «Es acerca de cómo evitar que tu inocencia sea herida por las "criaturas" que aparecen en tu vida; el

10. Michael Agger, «Village Idiot: The Case against M. Night Shyamalan», www.slate.com/id/ 2104567.


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deseo de proteger a tus hijos al adentrarse en lo desconocido. Si bien estas criaturas te han herido, no quieres que hieran a tus hijos, y la generación más joven puede correr ese riesgo».11

Vista más de cerca la película revela una mayor ambigüedad. Cuando los críticos señalaron que «la película está en el territorio de H. P. Lovecraft: usa una paleta intensa e invernal para retratar Nueva Inglaterra, una incitación a la endogamia, menciones susurradas de "los antiguos" "aquellos de los que no hablamos"», 12 todos olvidaron tener presente el contexto político. La comunidad autosuficiente del siglo XIX evoca los numerosos experimentos utópicos-socialistas que surgieron en América. Esto no significa que la referencia lovecraftiana al horror sobrenatural sea sólo una máscara o un señuelo. Tenemos dos universos: la abierta y moderna «sociedad del riesgo» frente a la seguridad del antiguo y cerrado «universo del sentido»; pero el precio del «sentido» es un espacio finito, cerrado y guardado por monstruos innombrables. En ese espacio utópico y cerrado el mal no se excluye simplemente, sino que se transforma en una amenaza mítica con la que la comunidad establece una tregua temporal y contra la que debe mantenerse en permanente estado de emergencia.

La posibilidad de visionar las escenas eliminadas en los DVD actuales hace que el espectador se dé cuenta demasiado a menudo de que el director tenía razones de peso para eliminarlas. Con todo, la edición en DVD

11. Shane Handler, «M. Night Shyamalan's The Village», www.glidemagazine.com/articles120.html.

12. David Edelstein, «Village of the darned: More pious Hokum from M. Night Shyamalan», www.slate.com/id/210 4512.

de The Village es una excepción. Una de las escenas borradas muestra a Walker haciendo doblar una campana para avisar del simulacro de una veloz retirada a los refugios subterráneos adonde han de ir en caso de ataque de las criaturas. Es como si la auténtica comunidad sólo fuese posible en condiciones de amenaza permanente, en un estado constante de emergencia" Esta amenaza es orquestada, como se nos muestra, de la manera más «totalitaria» por el círculo interior, los «mayores» de la misma comunidad, con el objeto de evitar que los jóvenes no iniciados abandonen la aldea y se atrevan a atravesar el bosque hacia las ciudades decadentes. El mal en sí mismo debe redoblarse: el mal «real» de la desintegración social tardocapitalista debe transferirse al mal arcaico mágico-mítico de los «monstruos». El mal es una parte del círculo interior mismo: es Imaginado por sus miembros. Parece que volvamos aquí, junto con G. K. Chesterton, a El hombre quefuejueves, donde la má-

13. Uno de los reproches más estúpidos hechos a la película (que no difieren mucho de los que se hicieron a Vértigo, de Hitchcock) es que arruina el suspense desvelando el secreto antes del segundo tercio de la película. Sin embargo, este mismo conocimiento hace del último tercio —mas precisamente, el dolorosamente lento avance de Ivy a través del bosque— algo mu-

como alguien ha dicho, una inconsistencia narrativa): ¿por qué teme Ivy a las criaturas, por qué se presenta a las criaturas todavía como una amenaza mitica cuando sabe ya que éstas no existen, que son un fraude? En otra escena eliminada, Ivy, tras oír el pavoroso (y como sabemos, generado artificialmente) sonido que anuncia la proximidad de las criaturas, llora con desesperación: por amor por lo que estoy aquí, así que os pido que me dejéis cruzar!». ¿Por qué lo hace si sabe que no hay criaturas? Lo sabe muy bien, pero aun así... hay más realidad en los amenazantes espectros que en la misma realidad.

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xima autoridad policial es la misma persona que el supercriminal, que libra una batalla contra sí mismo. De un modo protohegeliano, la amenaza externa contra la cual lucha la comunidad es su propia esencia inherente...

¿Y qué ocurriría si esto es verdad de un modo mucho más radical de lo que pueda parecer en un primer momento? ¿Qué pasaría si el mal auténtico de nuestras sociedades no fuera su dinámica capitalista como tal, sino nuestros intentos de sustraernos a ella —sin dejar de beneficiarnos— construyendo espacios comunales cercados y protegidos, desde «barrios residenciales privados» hasta grupos raciales o religiosos exclusivos? Es decir, ¿no es precisamente la clave de The Village demostrar que hoy día un retorno a una comunidad auténtica en que el discurso aún expresa emociones verdaderas —la aldea del socialismo utópico— es un fraude que sólo puede escenificarse para los realmente ricos? Hoy día las figuras ejemplares del mal no son consumidores normales que contaminan el medio ambiente y viven en un mundo violento de vínculos sociales en desintegración, sino aquellos que, completamente implicados en la creación de las condiciones de tal devastación y contaminación universal, compran un

14.                   Aquí, Nicholas Meyer acierta en su pastiche a lo Sherlock Holmes «The seven-per-cent solution». Dentro del espacio diegético de las historias de Sherlock Holmes, Moriarty, el archicriminal (el «Napoleón del crimen» y rival final de Holmes) es claramente una fantasía del mismo Holmes, su doble, su «lado oscuro»: en las páginas iniciales de la novela de Meyer, Moriarty, un humilde profesor de matemáticas, en una visita se queja a Watson de que Holmes está obsesionado con la idea de que es un maestro del crimen. Para curar a Holmes, Watson lo lleva a Viena, a la consulta de Freud.

                                                              SOS                                                                                   41

salvoconducto para huir de las consecuencias de su propia actividad, viviendo en urbanizaciones cercadas, alimentándose de productos macrobióticos, yéndose de vacaciones en reservas de vida salvaje, etc.

En Hijos de los hombres, de Alfonso Cuarón, basada en la novela de P. D. James, la aldea liberal-comunista es el propio Reino Unido. Estamos en el año 2027 y la raza humana ya no es capaz de reproducirse. El habitante más joven de la tierra, nacido hace dieciocho años, acaba de ser asesinado en Buenos Aires. El Reino Unido vive en un permanente estado de emergencia: escuadrones antiterroristas persiguen a inmigrantes ilegales y el poder del Estado gobierna a una población menguante que vegeta en un hedonismo estéril. Una permisividad lúdica junto con nuevas formas de apart- I heid y control social basadas en el miedo: ¿no son así actualmente nuestras sociedades? Pero aquí está el golpe de genio de Cuarón: «Muchas historias del futuro implican algo así como el "Gran Hermano", pero creo que tal es la visión de la tiranía en el siglo xx. La tiranía hoy imperante adopta nuevos disfraces; la tiranía del siglo XXI se llama democracia»" Por eso los gobernantes del mundo de Cuarón no son grises y orwellianos burócratas totalitarios vestidos de uniforme, sino administradores ilustrados, democráticos, cultos, cada uno con su propio «estilo de vida». Cuando el héroe visita a un ex amigo, ahora alto funcionario del gobierno, con el objeto de conseguir un permiso especial para un refugiado, entramos en algo parecido al loft de una pareja gay de clase alta de Manhattan y vemos al funcionario

15.                   Accesible en línea en www.impactservices.net.au/movies/childrenofmen.htm.

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vestido informalmente sentado a la mesa con su compañero lisiado.

Por supuesto, Hijos de los hombres no es una película acerca de la infertilidad biológica, sino que trata de una infertilidad que hace mucho tiempo diagnosticó Friedrich Nietzsche, cuando percibió que la civilización occidental se movía en dirección al «último hombre», una criatura apática sin grandes pasiones o compromisos, incapaz de soñar, cansada de la vida, que no asume riesgos, que sólo busca su comodidad y seguridad, una expresión de tolerancia mutua: «Un poco de veneno de vez en cuando produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener una muerte agradable. La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse. [...] La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche, pero honra la salud. "Nosotros hemos inventado la felicidad", dicen los últimos hombres, y parpadean».16

Nosotros, habitantes de los países del primer mundo, encontramos cada vez más difícil imaginar una causa pública o universal por la que estaríamos dispuestos a dar la propia vida. De hecho, la división entre el primer y el tercer mundo tiende cada vez más a la línea de una oposición entre llevar una vida larga y satisfactoria llena de riqueza material y cultural y dedicar la propia vida a alguna causa trascendental. ¿No es éste el antagonismo entre lo que Nietzsche llamó nihilismo «pasivo» y «activo»? En Occidente nosotros somos los «últi-

16. Friedrich Nietzsche, Thus Spake Zarathustra, Nueva York, Prometheus, 1993, pág. 41 (trad. cast.: Así hablo Zaratustra, Madrid, Alianza, 1999).

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mos hombres», inmersos en estúpidos placeres diarios, mientras que los musulmanes radicales estan dispuestos a arriesgarlo todo, implicados en un combate nihilista hasta el extremo de su autodestruccion. Lo que está desapareciendo de forma gradual en esta oposición entre los que están «dentro», los «últimos hombres» que moran en asépticas urbanizaciones cerradas, y los que están «fuera» son las viejas clases medias de siempre. La «clase media es un lujo que el capitalismo no puede seguir permitiéndose». 17 El unico lugar en Hijos de los hombres donde una extraña sensación de libertad nos invade es en Bexhill on Sea, una especie de territorio virgen al margen de la omnipresente y sofocante opresión. El pueblo que mantienen sus habitantes, que son inmigrantes ilegales, está aislado por un muro y se ha convertido en un campo de refugiados. La vida prospera aquí entre manifestaciones fundamentalistas islámicas, pero también entre actos de auténtica solidaridad. No debería de sorprendernos que la extraña criatura, el bebé recién nacido, aparezca aquí. Al final del film las fuerzas aéreas bombardean despiadadamente Bexhill on Sea.

SEXUALIDAD EN EL MUNDO ATONAL

¿Qué tipo de sexualidad cuadra con este universo? El 6 de agosto de 2006 Londres acogió el primer Masturbaratón del Reino Unido, un evento colectivo en el

17.  John Gray, Straw Dogs, Londres, Granta, 2003, pág. 161 (trad. cast.: Perros de paja: reflexiones sobre los humanos y otros animales, Barcelona, Paidós, 2003).


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que cientos de hombres y mujeres se dan placer a sí mismos para obtener dinero destinado a agencias de salud sexual y reproductiva. También despertaron conciencias y disiparon vergüenzas y tabúes que persisten en torno a esta forma de actividad sexual habitual, natural y sana. La fórmula fue inventada en Good Vibrations, una empresa de salud sexual de San Francisco, como parte del Mes Nacional de la Masturbación, fundado y acogido por ella a partir de 1995, cuando tuvo lugar el primer Masturbaratón. Así es como el doctor Carol Queen justifica el evento:

Vivimos en una sociedad en que la expresión de la sexualidad siempre ha sido legislada y restringida y la búsqueda del placer puro se condena con frecuencia como egoísta e inmadura. Gran cantidad de personas que se consideran libres de prejuicios sexuales simplemente han reescrito la ecuación «el sexo sólo es bueno si implica la procreación» como «el sexo sólo es bueno si implica a dos personas enamoradas» [...] la masturbación es nuestra primera actividad sexual, una fuente natural de placer disponible para nosotros a lo largo de nuestras vidas y una forma única de autoexpresión creativa. Cada vez que te masturbas estás celebrando tu sexualidad y tu capacidad innata para el placer, así que, i échate una mano! [...] La masturbación puede ser un acto radical, y la cultura que suprime la masturbación podría también suprimir muchas otras libertades personales. Mientras celebras el Mes Nacional de la Masturbación y pones de tu parte para sacar del armario el amor a nosotros mismos, recuerda que la libertad erótica es esencial en cualquier parte para el auténtico bienestar.18

18.  Accesible en línea en www.masturbate-a-thon.com.

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La postura ideológica que subyace a la nocion del Masturbaratón está marcada por un conflicto entre su forma y su contenido: construye una colectividad a partir de individuos que están listos para compartir con otros el egoísmo solipsista de su placer estúpido. Esta contradicción, sin embargo, es más aparente que real. Freud ya sabía de la relación entre narcisismo e inmerSión en la masa, reflejada en la expresion californiana «compartir una experiencia». Esta coincidencia de ca- racterísticas opuestas se basa en la exclusión que comparten: uno no sólo puede estar, sino que de hecho está solo en la masa. Tanto el aislamiento individual como la c inmersión en la masa excluyen la propia intersubjetividad, el encuentro con un otro. Esto es porque, como el filósofo francés Alain Badiou expresó de modo perspicaz, hoy más que nunca se debería insistir en el amor como centro de atención, no meramente en el placer: es el amor, el encuentro de dos, lo que «transustancia» el placer idiota y masturbatorio en un auténtico acontecimiento.] 9 Una sensibilidad mínimamente refinada nos dice que es más difícil masturbarse frente a otro que estar inmerso en una interacción sexual con él o ella: el hecho de que el otro se vea reducido al papel de observador que no participa en mi actividad hace mi acto mucho más «vergonzoso». Acontecimientos como el Masturbaratón señalan justamente el fin de la vergüenza. Esto es lo que hace de él una de las más claras indicaciones acerca de dónde nos situamos hoy, de la ideología que sostiene nuestra más íntima experiencia interior.

«¿Por qué masturbarse?» He aquí la lista de razones propuestas por Carol Queen:

19.  Alain Badiou, Logiques des mondes, París, Editions du Seuil, 2006.

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— Porque el placer sexual es un derecho inherente de cada persona.

— Porque la masturbación es el sexo más seguro.

— Porque la masturbación es una alegre expresión de amor propio.

— Porque la masturbación ofrece numerosos beneficios para la salud, incluyendo la atenuación del dolor menstrual, la reducción del estrés, la liberación de endorfinas, el fortalecimiento de los músculos pélvicos, la reducción de infecciones de próstata en los hombres y la resistencia a infecciones vaginales en las mujeres.

— Porque la masturbación es un excelente ejercicio cardiovascular.

— Porque cada uno es su mejor amante.

— Porque la masturbación incrementa el conocimiento sexual.

Todo se encuentra aquí: desarrollo de la autoconciencia, beneficios para la salud, lucha contra la opreSión social, la postura políticamente correcta más radical (y en este caso nadie se ve presionado) y la afirmación del placer sexual en su forma más elemental, pues «cada uno es su mejor amante». El uso de una expreSión habitualmente reservada a homosexuales («la masturbación saca el amor a sí mismo fuera del armario») insinúa un tipo de teleología implícita de la exclusión gradual de toda otredad: en primer lugar, en la homosexualidad se excluye al otro sexo (uno lo hace con otra persona del mismo sexo). Así pues, en una especie de burda negación de la negación hegeliana se cancela la auténtica dimensión de la otredad: uno lo hace consigo mismo.

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En diciembre de 2006 las autoridades neoyorquinas declararon que elegir el propio género —y por tanto, de ser necesario, hacerse una operación de cambio de sexo— es uno de los derechos humanos inalienables. La diferencia final, la diferencia «trascendental» que fundamenta la propia identidad humana, se convierte así en algo abierto a la manipulación: en su lugar se afirma la plasticidad más fundamental del ser humano. El Masturbaratón es la forma ideal de actividad sexual del sujeto transgénero, o, en otras palabras, de tú, el sujeto elevado por la revista Time a «Persona del año» en el número del 18 de diciembre de 2006. Este honor anual no fue para Ahmadineyad, Chávez, Kim Jong-ll o cualquier otro miembro de los sospechosos habituales, sino a «ti»: cada uno de nosotros que usa o crea contenidos en la World Wide Web. La portada mostraba un pequeño teclado con un espejo en vez de monitor, donde cada uno de los lectores podíamos ver nuestro propio reflejo. Para justificar su elección, los editores citaban el giro de las instituciones hacia los individuos, que están emergiendo como los ciudadanos de la nueva democracia digital.

Hay más de lo que vemos en esta eleccion, y en más de un sentido. Si hubo alguna vez una elección ideológica, es ésta: el mensaje (una nueva ciberdemocracia en la que millones de personas pueden comunicarse directamente y organizarse, evitando el control centralizado del Estado) encubre una serie de huecos y tensiones molestos. El primer y obvio aspecto irónico es que aquello que ve cualquiera que mire la portada de Time no es otro con el que él o ella se supone que se interrelaciona, sino su propio reflejo. No sorprende que Leibniz sea una de las referencias filosóficas predominantes

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entre los teóricos del ciberespacio: ¿no va de la mano nuestra inmersión en el ciberespacio con nuestra reducción a una mónada leibniziana que refleja el universo entero, aunque «sin ventanas» que puedan abrirse directamente a la realidad exterior? Podría decirse que el típico cibernauta de hoy, sentado solo frente a la pantalla del PC, es cada vez más una mónada sin ventanas directas a la realidad que sólo se encuentra con simulacros virtuales, y además inmerso más que nunca en una red de comunicaciones global. El Masturbaratón, que construye un colectivo a partir de individuos dispues- tos a compartir el solipsismo de su propio goce estúpido, es la forma de sexualidad que encaja a la perfección con estas coordenadas ciberespaciales.

Alain Badiou desarrolla la noción de mundos «atonales» —monde atone— que carecen de la intervención de un «significante-amo» que imponga un orden de sentido en la confusa multiplicidad de la realidad 20 ¿Qué es un significante-amo?21 En las últimas páginas de su monumental La Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill pondera el enigma de una decisión política: después de que los especialistas —analistas económicos y militares, psicólogos, meteorólogos— propongan sus múltiples análisis, elaborados y refinados, alguien debe asumir el simple y por ello más difícil acto de transferir su compleja multitud de puntos de vista, donde por cualquier razón hay dos razones en contra y viceversa, en un simple y decisivo sí o no, Ataquemos o continue-

20.                Ibíd.

21.                Para el concepto de significante-amo, véase Jacques Lacan, The Other Side of Psychoanalysis, Nueva York, Norton, 2006 (trad. cast.: El reverso del psicoanálisis, Barcelona, Paidós, 1992).

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mos esperando. Nadie como John F. Kennedy proporcionó una descripción concisa de esta cuestion: «La esencia de la decisión final resulta impenetrable para el observador; y a menudo, sin duda también para el que decide». Este gesto decisivo que nunca puede basarse en razones es el del amo.

 

econstrui

o, dispersado: «La moderna fija-

Una característica básica de nuestro mundo posmoderno es lo que intenta hacer de esta actividad estructurante del significante-amo: la complejidad del mundo necesita ser afirmada incondicionalmente. Cada significante-amo que Implique imponer algo de orden debe ser

ción en la "complejidad" del mun o [...] no es sino un deseo generalizado de atonía». 22 El excelente ejemplo de Badiou de un mundo «atonal» se corresponde con la visión políticamente correcta de la sexualidad tal y como la promueven los estudios de genero, con su obsesivo rechazo de la lógica binaria: éste es un mundo lleno de matices con múltiples prácticas sexuales que no tolera ninguna decisión, ningún ejemplo de la dualidad, ningún valor en el sentido nietzscheano fuerte del término.

Las novelas de Michel Flouellebecq son interesantes en este sentido 23 pues modifican infinitamente el motivo del fracaso del acontecimiento del amor en las sociedades occidentales contemporáneas, caracterizadas, tal y como comentó un crítico, por «el colapso de la religión y la tradición, la adoracion desenfrenada del placer y la juventud y la perspectiva de un futuro totali-

22.                 Badiou, Loggues des mondes, op cit.

23.                 Por ejemplo, Michel Houellebecq, The Possihility olan Island, Nueva York, Knopf, 2006 (trad. cast.: La posibilidad de una isla, Madrid, Alfaguara, 2006).


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zado por la racionalidad científica y la infelicidad» 24 Aquí observamos el lado oscuro de la «liberación sexual» de la década de 1960: la plena mercantilización de la sexualidad. Houellebecq retrata, en la mañana posterior a la revolución sexual, la esterilidad de un universo dominado por el imperativo de goce del superyó. Todo este trabajo se centra en la antinomia entre amor y sexualidad: el sexo es una necesidad absoluta y renunciar a ella es marchitarse, así que el amor no puede florecer sin sexo; de forma simultánea, sin embargo, el amor es imposible precisamente a causa del sexo: el sexo, que «prolifera como el epítome de la dominación del capitalismo tardío, ha teñido permanentemente las relaciones humanas como reproducciones inevitables de la naturaleza deshumanizadora de la sociedad liberal; esencialmente, ha arruinado el amor» 25 El sexo es entonces, por expresarlo en términos derrideanos, la condición simultánea de posibilidad e imposibilidad del amor.

Vivimos en una sociedad en la que se da una especie de identidad especulativa de los opuestos. Ciertas características, actitudes y normas de vida no son ya percibidas como si estuvieran marcadas ideológicamente, sino que parecen ser neutrales, no ideológicas, naturales, de sentido común. Designamos como ideología lo que se mantiene fuera de este contexto: el celo religioso extremo o la dedicación a una orientación política de-

24.                 Nicholas Sabloff, «Of Filth and Frozen Dinners», Common Review, invierno de 2007, pág. 50.

25.                 Ibíd., pág. 51.

51 terminada. La clave hegeliana sería aquí que es precisamente la neutralización de algunas características en un contexto aceptado con espontaneidad lo que define la ideología en su grado más puro y efectivo. Esta es la «coincidencia de los opuestos» dialéctica: la actualización de una noción o una ideología en su grado más puro coincide con, o más precisamente, aparece como su opuesto, como no ideología. Mutatis mutandis, loí) mismo ocurre con la violencia. La violencia social-simbólica en su grado más puro aparece como su opuesto, como la espontaneidad del medio en que vivimos o del aire que respiramos.

Esta es la razón de que los delicados comunistas liberales —asustados, preocupados, contrarios a toda violencia— y la explosión de rabia fundamentalista sean las dos caras de la misma moneda. Mientras que luchan contra la violencia subjetiva, los comunistas liberales son los auténticos agentes de la violencia estructural que crea las condiciones para las explosiones de violencia subjetiva. Los mismos filántropos que donan millones para la lucha contra el sida o la educación tolerante han arruinado la vida de miles de personas por medio de la especulación financiera, creando asl las condiciones del surgimiento de la misma intolerancia contra la que se luchaba. En las décadas de 1960 y 1970 se podían comprar postales eróticas de una chica en bikini o en camisón. Cuando se movía un poco la postal o se miraba desde una perspectiva ligeramente diferente, su ropa desaparecía como por arte de magia y mostraba el cuerpo desnudo de la chica. Cuando nos bombardean con noticias esperanzadoras sobre cancelaciones de deudas o grandes campañas humanitarias para erradicar una peligrosa epidemia, simplemente debemos girar un poco la postal 52

para echar un vistazo fugaz a la obscena figura del liberal comunista que actúa por debajo.

No deberíamos hacernos ilusiones: los comunistas liberales son en la actualidad el enemigo de cualquier lucha progresista. El resto de los enemigos —fundamentalistas religiosos y terroristas, ineficaces y corruptas burocracias de Estado— son personajes concretos cuyo auge y caída dependen de circunstancias locales contingentes. Precisamente porque quieren resolver todas las disfunciones secundarias del sistema global, los comunistas liberales son la encarnación de lo que está mal en 67) el sistema como tal. Es necesario tener esto presente en todas las alianzas tácticas y compromisos que se hace preciso adoptar con los comunistas liberales cuando se lucha contra el racismo, el sexismo y el oscurantismo religioso.

¿Qué debe hacerse entonces con nuestro comunista liberal, que es sin duda un buen hombre y está realmente preocupado por la pobreza y la violencia en el mundo y puede afrontar estas preocupaciones? En realidad, ¿qué hacer con un hombre que no puede ser sobornado por los intereses de las corporaciones, puesto que es copropietario de ellas, que sabe lo que dice acerca de luchar contra la pobreza porque se aprovecha de ella, que expresa con sinceridad su opinión puesto que es tan poderoso que puede permitírselo, que es valiente y sabio a la hora de llevar adelante de forma despiadada sus empresas y no considera sus ventajas personales, puesto que todas sus necesidades están ya satisfechas, y que además es un buen amigo, en especial de sus colegas de Davos? Bertolt Brecht proporcionó una respuesta en su poema «La pregunta sobre el bien»:

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Da un paso al frente: oímos que eres un buen hombre. No pueden comprarte, pero el relámpago que golpea la casa tampoco puede ser comprado. Mantienes tu palabra.

Pero ¿qué dijiste?

Eres sincero, das tu opinión.

¿Qué opinión?

Eres valiente.

¿Contra quién?

Eres sabio.

¿Para quién?

No persigues tu beneficio personal.

¿Qué persigues entonces?

Eres un buen amigo.

¿Eres también un buen amigo de la gente buena?

Escúchanos: sabemos que eres nuestro enemigo. Por ello te pondremos frente al muro. Pero en consideración a tus méritos y buenas cualidades te pondré frente a un buen muro y te dispararemos con una bala buena de un arma buena y te enterraremos con una pala buena en la buena tierra.26

26. Bertolt Brecht, «Verhoer des Guten», en Werke, vol. 18, prosa 3, Frankfurt, Suhrkamp, 1995, págs. 502-503.

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